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Nacional

7 de Febrero de 2016

Historia: Ser mapuche en dictadura

El mes pasado se reveló el informe final del "Trabajo de investigación de ejecutados y desaparecidos, 1973-1990, pertenecientes a la Nación Mapuche", realizado por la Asociación de Investigación y Desarrollo Mapuche con el apoyo del Instituto Nacional de Derechos Humanos y la Unión Europea. Aquí, se analiza la represión vivida por el pueblo mapuche en el tiempo de la dictadura y se actualizan las cifras de detenidos desaparecidos o asesinados por el régimen militar. Según la investigación, "fueron identificados por el Estado chileno 135 casos de violaciones a derechos humanos con resultado de muerte o desaparición, 133 de ellos sólo en el año 1973", año en que se inicia la dictadura militar de Augusto Pinochet. "Fue la cosa más cruel que pudimos vivir", expresa Elisa Avendaño, sobrina de un mapuche asesinado tras el golpe. Aquí, retrocede a sus 18 años y rememora ese momento que vivió junto a su comunidad y junto a los historiadores Fernando Pairican, Martín Correa y Sergio Caniuqueo, analiza lo que significó ser mapuche durante el régimen militar.

Por

*Imágenes referenciales.
Mapuche 7 A1

En medio de la absoluta oscuridad de la noche, las luces de los camiones del Ejército acercándose atravesaban los agujeros que tenían las construcciones de las casas mapuche, ubicadas en la altura de los cerros.

Esa era la señal que alertaba a una de las comunidades de Curacautín -en la Región de La Araucanía- de que rápidamente tenían que ponerse ropa y zapatos.

“Sabíamos que nos iban a sacar de las casas, al campo, al lodo. Aunque estuviera lloviendo igual nos iban a sacar, entonces había que abrigarse”, recuerda Elisa Avendaño, quien para el golpe de Estado tenía 18 años.

Entre seis a ocho vehículos militares rodeaban la comunidad, encerrando a los mapuche dentro ella. “No llegaban suaves, llegaban insultando inmediatamente, rompiendo todo, pateando la puerta. Nosotros nos teníamos cocina, usábamos fogón, y desparramaban el fuego por cualquier lado; si nos llegaba el fuego, nos llegaba no más, nos quemaban”, cuenta la mapuche perteneciente al Movimiento Campesino Revolucionario en esa época.

Afirma que los allanamientos sucedían a cada momento y todos los días, a cualquier hora.

“Lo único que pensábamos era que no se llevaran a mi abuelo, porque era muy viejito. Pero igual lo palmoteaban, lo pateaban, lo revolcaban en el barro y lo dejaban ahí. Los tíos salían arrancando, entonces quedábamos los niños, las mujeres y los viejos. Recordar estas cosas es doloroso, porque uno revive la historia cuando habla de esto”, agrega.

“La represión y persecución que hubo ahí fue muy fuerte y violenta, y en frente del resto de la comunidad. Esto último es importante porque de alguna forma dejaron inoculado el miedo, el terror. Las comisión Rettig habla de ciertas víctimas, pero son muchas más, porque el miedo queda”, señala el historiador Martín Correa, autor de libros como “La Reforma Agraria y las Tierras Mapuche” y “Las Razones del Illkun/Enojo”.

Asimismo, explica que, “a diferencia del resto de los chilenos, a los mapuche los agarraron y los torturaron delante de sus familias. No sólo hubo un trato político, sino también hubo una venganza, porque a los dueños de los fundos les habían tocado lo que más les duele en su vida, que son las propiedades; tradición familia-propiedad”.

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En el 73, el menor de los tíos de Elisa, Máximo Avendaño, de ese entonces 23 años, es torturado y asesinado.

“Después de tres días de estar desaparecido, encontraron el cuerpo del tío dentro de una siembra de trigo cercana a otra comunidad, como a 15 kilómetros de la casa. Lo encontró un familiar de mi abuelita, que andaba viendo los animales en el lugar”, recuerda la mapuche.

Según ella, Máximo fue acusado de posesión de armas y de ser comunista, “porque él organizaba comunidades y esa gente no debía seguir viviendo para ellos. Así lo decían, que éramos zánganos, que no podíamos seguir viviendo porque éramos comunistas come guaguas”, relata.

Cuando la familia Avendaño contactó al Servicio Médico Legal (SML), éstos no accedieron a hacerle una autopsia a su familiar. “Nos dijeron que lo sepultáramos inmediatamente y que nos quedáramos callados”, declara la sobrina de Máximo.

Así como Máximo, fueron varios los mapuche que fueron víctimas de persecución política, tortura y asesinato.

El 27 de enero pasado se publicó el informe final del “Trabajo de investigación de ejecutados y desaparecidos, 1973-1990, pertenecientes a la Nación Mapuche”, del historiador Hernan Curiñir Lincoqueo, el sociólogo Pablo Silva Carrasco y el trabajador social Conrado Zumelzu Zumelzu.

A la cifra de víctimas mapuche reconocidas por el Estado de Chile establecida por las comisiones Rettig, Nuevo Trato y Museo de la Memoria, con esta nueva investigación se suman 36, resultando un total de 171 casos.

El estudio fue impulsado por la Asociación de Investigación y Desarrollo Mapuche con el apoyo del Instituto Nacional de Derechos Humanos y la Unión Europea, y busca develar “los casos de ejecutados políticos y detenidos desaparecidos mapuche”, según consigna el documento.

FORCEJEO DE TIERRAS

El informe de la Asociación de Investigación y Desarrollo Mapuche sostiene la hipótesis de que “el asesinato de muchos de ellos [mapuche] está vinculado a la tenencia de tierra”, un conflicto que fue especialmente potenciado por la promulgación de la segunda Ley de Reforma Agraria, ya que la primera, aplicada en 1962 en el gobierno de Jorge Alessandri, “en realidad lo que hizo fue trasladar predios fiscales a las organizaciones y comunidades, pero que eran el mínimo, 20 mil hectáreas en total, por eso se le llamó la ‘reforma macetero'”, según indica Correa.

En cambio, en la segunda oportunidad de esta ley, bajo el gobierno de Salvador Allende, “lo que se hace es reconstituir la propiedad agraria. Se establecen las normas de los predios que van a ser expropiados; los que son mayores a 80 hectáreas de riego básico, aquellos que se encuentran abandonados o arrendados, o aquellos que se hubieran dividido antes de cuatro años antes, porque como se sabía que venía este proceso, lo que hicieron los dueños de los fundos fue dividirlos entre sus hijos, cosa de ser fundos que no alcanzaran a tener 80 hectáreas de riego básico”, aclara el historiador.

De acuerdo a la investigación antes nombrada, “los predios expropiados a favor de las comunidades mapuche o con participación mapuche fueron 138”, lo que equivale a 132.115,78 hectáreas físicas.

Según Correa, en ese momento existía “una voluntad política de enfrentar el tema territorial mapuche desde el fondo”.

Allende tomó iniciativas como el “Cautinazo”, un plan de emergencia que llevó a todos los organismos del agro a instalarse en Temuco durante tres meses para estudiar la situación en terreno.

Asimismo, se dio origen a la “Comisión de Restitución de Tierras Usurpadas”, una instancia dependiente del Instituto de Desarrollo Indígena (IDI). Además se incluye a la discusión a la Confederación Nacional Mapuche, que agrupaba a todas las organizaciones mapuche de la época.

Si bien el informe de ejecutados y desaparecidos declara que “durante la Unidad Popular, por primera vez veían como el Estado trataba de hacer justicia con la sociedad mapuche”, el historiador Sergio Caniuqueo tiene una mirada distinta respecto a la Reforma Agraria. Según él, ésta “tuvo un impacto muy leve y la historiografía de izquierda ha querido maximizarla”.

El también historiador mapuche Fernando Pairican, explica que “la Reforma Agraria no buscaba una reforma desde el ‘ser mapuche’, sino que se reformaron las propiedades de los títulos de merced, que son las tierras que se entregan después de la ocupación de la Araucanía, que durante el siglo XX los colonos fueron arrebatándoles; fueron esas tierras las que se devolvieron, pero no las tierras históricas. Esas otras tierras que pertenecen al mundo mapuche y las recuerdan como suyas, fueron entregadas a mapuche que eran leales a su patrón, y por lo tanto no son pro mapuche, son personas pro patrón, pro blanco, y que además son racistas, porque el racismo no es de la elite, el racismo también puede ser popular”.

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UNIRSE PARA VENCER

Elisa Avendaño recuerda que “en el 71, cuando llegó la oportunidad de poder hacer recuperación de tierras, inmediatamente la familia se puso a organizar a los vecinos y a la comunidad”.

Pero la llegada de la dictadura frenaría esa ilusión. “Nada más materializarse el golpe de Estado, los militares requisaron las tierras expropiadas por la Reforma Agraria promovida por el gobierno de la Unidad Popular, las cuales fueron mayoritariamente devueltas a sus antiguos dueños, (…) se legalizaron las usurpaciones realizadas a las comunidades y por último se liberaron las tierras de la protección estatal”, declara el informe recientemente publicado.

De hecho, la implementación de esta reforma es conocida como uno de los detonantes que incentivaron el golpe de Estado.

Pairican propone que “el golpe de Estado no se dio solamente por la estatización de las empresas, yo creo que se dio porque estás cambiando siglos de tierra y de historia. De repente los indios, que son los siervos, pasan a ser los dueños de la tierra. Y los blancos, que son los que siempre han sido dueños de éstas, en un momento empiezan a tener que tener como vecino un indio propietario. Por eso que la Araucanía es tan radical en la Reforma Agraria y los mapuche recibieron una represión mucho más rápida”.

“Un pensador chino, cuando veía la Reforma Agraria decía, esto es muy drástica y muy rápida, y va a generar una reacción de tal magnitud que no va a ser posible que el gobierno popular lo pueda controlar”, agrega.

Ante el rápido actuar del gobierno militar, los mapuche defendieron sus tierras agrupándose en organizaciones como el Consejo Regional Mapuche, fundado en 1977 y que se preocupaba de la integración de su pueblo a la sociedad chilena; los Centros Culturales Mapuche, de 1978, que respaldado por la Iglesia Católica intentó frenar las divisiones de las comunidades; y la Asociación Gremial de Pequeños Agricultores y Artesanos Mapuche Ad Mapu, que aparece en 1981 producto de una fusión con los Centros Culturales Mapuche, pero que paulatinamente fue cambiando su perspectiva de trabajo, enfocándose cada vez más en el enfrentamiento al régimen dictatorial.

Ésta última organización se fragmentó “producto de las diferencias partidistas que tenían sus integrantes, ya que no todos se identificaban con el partido comunista”, como señala la investigación ya mencionada. De ahí, los Centros Culturales Mapuche vuelven a ser independientes del Ad Mapu y aparte surge el Calfulican.

Como estos, también se alzan organizaciones patronales, que fueron partícipes de la represión y muerte de mapuche que intentaban sacarlos de las tierras que ahora ellos poseían. El Movimiento Nacionalista Patria y Libertas y el Comité de Resistencia Patronales suenan entre los más destacados.

Pero también civiles no organizados actuaron para proteger lo que según ellos les pertenecía. “Muchos de los patrones van a ser activos persecutores de la dictadura del mundo mapuche y van a prestar sus campos para campos de concentración”, asegura Pairican.

Caniuqueo señala que “por ejemplo, en la comuna de Tirúa, una comunidad no pudo acreditar que habían sido torturados porque no habían sido torturados en un recinto militar o de Carabineros, sino que fueron torturadas en un fundo. Los civiles no colaboraron sólo en el proceso de tortura, sino también con espacios. Eso lo diferencia bastante de cómo vivieron la represión los chilenos. Hay una situación étnica de por medio; los mapuche tenían que ser disciplinados por la dictadura con la tortura y la muerte. Eso en el mundo chileno no fue tan así”.

Por su parte, Correa cuenta “los militares sacaban a los mapuche y les disparaban en frente de su familia y los obligaban a enterrarlos ahí mismo. O los paseaban colgando de helicópteros cabeza abajo por las comunidades costeras”.

Avendaño rememora que “yo estuve en algunas detenciones de mis tíos, era muy cruel la forma en la que llegaba la policía, era un susto terrible porque los amenazaban, los insultaban, los palmeteaban, les quitaban la ropa y sus cosas, les botaban la comida, les rompían todo y algunas cosas se las llevaban”.

Los hombres de las comunidades resultaron ser las principales víctimas de desapariciones, asesinatos y torturas. Como “el lonko, la cabeza de familia, que tienden a ser las personas que trabajan en otros lugares y que traen dinero; hacer desaparecer al hombre y al jefe de familia es empobrecer la familia porque se quedan solamente con lo que les deja el campo. En el caso del lonko, son el soporte de la comunidad, personas que son muy respetadas dentro del mundo mapuche”, asevera Pairican.

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LA DERECHA MAPUCHE

Así como existía la parte mapuche de resistencia y oposición a Pinochet, estaban los que se inclinaron más por la derecha y colaboraron de cierta forma con la dictadura.

Para Caniuqueo, esto tiene que ver con que “la política de izquierda siempre estuvo dada hacia el norte, enfocada en el proletariado, la que estaba en las salitreras. A diferencia del sur, donde era la derecha la que acarreaba campesinos. En el caso mapuche la derecha siempre fue la proximidad que tenían para hacer política. Las primeras organizaciones mapuche se crean bajo el alero y en relaciones políticas con sectores de derecha”.

“En el caso de los mapuche de derecha, sale una nueva generación con una lógica desarrollista, y dentro de esto estaba la noción del desarrollo de Estado, como un Estado protector. Quienes se articulan a la dictadura son personas que están pensando en una visión de un Estado de libertad, y la dictadura podía dar ese espacio”, explica el historiador.

Asimismo, expone que “los mapuche que asesoran a Pinochet logran crear los comités comunales mapuche. Cada uno de ellos lograba resolver cosas de las comunidades, llevaban a un topógrafo, agenciaban operativos médicos, llevaban agrónomos, creaban comités de pequeños campesinos, etc. En ese sentido, la derecha le da un piso para ir generando un proceso de desarrollo que antes no habían vivido las comunidades”.

“Mucha gente accedió a la subdivisión de comunidades, no porque le tuvieran un miedo a los militares, sino porque les permitió que sus hijos fueran a la escuela y así no necesariamente tendrían que volver a ser campesinos y conocer la pobreza como ellos la vivieron”, agrega.

El mapuche aclara que “con esto no quiero decir que los militares eran sujetos pro mapuche o pro indígenas, para nada, de hecho para ellos los veían con una lógica de folclor y de reforzar la identidad mapuche como componente de la nación chilena”.

Elisa dice que este era uno de los problemas internos que afectaba a su comunidad, un conflicto que oponía a hombres contra mujeres. “¿Cómo ellos no iban a tomar conciencia de lo que estaba ocurriendo en la comunidad? Siempre decían que nosotros éramos el problema y eso era porque el patrón se los decía. Les lavaban la cabeza. Teníamos nuestra propia pelea con los hombres, porque trabajaban para el patrón y nosotras estábamos peleando en contra de él”, sentencia.

Pero dice que como mujeres aprendieron a defenderse durante los allanamientos. “Muchas veces dábamos vuelta los camiones de los militares, los agarrábamos a palos o les pinchábamos las ruedas. Nos preparábamos con puras herramientas de campo: orquetas, palas, etc.”, consigna.

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EL IMPACTO DE LA DICTADURA

Ciertamente, la dictadura afectó a la población chilena completa en su vida social, económica, política y privada. Pero específicamente, respecto al pueblo mapuche, Elisa cree que “hubo una unidad de país con los trabajadores, médicos, profesores; todas esas grandes organizaciones estuvieron junto a los dirigentes nacionales mapuche y pudieron conocer un poco la realidad del pueblo mapuche. De ahí viene una valoración, de ir conociéndonos y respetándonos más, porque antes no se nos respetaba”.

Por su parte, Correa opina que “durante la dictadura -y yo creo que esto se ha mantenido- de alguna forma el Estado pretendía folclorizar al mapuche. Cuando se habla de los relatos sobre las tierras antiguas, no se les da el carácter político que tienen. Se ocupan para la obertura del Festival de Viña, pero a la hora de enfrentar el problema mapuche no se toma en cuenta. Cuando hay reuniones internacionales le regalan a los presidentes un poncho mapuche, pero se reprime sin asco al pueblo mapuche. Eso es algo que fue durante la dictadura y que hoy día se mantiene”.

Pairican destaca que la dictadura “incorpora de facto la propiedad privada, pero no solamente la propiedad privada que existe desde el siglo XIX, desde que es República, sino que te inserta el neoliberalismo; un nuevo tipo de modelo económico, que no es solamente económico, es político, social, ideológico”.

“Es una ideología totalitaria, porque te fuerza a creer en un ser humano en particular, en el consumo, en el individualismo, en que las cosas no se consiguen de forma comunitaria, de que la única forma de éxito es la capacidad tuya como agente de poder ser exitoso; te inserta la competencia. La división de las comunidades está pensada en este nuevo proyecto económico”, añade.

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UN CHILE SIN DICTADURA

-Soñemos un poco: pensando en el conflicto mapuche, ¿cómo crees que hubiese sido un Chile sin dictadura?

“Este hubiera sido un país que no se habría sostenido, a menos que hubiera entrado a la esfera del mundo socialista. Pero Chile, por estar en la cola del mundo, en términos pragmáticos era muy difícil. Imagínate que el país más cercano era Cuba y después fue Nicaragua, pero no había ninguna capacidad de intercambio comercial ni nada. La agricultura se había vuelto costosa y los mapuche vivían de la agricultura. El peso que hubiera tenido que sostener el gobierno de Allende habría sido tal que igual se hubiese quebrado”, cree Caniuqueo.

A diferencia del historiador, Elisa sostiene que “habríamos tenido muchísima tierra, tendríamos un desarrollo educacional, económico, habríamos salido adelante”.

Aunque advierte que “si bien Pinochet mató en cantidad sin esconderse, todos los gobiernos han matado a nuestra gente. En el tiempo de Allende igual mataron. El problema no es del gobierno, es del Estado; el Estado tiene un problema hacia el mapuche que no han podido solucionar los que han entrado a gobernar”.

De hecho, Correa acusa que “el gobierno actual reacciona como si fuera el gobierno de la dictadura: las demandas son reprimidas, las tierras a las que tienen derecho no son las tierras antiguas, son sólo las reduccionales. Hay persecusión a los dirigentes, allanamientos. Las noches en las comunidades son brutales y esto no sale en la prensa, igual que la dictadura; no se sabe nada de lo que pasa en el territorio mapuche”.

*Puedes descargar el informe completo del “Trabajo de investigación de ejecutados y desaparecidos, 1973-1990, pertenecientes a la Nación Mapuche” AQUÍ.

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