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Nacional

21 de Abril de 2016

Enrique Krauss, exministro de Interior: “El país se reinauguró con la llegada del Presidente Aylwin”

Era la mano derecha de Patricio Aylwin, su jefe de gabinete y su mejor amigo. Krauss fue testigo de duras reuniones y negociaciones que se hacían en la intimidad de La Moneda, donde muy pocos tuvieron acceso. Krauss fue parte del círculo de hierro de Aylwin, donde compartía puesto con Edgardo Boeninger, Enrique Correa y Alejandro Foxley. Y hoy, como un testigo privilegiado, rememora lo difícil que fue asumir la primera administración democrática, con el dictador Augusto Pinochet vivo y en un país que se debatía entre sus muertos y las concesiones para vivir en paz.

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Enrique-Krauss-foto-Agencia-Uno
El lunes 18 de abril, el exministro del Interior, Enrique Krauss Rusque, fue a visitar a su camarada y amigo, Patricio Aylwin Azócar. La cita, la tarde después del temporal en la capital, fue la despedida entre los dos hombres que condujeron la transición democrática. Pese al delicado estado de salud de Aylwin, Krauss creyó, o quiso creer, que era un encuentro más.

Al día siguiente, el martes 19, a las 10.30 horas, Aylwin falleció. Mientras Krauss se disponía a conversar por segunda vez con The Clinic sobre los episodios clave del gobierno del que fue partícipe, su secretaria le pidió retirarse un momento. Diez minutos después, con lágrimas en los ojos, Enrique Krauss explicó que ya no podría hablar: el primer Presidente tras la dictadura de Pinochet había muerto, y él, quien fue el segundo al mando, estaba demasiado impactado.

Sus recuerdos, en la que fue una primera larga entrevista, mezclan lo político y lo humano: la esposa de Aylwin, Leonor Oyarzún, explicando que el gabinete “tenía que ser bueno”, porque en treinta años Aylwin “nunca ha despedido a nadie”; el Presidente apagando las luces de La Moneda para ahorrar energía; o la compra de trajes baratos en una sastrería de la calle Nataniel.

-Lo tuvimos que convencer de que se vistiera mejor, así es que le conseguimos un traje de Johnson Clothes. Yo fui su alumno. Tenemos una vida juntos de 60 años y él, desde luego, ha sido un gran conductor político. En general, yo siempre he estado en la misma posición de él. Siempre me identifican con “los guatones”, pero por razones físicas, no ideológicas. Aylwin ha sido fundamentalmente un hombre que ha abierto caminos. Él por ahí dijo que de los ministros, su mejor amigo era yo. Eso deriva de las circunstancias de que siempre he estado cerca de él. Yo recuerdo a don Eduardo Frei como un padre de familia, para mí es un padre. Aylwin fue un hermano mayor que nos supo enseñar y nos dirigió. Y sin duda que su muerte va a ser una pérdida, pero como somos hombres de fe nos vamos a encontrar. A lo mejor a mí no me van a dejar entrar al mismo lugar que él, pero ya veremos.

DE ALLENDE A PINOCHET
Krauss lo recuerda con precisión. Tras el triunfo electoral de Aylwin, correspondía el saludo protocolar entre la autoridad saliente, Augusto Pinochet Ugarte, y el Presidente entrante.

La tradición, interrumpida por el Golpe de Estado, era que el Presidente electo recibiera el saludo de quien debía dejar el poder. Pero Pinochet decidió cambiar el orden de los factores: Aylwin debía acudir a La Moneda.

Así se hizo, pero antes de llegar hubo que hacer una especie de “entrenamiento” para evitar que Aylwin sonriera al dictador y figurara tomando té con él.

Los encargados de la preparación de Aylwin para este momento fueron Enrique Correa, su futuro ministro secretario general de Gobierno, y Eugenio Tironi. Krauss, en tanto, supervisó la coreografía.
Se trataba, explica, de salir, en la medida de lo posible, airosos de la responsabilidad que estaban asumiendo.

-El gran mérito, distintivo que debiera dar la historia sobre Aylwin, si es justa, es que fue quien hizo posible la transición política chilena de la dictadura a la democracia en los términos más equilibrados posibles para evitar un mayor costo. Es normal en Latinoamérica que las dictaduras son tremendos derramamientos de sangre y terminan en más derramamiento de sangre. Entonces, lo que se hizo fue primero que la oposición democrática se pudiera juntar en el mayor núcleo posible. Lo ideal es que hubiera sido prácticamente unánime, pero hubo sectores que se mantuvieron con cordones umbilicales a la dictadura. Pero luego de lo que había significado el colapso del 73, Aylwin logró que quienes habían sido adversarios políticos en el gobierno del Presidente Allende pudieran ver que los entendimientos eran mucho mayores y poder ponerse de acuerdo para buscar la manera de derrotar a la dictadura, a través del sistema que se nos había impuesto en la Constitución del 80.

Que Aylwin fuera la figura elegida para encabezar el proceso de recuperación de la democracia, era complejo para los sectores de izquierda, ya que el presidente había sido en 1973, como la mayoría de la DC, favorable al Golpe de Estado. Para Krauss, lo que ocurrió en aquella época ha sido tergiversado:

-La carta del Presidente Frei a la DC Internacional en la época fue para explicar lo que había ocurrido: que el Golpe no era tradicional, con las pretensiones y liderazgo de un caudillejo como en otros países. Aquí no, aquí se produjo un desplome institucional producto de errores compartidos, porque también la oposición los tuvo y pudimos encontrar una solución. Está toda la historia alrededor de que el Presidente Allende toma la decisión de convocar a un plebiscito, que era una fórmula que unos días antes había planteado en un consejo DC, Boeninger y que todos los parlamentarios -yo lo era- estábamos en condiciones de que se hiciera. Está también el pronunciamiento de los 13. Y a muy corto andar, la respuesta DC fue la asistencia a quienes fueron víctimas de atropello a los DD.HH, la posterior Vicaría de la Solidaridad, donde se empiezan a crear las condiciones para defender la dignidad y la vida de los chilenos. Ahí estaba la DC y eso prueba que no estábamos comprometidos con el Golpe.

Cuando asumieron el Gobierno se venía recién saliendo de una dictadura muy cruda.
El tema más sensible de la herencia de la dictadura era el del atropello a los Derechos Humanos. El Presidente Aylwin planteó lo que creo era la típica arquitectura jurídica que él pensaba. Primero, era necesario conocer la verdad, y ahí creó la Comisión Verdad y Reconciliación. Sin ese elemento, sin ese inventario inicial, no definitivo, de todos los atropellos que habían ocurrido durante la dictadura, no se podía avanzar. Lo demás, el juzgamiento y la sanción, es cosa que muy pocos países logran demostrar frente a la recuperación democrática. En esa época esto habría sido muy difícil, sino imposible.

¿Tanto así?
Claro, lo que hizo el país fue realmente excepcional: realizar la transición con el dictador vivo. Siempre hay una tendencia a comparar las transiciones democráticas más emblemáticas de la historia del término del siglo XX: la española, la portuguesa y la nuestra. La española se inicia cuando muere Franco. O sea, el dictador ya no estaba. En este caso, no solo estaba vivo, sino que además estaba involucrado en el sistema democrático. Porque en virtud de las normas existentes, Pinochet se queda como Comandante en Jefe de la principal rama de la defensa nacional y esto sumado al peso psicológico que significaba haber sido él el jefe de Estado durante 17 años sobre las Fuerzas Armadas.

Las dificultades se expresaban también en los resultados del plebiscito del 88: más del 40% estaba con Pinochet.
Lo del ’88 no muestra a un país ansioso o ávido (por la democracia). Nosotros sacamos 56% y el 44% votó por Pinochet. El pinochetismo estaba y se expresó, por ejemplo, en la primera parada militar con la pifia con que nos recibieron, porque como la parada militar es un acto controlado por las instituciones armadas, el grueso del público era partidario del general Pinochet. Y lo otro fue de grosería y falta de respeto del comandante de la guarnición de Santiago, Carlos Parera, que prácticamente le solicita autorización para realizar el acto militar a Pinochet, que estaba al lado del Presidente Aylwin. Había una resistencia que se ha ido diluyendo, no solo por el paso del tiempo, sino que por hechos relevantes, quizás el más importante haya sido el manejo de recursos que hizo la familia Pinochet. Paulatinamente este país se mantuvo en un espíritu democrático.

¿Cuáles son sus recuerdos latentes de los primeros días de la democracia?
Al asumir, fueron a La Moneda, como ministro de fe, Belisario Velasco junto con Carlos Bascuñán. Se trató de una recepción prácticamente nominal. Nosotros llegamos el mismo día que se asumió el mando, así que había ceremonias y no mucho tiempo. Cuando tomamos posesión, que fue mi primer día de trabajo, viví dos experiencias marcadoras. La primera, es que no me dejaron ingresar al baño privado del ministro del Interior porque alguien había dejado algo escrito en la muralla. Son reacciones hepáticas subalternas.

¿Nunca supo qué decía?
Tampoco. Ni me interesaba. Pero lo segundo, más importante, fue que la directora del Registro Civil, una militante radical, me llamó porque todavía habían funcionarios de la CNI controlando ese día. Parece que no se habían percatado del cambio. Esos salieron volando rápidamente. En seguida, además, nos dimos cuenta que el ministerio del Interior, que lleva la historia de todo lo que sucede en el país, no tenía archivo.

¿Nada?
Quemaron todo, no había nada, nada, nada. A menudo, durante todo el primer período, nos llegaban oficios de los Tribunales pidiéndonos información respecto de los decretos dictados por el ministerio para disponer la detención o relegación de algún ciudadano, y nosotros no teníamos nada con qué contestar. Por fortuna, me encontré con funcionarios que venían del gobierno de Frei Montalva, donde fui asesor jurídico y subsecretario del Interior, y muchos comentaron de no sé cuántas máquinas de estas trituradoras de papeles que quemaron y mucho también que mandaron a los hornos del Banco Central. Por eso cuando se pide documentación, muchas veces no es habida y ha ido apareciendo ahora con el tiempo o gracias a los avances de la técnica que a veces permiten la realización o reanudación de causas que estaban pendientes. Pero en el ministerio no dejaron absolutamente nada. El país se reinauguró con la llegada del Presidente Aylwin.

BOINAZO Y SECUESTRO DE EDWARDS
Al mirar atrás, Krauss recuerda dos momentos especialmente complejos para el Gobierno de Aylwin, ambos relacionados con Pinochet. En agosto de 1990, Aylwin había recibido una carpeta con las fotocopias de tres cheques del BancoEstado que habían sido cancelados al hijo homónimo de Pinochet en medio de la quiebra fraudulenta de la empresa de armas Valmoval.

El 19 de diciembre de ese año, Pinochet, previendo que podrían iniciarse acciones legales, acuarteló a las tropas. Era una advertencia que eufemísticamente se llamó “ejercicio de alistamiento y enlace”. Dos años después, frente a la decisión del Consejo de Defensa del Estado de tramitar en los juzgados del crimen la quiebra de la empresa Valmoval, Pinochet realizó el “Boinazo”.

-No llegó al extremo de cometer un delito desde el punto de vista del ordenamiento jurídico militar, pero sí de realizar unas aprensiones que son de psicología social. Las dos, originadas en su principio fueron por situaciones familiares de él- relata Krauss.
Otra situación compleja fue el asesinato del fundador de la UDI, Jaime Guzmán y el secuestro de Cristián Edwards.

Krauss recuerda especialmente este último caso. Se enteró el 11 de septiembre de 1991, 48 horas después de la captura de Cristián, hijo del dueño de El Mercurio, Agustín Edwards.

-Fue un 11 que lo pasamos bien, que había estado todo funcionando. Para nosotros, lo mejor era que hubiera el menor número de detenidos y los menos incidentes posibles. Esa vez lo pasamos impecable. Y entonces había estado tan bien que al término de la hora, ya estaba toda la ciudad en calma, como dice el tango. Estaba todo tranquilo y yo dije: tomémonos un traguito. Y mandamos a buscar un trago y cuando lo traían me llamó por teléfono Illanes, que era el director de El Mercurio, para decirme que se había producido este hecho de la desaparición de Cristián hacía 48 horas. Ahí se suspendió el trago y comenzamos a trabajar en otra cuerda. Pero ese es el ministerio del Interior: se trabaja los 365 días del año e incluso los días domingos. Tuvimos muchas responsabilidades y desafíos que enfrentar. La relación con los militares, para meterlos en el cauce que correspondía, lo que ocurrió con aquellos sectores que venían de la lucha contra la dictadura. Los episodios de la rebelión armada, era algo que nosotros no compartíamos, y cuando llegó la democracia, siguieron en lo mismo. Hubo también que recuperar la seguridad ciudadana. Asimismo, teníamos que enfrentarnos con un Parlamento que no expresaba la voluntad auténtica, por el modelo electoral vigente y además por la inclusión de los senadores designados. En todos estos frentes hubo que ir encarando las responsabilidades que teníamos. Y con modestia, creo que dentro de lo posible, pudimos encarar estas responsabilidades de manera satisfactoria.

¿Qué le parece el juicio y las críticas que se hacen actualmente? Hay una generación completa crítica del rol que ustedes tuvieron.
Las críticas a veces son un poco injustas, pero bueno, son propias de los procesos que viven los países. Creo que se va asimilando que nada de lo que hoy día se puede hacer, nada de lo que una generación como la tuya puede expresar, sería posible si no se hubiera conseguido lo que hicimos. Pudo haber sido mejor, pero eso fue y yo creo que cuando Aylwin dice en su discurso inaugural en el Estadio Nacional que va a ser ‘en la medida de lo posible’, creo que dice de una filosofía política y de carácter jurídico que es básica. El gran tema de la existencia de la dictadura es por sí mismo, per se, quebrantar la ley. Pinochet llega quebrantando la ley. ¿Y qué es lo que tiene que hacer el régimen democrático? Volver al respeto de la ley. Y entonces a esa ley tenemos que ajustarnos. La Constitución del 80 nos había sido impuesta, no estábamos de acuerdo en muchas cosas de fondo y forma. Pero ahí estaba, nos tuvimos que ir acomodando y así la Constitución se modifica el 2005 y ahora estamos en el proceso del establecimiento de una nueva. Bueno, eso se hace con la estabilidad democrática desempeñando las funciones, los roles que la justifican y con libre expresión. Hoy día todos pueden opinar.

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