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Opinión

22 de Abril de 2016

Vicente Aylwin Fernández: “Mi abuelo era sencillo, capaz de emocionarse con un plato de comida casero”

Con 24 años es uno de los nietos más jóvenes de Patricio Aylwin. Estudiante de derecho, a Vicente desde chico sus amigos lo trataban de latero por hablar tanto de política, un tema que heredó y le apasiona, pero desde la academia. Aquí, recuerda a su abuelo como un hombre cariñoso y sabio, que en sus últimos años se tornó contemplativo, a quien jamás le falló la memoria para recitar “Margarita está linda la mar...”, uno de sus poemas favoritos.

Josefina Bonnefont
Josefina Bonnefont
Por

Vicente-Aylwin-Fernández
Los recuerdos de mi abuelo están desde que tengo memoria. Mi familia es achoclonada y nos juntábamos con mis abuelos por lo menos una vez a la semana. A medida que fue envejeciendo, lo vi más calmado y más callado en nuestras grandes comidas familiares, fui viendo en él la cara de un hombre sabio. Algo que se fue haciendo cada vez más recurrente, es que estaban mis tíos hablando de política o cualquier otra cosa en la mesa y de repente él alzaba la voz, dejaba los cubiertos, y se ponía a recitar poesía. Era imponente. Había treinta personas y se quedaban todos mudos viendo cómo mi abuelo recitaba, sin entender cómo el viejo tenía esa memoria privilegiada. Pasaba minutos recitando, con una expresión de emoción, sintiendo realmente lo que estaba diciendo. No era pauteado ni nada, si no que en la mitad de la comida se largaba. Era emocionante, sobre todo ahora de viejo, porque su memoria empezó a deteriorarse y olvidaba ciertas cosas del presente, pero las poesías no las olvidó nunca. Su favorita era “Margarita está linda la mar…” de Rubén Darío, “Coplas por la muerte de su padre” de Manrique y otras que no conozco.

Cuando era chico íbamos con mi familia a Algarrobo y salíamos todos los días a caminar por la playa con mis abuelos. Él usaba su bastón, pero iba con paso firme. En muchas de estas caminatas nos topábamos con gente que le decía: ‘Don Patricio, mire yo trabajé con usted en la campaña del No…’ o ‘¿Se acuerda de mí?…” o se sacaban fotos con él. Mi abuela se enojaba porque sentía que le invadían su privacidad, pero mi abuelo era todo lo contrario. Se ponía a preguntar por el nombre de la persona y siempre los escuchaba atentamente. Muy tranquilo, cordial, muy gentil con quién fuera. Nunca fue de gustos lujosos. Como hace cuatro años salió una noticia que decía que habían entrado a robar a la casa de Algarrobo del ex presidente y lo único que había para robarse era una radio del año del pico y unos balones de gas. Era sencillo, capaz de emocionarse con un plato de comida casero. Igual tenía sus mañas, últimamente le bajó por sacarle los pedazos de orégano a las cosas, pero cosas chicas.

Era un hombre sensible. Se le veía en los ojos cuando se emocionaba, como cuando lloró hablándole al Estado de Chile, pidiendo perdón por los crímenes de la dictadura. Difícilmente le podría tener alguna crítica a mi abuelo. Uno de los reparos que le hace la gente es que hizo política “en la medida de lo posible”, pero no lo comparto. La transición generó muchas expectativas de cambio, y nos hemos dado cuenta ahora, que la medida de lo posible estaba determinada por la estructura constitucional. Es difícil criticar al viejo porque fue correcto, y como abuelo menos. Estoy orgulloso y convencido de que es un demócrata que luchó por remediar ciertas injusticias de nuestro país.

En algunas comidas familiares, me acuerdo haber pensado ‘esta hueá es una lata, no paran de hablar de política’, pero rápidamente me empecé a interesar en el tema. El cambio, es que con el tiempo se dejó de hablar de política, y eso vino desde mi abuelo. Entró en una fase más contemplativa, se ponía a mirar los árboles y a hablar de lo rica que estaba la comida, aunque inevitablemente cuando estaban mis tíos, la Mariana en particular, se hablaba más de la contingencia nacional. Esto me dio la posibilidad de formar un pensamiento crítico, una de las cosas buenas de ser parte de esta familia. Cuando era bien pendejo y me ponía a hablar de política con mis amigos, a veces me decían ‘no seai latero, hueón’, pero hasta el día de hoy me gusta, de maneras más teórica eso sí, porque la situación política actual es vergonzosa. Nunca me rebelé frente a la dinámica política que se daba en mi familia, todo lo contrario, desde niño me instruí en el tema. De todas manera no me gustaría hacer carrera política. Me gusta la academia más que la praxis. Tengo una desilusión fuerte de la política en los hechos y con esto creo que hablo por todos los chilenos. El descrédito de los políticos responde a las malas prácticas que han salido a la luz pública, hay una desconfianza generalizada en contra de nuestros legisladores y que tiene asidero. Hay razones para decepcionarse y no querer ser partícipe.

Me han dicho todo tipo de cosas por ser Aylwin, desde el ‘yo admiro mucho a tu abuelo’, hasta ‘a este hueón le pusieron buena nota porque es Aylwin’. Gente de derecha, o de izquierda, aborreciendo a mi abuelo sin mucha capacidad argumentativa, que me ha llevado a ciertos conflictos, pero si hay algo que aprendí de él, es a escuchar y no arrebatarme, a ejercitar la razón.

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