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Opinión

15 de Mayo de 2016

Antonio Becerro, director de La Perrera Arte:  “El artista chileno se cree la raja y es peor que el chileno medio”

El artista visual y taxidermista Antonio Becerro (1964) fundó a mediados de los 90 el centro cultural La Perrera, en un antiguo edificio ubicado en el Parque de los Reyes donde alguna vez se sacrificaron perritos. El recinto se transformó en ícono de la movida under por el que se paseaban artistas como Raúl Ruiz, Pedro Lemebel o Carlos Leppe. Ahí se hicieron las primeras fiestas electrónicas y las cumbres guachacas cuando la tele no les daba bola. Acá, Becerro recuerda anécdotas del espacio, pero también se sale de su cargo de director para explicar su idolatría por los perros y pelar sin pudor a los artistas vanidosos, los políticos chantas y los hipster metidos en el under: “Ni siquiera saben lavarse los calzoncillos y van a hacer una revolución”, lanza.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
Por

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¿Cómo llega La Perrera a sus 21 años?
-El tango dice “20 años no es nada”, falso. En este país es caleta. Muchas veces estuvimos a punto de desaparecer por falta de recursos o por políticas ajenas a nosotros. Hemos demostrado que somos un milagro de la autogestión. Piensa que un sueldo de uno de los administradores del GAM son 5 palos mensuales, y nosotros postulamos a un Fondart de 5 millones de pesos para sostener este espacio. En todo ese absurdo, La Perrera sobrevive de manera épica.

¿Con qué prejuicios tuvieron que lidiar en sus inicios?
-Todos pensaban que éramos una banda de terroristas, que estábamos haciendo bombas molotov, porque nos veían con la trementina y el diluyente. Otros nos veían como hueones raros viviendo en una perrera. “Ahí está el loquito que embalsama perros”. O nos veían como drogadictos y oscuros, porque siempre andábamos vestidos de negro.

Las viejas del barrio los deben haber pelado mucho.
-Sí, poh. Son bien metiches. Pero hicimos la pega de ganarlas. Ahora llegan con los perritos a las muestras. Y las viejas más copuchentas terminaron contándome los cahuines y las enemistades entre juntas de vecinos. Pero todo bien en el barrio. Solo una vez un papá se quejó porque andaba con sus hijos y había unos desnudos, unas fellatios y unos Cristos al revés, pero dentro de un contexto político. Nos pidió poner un letrero para adultos.

Ustedes fueron de los primeros en habitar el Parque de los Reyes.
-Cuando llegamos no había nada. No había ni luz, era un parque en el abandono, periférico. No te imaginas la joda que tuvimos que hacer para que nos instalaran Internet, hubo que poner un poste. La Perrera es como una aldea, como Tijuana. Más que un edificio, es un territorio, una geografía que aspira a completarse con quienes la habitan.

¿A qué artistas ha acogido La Perrera?
-A los que estaban trabajando en la calle, con nuevos lenguajes que se torcían de los más comunes de las artes visuales. Apoyamos mucho el performance y el arte sonoro. Pasaron de todos. Pedro Lemebel, por nombrarte un famosillo, hizo varias performances. También estuvo en carretes. Una vez, en un carrete donde no cabía ni un alfiler, lo tomé en brazos para que no lo pisotearan, porque se había quedado dormido en el suelo, ebrio. Lo saqué entre la multitud y lo acosté en un sillón grande del segundo piso.

Para este aniversario lo homenajearán.
-Sí. Tengo un video en que le grabé solo los labios. Él leía un poema, una alegoría a los perros callejeros. Lo ocupé en una instalación que hice en el Museo de Bellas Artes donde puse a un perro que hablaba lo que él decía. Ahora vamos a mostrar el video original. También pasó Carlos Leppe, a quien admiré mucho. Hizo una instalación con un chico del Hogar de Cristo. Presentaron unas sábanas meadas por los indigentes del Hogar de Cristo.

Raúl Ruiz también fue un asiduo, ¿no?
-Con él compartimos grandes conversaciones, experiencias estéticas.

¿De qué hablaban?
-De rituales, de cine, de Chile, de cosas cotidianas. Le gustaban los perros. Era un tipo difícil de atrapar. Una vez se puso a hablarme de la chaqueta de O’Higgins y del botón que había perdido en una batalla. Todo eso era pura metáfora para llegar a otra historia. Tenía una memoria increíble, era un libro abierto. Tampoco era un señor enajenado de la realidad, sabía perfectamente lo que ocurría en Chile. Nos visitó varias veces, incluso grabó unas escenas de una película. Su muerte nos golpeó heavy, porque fue un diálogo cortado. Como homenaje, a la calle 11 de septiembre le habría puesto Raúl Ruiz. Estamos hablando de personas geniales.
Ustedes también albergaron las primeras fiestas electrónicas.
-Sí. Eran una locura, bastante jolgorio, totalmente modernas para la época. Llegaban todos los electrónicos de Chile. Y La Perrera albergó también a las primeras cumbres guachacas, que hoy no tienen nada de guachacas. Se transformó en un show de tele donde presentan a unos guachacas tontos, sometidos, consumistas. Es la peor cuestión que pudo haber hecho Dióscoro. Vendió un discurso de la chilenidad que, además de penca, es chanta.

EL UNDER THE REAL

¿Cómo era el espíritu cultural cuando nació La Perrera en los 90? Eran tiempos en que los jóvenes no estaban ni ahí con nada.
-Puta, que costó pararse de esa cuestión. De hecho, me hueveaban mucho unos amigos de esa época, con los que nos juntábamos a tomar en un bar. Siempre me decían, casi reprochándome: “voh siempre estai haciendo planes, por qué no disfrutai tranquilo”. Ese era el espíritu. Te enfrentabas con hueones con esa desidia y desánimo. Pero los que nos miramos y reconocimos, tuvimos la capacidad de armar una historia con La Perrera.

¿Cómo era el under en esa época?
-Por ejemplo, yo estaba a cargo de La Perrera pero no tenía el perfil de gestor cultural. Venía de la calle, del underground the real.

¿Cuál es el under the real?
-No nos dábamos cuenta de que pertenecíamos a una supuesta forma de hacer las cosas. Yo nunca conocí a Los Prisioneros, por ejemplo. No me gustaban, los encontraba musicalmente muy básicos. Después de años me gustaron. Por otro lado, la escena under no es solamente la zona central, Ñuñoa o Providencia. Hay zonas más marginales, como Quilicura o Pudahuel. Estoy hablando del under que tiró la piedra, armó una barricada e hizo una revolución interna. Conocí a varios grupos de Santiago centro, pero no les hallé mucho destino, sobre todo al colectivo del CADA.

¿Por qué?
-Estaban despegados de una realidad brutal que ocurría en Chile, en las poblaciones, en el Pedagógico. El CADA me pareció un ejercicio artístico, pero pequeño burgués. A pesar de tener buenos artistas, como Juan Castillo, era una sobrevaloración histórica, que se sostenía en un tollo vanidoso.

¿Te pasó eso con la Escena de Avanzada?
-Sí, claro. Están sobredimensionados en su rollo. Como movimiento abrieron la escena pero a la vez la cerraron ellos mismos, y no dejaron a entrar a nadie más. Una cosa medio dictatorial de los teóricos y conceptuales que defendieron eso. El problema de la historia del arte en Chile es la no historia. Hay una vanidad en las élites que siempre se tomaron las escuelas de arte y deciden todo.

Algunos dicen que si no saliste de la Chile, no te dan mucha bola en el arte.
-Es una cofradía. Perdona lo poco ortodoxo, pero para entrar a esa cofradía tenís que bajártelos o lo chupai. Y entrar te garantiza ganarte un fondo, entrar a una galería, armar un poco de historia. Como que ellos son los iluminados y la cuestión, puras huevás vanidosas… Habría que preguntarles cuál fue la idea. ¿O sea, la idea era tener Ch.ACO, o galerías comerciales a las que no entra ni una mosca? El under por lo menos se mueve por pasión, convicciones, y por último por juntarse. En lo otro hay mucha pretensión.

¿Son muy vanidosos los artistas chilenos?
-El artista chileno es muy vanidoso y se cree la raja. Es peor que el chileno medio, y eso que el chileno medio es un hueón apestoso.

Dijiste que Chile es una cárcel para el arte.
-Sí. Un ejemplo es que los fondos se reparten entre los mismos. Como en el arte hay puras guerrillas, puede que saques el 100% de un fondo concursable, pero si le caes mal al jurado, cagaste. Dejé de postular hace muchos años al Fondart. Me agotó esa cuestión de estar bajo la sospecha. La última vez, hace años, ¡tenía que juntar los boletos de micro para rendirlos, para la hueá! Y se me perdieron porque estaba enfermo. Me peleé con todo el mundo.

¿Cómo lo ha hecho La Perrera en esas transacciones?
-Hemos postulado a fondos y hacemos todo lo que es legítimo. Cada uno mueve los hilos y la marioneta para sobrevivir como pueda. No hago juicio ético ni voy a cuestionar si una puta entrega su cuerpo, es cosa de ella.

¿Hay mucho artista sobrevalorado en Chile?
-Sí, por cierto. En música, Los Ases Falsos están sobrevalorados. Y el arte está sobrevalorado porque no está generando ningún cambio ni identidad. Aquí se habla de artes visuales, pero están más cercanas al diseño. No tienen ningún peso semántico. Habría que definir qué es arte, pero es una discusión muy latera. La gran pregunta debería ser: ¿vale la pena estudiar artes, y para qué?

Tú estudiaste en la Chile, pero no terminaste la carrera.
-Estudié menos de lo que dura un candy. Pasé, miré y me fui de la Chile. Encontré mi lugar en los espacios donde cachaba que eran más reales. Y me hice autodidacta.

¿El arte pasa por hacerlo más complejo?
-No, al revés. Hay que hacerlo más accesible. Tampoco se trata de salvarnos de nada, pero que te genere alguna hueá, si no seremos solo bufones de la corte. La justificación de la acción u obra es una lata. Suena a colonos mostrando lo que ellos consideran arte. Esa cuestión de darle un aura especial, de elite, es lo que me molesta. Por eso está tan aislada la escena y quedamos los artistas como hueones raros. Además que te van metiendo términos hueones, como el de gestión cultural. Ahora todos los hueones son productores culturales. Es tal la ignorancia de este país, que mientras la Dibam está en paro por recursos, traen a Botticelli a celebrar no sé cuántos años a La Moneda. Es tan ridículo que premian al Oso afuera, o gana el arquitecto el casi Nobel, y acá está en paro la cultura.

FULVIO Y EL PERRO MUERTO

Ahora lo under corre el peligro de transformarse en algo muy hipster.
-Claro, me da una lata que los hipster quieran hacer una revolución con sus pintas. Ni siquiera saben lavarse los calzoncillos y van a hacer una revolución. Se vuelven locos con un partido de fútbol y paran la revolución. Pero los problemas del underground son los mismos que tienen el Museo de Bellas Artes o el MAC en un país que pisoteó la cultura. En los 90 nos costó pararnos porque veníamos de una dictadura muy brutal. Pero después, esa cuestión de renegar la identidad, de que la gente se empezó a acomodar rápidamente, hizo que también quedáramos en cuestión.

¿Por qué?
-Porque no nos sumábamos a nada ni estábamos con los cambios que proponía la Concertación. Veíamos que esta transición nos estaba engañando, y el tiempo nos dio la razón.

¿De dónde venía ese rechazo?
-Me tocó juntarme con algunos personajes políticos, que hoy son senadores, que hablaban de cultura, arte y cambio. Y que hoy están metidos en el caso SQM.

Tú le lanzaste un perro muerto a Fulvio Rossi en el programa El Termómetro, como en el 2000.
-Sí, pero era un perro no embalsamado, y se armó todo un escándalo. Se lo tiré porque había hecho una obra de perros embalsamados y él me acusó de matarlos para hacer la obra. Una estupidez. Y fue una acción bien fría y calculada. En ese tiempo, Fulvio era la gran promesa socialista: el joven político guapo. Pero siempre fue un gran chanta y decadente. Ahora, el hueón está en las cloacas. Lo acusé esa vez, justamente, de fraude y subirse al carro de la victoria. De verdad, me molesta mucho. Es terrible lo que ha ocurrido en este país, que nos hayan metido el pico en el ojo. Y que más encima no vayan a pagar, da rabia. ¡Corten el hueveo!

¿Qué harías con Fulvio?
-A la capacha, nomás. Pero como eso es imposible, propongo funa y a la antigua: apedrear al individuo. O tirarle monedas de cien, de las de cobre, que duelen más que la cresta, y lanzárselas con honda. Son todos unos carepalo, tanto de derecha como de izquierda. Los que más me cargan son los que se venden de izquierda, la izquierda progre sí que me carga. Aquí la gran culpa de la izquierda es que se enamoró del torturador, tiene el síndrome de Estocolmo. Hay tipos que están usufructuando de sus muertos sin ningún arrepentimiento. Se excusan porque estuvieron en La Moneda. Y qué, si el único que defendió La Moneda fue Salvador Allende. El resto son puros hueones cobardes, como el guatón de Flores, que dice siempre “no me vengan con cosas, yo estuve allí en el bombardeo”. Para tu huea. Aquí hubo una violación a una nación, no a unas familias.

¿Qué te parece ME-O, por ejemplo?
-Yo me meo en ME-O. No se explica que haya pedido plata al yerno de Pinocho. Eso te reafirma lo que dije. Nunca le he comprado nada. Una vez estuvo afuera de La Perrera sin saber qué era La Perrera. Y estaba vendiendo el rollo del rescate animal y la huevá. Tuvimos que salir nosotros a decirle “oye, viejo, este es un centro cultural”. No me interesan esos whiskizquierda renovados, con aires de que fumemos marihuana y los homosexuales. No le compro a nadie.

¿Tampoco a Camila Vallejo?
-Para que me tiren piedras altiro, voy a decir primero que es bonita y después que su culpa es estar vinculada al PC. Podría ser una gran líder de este país, pero el PC la detiene.

¿Y Giorgio Jackson o Boric?
-No conozco mucho al Giorgio, pero hace pequeños avances que se agradecen. El problema es que la gente no se apropia de lo que él dice. La gente está demasiado aturdida. El Boric tiene razón en lo que dice, habrá que ver. Tengo una desconfianza enorme. Todo se reduce al poder. Porque qué onda Dávalos, o la mina de Dávalos. Es una historia increíble, ni a Edgar Allan Poe se le habría ocurrido. Michelle Bachelet es muy tonta o se hace, porque sus asesores hablan puras tonteras y la van hundiendo más. Ella no me gusta nada. Una vez estuve cerca de ella, en una cena para su primera candidatura.

¿Por qué?

-Me invitaron porque ella estaba cerca de La Perrera, en Los Buenos Muchachos. Era una cena donde pagaban 150 lucas para apoyarla. Yo no pagué. Alguien me pasó un boleto que le quedaba y solo fui a buscar comida, que dejaran los invitados, para mis perritos.

PERROS DISECADOS

¿De dónde viene tu amor por los perros?
-Soy un arrepentido. Me estoy reivindicando, porque cuando niño maltraté a mi perro. Le pegué una patá, de enojado.

¿Qué has aprendido de los perros?
-Los idolatro. He aprendido la lealtad, el amor y la manera que tienen de abrir la mente con el otro. La capacidad de armar jauría, de leer al enemigo. Mi perro me mira y yo lo cacho al toque.

¿Cómo se llama?
-Capitán. Venía con ese nombre y lo asumí como tal porque era el líder de la camada. Es mestizo, siberiano y pastor alemán. Y la que se me murió es la mina de él, la Floripondio, que me tatué en el brazo.

¿Solo los perros te gustan?
-Soy animalista, me gustan todos los animales. Me encanta que estén a mi lado, de algún modo me hace sentido la vida. En algún minuto fui vegano, cuando hice las taxidermias. Sentía que estaba comiendo muertos. Durante tres años dejé de comer todo lo que fuera vacuno, pescado y todo eso.

¿Cómo llegaste a embalsamar perros?
-Llegué a la taxidermia porque me interesó la escultura y el volumen como extensión del dibujo. Quería una técnica más arriesgada que esculpir una piedra o un palo. Y poner la mirada donde otros lo rechazaban, como en el cadáver del perro. El escombro orgánico, como le llamo, fue lo mío.

¿Tienes alguna mascota perruna disecada?
-Tengo varias, pero ni una mascota. Porque cuando hacía taxidermia y levantamiento de cadáveres no tenía ninguna relación afectiva con esos animales.

¿De dónde sacabas a los perros muertos?
-Salía a buscar perros atropellados. Era una especie de sepulturero: levantaba el cadáver, certificaba su defunción para saber si el pelaje se le iba a sostener y luego lo taxidermizaba. No lo hice con la Floripondio. Sin embargo, la enterré en una posición que me permite recuperar sus huesos. Y la voy armar en los puros huesos. Pienso hacerlo el otro año.

Sería muy freak tener una mascota disecada en el living.
-De todo hay en la viña del señor. A mí me pidió embalsamar a su mascota un carabinero, y también unos campesinos de Peñaflor. La señora amaba a su perro con toda su vida. Era una hueaíta chica, peluda. Es una de las mejores taxidermias que hice. Y la señora lo puso en una mantita arriba del televisor antiguo. Lo curioso es que para ella pasó de inmediato a ser un objeto. Dejó de ser la mascota, pero le hizo cariño y dijo “tan lindo que es”. Y quedó ahí. Y el carabinero me pidió embalsamar a su perro porque lo quería poner a los pies de su cama como un guardián. Yo no tuve los cojones para hacerlo, porque amaba mucho a mi perra. Y ponerla en el living, menos.

¿Lloraste la muerte del perrito de Lipigas?
-Es terrible que se haya muerto. Lo adoraba. Además estaba muy bien el imaginario que metieron, esa voz que tenía de flaite total, pero de un flaite simpático. Ojalá los flaites fueran así y no tan hueones. Se creen escurríos y son puros giles. Pero este perrito era simpático, te daba soluciones y te llevaba calor al hogar.

¿Qué tienen los perros que no tengan los gatos?
-Una huevá muy rara es cuando los perros callejeros cruzan la calle, entremedio de los autos, como queriendo ir a resolver un problema urgente. A veces siento que son hueones santos. O seres humanos que se transformaron en perros que son santos. Los miro y tienen una mirada de otro planeta que me deja pa dentro. Al perro solo le falta hablar y queda la cagá.

¿Qué te pasa cuando usan el término “perra” para hablar de las mujeres, o cuando dicen “perro culiao”?
-Los animales no deberían usarlos para protestas ni para descalificativos. Pero, bueno, lo peyorativo también lo he dicho: perro culiao. Lamentablemente, ya está inscrito. Ahora, los perros culiaos existen. El perro faldero es un perro culiao. Es un conchesumadre que te puede atacar en cualquier minuto. Y hay personas que son así, que representan a ese perro culiao. Y valga esa expresión para la manga de perros culiaos que están en el Congreso.

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