A las 5:30 de la mañana, las orilleras de Chiloé ya están descalzas en el agua recolectando las algas y mariscos que el mar les entrega. Por las tardes, venden de puerta en puerta los productos que les permitirán mantener a sus familias. Estas son las voces anónimas de gran parte de las mujeres en Chiloé, que a más de una semana de movilización en la isla por la catastrófica “marea roja”, todavía no son escuchadas por los pescadores artesanales. Teresa Calfunao (46), Presidenta de la Agrupación de Orilleras de Duhatao, es una de las cientos de mujeres que decidió levantarse para que sus demandas figuren en los petitorios que buscan dar fin al conflicto. “Acá las mujeres no tenemos voz y eso no puede seguir así. Llamo a mis compañeras a tomarse su territorio y salir de sus casas”, manifiesta.
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Soy orillera desde niña, madre de tres hijos y chilota de tomo y lomo. Todo lo que he conocido en mi vida es el mar. Desde chica trabajé el pelillo en Coñimó, junto a mis tías y abuelos en la playa. Hoy, soy recolectora de orilla de un lugar maravilloso llamado Duhatao, un pueblo cercano a Ancud, perdido entre el campo y el mar.
Aquí llevo varias décadas viviendo con mis críos y mi pareja, que es pescador artesanal. Ambos somos luchadores de la vida, pero estas últimas semanas no han sido fáciles. Desde el día uno del levantamiento de Chiloé estuvimos en primera línea. Él ha protestado con sus compañeros y las mujeres los hemos estado acompañando incansablemente. Mi Agrupación de Orilleras cocina de día y pasa toda la noche repartiendo alimento para que nuestra gente no se desgaste. Nos ubicamos en la sede del Sindicato de Pudeto y también recorremos las barricadas. Les hacemos puré, papas cocidas, carne, tallarines con salsa, cualquier cosa que tengamos. Acá la gente es generosa y ha entregado toda su comida a la causa.
Hoy me da pena mirar mi tierra. El lado del Pacífico es el más afectado por la contaminación, Cucao, Mar Brava, Pumillahue, Duhatao, son solo algunas de las localidades que actualmente no tienen nada. Sin el océano, no sé como los chilotes podríamos salir adelante. Yo he sido orillera toda mi vida. Me dedico a recolectar luga, pelillo, lapa, macha, caracoles y cochayuyo. Todos estos años de experiencia me han permitido ver cómo de a poco el mar se ha ido apagando. La desgracia que vivimos hoy, viene desde hace una década consumiéndolo todo.
La naturaleza es sabia porque mi padrecito Dios la creó. Hace años que las cosas empezaron a cambiar en la isla. Empezaron a verse cosas extrañas. Cada cierto tiempo, veíamos patos o aves muertos en la orilla. Sentíamos el agua aceitosa. Rápidamente empezó a recorrer, de boca en boca, el mito de que nos rondaba la muerte. Nos contaban historias de que alguien se había intoxicado al otro lado de la isla o que el agua cristalina se transformaba a un color café. Por temor, la gente empezó de a poco a dejar de comer mariscos y pescados, como el róbalo y la merluza.
Hace menos de un mes empezamos a ver una espuma verde. Como recolectoras nos asustamos y los pescadores también. En ese tiempo nos llegó el rumor de que las salmoneras habían tirado miles de toneladas de salmón podrido cerca de la costa. No lo podíamos creer. Aparecieron miles de mariscos muertos en la orilla.
Las explicaciones no se demoraron en llegar: autoridades políticas, Sernapesca, Subpesca, todos nos dijeron que la muerte era por una marea roja agresiva, que nada tenía que ver con los salmones. ¿Cómo son capaces de mentirnos así a la cara? Nosotros vivimos acá, la marea roja nunca tiene esos niveles de toxicidad. Esto es una contaminación tremenda. Nos hablan del Súper Niño, pero nosotros sabemos lo que está pasando y empezamos a notarlo hace años con nuestras propias piernas en el agua. ¿Por qué mierda nadie ha hecho nada?
Acá todo comenzó con el boom del comercio internacional, las exportaciones. Se prometió trabajo para los chilotes, que las industrias que llegarían a la zona cambiarían nuestra calidad de vida. Luego vino la Ley de Pesca, que repartió el mar entre los ricos y no solo eso, si no que también les dio todas las facilidades para que hicieran lo que quisieran con él.
Pero qué vamos a saber nosotros. Somos ignorantes, no entendemos nada. Para los gobiernos los chilotes todavía andamos con plumas y puntas. Y eso que ni he empezado hablar de las mujeres, porque nadie nos considera. Tengo que decirlo: nosotras, las mujeres orilleras, no estamos bien representadas por los pescadores. El primer petitorio que sacaron, estaba firmado por puros hombres. El segundo fue más inclusivo, pero los hombres siguieron dominando. Acá las mujeres no tenemos voz y eso no puede seguir así. Llamo a mis compañeras a tomarse su territorio y salir de sus casas. Sino lo hacen, las mujeres no recibirán nada en este conflicto.
En la Agrupación de Orilleras somos 30 mujeres, todas de Duhatao. La mayoría no forma parte del Registro de Pescadores Artesanales (RPA) de Subpesca, que les da el derecho a una cuota. Pocas hicieron el trámite, porque este oficio es una tradición muy antigua y arraigada por generaciones. Sin el RPA, las mujeres no recibirán ni un bono. Es indignante y no permitiré que eso ocurra.
Los hombres no se hicieron cargo de las orilleras en los petitorios y por eso nosotras estamos alzando nuestra voz. Debemos luchar por nosotras y los pescadores también deberían luchar por sus mujeres, no estamos solo para servirlos.
Nuestra vida es sacrificada. Todo el verano trabajamos para la luga. Si la marea está alta, a las 5:30 ya estoy en la playa. Los que llegan primero, recogen más. Estoy desde esa hora hasta las 12, recogiendo y secando algas. De ahí me tomo mi mate y bajo de nuevo a la playa a recoger la luga lista para comercializar. En una jornada de trabajo puedo sacar cinco a ocho bolsitas de medio kilo que vendo en los negocios y de casa en casa. Es un trabajo muy duro. Pasas ocho horas agachada con el agua hasta la cintura. Cuando la luna lo quiere y la marea está bien alta, me meto en los roqueríos. De lo que me traiga el mar yo vivo.
Las mujeres acá son muy fuertes. Desde que nacen aprenden a luchar. Casi todas las mujeres del sector rural son orilleras. El 85% de las mujeres en mi localidad trabaja el mar. Lo mismo en el resto de las costas de Chiloé. Pero imagínese ahora: ¿Qué van hacer las mujeres que vienen? ¿Mi hija que está chiquitita? Las industrias nos mataron el mar para las próximas generaciones. Yo no pienso por mí, eso sería egoísta, yo pienso por las hijas de Chiloé, por mis mujeres.
Ya no me salen las lágrimas, pero yo le pido al padre Dios que mire con sus ojitos cómo está Chiloé, cómo las industrias han dejado a esta isla tan maravillosa. ¿En qué momento permitimos que nos vinieran a destrozar? ¿Cómo dejamos que a nuestra isla y nuestro mar los usaran de basurero?
Las recolectoras tenemos que decir que estamos presentes. Somos nosotras las que nos mojamos las patitas en el mar. Algunas son mamás y papás. ¿Dónde está el petitorio para los recolectores?¿Qué voy a decirle yo a mis mujeres, que se han sacado la mugre, mojadas hasta la cintura? Es por eso que hicimos una mesa de orilleros, somos más de 15 organizaciones, donde participaremos todos los trabajadoras y trabajadores recolectores. Esta lucha no ha sido fácil, los primeros días yo me decía a mí misma: hay que dar la pelea, no hay cansancio, hay que seguir luchando.
A veces pienso en el pasado y creo que pudimos haberlo hecho mejor. Los pescadores, cuando se discutió la Ley de Pesca, no defendieron lo que tenían que defender. Se pusieron a pelear las cuotas en vez de ver el tema de fondo. Quizás no se pusieron los pantaloncitos bien. Ahora piden derogar la ley, pero en su momento no se luchó con fuerza por nuestro medioambiente. Yo creo que si las mujeres hubiéramos participado más, las cosas serían distintas. Pero se negoció entre cuatro paredes, entre sindicatos de pescadores. Las mujeres en ese tiempo nos dedicamos a trabajar y eso fue un error.
La movilización seguirá y lograremos defender el mar sin violencia. El fuego de los fogones seguirá encendido, sin importar las consecuencias. Igual debemos decir que los Carabineros se han portado bien, esto no tiene precedentes. La mayoría de los uniformados son hijos de pescadores o de orilleras y este es un pueblo chico donde nos conocemos todos. No se atreverían a detener o reprimir a nadie. Solo nos han resguardado, como debe ser.
Ahora es momento de decir lo que pensamos, este gobierno debe escucharnos. Cuando la vaca toca con un palo y queda la escoba, hay que tomar medidas. No sé qué está esperando la Presidenta. Lo último que escuché es que le echan la culpa al volcán. Es impresentable. Ya no nos podrán meter el dedo en la boca. Chiloé se levantó y no mirará a atrás.