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Opinión

28 de Agosto de 2016

Columna: Constitución y Seguridad Social

En realidad, este modelo nunca pretendió ser un sistema de seguridad social. Tampoco pretendió que los jubilados tuvieran buenas pensiones. Es más, ni siquiera se adoptó para enfrentar el problema de envejecimiento poblacional.

Proyecto Puentes
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afp7

El sistema de capitalización individual afecta tres áreas fundamentales de la sociedad que determinan nuestro modelo de desarrollo económico, social y normativo.

Por una parte, es una política social con lógica de seguro individual y por lo tanto cada individuo se debe proteger con sus recursos ante el riesgo que significa la vida en la vejez. En segundo lugar, este seguro individual y de ahorro forzoso alimenta el mercado financiero destinándose un monto muy relevante de recursos a inversiones nacionales y trasnacionales que no tienen reglas éticas y pueden o no beneficiar a los trabajadores chilenos. Y por último, dado el actual contexto distributivo en términos de concentración de la propiedad, estos recursos hacen que los más poderosos solo potencien dicha posición afectando el proceso político vía financiamiento a la política y la formulación de políticas públicas con sus intereses.

¿Qué es un sistema de pensiones?

Una reducción economicista de la evaluación de un sistema de pensiones dice que este tiene dos objetivos: que el nivel de las pensiones no haga que las personas caigan en la pobreza y que se “suavice” el consumo (esto es, que la reducción del ingreso al salir del mercado laboral no sea tan grande como para provocar una gran caída en el nivel de bienestar). Sin embargo, aún siendo estos objetivos limitados, el modelo de capitalización individual no los cumple.

Una visión desde la OIT de los principios de la seguridad social establece una serie de 10 principios que debe seguir un sistema de pensiones. Se basan en aspectos normativos como la universalidad, solidaridad, participación social, diálogo social, trato uniforme, equidad de género, y también económicos como sostenibilidad financiera, suficiencia, eficiencia y rol del Estado. Los análisis señalan que el modelo de capitalización individual no cumple con estos principios tampoco.

En realidad, este modelo nunca pretendió ser un sistema de seguridad social. Tampoco pretendió que los jubilados tuvieran buenas pensiones. Es más, ni siquiera se adoptó para enfrentar el problema de envejecimiento poblacional. La razón por la cual se implementa un sistema de ahorro forzoso en Chile en 1980 está bien explicado por José Piñera: es el alimento del sistema económico cuyo máximo objetivo es el crecimiento económico del PIB per cápita, no importando cómo se distribuye ni los daños que esto genere. Hoy el stock acumulado de las pensiones de los trabajadores es de cerca del 70% del PIB y alimenta inversiones del mercado de capitales. Adicionalmente, quita los elementos de solidaridad del sistema de seguridad social haciendo que cada individuo se cuide a sí mismo fomentando una cultura individualista. Estos aspectos son parte fundamental de lo que se conoce como “neoliberalismo”, que es lo que fue implantado en dictadura y es en lo vivimos hoy día.

Un sistema de seguridad social que cumpla con los principios de la seguridad social y además que aumente las pensiones en el corto plazo necesita de la introducción de lógicas de solidaridad intergeneracional. Los sistemas de reparto se basan fundamentalmente en esta lógica y funcionan en varios países del mundo. La principal característica es que el riesgo de la vejez se enfrenta de manera colectiva. Los países que ya están pronosticando el efecto del envejecimiento han enfrentado el tema con diversas medias, como por ejemplo: aumentando las tasa de contribución de los activos, aumentando la edad de jubilación o cambiando las reglas de cálculo de los beneficios. Si nos damos cuenta, estas son las mismas reformas que los defensores del modelo de AFP dicen que este modelo de capitalización individual necesita. El problema no es el sistema de reparto como sistema de seguro colectivo y solidaridad intergeneracional en sí mismo, sino el cómo enfrentamos el riesgo de envejecimiento: cada uno solo o de manera colectiva.

Los trabajadores como dueños del PIB

A todo lo anterior se suma la siguiente paradoja. El sistema de ahorro forzoso ha permitido que los trabajadores colectivamente tengan una riqueza de más del 70% del PIB, cosa que nunca había ocurrido en la historia de Chile. Esto puede ser una oportunidad para redistribuir el poder económico y político y al mismo tiempo transitar a otro modelo de desarrollo, mediante la introducción de reglas éticas en inversiones en actividades económicas que cuiden el medio ambiente y protejan a los trabajadores y la participación de los trabajadores en las instituciones que administran el ahorro de estos mismos.

En general, la formulación y diseño de políticas deberían responder a juicios de valor de la sociedad en que se formulen y por lo tanto se expresan en cierto modelo filosófico-político. Cabe preguntarse entonces, ¿cuáles son los valores de la sociedad chilena? La encuesta mundial de valores muestra que en Chile el 55% de la sociedad evalúa que los resultados en la vida no dependen mayoritariamente del esfuerzo individual sino de condiciones de injusticia social. Si eso así, obviamente un modelo cuyo nivel de vida en la vejez dependa de los resultados directamente no es diagnosticado como justo.

Un sistema democrático consolidado debería ser capaz de representar en sus instituciones políticas estas preferencias sociales. Sin embargo, tenemos un problema constitucional y eso no es posible. El Decreto Ley 3.500, sobre AFP, que se dictó el 13 de noviembre de 1980, no ha sufrido ninguna modificación desde su dictación. La reforma previsional del 2008, en realidad, no es una reforma a dicho decreto. Lo que se hace en ese entonces es crear lo que se conoce como el “Sistema de Pensiones Solidarias” que establece una pensión básica y por lo tanto crea un componente de asistencia social en el sistema de pensiones. No se debe confundir con la solidaridad intergeneracional: no porque este pilar solidario se financie con impuestos hace que el sistema sea solidario. Podríamos decir que esta es una solidaridad “exógena” y en términos del sistema previsional no cuenta como solidaridad. Lo que cuenta como solidaridad es aquella entre los miembros activos y los pasivos, es decir, de trabajadores a jubilados, de empleados a desempleados, de sanos a enfermos.

La propuesta del gobierno

Ahora, los anuncios recientes del gobierno proponen la creación de otro pilar llamado “Ahorro Previsional Colectivo”, del cual una parte iría a solidaridad intergeneracional y otra a solidaridad intrageneracional. Cabe notar que ambas partes son los componentes de lo que conocemos como sistema de reparto, pero por las declaraciones del autoridades y políticos cercanos, no todos en el gobierno están convencidos.

Al parecer lo único que ha sido posible hacer con el sistema de pensiones es agregarle pilares, pero no ha sido posible reformar el sistema de capitalización individual. José Piñera tiene razón: nadie desde la vuelta a la democracia ha reformado el sistema que él creó en plena dictadura. Con trampas constitucionales que impiden el reflejo de nuestros valores en nuestras políticas, el fuerte vínculo económico que tiene el sistema con la elite económica y política, y la falta de convicción de las autoridades, solamente una sociedad altamente movilizada es esperanza de reformar el DL 3500 hasta que no tengamos otras reglas de convivencia política.

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