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Mundo

18 de Octubre de 2016

Confesiones de un narco: “A uno que no me pagó le dí tres días con un martillo”

"Utilicé de todo. Una salvajada. No te creas que estoy orgulloso de lo que le hice. No me gusta hablar de aquello. No era yo. Eran la coca y el whisky... Nunca se lo he contado ni al psicólogo. A veces no duermo cuando me acuerdo. Al final me daba pena el chico", confiesa.

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Narcos YT
Foto de referencia: Serie Narcos de Netflix.

La crónica del diario El Mundo de España da a conocer un crudo relato de un narco, identificado como M., quien cuenta cómo es que tratan a los tipos que les deben dinero por droga. Aunque parece ficción, es real, es un episodio

“Hubo un tipo que me debía 32.000 euros (unos 23 millones de pesos chilenos), decía que no tenía dinero y yo me lo creí. Estuve dos años buscándole. Hasta que alguien me avisó de que lo había visto con un Mitsubishi 3000 y entonces me encendí. Cogí mi BMW, casi me meto con él en la discoteca en la que estaba, entré, le metí la pistola en la espalda, le dije “tenemos que hablar” y me lo llevé”, narra.

Con el hombre en cuestión ya en su poder, recuerda que “le tuve tres días sin dormir. Yo tampoco dormía: aguantaba despierto a base de coca y de whisky. Le dije que no iba a salir hasta que no me diera mi dinero y le hice de todo…”

Por ejemplo, y aquí uno de los momentos más rudos del testimonio, dice que “le daba con un martillo en las rodillas y en el cuerpo. Me empolvaba la mano con coca y le preguntaba: “¿Quieres coca? Pues toma coca”. Y le pegaba. El pobre lloraba, estaba aterrorizado. Le metía corrientes eléctricas. Si en ese momento le hubiera dicho que abriese la boca y se tragase mi mierda lo habría hecho… Le reventé entero, le partí un montón de costillas, tenía la cara como un mapa. Descansaba un poco, entraba a la habitación y volvía a empezar. Tres días así. Yo como medio loco. Se tiró mucho tiempo en el hospital. Pero cobré mi dinero”.

M., cuenta El Mundo, es hijo de un narco del litoral mediterráneo, e ingresó en el mundo de la droga “trabajando para una banda de dominicanos”.

“Hicimos viajes a Perú, a Argentina, a Punta Cana… Me hacía un viaje cada mes. Todo lo que tenías que hacer era comportarte como un turista de verdad con el dinero que te daban: apuntarte a excursiones, hacer compras, no andar encocado ni de putas ni dando la nota por ahí… Eso fue lo primero que aprendí: que te tienes que portar sin llamar la atención. Al principio nos pagaban cantidades en torno a los 12.000 euros limpios por viaje, más gastos. Luego pedí que me pagaran con droga. Por ejemplo, con dos kilos de coca me sacaba unos 70.000 euros… Al final, como los dominicanos vieron que yo lo hacía muy bien, me pusieron como vigilante de las mulas [correos de la droga]. Mi función era la de ir y vigilarles a distancia sin ser visto, controlar que no la cagaran. Algunos se pegaban fiestones exagerados, probando de todo, con varias tías. Yo se lo contaba a los dominicanos y entonces se acababa”.

Sobre el final del relato, vuelve tras ser consultado por el medio, al tipo del Mitsubishi.

“Utilicé de todo. Una salvajada. No te creas que estoy orgulloso de lo que le hice. No me gusta hablar de aquello. No era yo. Eran la coca y el whisky… Nunca se lo he contado ni al psicólogo. A veces no duermo cuando me acuerdo. Al final me daba pena el chico”, confiesa.

 

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