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Mundo

18 de Octubre de 2016

El día que Eduardo Galeano le habló a toda América Latina de la violencia de género: “ni el más macho tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo'”

El fallecido escritor y periodista uruguayo afirmaría en esa oportunidad que lo que hay detrás de un acto cobarde y vil como un femicidio "al final y al cabo", es "el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo". También diría, en una recordada intervención en una programa de la TV argentina, que la denostación a la mujer se ha extendido "durante siglos o milenios", desde el Génesis. Pero Galeano, en esa misma alocución hablaría de las mujeres que "no siempre coinciden con este identikit", como Violeta Parra, "aquella campesina cantora, de voz gastadita, que en sus peleonas canciónes había sabido celebrar los misterios de su tierra y de su gente".

Por

Eduardo Galeano

A propósito de la campaña #Niunamenos, el fallecido escritor uruguayo, Eduardo Galeano, habló más de alguna vez sobre la violencia de género, y lo hizo a su manera, desde la letras, desde la solidez con la que solía expresarse.

“Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’; así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia el derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo'”, diría Galeano alguna vez.

En esa misma oportunidad, el periodista afirmaría que lo que hay detrás de un acto cobarde como un femicidio “al final y al cabo”, es “el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”.

Otra de la intervenciones notables del uruguayo sobre el mismo tema fue una que entregó al programa Encuentros, en donde se remontaba a los orígenes del patriarcado, nada menos que a la historia del Génesis, para entregar su visión crítica del sometimiento de la mujer.

“San Juan Crisóstomo decía: ‘Cuando la primera mujer habló, provocó el pecado original’ y San Ambrosio concluía: ‘Si a la mujer se le permite hablar de nuevo, volverá a traer la ruina al hombre’. La iglesia Católica, les prohíbe la palabra. Los fundamentalistas musulmanes, les mutilan el sexo y les tapan la cara. Los judíos muy ortodoxos empiezan el día agradeciendo: ‘Gracias Señor por no haberme hecho mujer'”, partía exponiendo en “La vida según Galeano”.

Saben coser.
Saben bordar.
Saben sufrir y cocinar

Hijas obedientes.
Madres abnegadas.
Esposas resignadas.

Recitaba el hombre nacido en Montevideo en 1940, y luego proseguía:

“Durante siglos o milenios ha sido así, aunque de su pasado sabemos poco. Ecos de voces masculinas. Sombras de otros cuerpos. Para elogiar a un prócer se dice: ‘Detrás de todo gran hombre hubo una mujer’, reduciendo a la mujer a la triste condición de respaldo de silla. Hoy voy a contarles, a mi modo y manera, algunas historias de mujeres que no siempre coinciden con este identikit”.

Una de éstas, en su opinión, era que que “si Eva hubiera escrito el génesis… ¿Cómo sería la primera noche de amor del género humano?. Eva hubiera puesto algunos puntos sobre las ies; quizá, digo yo, no sé, hubiera aclarado que ella no nació de ninguna costilla, que no conoció a ninguna serpiente, que no ofreció nunca ninguna manzana a nadie y que nadie le dijo que: “Parirás con dolor” y “Tu marido te dominará”… Y que todo eso, diría Eva, no son más que calumnias que Adán contó a la prensa”.

También sostenía que “si las Santas, y no los santos, hubieran escrito los Evangelios… ¿Cómo sería la primera noche de la era cristiana?. Las Santas hubieran contado que estaban todos de muy buen humor; todos: la Virgen, el niño Jesús resplandeciente en su cuna de paja, el buey, el asno, los Reyes Magos recién venidos de Oriente y hasta la estrella que los había conducido a Belén… Todos, todos contentos, menos uno. San José, sombrío, murmuró: “Yo quería una nena””.

Del mismo modo, Galeano decía entonces de Juana, por Juana de Arco, que “no había hombre que pudiera con Juana. Ni en el arado, ni en la espada. Al mediodía, en el silencio del huerto, escuchaba voces. Le hablaban los ángeles, los santos y también le hablaba la voz más alta del cielo, que le decía: “No hay nadie en el mundo que pueda liberar a Francia, sólo tú”… y ella lo repetía, siempre citando la fuente… “Me lo dijo Dios”, decía. Y así esta pobre campesina analfabeta, nacida para cosechar hijos, encabezó un gran ejército, un inmenso ejército que a su paso crecía. Juana de Arco, doncella guerrera… virgen por mandato divino o por pánico masculino, avanzaba de batalla en batalla. Lanza en mano, cargando a caballo contra los soldados ingleses, fue invencible…hasta que fué vencida”.

En el recordado programa, acaso un joya de la cultura latinoamericana, Eduardo Galeano también recordaría a Violeta Parra en su extensa alocución sobre el postergado y denostado rol de la mujer desde tiempos inmemoriales.

“En los tristes años de la dictadura del general Pinochet, en Chile, el Régimen decidió cambiar los nombres de veinte poblaciones de los suburbios más pobres de la ciudad de Santiago; y en el rebautizo, una de las poblaciones, la población Violeta Parra, recibió el nombre de algún militar heroico, pero sus habitantes se negaron a llevarlo, se negaron a llamarse con otro nombre que no fuera su nombre; y en unánime asamblea dijeron: “Somos Violeta Parra o nada”. Y así rindieron homenaje, una vez más, a aquella campesina cantora, de voz gastadita, que en sus peleonas canciónes había sabido celebrar los misterios de su tierra y de su gente. Violeta era, era pecante y picante, amiga del guitarreo y del converse y del enamore y por bailar y por payasear se le quemaban las empanadas… “Gracias a la vida…” cantó en su última canción y un revolcón de amor la arrojó a la muerte”.

 

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