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Nacional

17 de Diciembre de 2016

La desgarradora historia de Alan, el niño de 13 años torturado y asesinado en Temuco

Tenía sólo 11 años cuando sus padres se separaron. Quedó al cuidado de su padre y luego debió irse a vivir a un hogar. Del lugar solía escapar. La última fuga fue a fines de noviembre. Después nunca más lo volvieron a ver.

Por

pdi

El pasado 30 noviembre fue la última que vieron con vida a Alan en la casa Alborada, el centro del Sename desde donde se escapaba de vez en cuando, el lugar al que tuvo que irse a vivir luego de que sus padres se separaron cuando sólo tenía 11 años. Acá parte de la historia del niño que fue torturado y asesinado por una supuesto abuso que al parecer no habría cometido.

Cuenta una crónica de La Tercera que cuando su madre (Jennifer Aguilera, 30 años) se trasladó a Viña del Mar dos años atrás, Alan quedó con su padre (Oscar Pena, 32) y sus dos hermanos menores.

La separación había comenzado a afectar a Oscar, y -dice el mismo diario- Alan se transformaba en incontrolable. Se escapaba de la casa y al parecer mostraba síntomas del síndrome de Asperger.

Ese fue el momento en que Oscar decidió que el niño ingresara en las residencias del Sename, en Temuco.

“El papá lo iba a ver (al centro del Sename), le llevaba ropa, salía con él y sus hermanitos. Pero tenía esa enfermedad que no tiene filtros, quería ser libre y hacer las cosas a su manera”, cuenta su abuelo.

El hombre lo recuerda como un “niño inteligente que cursó hasta octavo básico, salió campeón de ajedrez, incluso le ganó a sus profesores en la escuela Manuel Montt. Ahora estaba siendo tratado por psicólogos y con medicación. El niño era libre pero feliz, cariñoso con todo el mundo”.

Esa libertad que menciona el abuelo es la que lo motivó a escapar del hogar el 29 de noviembre, en medio de una visita a la Universidad Santo Tomás.

Tras esa última fuga, no se volverían a tener noticias hasta que esta semana cuatro adultos fueran formalizados por el crimen y la tortura de Alan, quien presuntamente había abusado de una menor de 5 años.

Eran las 01:30 horas cuando Johana Mora, madre la niña, le cuenta a su jefa que al parecer su hija había sido violada. La jefa le dice que vaya, que lleve a la menor a un centro asistencial.
Un empleado de la fábrica es la persona que lleva a Johana de vuelta a su casa, en el sector de Pedro de Valdivia. En el lugar, ve a la niña con un ojo en tinta, y se encuentra con que el padre, Pablo Morales, dice “al huevón lo tengo amarrado en la otra casa”.

Bravo llega a la otra casa, a sólo 30 metros de lugar y efectivamente ve al niño de 13 años amarrado. Al salir, va con la intención de hacer la denuncia, pero recibe el llamado de Johana. “El cabro chico ya era”, le dice.

De lo que sigue, una pareja de Carabineros se hizo presente en el lugar, y lo que halló fue a Alan debajo de la cama, envuelto en un cobertor. Había sangre, un cinturón y un martillo.

El menor estuvo en cuatro colegios y en uno de éstos, la Escuela Particular Estrella de Belén, ligada a la Iglesia evangélica, se declararon impactados con lo ocurrido.

A pesar de la acusación de la madre, el móvil del cruento crimen, lo único tangible para las policías fue el ojo morado de la niña, nada más, ninguna huella de un supuesto abuso.

Tal como ya se dijo, fueron unas 12 horas las que Alan habría estado expuesto a torturas y golpes. Se presume que no habría exteriorizado sufrimiento, acaso por los síntomas de su trastorno.

De acuerdo a la confesión de uno de los imputados, hubo consumo de drogas (cocaína) y alcohol durante la tortura.

El informe sexológico encargado por la fiscalía local arrojó que la niña no fue violada, aunque aún se investigan otros tipos de abuso.

“Muchas gracias por todo el apoyo y sé que todo lo que dicen de mi hijo es mentira, está comprobado, no voy hablar de eso nada más”, diría el padre el día del funeral de Alan.

En el funeral de Alan hubo unas 200 personas, globos blancos y mucha gente llorando. Los niños que compartían con él en el hogar estaban muy afectados. Ninguno quería hablar.

 

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