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Opinión

28 de Diciembre de 2016

Columna de Luis Barrales: Las malas juntas

"Las copas América se ganan así: teniendo equipos tremendos y generaciones doradas, pero también con dirigentes conchas de su madre apretando detrás, dejando regalitos, ablandando árbitros y todas esas maulas que siempre vimos en el ojo ajeno".

Luis Barrales
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LAS-MALAS-JUNTAS

Le apuesto una parrillada al que se me anime a que Jorge Sampaoli será reconocido a la corta como lo que es: un DT de talla mundial.

Ya me imagino a varios dudando, porque el hombre despierta sospechas desde el principio, por chico, medio mal agestado, provinciano, silvestre en sus modos. Prosaico por donde se lo mire, de Sampaoli no van a salir nunca leyendas y novelas, porque es liso y llano más que futbolista, no salen bombones en sus conferencias de prensa, aunque lo intente y hasta su autodefinición de hombre de izquierda suena de la boca para afuera, casi como otro intento vano de parecerse a un Marcelo Bielsa que jamás le hubiese siquiera contestado al teléfono al banco ofreciéndole ser rostro.

En él hay solo fútbol aunque no fue futbolista, que es más de la mitad de ser entrenador, y aún así se hizo respetar por esos barrabases reconvertidos que solo respetan al que ha ganado más que ellos en cancha y que únicamente hacen la excepción cuando se topan al frente a alguien con más ganas de ganar de la que ellos han tenido nunca, o sea, un fanático que pueda motivarlos más que el miedo al hambre, salir de la pobreza, tener el Ferrari o a la rubia de sus sueños catódicos. Sampaoli es un fuera de serie que genera desconfianza quizá por sus inicios amateur y más con seguridad por ese error estratégico que cometió al hacerse comparar con Marcelo Bielsa, que es tal vez más hosco que él pero con don de gente, definitivamente más complejo y poseedor de esa cuestión que los siúticos llaman carisma.

Pero sin duda su culpa más grande fue tener la mala cueva de aparecer casi en el mismo momento de Jadue, ese gran conchesú del que la gente de La Calera intentó a gritos advertirnos de la magnitud de su conchesumadrismo pero preferimos hacernos los larrys, entre otras cosas porque el tipo cayó parado luego de la caída de Segovia, otro conchesú, y se me ocurre que esa leguleyada inaugural medio rioplatense que dejó fuera al español fue la primera piedra de toda la obra del pendejo treintañero de Jadue que, duela lo que nos duela, fue la de ganar a como diera lugar. Así no más es, cabros. Las copas América se ganan así: teniendo equipos tremendos y generaciones doradas, pero también con dirigentes conchas de su madre apretando detrás, dejando regalitos, ablandando árbitros y todas esas maulas que siempre vimos en el ojo ajeno.

El Maestro Bielsa dijo una vez a sus futbolistas en los camarines del Olympique de Marsella después de perder un partido en el que habían hecho todo el gasto: “Acepten la injusticia, que todo se equilibra, a la larga todo se equilibra”.

Y yo creo que la historia del fútbol chileno se va a equilibrar con Jorge Sampaoli. Que el tiempo va a separar la paja del trigo y el entrenador será apreciado en su real magnitud: la de un fuera de serie de origen rasca que se encontró un plantel de jugadores con varios fuera de serie natos y otros comunes y corrientes que se travestían de cracks cuando juegan por su selección.

Jadue tendrá que volver por estos pagos, a fin de cuentas sigue siendo un mocoso, y tendrá que compensar lo que se choreó de la única manera que pueden los de su calaña: sapeando. Echando al agua cómo y con quién más lo hizo y ojalá nos deleite con cabezas de vacas sagradas largamente apetecidas por nosotros, la chusma futbolera. Pero Jadue no es culpa de Sampaoli, que vio la oportunidad de su vida y no pensó en vidas ni morales ajenas, fue por lo suyo fanático y de frente, que se me ocurre que ni siquiera sentía cariño por Chile, habría hecho lo mismo por cualquiera que tuviera opciones reales y le pagase lo que según él se merecía. Tocó que fue Chile y yo le voy a agradecer siempre por hacernos campeones de América, como se agradece al que te salva un hijo, al que te da agua, cama y comida, al que levanta a tu madre del suelo si la vieja llega a caerse. Se agradece nomás, venga de dónde venga la mano providencial.

*Dramaturgo y aspirante a Deté.

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