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Nacional

17 de Marzo de 2017

El relato del ingeniero que, tapado en deudas, resolvió asaltar un banco: “Tomé mi bolso deportivo, las bandanas y el cuchillo que siempre usaba para cocinar”

Cristián Maldonado se sintió acorralado, perdido, no sabía qué hacer, lo llamaban para cobrarle y le negaban los créditos. No quiso aceptar la ayuda de su suegro y hermano para no "cargarles la mano con cosas que yo había hecho". Entonces "esa mañana. Estaba en el living, y mi cabeza tuvo un cortocircuito (...) Si yo veo ese asalto ahora, desde afuera, no soy yo… obviamente fui yo. Fui yo. Pero en sentido figurado, el que hizo ese asalto no fui yo. No es Cristian Maldonado. No", asevera.

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A mediados de febrero de este año, Cristián Maldonado, ex alumno de Instituto Nacional, ingeniero de la Chile de profesión, llegó un poco antes de las 8 de la mañana hasta la sucursal ServiEstado, ubicada en Francisco Bilbao con Pedro de Valdivia. Iba premunido de un pijama, shorts y zapatillas, un bolso Head, y la cabeza cubierta por una bandana. El rostro lo tenía tapado con un pañuelo negro. Se lo bajó y, cuchillo en mano, gritó “¡quiero 25 millones!” Acá la historia, contada a Qué Pasa.

“Esa mañana. Estaba en el living, y mi cabeza tuvo un cortocircuito. Tomé mi bolso deportivo, las bandanas y el cuchillo que siempre usaba para cocinar (…) “Si yo veo ese asalto ahora, desde afuera, no soy yo… obviamente fui yo. Fui yo. Pero en sentido figurado, el que hizo ese asalto no fui yo. No es Cristian Maldonado. No”, asevera, intentando explicar la historia.

No recuerda precisamente cuándo llegó a esa situación que lo llevó a asaltar un banco, pero afirma que sus vuelos mentales vienen de tiempo atrás. “No te sabría decir cuándo me quebré, quizás en mi último año de universidad. Pero en los últimos seis meses yo venía con problemas económicos, con imprevistos médicos, y cuando me rompieron el vidrio del auto me derrumbé. Empecé a pensar que tenía una nube negra, a preguntarme por qué tanto a mí. A sentir que la vida se había ensañado conmigo. Estaba muy inestable, lloraba por todo, no podía dormir”.

Las deudas -narra- se produjeron porque “pedí un crédito para el departamento, y otros para ayudar a amigos, que no me respondieron. No quiero hablar de ellos. En los bancos me decían: usted debe más de veinte millones. Y yo les explicaba que eran del pie del departamento, del crédito, de mis estudios. No sabía qué hacer, estaba desesperado. Me llamaban de las empresas a las que les debía, de Falabella, de Scotiabank. Sentí que tenía que parar con todo, que no quería más eso en mi vida. Y me acordé de esa sucursal que abría más temprano, que había ocupado alguna vez para hacer un trámite…”

“Orgullo mal llevado”

Antes de acometer el ilícito, a Cristián le ofrecieron ayuda su hermano y su suegro, pero no lo aceptó, quizá por su formación, se justifica.

“No quería cargarles la mano con cosas que yo había hecho… también es un poco parte de cómo me sentía. Hace mucho tiempo que siento un estúpido miedo a hacer preguntas. En la pega lo sentía, acá mismo. Me da miedo. Quedar como tonto, que me respondan mal. Es un miedo con el que vengo desde hace medio año”.

Sobre el porqué entonces de no pedir ayuda, responde que “quizás se relacione con mi formación. Con un orgullo mal llevado. Mi hermano tiene sus proyectos, mi suegro ha pasado cosas complicadas, entonces como que… sentía que de una u otra forma me la iba a poder. Cómo, ni idea. Me encerré en la idea de que lo tenía que resolver solo”. En el fondo, no quería que nadie supiera “todo el drama que estaba viviendo, adentro”.

En unos meses más Cristián debe enfrentar al juez, entonces conocerá el dictamen por el hecho que acometió un mes atrás. Según dice el psiquiatra José Bitrán, director del Instituto Neuropsiquiátrico de Chile, su caso “no está a la altura de robar un banco, en pijama y con un cuchillo. La forma en que actuó es bizarra y puede implicar otra cosa más grave, como un estado disociativo o psicótico, pero las conductas descritas exceden por mucho un trastorno adaptativo. Con ese diagnóstico no será absuelto por insanidad. Para eso se necesita un estado delirante, una pérdida del juicio”.

“Él cometió un delito y no es que tenga que salir impune, pero la cárcel no es el lugar para que alguien con problemas mentales se recupere”, dice Carlos, su hermano.

Le preguntan a Cristián si se considera un delincuente. Se detiene, antes de responder, concita Qué Pasa. “Chuta, es que si estoy aquí es por algo. Fui un delincuente al momento de hacer eso… quizás pasa por cómo definimos la palabra. Si me tengo que definir, voy a ser generoso conmigo: no me considero un delincuente. Si me pones en la calle ahora mismo, no creo ser un peligro para la sociedad, aunque la ley actualmente diga que lo soy”.

 

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