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Poder

24 de Abril de 2017

Víctor Herrero, autor de biografía del dueño de El Mercurio: “Agustín Edwards agachó el moño frente a Pinochet”

El fallecimiento de Agustín Iván Edmundo Edwards Eastman podría ser la conclusión de una influyente dinastía que permaneció vigente por cinco generaciones en nuestro país. En el caso de Agustín V, será recordado por la derecha como el hombre que contribuyó a que Chile no sea un supuesto régimen marxista; mientras que la izquierda lo rememorará como uno de los culpables de la caída de Allende y por ser cómplice de las violaciones de los Derechos Humanos durante el autoritarismo de Augusto Pinochet. El periodista Víctor Herrero escribió el libro: “Agustín Edwards Eastman: Una biografía desclasificada del dueño de El Mercurio”, donde se reconstruye la vida del propietario de El Mercurio y de sus antepasados. En una entrevista con The Clinic Online, confiesa que está chato de los Agustines, pero dice que la estirada de pata del decano es una excusa para hablar una vez más sobre el legado que nos dejó el último Edwards.

Por

¿Cuál es el peso histórico del apellido Edwards en Chile?
-No es posible entender la historia chilena sin conocer a esta familia. Si uno revisa lo que fueron los Edwards desde que el primer Agustín hizo su inmensa fortuna en el Norte chico a mediados del siglo XIX hasta la actualidad, no hay ningún gran acontecimiento en la política nacional donde no haya habido influencia de un Edwards. El primer Agustín fue fundamental para los gobiernos de Montt y para la estabilidad conservadora de mediados del siglo XIX. El segundo Agustín fue el líder de la bancada que derrotó a Balmaceda y el gran financista. El abuelo del actual Agustín Edwards fue el mecenas de Arturo Alessandri, ya que creó esa figura y le dio espacio en El Mercurio para iniciar esta transición política desde el régimen oligárquico parlamentario para calmar “la cuestión social” y así evitar una posible revolución similar a la bolchevique. El actual Agustín, un hombre de la Guerra Fría, fue instrumental en la elección de Frei Montalva el año sesenta, en la caída de Salvador Allende, en las privatizaciones del neoliberalismo chileno y en apoyar ese legado institucional de la dictadura hasta el día de hoy. Y eso se acaba con la muerte de Agustín Edwards Eastman porque su hijo no es lo mismo. El imperio no es lo mismo. Aunque sigue siendo gente muy rica, ya no tiene esa cantidad de empresas porque en un momento ellos fueron dueños de la Chilena Consolidada, de la CCU, Ladeco, del Banco Edwards; los Luksic quedan pequeños en comparación con ellos. Pero hoy en día están atrincherados en los medios de comunicación y en el diario El Mercurio.

Con la muerte de este Agustín, se acaba esa ambición que tuvo el linaje Edwards en el pasado.
-El Agustín Edwards que acaba de morir es el último oligarca, parecido a los del siglo XIX. Son estos grandes personajes que no se dedican solamente a los negocios, sino que tienen una serie de intereses comerciales y políticos. Desde su punto de vista, son gente que busca el bien de la nación y que muchas veces logran que sus propios intereses se conviertan en los intereses del país. Es una familia sin la cual no se entiende un poco la historia del desarrollo económico de Chile y ese tipo de liderazgo murió con Agustín Edwards Eastman. No estoy diciendo que la influencia de los hombres de negocios en política esté muerta, si vemos estos escándalos todos los días, pero eso de las boletas, financiar campañas, ya no es lo mismo que establecer los grandes temas país a través de El Mercurio. Ellos fueron como patrones de fundo y como Chile es un fundo, lo intentaron administrar lo mejor posible.

En tu libro mencionas que su familia era fiel a la tesis portaliana “libertad dentro del orden”. ¿Crees que antes de morir se sintió derrotado al saber que en nuestro país se habla de cambiar la Constitución, el sistema de las AFP y la Ley Reservada del Cobre?
-(Duda por unos segundos) Su gran derrota fue que, pese a ser el gran defensor de las reformas neoliberales, fue una de sus grandes víctimas. Este Agustín perdió casi todas sus empresas en los años ochenta porque nunca fue un buen hombre de negocios. Sin embargo, no creo que él haya sentido que murió derrotado, más bien al contrario. Agustín Edwards era un hombre que le gustaba muchísimo la historia, leía mucho sobre biografías y como viene de un linaje de cuatro Agustines anteriores, escuchaba anécdotas que se van transmitiendo de familia en familia. Su sentido de historicidad le decía que esta época no es muy distinta porque ni siquiera es comparable con la Unidad Popular, con el Frente Popular de finales de los años treinta o con la dictadura de Ibáñez del año veintisiete, cuando su familia se tuvo que ir exiliada como le pasó a su abuelo Agustín Mac Clure. Este Agustín es de los grandes ganadores de nuestra época porque se estableció el sistema económico por el cual venía abogando desde los años cincuenta. También El Mercurio sigue siendo el gran regalón del avisaje estatal, el gran regalón de la clase política desde los comunistas hasta la UDI, ya que todos quieren salir entrevistados en El Mercurio. El debate público de las élites sigue pasando por El Mercurio, no veo por dónde eso puede ser una derrota.

Pero siempre quiso emular a la figura de su abuelo, Agustín Edwards Mac Clure. ¿Habrá sentido que logró algo similar durante su vida?
-Es que su gran figura paternal fue su abuelo porque convivió con él muchos años, pero creo que cualquier Agustín Edwards tiene el peso de otro Agustín Edwards encima. Seguramente se preguntó: ‘¿estará mi abuelo orgulloso de lo que hice?’ Porque su abuelo fue ministro de Relaciones Exteriores a los veintiún años, fue un posible candidato presidencial y en una interna muy fea entre la oligarquía lo bajaron, pero pudo haber sido presidente a los treinta años. Aunque esas experiencias política de Agustín Edwards Mac Clure lo amargaron mucho y se lo transmitió a sus hijos y nietos… Es por eso que Agustín Edwards nunca buscó una carrera política, porque creo que podría haber sido diputado fácilmente por Las Condes o Vitacura, pero no lo hizo porque eso corresponde a otra época.

¿Cómo crees que le hubiera gustado ser recordado a este último Agustín Edwards?
-Es que él tiene asegurado su legado en el círculo al cual pertenece que es el la derecha más amplia: desde lo más conservadores a lo más liberales. Agustín Edwards desde muy joven siempre estuvo consciente de que estaba lleno de enemigos. Sabía que llamarse Agustín y tener el apellido Edwards conllevaba eso. Todos los Agustínes saben que despiertan mucha admiración en un sector y mucho odio en otro, entonces no se preocupó tanto de ese legado, aunque tal vez en su fuero íntimo admitió que su gran derrota fue comercial. Su familia bajo su mando se empobreció enormemente (entiéndase empobrecimiento dentro de ciertos cánones), pero mantuvo intacta la influencia política a través de El Mercurio.

La lealtad al tirano

A comienzos de los ochenta, Arturo Fontaine era el director de El Mercurio y escribió editoriales que molestaron a Pinochet. Edwards lo echó y asumió como director. ¿Tan leal era a Pinochet?
– Hay un aspecto que no se ha comprendido del todo aún y es que su línea editorial es la estabilidad del país. Si te fijas durante los años de la Concertación, El Mercurio no fue un súper opositor que los atacaba porque a ellos les interesa la estabilidad del país. Y respecto al episodio histórico que tuvo con Fontaine, éste era director del diario de El Mercurio y ellos, tradicionalmente, manejaban todo el diario aunque bajo la ideología de los dueños. También estaban encargados de escribir o de supervisar las editoriales, pero Fontaine había entrado en un curso de colisión con el régimen por temas económicos en el contexto de la crisis del año ochenta y publicó una serie de editoriales muy críticas a la política económica de Pinochet. Éste se enfureció y llamó a Agustín Edwards para pedirle que hiciera algo y le dijo que el diario no podía seguir así. Es en ese momento cuando Agustín toma la decisión de dar un golpe de timón al echar a Fontaine. Esto se transformó en algo bastante insólito porque no había ocurrido en la historia de El Mercurio, que el dueño interviniera echando a un director a petición de un presidente o de un político importante.

Después de este episodio en el que Agustín Edwards asumió en calidad de director, ¿cómo cambia El Mercurio?
-Esta era una señal de apaciguamiento a favor de la La Moneda y se puede interpretar como que Agustín Edwards agacha el moño frente a Pinochet, ya que se puede entender que el grupo Edwards estaba muy débil. Además, dependían de ciertos favores del Banco Estado que le entregó un montón de créditos a El Mercurio. Era este juego de decir: ‘tengo que hacerle caso al régimen para poder salvar mi pellejo comercial’. Y, por otro lado, decían que le hacían caso al régimen porque concuerdan ideológicamente y porque consideraban que las críticas de Fontaine fueron demasiados destempladas. Una vez que Agustín Edwards asume como director, hay un cambio de timón bastante fuerte. Se empieza a producir una caza de brujas dentro del diario El Mercurio y Agustín Edwards contrata a una serie de personeros externos, todos gremialistas que habían estado vinculados con el gobierno de Pinochet, entre ellos Jovino Novoa. Se lo llevó como editor general de informaciones, cargo que antes no existía, y fue un cargo medio oscuro porque nadie sabía muy bien lo que hacía Jovino Novoa ahí porque no es periodista… como no hay suficientes periodistas de derecha para llenar todos los cupos, siempre ha habido en sus filas gente de izquierda y en ese momento, deciden cambiar eso. En el año ochenta y tres, poco después de que asumiera Agustín Edwards y de que Jovino Novoa asumiera como director general de informaciones, expulsan a más de veinte periodistas de El Mercurio y eran periodistas que se habían identificado como opositores al régimen militar. Ese el primer golpe de timón fuerte donde se nota que llegó Agustín Edwards a hacerse cargo del diario.

Además de Novoa, ¿por qué Agustín Edwards decidió contratar a otros civiles como Hernán Larraín o Joaquín Lavín para que trabajen en el diario?
– Es que se producen dos movimientos simultáneos. Agustín Edwards se quiere agraciar con el régimen, pero al mismo tiempo, hay una crisis muy grande por la crisis económica y por el estallido de las primeras protestas. Pinochet se siente traicionado por los Chicago Boys porque le prometieron un sistema económico que iba a ser una maravilla y les reprocha por la crisis del momento. En este período, muy breve entre los años ochenta y tres y el ochenta y cinco, Pinochet da un poquito marcha atrás al proceso neoliberal y decide prescindir de los servicios de mucha gente ligado al gremialismo y al mundo neoliberal. Y así salen del gobierno Jovino Novoa (subsecretario de la Segegob), Sergio de Castro (ministro de Hacienda), Enrique Montero Marx (ministro de Interior). Agustín Edwards absorbe todo ese movimiento y empieza a instalarlos a cada uno de ellos en distintas funciones dentro de El Mercurio. Por eso hay gente que dice que la UDI como partido político se gestó dentro de la redacción del diario de El Mercurio, porque eran todos estos gremialistas neoliberales que el ochenta y tres habían caído en relativamente en desgracia con Pinochet y que Edwards los aceptó dentro del diario. Y que también se hicieron cargo de la razia contra los periodistas de izquierda.

¿En qué contexto Edwards le escribe la carta a Pinochet agradeciendo su gestión a fines de los ochenta? (ver la carta al final de la entrevista)
-Él (Edwards) lo hace en el contexto de que el régimen militar lo había salvado varias veces de la quiebra otorgándole créditos muy blandos del Banco del Estado y si uno revisa la literatura o las revistas de la época, uno de los pocos grupos empresariales poderosos de la época los cuales prácticamente no tocaron fue el grupo Edwards. Hay grupos económicos como los de (Javier) Vial o del grupo Cruzat Larraín que lo tocaron, pero no a ellos. Y esta era una carta de agradecimiento diciendo entre líneas ‘gracias por salvarme el pellejo’. Pero, por otro lado, a cambio de ese salvarme el pellejo económico, Agustín Edwards, también dice que puso sus medios de comunicación para el apoyo total del régimen. Como una suerte de equilibrio, una especie de acuerdo entre dos conspiradores.

En el 2013, cuando declaró ante el juez Mario Carroza en una causa judicial, Edwards le dijo que “la junta militar me salvó la vida”. ¿Qué hechos crees que le llevaron a decir eso?
-Cuando dice ‘el gobierno militar me salvó la vida’, lo dice por un lado casi de manera literal, porque cuando Agustín Edwards se fue de Chile el año setenta, autoexiliado, él temía que hubiera un atentado de la ultraizquierda en su contra. De hecho, hay algunas conversaciones donde él habla de que fue perseguido por gente del MIR que incluso le dispararon, lo cual me suena un poquito más a fantasía… En segundo lugar, también le permitió recuperar muchas de sus empresas, volver a prosperar, aunque más adelante perdiera esas empresas, y poder desarrollarse en un país portaliano como los Agustines Edwards siempre han procurado y defendido.

Entonces, esos fueron los principales hechos…
-Lo cual también te demuestra cierta lealtad de Agustín Edwards con su propio pasado. A diferencia de Sebastián Piñera, Joaquín Lavín y otros que andan con el discurso de que después nos enteramos del tema de los Derechos Humanos y que la dictadura estuvo muy mal; hay algo que reconocerle a Agustín Edwards: él fue hasta el final un fiel defensor de la dictadura.

Expulsado como ratón

Cuando echan a Agustín Edwards del Colegio de Periodistas por actos de sedición contra Salvador Allende y por el montaje en la visita de Juan Pablo II , su abogado Miguel Schweitzer aclaró que esto fue un error. ¿Crees que realmente le importó cuando lo expulsaron?
– Sí, porque Agustín Edwards fue por más de cincuenta años miembro del Colegio de Periodistas y su cuota siempre estaban al día. No te olvides que el Colegio de Periodistas hasta mediados de los años ochenta, estaba en manos de periodistas de derecha de El Mercurio. Para los Edwards y El Mercurio, las asociaciones gremiales de prensa y de periodistas siempre han sido fundamentales, así que claro que le dolió. Pero creo que también lo vio como una venganza de los comunistas porque está la Javiera Olivares como presidenta (es militante del PC) y habrá dicho algo como estos rojos que se están vengado de mí, sin ver un poco más el trasfondo del tema.

Hay una frase que es muy emblemática en la historia de los Edwards: “Los gobiernos se van, El Mercurio queda”. ¿Crees que esto sobrevivirá mucho tiempo más?
-Jajaja, está buena esa frase. Sí, algunos años más sin duda alguna. El Mercurio no va a morir inmediatamente con la muerte de Agustín Edwards. Es un animal demasiado grande y va a haber una lucha de poder enorme ahí, pero va a seguir siendo por lo menos durante un tiempo, el medio más influyente en Chile. Y la razón es muy sencilla. A mí mucha gente me dice ‘pero si El Mercurio ya no lo lee nadie’. Es que eso no importa. Lo que más importa es quién lo lee, que son las élites, y otro es que lo leen los periodistas. Los periodistas de la radio, de la televisión, del The Clinic, yo, nos pauteamos de alguna manera a través de El Mercurio. Te doy una idea: si en TVN hoy día le dice a su reportero: ‘oye, hazte una nota seria sobre la Reforma Educacional´. ¿Dónde se va a informar ese periodista? Va a leer El Mercurio, y después puede ser que La Tercera. El poder de pautear la cadena medial que tiene El Mercurio es enorme. Y mientras siga siendo el lugar privilegiado de la élite transversal chilena para conversarle al país, mientras eso se mantenga, El Mercurio va a quedar y los gobiernos van a cambiar.

*Carta enviada de Agustín Edwards a Augusto Pinochet (fue fechada el 30 de diciembre de 1987):

Excelentísimo Señor Presidente:

“Al llegar a feliz término las gestiones realizadas con el Banco del Estado de Chile y destinadas a reprogramar deudas de El Mercurio S.A.P., de sociedades en parte propietarias de dicha empresa, y personales del suscrito relativas a ella misma, no puedo sino hacerle llegar mi más profundo reconocimiento y elocuentes expresiones de agradecimiento, en la seguridad que su intervención personal y su excelente disposición y comprensión hicieron en gran parte posible una solución positiva que va a permitir, y en eso tenga S.E. la más plena seguridad, el servicio adecuado y oportuno de las obligaciones que de esta reprogramación se derivan.

Sin embargo, estas expresiones no son suficientes si no reconociera en todo su valor el caudal de buena voluntad que S.E. tuvo con el suscrito para solucionar un problema tan personal, pero de un enorme contenido espiritual, como el que le diera a conocer hace unos pocos días. Ello compromete la gratitud permanente del suscrito y de mi esposa Malú”.

*Esta carta está consignada en el libro: “Agustín Edwards Eastman: Una biografía desclasificada del dueño de El Mercurio”, escrito por el periodista Víctor Herrero. No obstante, el autor explica en su texto que pese a que la autenticidad no se puede corroborar plenamente, sí garantiza que personas cercanas a Agustín Edwards le atribuyen su autoría.

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