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Mundo

13 de Mayo de 2017

Putin promete el paraíso socialista con la renovación de la vivienda

Lo que no lograron ni Stalin ni Jruschov, lo va intentar el actual jefe del Kremlin, Vladímir Putin, quien ha prometido a los rusos el paraíso socialista que nunca llegó con la URSS a través de un revolucionario programa de renovación de la vivienda. “La abuela ya vive bajo el comunismo. Me dedico a leer, […]

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Lo que no lograron ni Stalin ni Jruschov, lo va intentar el actual jefe del Kremlin, Vladímir Putin, quien ha prometido a los rusos el paraíso socialista que nunca llegó con la URSS a través de un revolucionario programa de renovación de la vivienda.

“La abuela ya vive bajo el comunismo. Me dedico a leer, comer y dormir”, aseguró a Efe irónica Nadia, una pensionista de 89 años que vive en una tradicional “Jruschovka”, es decir un edificio prefabricado de cinco plantas levantado hace medio siglo.

Más de veinte millones de rusos aún habitan en casas construidas a toda prisa en la posguerra para hacer frente a la industrialización estalinista y al boom demográfico que siguió a la victoria sobre Alemania.

En su momento, eso significó una mejora en relación con los barracones de madera, sótanos húmedos y “komunalki” -pisos comunitarios- en los que vivía la mayoría de ciudadanos soviéticos, con la excepción de los altos cargos del Estado y el KGB.

No obstante, las promesas de que el socialismo llegaría a mediados de los años 80 y que todos los soviéticos vivirían en casas modernas no sólo no se cumplieron, sino que la URSS desapareció poco después.

En las “Jruschovki”, que los rusos gustan llamar “neveras” por el frío que se pasa en ellas, los apartamentos tienen unos 50 metros cuadrados, la cocina y el baño son minúsculos, y las pareces son de cartón piedra, por lo que tiemblan al paso de los camiones y, además, carecen de ascensor.

Ahora, Putin ha decidido solucionar el más grave problema de este país desde tiempo inmemorial, la falta de vivienda, ordenando la mayor repoblación desde mediados del siglo XX, lo que incluye el derribo de unas 5.000 “Jruschovki”.

“Mi casa es una Jruschovka, pero es de las buenas, de ladrillo, por lo que creo que nosotros nos libraremos. Sea como sea, si la derriban, eso ya me cogerá en el otro mundo”, señaló a Efe Nicolás, un niño de la guerra español que vive en el sur de Moscú.

Putin se las prometía felices en febrero cuando anunció el ambicioso programa que costará varios miles de millones de euros y se prolongará durante unos diez años, ya que esperaba que no sólo le garantizaría un lugar en la historia, sino la victoria en las elecciones presidenciales de marzo de 2018.

Con todo, ha tenido que recular, ya que la reacción del millón y medio de moscovitas que vive en esas casas no ha sido la esperada, ya que muchos creen que el Estado les engañará como ocurrió tras la privatización postsoviética y la ley tuvo que ser reenviada a la Duma.

“Espero que todo sea corregido en línea con los deseos de la gente. No firmaré nada que viole las leyes y los derechos de los ciudadanos”, dijo, consciente de que los dueños de esas casas son en su mayoría pensionistas, su electorado más fiel.

Las autoridades convocaron entonces una votación por internet, que empezará el 15 de mayo, en la que los inquilinos decidirán si quieren que su casa sea demolida, para lo que se necesitará el apoyo de dos tercios de los vecinos.

La votación tiene trampa, ya que los que los votos de los que se abstengan serán contados como a favor del derribo, lo que ha llevado a muchos a sospechar que detrás del plan se encuentran las grandes compañías inmobiliarias.

“La mayoría está a favor del derribo, pero no están dispuestos a mudarse a otro barrio. De todas formas, sabemos que las autoridades no tendrán en cuenta nuestra opinión”, vaticinó a Efe María, de 70 años y antigua profesora de economía.

María vive en el norte de Moscú con su nieta en una vivienda construida en 1963, que podría aguantar aún unos pocos años más, pero las reformas saldrían aún más caras y reducirían el espacio habitable, por lo que se resigna al traslado.

Ese no es el caso de Flora, de 28 años, quien votará en contra del derribo, ya que la ley en su actual versión no contempla la posibilidad de recibir dinero a cambio de la vivienda -el precio de mercado es de unos 100.000 euros-, ya que no respeta el derecho a la propiedad.

“No me gusta la ley. Está muy mal escrita ¿Por qué no puedo vender la casa y comprarme otra donde me venga en gana?”, señaló a Efe.

Precisamente, los que discrepan con el plan han convocado una manifestación mañana, domingo, para defender el derecho a la propiedad.

El alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin, replica que los afectados serán trasladados a escasa distancia de sus actuales hogares, sus nuevas viviendas serán edificios modernos con plazas de aparcamiento, guarderías y escuelas, y no tendrán que pagar ni un solo rublo.

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