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Mundo

7 de Junio de 2017

Cómo los colonos israelíes han pasado de la justificación ideológica a la económica para ocupar terrenos palestinos

El israelí Noam Cohen asegura no tener motivaciones políticas para haber construido su hogar y su negocio en la cumbre de una colina en pleno corazón de Cisjordania, pero el espacio que “tanto le inspira” es para la comunidad internacional territorio palestino ocupado y su vecindario, una colonia. Llegó a Neve Erez, un idílico cerro […]

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El israelí Noam Cohen asegura no tener motivaciones políticas para haber construido su hogar y su negocio en la cumbre de una colina en pleno corazón de Cisjordania, pero el espacio que “tanto le inspira” es para la comunidad internacional territorio palestino ocupado y su vecindario, una colonia.

Llegó a Neve Erez, un idílico cerro entre Jerusalén, el Mar Muerto y el Valle del Jordán, en 1999 “por amor a la naturaleza” después de haber fracasado en su negocio en el Neguev (sur de Israel) y fundó, sin autorización pero con el consentimiento del Gobierno, asegura, este asentamiento, donde el rústico bar que regenta congrega a israelíes e internacionales en festivales nocturnos de música étnica.

Con los palestinos beduinos que transitan la zona mantiene una “relación de respeto y sospecha”, declara, porque la necesidades vecinales les han hecho pedirse ayuda en más de una ocasión.

Es uno de lo perfiles que se encuentran hoy en Cisjordania, y forma parte de un colectivo que en cinco décadas ha pasado de tener sobre todo motivaciones ideológicas a justificar su residencia en tierra ocupada por razones económicas o personales, creando un crisol de difícil definición.

“Durante la primera década (de la ocupación) la mayoría de los colonos eran laicos que se asentaron en el Valle del Jordán por motivos de seguridad. En los setenta comenzaron los movimientos nacionalistas que presionaban al Gobierno para que construyera en el interior de Cisjordania”, explica a Efe Daniel Bar Tal, profesor emérito de Psicología en la Universidad de Tel Aviv.

Los colonos nacionalistas son considerados el motor de la ocupación que aspira a la creación del Gran Israel (con el territorio entre el río Jordán y el mar Mediterráneo) y se basan en referencias bíblicas para reivindicar la pertenencia histórica de Cisjordania al pueblo judío.

En esa primera época el Gobierno extendió la denominación de “tierras estatales” y legalizó la “confiscación de terrenos en Cisjordania para usos públicos en beneficio de la comunidad”, menciona la ONG israelí Shalom Ajshav (Paz Ahora), en las que luego se construyeron grandes asentamientos.

Los colonos eran vistos por muchos como la mano ejecutora del Ejecutivo para expandir su soberanía en territorio palestino ocupado.

Tras la guerra de los Seis Días en 1967, “se crea un sentimiento mesiánico y en ese escenario germina el movimiento de la derecha, una ideología neosionista con la que los colonos se van haciendo cada vez más religiosos”, valora Itzhak Schnell, profesor de geografía política en la Universidad de Tel Aviv.

Con la ocupación en plena expansión, el Ejecutivo israelí promueve sobre todo en los años noventa un movimiento de colonos ofreciendo espacios más baratos y ventajas fiscales.

En este contexto, se crean comunidades para judíos ultraortodoxos, uno de los colectivos más pobres de Israel, como Modin Ilit que tiene actualmente 60.000 residentes, religiosos pero no necesariamente nacionalistas; además, se producen movimientos de población de Jerusalén a colonias cercanas por el alto coste de vida en la urbe, destaca Paz Ahora.

Es el caso de Daniel Goldzweig, chileno casado con una mexicana, se mudó hace 17 años a Tel Tzion, una colonia de este tipo creada para dar cobijo a jóvenes parejas haredíes (ultraortodoxos) de Jerusalén, donde afirma que no se considera un “obstáculo para la paz”.

“Nosotros queríamos vivir en Israel. Punto”, defiende, pese a que la comunidad internacional no considera ese control legítimo.

“Sionista”, como se autodefine, y votante del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, Goldzweig tiene “trato con los palestinos” que reparten en su supermercado y dice estar a favor de la paz, al tiempo que asume que si Israel se retira de los territorios palestinos se tendrá que marchar a vivir a otro lugar.

En otra de las colonias, Ariel, cuya universidad atrae a miles de estudiantes israelíes, Maria Mitskoun explica que fijó su residencia cuando decidió dejar definitivamente su país natal, Rusia, por razones políticas y económicas.

Mitskoun confiesa a Efe que tuvo “dudas” cuando se enteró “de la complejidad del lugar” pero decidió que era “el mejor emplazamiento para una inmigrante porque tenían amigos que les facilitaría la integración”.

Laicos y religiosos, nacionalistas y buscavidas, mesiánicos y pragmáticos componen hoy la idiosincrasia de los más de 385.000 israelíes que viven en asentamientos en Cisjordania considerados ilegales por la comunidad internacional.

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