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Deportes

7 de Septiembre de 2017

La barra de Luksic en Bolivia

El 1 de septiembre, Andrónico Luksic, publicó en su cuenta de Twitter un concurso: los tuiteros que subieran una foto con la camiseta de la selección y consiguieran más réplicas, se ganarían un pasaje a Bolivia para ver a la ‘Roja’, todo pagado. Para muchos estas acciones del empresario son un evidente lavado de imagen, pero para los veinte suertudos que ganaron fue un sueño cumplido. Aunque no terminó bien: Chile perdió después de 17 años contra Bolivia, el anfitrión ni siquiera se comunicó con ellos y fueron catalogados de yetas.

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José Lagos, abogado de la Universidad Católica, 23 años, estaba almorzando en una reunión con amigos, cuando uno de ellos le dijo que Luksic había subido un concurso en Twitter. Debían publicar una foto con la camiseta de la selección chilena antes de las 16 horas de ese 1 de septiembre.

La reunión se pausó. Lagos se vistió con una camiseta roja, sacó su teléfono, selfie con sus amigos y twiteó. No le fue difícil conseguir la indumentaria: el abogado es presidente de Chile Siempre, ONG de jóvenes que este año organizó marchas en contra del aborto utilizando poleras rojas.

“Tengo hartos seguidores en Twitter, entonces sabía que podía irme bien. Le avisé a amigos para que me ayudaran”, relata Lagos. En poco tiempo, consiguió que 246 personas replicaran su foto. Quedó primero en la lista de veinte ganadores que publicó el empresario en su cuenta oficial. “Me cagué de la risa cuando vi que Luksic me había enviado un mensaje invitándome al viaje”, reconoce.

José Lagos nunca se imaginó que, en realidad, lo estaban invitando a ver la primera derrota de Chile frente a Bolivia en 17 años. “Ya me han tratado de yeta en varios grupos de Whatsapp”, cuenta riendo tras el partido.

EL TUITERO DEL PUEBLO

Antes de que José Lagos recibiera ese mensaje, había pasado mucha agua bajo el puente.
En febrero de 2015 se destapó el caso Caval. Natalia Compagnon, nuera de Michelle Bachelet, fue acusada de utilizar información privilegiada para comprar terrenos en Machalí con un préstamo del Banco de Chile. Conseguirlo, al parecer, no fue tan difícil: logró, por intermedio de su esposo, Sebastián Dávalos, una exclusiva reunión con el vicepresidente del banco, Andrónico Luksic.

Ese año fue fatal para los protagonistas de la historia: Compagnon formalizada, Bachelet alcanzó el peor apoyo de su carrera política y Luksic recibió duras críticas.

En abril de 2016, más de un año después, en una sesión parlamentaria el diputado Gaspar Rivas llamó a Luksic “delincuente” e “hijo de puta”. Con eso consiguió lo impensado: el hombre más rico de Chile, cuyo rostro no estaba en la retina de los chilenos y su apellido sólo aparecía con fuerza en cada Teletón por sus millonarias donaciones, decidió grabar un video y subirlo a Youtube.

El 24 de abril apareció solo frente a la cámara, con camisa y corbata en una sala de reuniones, defendiéndose de los ataques de Rivas. Fue la primera vez que se refirió al caso Caval, a las inundaciones en Santiago y a su vida de empresario. “¿Cuál ha sido mi gran problema quizás? No haber salido antes a explicar que soy un ser humano igual que todos ustedes”, confesó, y luego agregó que “por supuesto tengo influencia en muchas cosas, pero no tengo influencias para hacer llover en Santiago”.

Fue el tema de la semana. Luksic parecía haber bajado del Olimpo para responder a una mínima ofensa. Luego, se querelló contra Gaspar Rivas, ganó el juicio y consiguió una condena para el diputado dictada en diciembre de 2016.

Un mes después, el 27 enero de 2017, Andrónico Luksic se creó una cuenta de Twitter. Desde ese momento sus posteos han dado que hablar: a un dudoso le respondió con una selfie sentado en su living que la cuenta la administraba él, a otro le dijo que él sí sabe lo que es subirse al transporte público con una foto andando en metro y el diario La Cuarta en la mano, y a otro lo invitó a tomar once.

Tiempo después empezó con los concursos. En uno de ellos regaló libros. A los días fue duramente criticado por Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales y columnista de El Mercurio, que lo trató de demagogo y de intentar lavar su imagen. El mismo día que Peña publicó su columna, Luksic respondió por la red social: “Mi tiempo en Twitter obedece a una convicción personal que está fuera de todo cálculo; sólo espero contribuir a un reencuentro que creo, como país, necesitamos de forma urgente”.

LA BARRA DE LA DERROTA

Cuando Leyla Díaz recibió el mensaje con el itinerario de su viaje, supo que tenía que acelerar las últimas compras. “Se desubicó el caballero”, pensó riéndose apenas vio que ella y el resto de ganadores debían estar en el aeropuerto de Santiago a las tres de la mañana del 5 de septiembre para tomar el avión.

Mientras Leyla hacía las compras, Paola Torres viajaba desde Concepción a Santiago para sumarse a la comitiva. El avión despegó pasadas las 5 de la madrugada y tras una escala en Arica, llegó a La Paz a las 10:30. Cual estrellas de rock se subieron a dos mini buses escoltados por policías rumbo a un restaurant de la capital boliviana.

A esa misma hora, Luksic, quién sabe dónde, escribía en Twitter: “Los taxistas- como todos- tienen derecho a manifestarse. Pero de manera legal. Esta imagen de Chile es muy lamentable y condenable”, texto acompañado de la foto del titular de una nota publicada por El País de España, en la que cuenta la muerte de un turista brasileño en medio de una protesta de los taxistas en Santiago.

A las 14:00 ya estaban sentados en una larga mesa esperando por el almuerzo. Entrada de crema de choclo, de plato principal un bife chorizo o pescado con arroz, y de postre un pastel. En la sobremesa se acordaron del empresario. Los tres guías turísticos encargados de la estadía del grupo en Bolivia, jamás lo mencionaron. Tampoco cuando embarcaron en el avión. Sabían que estaban ahí por él, pero hasta ese momento sólo era una presencia omnipresente que pagaba todo.

“Encontré una buena estrategia que se hiciera Twitter, al igual que el video respondiéndole a Gaspar Rivas. Me imagino que como muchos, mi visión de él no era buena por lo del caso Caval. Pero creo que los empresarios tienen que dar a conocer lo que hacen y responder cosas que no les gusta escuchar, y en eso Luksic está marcando pauta”, dijo José Lagos mientras almorzaba.

A las 15:00 ya iban rumbo al estadio. Un par de gritos de hinchas bolivianos a la pasada no opacaron la alegría del momento. Con entrada en mano los veinte chilenos fueron pasando poco a poco a uno de los sectores más caros del estadio. “Cantamos desde que llegamos. Cumplimos con dar el aguante”, reconoce Leyla Díaz. El ánimo fue cambiando a medida que avanzaba el partido. Con el pitazo final, sólo caras largas. Chile perdió 1-0 frente a Bolivia.

Pocos minutos después, mientras salían del estadio, se puso a llover torrencialmente. A unos chilenos les entró la duda: si Luksic no tenía influencias para hacer llover en Santiago, quizás sí la tenía en La Paz. Se subieron a los minibuses y partieron rumbo al aeropuerto. “Yo iba en el de más atrás, y veía cómo el otro bus no podía subir los caminos. Se resbalaba. En un momento la situación fue seria”, relata Leyla.

Lograron salir ilesos y llegaron a la hora para abordar el avión. Ahí ya se dieron cuenta que estaban siendo tildados de yetas. Pero no les importó. La experiencia era impagable. Aunque el que realmente pagó jamás apareció.

“Hubiese estado simpático hablar con él. Por último para agradecerle”, dice José Lagos. En el Twitter del empresario, ese mismo día, escribió dos veces: un mensaje a ellos, temprano, deseándoles un buen viaje, y el tuit reflexionando sobre la imagen de Chile.

“Ojalá nos invite para que le contemos el viaje”, cuenta Lagos, desde Arica, esperando el vuelo que lo traerá de regreso a su realidad.

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