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Opinión

11 de Septiembre de 2017

Denise, cantante de Aguaturbia y su último disco después de casi 50 años: “A esta edad, una ya no está para andarse empelotando”

Denise, la vocalista histórica de Aguaturbia, grupo emblemático de la psicodelia en Chile, en el que comparte con su eterna pareja, el guitarrista Carlos Corales, acaba de sacar con su banda el disco “Fe, amor y libertad” (Música & Entretenimiento/Plaza Independencia) que incluye canciones bien feministas. Este trabajo musical llega 47 años después de sus dos primeros discos, cuyas portadas dejaron la escoba en tiempos de la UP: en el primero aparecen todos los integrantes en pelotas y, en el segundo, Denise crucificada como si fuese Cristo. Climene, como realmente se llama Denise, recuerda acá sus años mozos, cuando la criticaron por presentarse en Viña sin sostenes, de la osadía de ese tiempo y de lo que va quedando de ese espíritu rockero que la consagró en los 70.

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Tu verdadero nombre es Climene. ¿Cuál es su significado?
-Una vez Enrique Lafourcade me dijo que mi nombre venía de Climenestra que era una de las hijas de Zeus. Pero yo era tan bruta y le dije quién mierda es Zeus. Y empecé a buscarlo, ¿me entiendes?, ja, ja, ja. En realidad, no lo sé. Creo que es una cosa media amatoria, media sexual.

Vienes de familia uniformada. Tu papá fue paco.
-Sí, un sargento de carabineros. Pero no era cuadrado, como suelen ser, era bien especial. Yo creo que mi padre estaba en la institución para darle una seguridad a su familia. Nada más. Mi mamá vino de Brasil y dejó a toda su familia allá. Yo soy brasileña.

¿Tu papá también?
-No, chileno y estupendo. Mi padre conoció a mi madre en Chile cuando ella vino con mis abuelos de Brasil, quienes vinieron a trabajar durante un tiempo. Mis padres se conocieron en el barrio. Él era hijo único, tenía una moto tipo Harley, y mi madre era hermosa, talentosa, actuaba. Y se enamoraron. Pero ella se fue a Brasil y mi padre la siguió. Se casaron allá. Mi papá tenía camiones que cruzaban Mato Grosso. Y nací yo. Pero mi papá enfermó de algo y volvió a Chile. Y se hizo carabinero.

¿Cuándo supiste que lo tuyo era ser artista?
-A los nueve años, le dije a mi abuelo que yo iba a ser una artista. Tenía la voz. Vengo también de familia italiana donde se canta mucho y se escucha harta música. A mi familia le gustaba que yo quisiera ser artista. En realidad, la esperanza de ellos, era que yo me fuera por la música lírica. Y yo nica.

Lo tuyo era la sicodelia.
-Más que la sicodelia, el rock. Yo quería ser rockera. Siempre he sido tremenda y una persona desafiante. Cuando la guitarra se enchufó, nací yo. Un poco en la rebelde, con ganas de decir lo que sentía. No estaba ni ahí con la Nueva Ola ni con esa cosa tan femenina. Todas las niñas eran bonitas, de vestido, y yo nada poh. Lo mío era una cosa de actitud. Y siendo muy chica, en el año 69, grabé mi primer single. Yo era una revelación, una cabra chica gritona, con energía desbordante. Conocí los músicos yendo a las radios que tenían una discoteca divina, porque en mi casa no tenía tocadiscos. Era como ir hoy a la Futuro. Me quedaba horas mirando discos. Ahí conocí a Los Beatles y no me dio nada.

¿Por qué?
-Miré las fotos, la manera de cantar no me gustó, y los encontré una lata. Pero cuando escuché a James Brown, dije, “ah, mierda, esto es lo mío”. Guuaaauuu. Adoré su manera de cantar y su estilo.

¿En esa época había mujeres rocanroleras?
-¡Nooo! Nadie cantaba eso. Era una cosa bien de hombres, muy machista. Y yo me aprendía las canciones con una facilidad asombrosa. Y con fonética en inglés sin saber mucho. En una de esas, me dicen que tengo que grabar un disco de rocanrol y, obviamente, yo no quería que fuera con orquesta. En el sello me dan a elegir entre dos grupos y le pregunté a un disjockey cuál me recomendaba y me dijo que con el grupo de Carlitos Corales, el mejor guitarrista eléctrico, el niño Dios de la guitarra. Yo había visto fotos de Jimmy Hendrix y era como ay, guapísimo, lo amaba, te juro que lo amaba.

Esa era la imagen que tenías de un guitarrista eléctrico.
-Claro. A Carlos no lo había visto ni en foto. Nada.

¿Y qué te pareció?
-Lo único que yo vi es que tenía una guitarra eléctrica, mi amor, y que el tipo tocaba. Y que había una chica cantando en su grupo, que no tenía estilo, era bien fome. Pero llegó la Yoko Ono y cagó todo. Se terminó el grupo, ja, ja, ja. Con Carlos, nos hicimos amigos de inmediato.

¿Te gustó?
-De primera, no. Pero lo encontraba amoroso. Yo siempre he sido alta, un poco desgarbá, pero tetona por decirte. Entonces, la mayoría de los cabros que se acercaban a mí, o me miraban, o era pa decirme “oye, qué estai rica”. Puras huevadas. Y Carlos nada. Era un muchachito flaquito, así piojoso, que me mostró mucha música, como un disco de Jefferson Airplane que me aprendí de dos patadas. Y grabamos el disquito. Después el sello quiso que cantara los éxitos de Joan Báez pero no quise. La encontraba lánguida y yo no quería ser lánguida. Yo quería ser única. No quería ser del montón.


Denise con Carlos Corales, su eterno compañero. 2015.
Crédito: Ignacio Orrego, Fotorock Chile.

EL AMOR DE CORALES

Poco después, a fines del año 69, grabaron su primer disco “Aguaturbia I” que dejó la cagada por salir desnudos en la portada.
-A nosotros nos pegó todo lo que pasó con la guerra de Vietnam, la revolución de París o mayo del 68, todo lo que pasó con la píldora anticonceptiva. Era una época de destape. La idea de salir en pelota nació de esta bocona. El manager, que era también nuestro fotógrafo, me había dicho como idea para la portada: “imagínate una cosa como Lennon”. Entonces, digo, yo también me saco una foto en pelota como él. Y Carlos y los músicos también quisieron. Y nos sacamos la foto poh. Fue muy divertido. Yo me puse pestañas postizas con unos lentes azules que todavía tengo. No sé pa qué. Nadie se ha fijado en las pestañas. Las fotos, si te fijas, son bien prudentes. Me preocupé de que no se vieran los pelos, porque los encuentro horrible sean de donde sean. Cuando el productor Camilo Fernández vio las fotos, se quedó callado un rato y llamó al vendedor de discos, que era quien recorría Chile con una maleta repartiendo discos, un chino para ti, porque estoy hablando del año del ñauca, y le dice: este es el disco de Aguaturbia y llévalo antes a censura. El vendedor quedó pa dentro con la foto, pero se llevó el disco sin decir nada. A los cuatro días, antes que saliera el disco a la venta, La Segunda puso de portada la carátula del disco y nos tildaron de inmorales. Yo no lo podía creer. Estaba fascinada. En la calle, los cabros nos aplaudían y las viejas nos gritaban degenerados. Nuestras familias se espantaron. Mi mamá sufrió un pre infarto y no pude ir a su casa durante un tiempo. Dicen que nunca se ha vendido más un disco que ese. ¡Vendimos miles! A los tres meses grabamos el segundo disco donde salgo crucificada.

Y se ganaron el odio de los más católicos
-Sí. Nos amenazaron con excomulgarnos. Un montón de cosas. Si con el disco anterior quedó la grande, con este quedó la cagada. La gente pensaba que éramos promiscuos, desatados, anti todo. Pero yo me creía el hoyo del queque, porque teníamos un público, que era el joven, que nos seguía y alucinaban con nuestros show. Incluso, hubo un montón de niñitas que eran fan, que se entusiasmaban tanto con nuestra música, que les entraba el amor a diestra y siniestra y parieron a responsabilidad de ellas, algunas no, pero las que se quedaron con esas guaguas, muchas se llaman Denise, porque yo era una líder en actitud. Era graciosa para los demás o, derechamente, loca de mierda para otros. Degenerada, capaz. No tengo idea. Estaban Los Jaivas, Los Blops, pero Aguaturbia era el que dejaba la cagá. Yo recorría todo el escenario, cantaba dos horas, después me tiraba en el suelo y cantaba con la cabeza metida en el bombo. Una locura. Cantar acostada era lo más difícil, pero tengo una técnica y me preparé en eso. En todo caso, volviendo a la portada, nosotros queríamos dar un mensaje de pureza. Si en el disco anterior había mostrado la cosa chora y desafiante que estábamos viviendo, en el segundo era mostrarnos completamente inocentes, limpios, como éramos nomás. Porque nunca nadie tomó drogas. Pero, escúchame: todavía.

¿Ni marihuana?
-Nada. Creo que alguna vez la probó nuestro baterista Willy. La marihuana te relaja tanto que no te permite cantar de manera coherente. Después, si quieres, puedes hacer lo que te venga en gana. Segundo, la experiencia de que todos te pasaran un pito, me dio asco. Una vez me llegó uno y lo deseché, ¡baboso hasta el agotamiento! El olor lo encontré nefasto. Yo creo que en Chile no fumaban marihuana, sino que ligustrinas, estoy casi segura. Chile siempre ha sido muy esnob y copiamos re bien todo.

Y cuando vivieron en Nueva York, a inicios de los 70, ¿no probaron LSD?
-Nada. Y eso que llegó fácilmente a nuestras manos y empezaron a morir nuestros amigos. Recién había muerto la Janis Joplin y Jimmy Hendrix. Carlos alcanzó a ver en vivo a Jimmy Hendrix y no me llevó. Se la tengo guardada y se la cobro cada vez que puedo, ja, ja, ja.

¿Cómo te mantenías en Estados Unidos?
-Vivíamos todos los músicos en un departamentito en Brooklyn. El baterista y Carlos encontraron trabajos part time y tocábamos en diversos lugares. Yo no sabía qué hacer. Un día caché que podía tejer bufandas y me puse a tejar unas largas que llegaban hasta el suelo. Se las vendí a unas cabras de un supermercado. Fascinadas estaban. No necesitábamos tanto para vivir tampoco.

Eran bien ingenuos como banda.
-Sí, quién de todos más ingenuo. Éramos medio huevones, te diría. Talentosos a más no poder, porque todos conocíamos el escenario, ninguno le tenía miedo. Y marginales, por supuesto. Yo viví con mi padre, cuando ya era carabinero, en el paradero 8 de San Miguel. Carlos vivía en avenida Matta con su abuelo, el señor Corales, el dueño del circo. Nuestro baterista vivía en Huechuraba que no era como ahora.

¿Se metieron en política?
-Éramos medios ignorantes al respecto. No cachábamos mucho.

¿Te gustaba Allende?
-Lo encontraba muy chileno. Yo tengo el concepto de que en Chile hay poesía en todas partes. Pero ahora, por ejemplo, en los políticos no veo mucha poesía. Esa magia duró hasta el gobierno de Allende. 17 años de dictadura, que para mí fueron un siglo, provocaron un cambio negativo. Nosotros nos fuimos de Chile en la UP y volvimos cuando estaba Pinochet y se vivieron los momentos más horribles de nuestros tiempos. A mí me llamaron para trabajar en la tele y estuve yendo a varios programas a cantar en varios idiomas. Yo era como el chivo expiatorio. Porque el grupo de artistas eran diez o doce que se repetían siempre, y yo lo encontraba medio huevón eso. Eran puros fachos y yo me salía de eso. Y siempre me tuvieron en la mira. En el año 83, se me pidió que cantara en un evento de los milicos. Y dije que no, porque nunca lo hubiese hecho, se murieron muchos amigos. Además coincidió que era navidad y se me había incendiado la casa. Y me cagaron hasta el año 89. Y yo no era nadie, pero era boca suelta. Un productor siempre me decía “Cuidado, Denise”. Porque yo llegaba y decía: ay, qué tontera, qué hueá más fea la que dieron ayer en la tele, qué fome todo el día hablando, qué horrible.

Con Carlos Corales nunca más se separaron desde que se conocieron.
-Sí. Nadie nos daba mucho tiempo juntos. De hecho, nosotros mismos nos casamos para que yo pudiera ser rocanrolera.

¿Cómo así?
-Mi mamá no quería que me dedicara a hacer esa música y mi familia pensó en mandarme a Brasil para que deje de molestar. Entonces, le conté a Carlos que me iría y que tendría que dejar el grupo. Y él, que ya había hecho el logo y compuesto las canciones, me decía “pucha, no te vayas”, mientras me tomaba las manos, una cosa muy sana, bien tímido. Lo más maravilloso que hace Carlos es tocar su guitarra. En lo demás, es lo más prudente que hay. Monedita de oro, le dicen en el medio: todo el mundo lo quiere.

¿Contigo también es prudente?
-Sí, pero yo le exijo una respuesta. Entonces, soy una perra. Bueno, entonces, y ahí me dice: “pucha, cómo te vai a ir, ¿oye, por qué no nos casamos? ¡Casémonos!”. Y nos casamos.

¿Cuál es receta para durar tanto tiempo?
-El idiota de Carlos dijo en una entrevista que había que hacerse un poquito el huevón. Me cargó. No, yo creo que cuando se pasa la calentura, viene el amor, el compañerismo, viene el sexo más reposado, no tan frenético, y se disfrutan otras cosas. Carlos tampoco es machista, un gran compañero. Lo que nos ha mantenido juntos y entretenidos es que me permite ser yo. Yo puedo decir las cagás más grandes. Pero soy yo. Cuando le preguntan cómo soy yo, él dice: “es igual que un penal: no sabís pa donde va a ir la pelota”. O cuando le preguntan cómo te gusta la Denise, ha dicho en prensa: me gusta que use taco alto, medias negras, una falda bien estrecha. O sea, sexy. Yo le digo mierda, cómprame la carterita y hago más plata en la noche ja, ja, ja. Él es así. Tiene un sentido del humor súper grande. Y eso, a veces, me saca de quicio. Porque en situaciones difíciles él hace una broma idiota y rompe toda la fuerza con la que uno venía.


Denise tocando en los setenta. Archivo personal.

47 AÑOS DESPUÉS

Después de esos dos discos, no grabaron más. De hecho, se esperaron 47 años para hacerlo.
-En base a toda esa euforia, no quisimos grabar más. Cuando grabamos esos discos, éramos francamente cuatro pendejos, que no teníamos claro muy bien lo que estábamos haciendo. Este disco no tiene esa inocencia de ese tiempo. Ahora tengo instrucción vocal, Carlos tiene las mejores guitarras que te imaginas, tocamos junto a Slash y Prodigy, también en el Lollapalooza y quedó la cagá. Son otras vivencias. Por ejemplo, este es un disco en español.

¿Y fue tema pensar en esta carátula?
-Fue un show. ¿Qué es lo que nos quedaba hacer? Renacer, así como Walking Dead, ja, ja, ja. Había muchas ideas. Y dijimos: no, es una tontera.

¿Qué se les había ocurrido?
-A uno de los creativos se les ocurrió que renaciéramos de un agua negra y yo dije: primero, no me voy a empelotar y, segundo, agua negra ni cagando.

¿Por qué no empelotarte a esta edad?
-Uno a esta edad no está para andarse empelotando. Sería patético e innecesario. ¿Has visto cosa más patética, como dice mi hija, que una mujer de 60 años se vista con pantalones pata elefante y chaquetas con flecos como en los 70? ¡Patético! Una chica de veinte se ve vintage, pero una vieja de 70 patética. De hecho, yo regalé todo, menos la chaqueta de cuero de gamuza, que es lo único setentero que me queda. La adoro. Ahora toda la moda es horrible.

No estás tan audaz.
-Nunca he dejado de ser yo misma. Y siempre he tenido mi estilo. Cuando se empezaron a usar anticonceptivos, la caja donde venían era tan hermosa, casi como un holograma, que la usaba en un collar, ja, ja, ja. El año ‘90 decidí no peinarme más. Me voy a lavar el pelo, pero no voy a peinarme. Y nunca me haré una melena porque no está en mí peinarme así. Y además, dije, me voy a chantar unos lentes oscuros, porque me gusta. Y siempre bien arreglada para salir al escenario. De hecho, toco con tacos. No me voy a poner nada para estar cómoda. Me tocó actuar en el Festival de Nueva York el año 90 y había varios artistas latinos, como Django, y resulta que después los vi aquí en Chile vestidos con la misma ropa que fueron a cenar al hotel O’Higgins. Qué horror. Y en Estados Unidos vestidos como estrellas. Aquí nadie respeta. Eso me da rabia. Yo me visto igual para ir al festival de la churumbeta allá no sé dónde, con luces de navidad en el escenario, como pa el Nescafé de las Artes que parece ser lo más fifí actualmente.


Denise con Carlos Corales en los setenta. Archivo personal.

En un festival de Viña, a mediados de los años 70, te pelaron por no usar sostén.
-Sí. Fue heavy. En ese Festival de Viña salí con una polera preciosa, de terciopelo, pomposa y cortita lógico. Todos los periodistas me criticaron, incluso la revista Paula, por exhibicionista. Y a mí me cargaban los sostenes. Nunca los usaba. Ahora me los tengo que poner obligadamente, sino sería patético y tampoco me voy a operar.

¿Cómo es tocar ahora?
-Se ha generado otro público para Aguaturbia en un momento hermoso, donde estamos retroalimentándonos, y no funcionando a base del dinero. Y hay un público muy joven para este disco, entre los 25 y 40, que me encanta. Porque la gente de más de cincuenta, generalmente, está preocupada de la isapre y de leseras. No están disfrutando nada. De hecho, las mujeres de mi generación son señoras tranquilas, pausadas, fomes, preocupadas de sus nietos y sin mucha vida. Conozco gente, incluso de 50, que no sale a tomarse una cerveza, porque creen que no corresponde. O no van a conciertos. Y no es un tema de plata. Es que no tienen el ánimo, se encuentran fuera de lugar y se ponen fomes. A mí me da pena, una lata atroz. Yo aprovecho todo. Y me pasa que los jóvenes que van a nuestros conciertos, nos ven y como que nos dicen: se puede, no hay edad que te mate. Si este disco llegó luego de 47 años, imagínate, yo no puedo tener 50, 55, 58 ni 59….

¿Qué edad tienes?
-No te la voy a decir.

¿Por qué no?
-¡Nooo, estai huevona! Es un juego que me enseñó la Delfina Guzmán: “No hay que decir la edad, crean lo que quieran, mijita”. Y una vez una hocicona dijo la edad que tenía y nooooo. Y no creas lo que dice Wikipedia, porque no es esa mi edad. A mí no me importa, en todo caso. Chile es uno de los únicos países donde la edad importa y lo encuentro imbécil.

En este disco “Fe, amor y libertad” vienen letras bien feministas.
-Soy completamente feminista. Si tengo que elegir entre un hombre y una mujer, voy por la mujer primero. Creo que la mujer chilena, y no solo lo digo por mí, es una mujer empeñosa. Cuando el hombre queda cesante y se da cien vueltas pensando qué hacer, la mujer ya está vendiendo empanadas o Super 8. Ella encuentra trabajo mientras él piensa. Yo, por ejemplo, estoy a favor del aborto. Y no me gusta cuando la Iglesia se mete en esos temas, no tiene derecho. La mujer tiene que decidir. Cuando hablan del aborto, por qué lo piensan tanto si siempre ha existido. La gente es ciega. Igual tiene que haber educación para evitar que uno llegue a eso. Pero yo estoy porque las mujeres decidan por ellas y cada una haga lo que quiera.

El tema en “En mi lugar” dice: “Quisiera verte embarazado y tal vez discriminado / Un poquito acosado”.
-Yo quería, irónicamente, decirle a los hombres que se pusieran en mi lugar: embarazados, acorralados, postergados sin el fútbol, sacando la caca de su perro, lo que hacemos todas. Yo tengo amigas que viven en El Golf y es la misma huevá: el marido le da libre a la empleada y ellas pasan a ser la empleada. Ellas son las tontas también.

La canción “Corazón bye bye” les pide a las mujeres que se alejen de los hombres pasteles.
-No soy muy poética. Soy muy care’raja como dirían. A veces me gusta que haya un equilibrio entre la poesía y lo care’raja. Hay mujeres que sufren por amor y no quieren dejar ir a los hombres. El tipo ya no la quiere, o viceversa, y se amargan y siguen y siguen. Y, como dice la canción, déjalo sufrir, déjalo llorar, que se aburra, que se muera. Porque ellos las llaman cuando no tienen a quién más llamar o cuando ya se pegaron la gran farra.

Me contaste que hiciste un estudio sobre el reggaetón.
-Creo que hay un concepto equivocado respecto del amor. Y por eso hice un estudio del reggaetón.

¿Por qué?
-Escuché algunas canciones. Vi una presentación increíble en uno de los Grammy de Pitbull con la Jennifer López. Y me encantó. Pero después he visto aquí en Chile lo que le pasa a las cabras que se vuelven locas con la cuestión. Y no sé qué les gusta, pero les gusta. Yo me he dado cuenta que el éxito del reggaetón es porque es un baile sensual que insinúa: La mujer insinúa, el hombre también. No es una cosa tangible: ya, vamos, pum, tenemos sexo y chao. Lo que buscan las mujeres es un coqueteo, gozar durante más tiempo, con este baile. No escuchar cualquier mierda y en cualquier lugar tener sexo. Puede que la juventud esté más hipersexualizada como dicen, pero estoy segura que no quieren que eso dure ocho segundos. ¿Porque eso dura? Es que nunca le he tomado el tiempo, ja, ja, ja.

¿Qué te produce el reggaetón?
-Desgraciadamente, nada. Yo vibro con otras cosas. Lo mío, Macarena, es el escenario. No quiero decir esto, pero me han dicho que a veces yo tomo otra actitud cuando estoy en el escenario.

¿Qué te pasa?
-Bueno, es orgásmico. No es que me pase siempre, dos o tres veces, momentos intensos con canciones muy fuertes donde uno se entrega al mil por ciento. Yo había escuchado de eso. Carlos me regaló la biografía de Janis Joplin y ahí se dice que eso era lo que hacía en el escenario: se autoproducía placer con el desgarro de su música. Puede ser, yo le creo. Era única.

La canción Erótica, que sale en el primer disco de ustedes, incluye orgasmos tuyos.
-Sí. Fue un momento que se dio cuando estábamos grabando. Yo había tomado un copete, andaba media arriba de la pelota en el estudio y con Carlos nos metimos detrás de un biombo y pasó lo que pasó. Y salió ese tema. Siempre nos piden que lo toquemos, pero están locos los hueones: no se puede repetir, fue un momento mágico que sirvió de inspiración a muchos, incluso a la misma Madonna, como me han dicho.

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