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Poder

13 de Septiembre de 2017

Carlos Peña explica cómo Piñera ejercita “la hipocresía” y el “doblez” del político

"Fue a la Catedral Evangélica, y con astuto y complaciente silencio disfrutó los aplausos y calló acerca de las agresiones que padeció Bachelet. Y no fue a La Moneda, al acto de conmemoración del Once de Septiembre, no porque no adhiriera al sentido que lo inspiraba, sino porque sabía que una parte de su electorado lo habría considerado algo parecido a una traición".

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“En democracia, la hipocresía y el doblez –no decir todo lo que se cree- son una virtud. Y en esta campaña, quien la ejercita mejor, hasta ahora, es Piñera”, dice Carlos Peña en una columna que escribe para El Mercurio.

Para graficar cabalmente su tesis, Peña cita dos episodios acontecidos días atrás en los que Piñera ejercitó tales condiciones del político.

“Uno de ellos ocurrió en la Catedral Evangélica, donde la Presidenta fue insultada por un grupo de creyentes, en tanto Sebastián Piñera fue celebrado como uno de los suyos (…) El otro ocurrió en La Moneda, donde José Antonio Kast fue reprendido por una diputada por haber propuesto eliminar la estatua de Salvador Allende y, al mismo tiempo, asistir a La Moneda a conmemorar el día en que el propio Allende había muerto. Piñera no fue”.

“¿Qué tienen en común ambos acontecimientos?” se pregunta el rector de la UDP, al tiempo que se responde que “lo que tienen en común es que en ambos se ejecuta un acto que se estima lesivo de lo sagrado: la presencia de quien permite el aborto (Bachelet) en un lugar que lo considera pecado; la presencia de quien propone eliminar la estatua de Allende (Kast) en un lugar donde se lo considera héroe”.

“Esas dos situaciones recuerdan algo que en las campañas no se debe olvidar: las sociedades y los grupos se cohesionan y aglutinan no solo en torno a ideas, sino también en derredor de creencias, de afirmaciones incondicionales e intransables que dibujan la línea que divide lo sagrado de lo profano, lo que no puede ser puesto en cuestión de un lado y lo negociable del otro”, dice Peña, quien sostiene que el talento político entonces consiste “no tanto en abrazar lo que los votantes consideran sagrado, como en la habilidad para dejarlo en paréntesis y no pronunciarse, ni siquiera con un gesto, acerca de él”.

“Eso es más o menos lo que está haciendo Piñera.”, advierte. Y Peña recuerda.

El exmandatario “fue a la Catedral Evangélica, y con astuto y complaciente silencio disfrutó los aplausos y calló acerca de las agresiones que padeció Bachelet. Y no fue a La Moneda, al acto de conmemoración del Once de Septiembre, no porque no adhiriera al sentido que lo inspiraba, sino porque sabía que una parte de su electorado lo habría considerado algo parecido a una traición”.

“Sebastián Piñera sabe, pues, que un político no llega tan lejos como lo augura su capacidad para abrazar lo que la gente estima sagrado, sino cuanto lo permite su habilidad para no herirlo”,  argumenta.

 

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