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Opinión

27 de Septiembre de 2017

La última entrevista a Héctor Llaitul antes de ser detenido: “Este gobierno va a desarrollar una escalada represiva”

Pocas horas antes de ser detenido en la mediática operación “Huracán”, el vocero de la Coordinadora Arauco Malleco conversó con The Clinic. Llaitul rememoró los 20 años de la CAM y desmenuzó sus desafíos a futuro. También habló de la relación de la organización con agrupaciones argentinas y la desaparición de Santiago Maldonado. Aseguró que están planificando un proceso de convergencia con otros sectores oprimidos y que algunos grupos mapuche están en tratativas para hablar con el Papa. Casi como una premonición, advirtió antes que la policía se lo llevara: “Yo me metí en esto, tengo para rato, a no ser que me aniquilen en el camino”.

Claudio Pizarro
Claudio Pizarro
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En diciembre la CAM cumple 20 años. ¿Cómo evalúas la lucha en estas dos décadas?
La causa mapuche adquirió con los años una impronta. Empezó a desarrollar una política con una actitud de insubordinación y rebeldía. Fue un proceso donde se empieza a confrontar directamente este estado de injusticia, que nos ha tenido sumidos desde la ocupación de la Araucanía, recuperando la dignidad de un pueblo oprimido que parecía que estaba en vías de extinción. Nuestra evaluación en ese sentido, no sé si llamarla positiva, ha sentado las bases de una lucha que ha tenido continuidad con relación al respeto de nuestros derechos fundamentales e históricos.

Un desarrollo político e ideológico, acompañado también con acciones concretas, como los sucesos de Lumaco, la primera aparición pública de la CAM.
Sí, fue el primero de diciembre de 1997. Este año se cumplirán 20 años desde los inicios de la CAM como expresión política, a partir de un evento que la prensa retrató como la primera quema de camiones. Y, bueno, como la prensa siempre ha sido la caja de resonancia del poder, le dio un carácter sensacionalista. Más allá de la acción puntual, que era la reivindicación de tierras, donde la acción directa o la violencia política era el ingrediente, lo que marcó un antes y un después en esta relación de conflicto -entre nuestro pueblo y el Estado chileno- fue pasar de una lucha de tipo simbólica, reivindicativa, economicista, a un tipo de lucha más política. Había que sentar las bases en la recuperación del territorio como parte de un proceso de liberación. Desarrollar la autonomía marcó un salto cualitativo.

¿Hacia dónde se dirige la CAM hoy?
Lo principal es que hemos entendido los temas de fondo. El movimiento mapuche ha incorporado con mucha fuerza que las reivindicaciones son las demandas históricas por las que luchó siempre nuestro pueblo y tienen que ver con la defensa del territorio y la libertad, que de alguna manera se inscribe en la historia de nuestros antepasados. Eso ha permitido el resurgimiento de esta nobleza y orgullo que sentimos de ser mapuche. Nuestra gente ya no lucha solamente por esta situación colonial que se nos impuso, o por un poco más de tierra o un poco más de derechos, sino por situaciones más sustantivas. Por eso decimos que hay dos matrices, dos grandes demandas que ha retomado con fuerza el movimiento mapuche: El territorio y la autonomía.

Hace poco Francisco Huenchumilla dijo que hablar de la autodeterminación era un tabú. En el fondo, no tienen interlocutores.
De alguna manera no comprenden nuestra reivindicación, que tiene que ver con una aspiración muy sentida de nuestro pueblo, que la oligarquía y sus medios de expresión han transformado en un discurso racista, instalando el temor a la autonomía como si fuera una acción demasiado subversiva o contraproducente. Y no es así. Es un legítimo derecho consagrado universalmente, el derecho de un pueblo a autodeterminarse, gobernarse y a desarrollarse como tal. Por eso cobra fuerza la idea de la nación mapuche.

También está el temor de una nación dentro de otra, el imaginario del país dividido. Es un cuestionamiento recurrente desde la otra verada.
Dentro de nuestra cosmovisión nosotros no tenemos una concepción de Estado, porque nunca nuestro pueblo fue un Estado sino una nación. Si nos ponemos a categorizar qué concepción o tipo de sociedad… hay muchos que discuten todavía eso. Nosotros no hablamos de un nacionalismo patriotero sino de un proceso de reconstrucción “nacionalitario” muy distinto al modelo de desarrollo del modelo capitalista que destruye la relación entre el hombre y la naturaleza, que es lo que sustenta nuestro tipo de sociedad. Esa es nuestra aspiración.

¿Crees que se ha entendido bien el mensaje? Porque lo que trasciende son los hechos policiales, la lógica del polvorín.
Lo que pasa es que no todo se puede comprender a partir de las acciones directas que ha emprendido el movimiento mapuche. Si la sociedad tuviera una comprensión histórica más contextualizada de la realidad de nuestro pueblo, de su historia de antaño y el último tiempo, entendería que la violencia siempre fue ejercida por parte del Estado. Hay una evidencia de tipo estructural que tiene que ver con el despojo, con la expoliación de la que fuimos objeto, que aún se mantiene en las comunidades. El antagonismo se volvió confrontación desde el momento mismo en que ésta adquirió ribetes de violencia. La violencia, entonces, no puede ser endosada sólo al movimiento mapuche. Hay que ver cuál es la posición del Estado chileno y, particularmente, del sistema que salvaguarda: un modelo económico de tipo extractivista, depredador, que arrasa con el hábitat de las comunidades. Si lo miramos más crudamente, tiene que ver con esta tozudez de parte del empresariado de no querer plantearse la devolución de los territorios usurpados. Ahí está el conflicto en su parte más genuina.

La lucha es entonces contra el gran capital.
Es el modelo económico. Ahí está el punto de inflexión de nuestra lucha contra el Estado y el sistema capitalista que opera en nuestro Wallmapu. Territorios en manos del empresariado forestal o hidroeléctrico. Nuestra reivindicación territorial, entonces, choca de frente con esta facción que es el patrón. Estamos hablando de miles y millones de hectáreas que hoy están en manos de distintos grupos económicos, como los Matte y Angelini. Es un colapso que se da en todas partes. Nuestra lucha como organización autonomista, por lo tanto, entra de lleno en ese terreno. La CAM ha sido conocida desde los inicios como una organización que plantea la acción directa en contra del proceso de inversión capitalista. Esto plantea la contradicción directa de dos modos de desarrollo, uno que tiene que ver con la acumulación de capitales y otro con la reconstrucción de un pueblo a partir de la ocupación de espacios que se van disputando.

¿Crees que las forestales estén dispuestas a ceder parte de sus territorios para intentar destrabar el conflicto?
Si lo miramos desde una perspectiva fría, de cálculo, el capitalismo nunca afloja respecto a los medios y modos de producción. Ellos quieren el control total del proceso productivo. Y esa fue una de las razones por las que expulsaron a Huenchumilla, cuando se le ocurre decir que las forestales tenían que devolver el territorio. Aquí hay que entender que hay una realidad que tiene que ver también con aspectos económicos ¿Cuánto soporta el proceso productivo de las forestales confrontándolo con la causa mapuche? Ese es el tema. Nosotros vemos dos tipos de salida en el corto plazo: la militarización y el aniquilamiento de las fuerzas en resistencia o una solución política que se allane a la devolución de los predios que son demandados por las comunidades y que tienen que ver directamente con las forestales.

Pero si existe una especie de acuerdo tácito entre la clase política y el poder económico, como sostienes, es muy difícil avanzar en este plano ¿Cómo seguirán entonces el proceso de reivindicación de tierras?
Va a depender de la clase política. Nosotros pensamos que debería haber un mayor desarrollo en algunas expresiones, para que se asuma el conflicto mapuche en su real dimensión, sobre todo esa clase política que se dice de izquierda. Nosotros estamos abiertos al dialogo para saber cuál es la posición de otros sectores como la Iglesia y el movimiento internacional. En ese marco podría abrirse una puerta. Pero si en el futuro se viene la derecha, esto va para largo.

Piñera y alianzas

Hace poco dijiste, en La Nación de Argentina, que si ganaba Piñera el conflicto se agudizaría. ¿Cómo crees que se vendría la mano?
Si ellos tienen la fuerza suficiente para doblegar a gobiernos que se suponen más progresistas, o medianamente democráticos, suponemos que un gobierno de Piñera, que representa más fidedignamente al empresariado, al bloque de poder que está detrás de este conflicto, esto se va a agudizar. Si uno escucha a los representantes de la derecha, lo único que hacen es pedir mano dura en contra del movimiento mapuche, sin hacer ningún tipo de análisis respecto al trasfondo que hay detrás de su lucha. Lo que hay entonces es una mirada de tipo policial, una solución que algunos piensan incluso que puede tener carácter militar.

Humberto Oviedo, el Comandante en Jefe del Ejército, dijo que estaban disponibles para dar protección en caso de declarar estado de excepción constitucional en la zona de conflicto. ¿Imaginas a los militares en la Araucanía asegurando la paz social?
La verdad es que sí. Nuestra memoria histórica sabe que el Ejército chileno fue el que ocupó la Araucanía y masacró a los mineros en el norte en la escuela Santa María. Entonces estamos hablando de actos de genocidio que el Ejército siempre ha cometido para salvaguardar los intereses de la oligarquía. Oviedo dio a entender que estaban de parte del empresariado, aunque no hace falta un estado de excepción porque los militares hace rato que vienen hostigando a las comunidades. Todavía hacen ejercicios en la zona.

¿De qué tipo de hostigamiento estás hablando?
Pasan por las comunidades ostentando su capacidad militar y eso ha sido denunciado varias veces por nuestras organizaciones. De hecho, en el último tiempo, están teniendo una presencia importante en zonas como Lonquimay o en el Alto Biobío. Nosotros pensamos que si a los efectivos de Fuerzas Especiales de Carabineros, que utilizan armamentos de guerra y equipos tecnológicos de mucha capacidad para confrontar la resistencia mapuche, se suma la acción de militares, estaríamos ad portas de una especie de búsqueda del enemigo interno, donde vuelve la lógica de la Doctrina de Seguridad Nacional. Y ese enemigo interno seríamos nosotros.

¿Cuál sería la reacción de ustedes en ese eventual contexto?
Nosotros de alguna manera estamos bastante complicados con la actual militarización del Wallmapu. Es una situación que se ha denunciado poco a través de los medios de comunicación, pero que aquí es una realidad cotidiana: carros blindados, patrullaje nocturno, drones, aviones vigías, helicópteros, fusiles de mano de personal de combate. Esa es la realidad que vivimos en toda la zona de conflicto. Todo el mundo dice que la violencia no es buena, nadie la justifica, pero la violencia genera más violencia. Nuestro pueblo tiene dos caminos: vivir de rodillas, humillados y oprimidos o confrontar esta situación en la resistencia. Tenemos la suficiente fuerza ideológica, moral y cultural para hacer frente a un proceso de ese tipo. Las nuevas generaciones están vislumbrando esta realidad. De hecho, tenemos un planteamiento de interculturalidad con toda la gente oprimida. Incluso planteamos el desarrollo de un proceso de convergencia, de alianza con otros sectores más allá del pueblo mapuche.

¿A qué sectores te refieres?
Hay un fetichismo en decir que somos un grupo desvinculado del pueblo, de las comunidades, y la verdad es que nuestras expresiones orgánicas nunca han estado desvinculadas de las masas, de la gente, y por lo mismo nunca han podido ser desarticuladas. No estamos planteando luchar contra los agricultores, porque ellos también son afectados por el modelo. Tampoco con los parceleros que hoy día son campesinos pobres, casi tan pobres como los Mapuche.La octava y la novena región tienen los índices más altos de pobres en este país. Todavía algunos tienen una agricultura de autosustento, un tipo de economía local donde los productos quedan en la zona, sin una explotación indiscriminada de recursos. También están los trabajadores asalariados, los explotados por las forestales, los pescadores o los pobladores. Aquí hay un contraste muy fuerte entre la riqueza expresada en la actividad forestal y la realidad de la población que vive en una situación de pobreza muy marcada.

Quema de iglesias

¿Por qué las quemas de camiones o de infraestructura agraria han derivado en el incendio de iglesias? ¿Hay un tema simbólico o algún otro trasfondo político?
Existen otras agrupaciones que han visto este tipo de objetivos como expresión de la dominación. Nosotros encontramos que si lo analizamos desde la perspectiva del colonialismo, de su rol histórico, tienen razón. Pero en la práctica política tenemos una diferencia. No compartimos la quema de iglesias o de otros símbolos del sistema colonialista, aunque podemos comprenderlo desde la perspectiva de la memoria agraviada.

O sea, las entienden pero no las comparten.
Claro, no las compartimos como tácticas del actual periodo.

¿Conocen a los miembros de Weichan Auka Mapu, el grupo que se adjudicó los incendios en algunos templos evangélicos?
Si los conocemos, sabemos de ellos, de sus luchas, pero no de su orgánica. Nuestra distancia va por el lado de que no estamos de acuerdo con algunas de sus expresiones. Nuestros emplazamientos, no sólo a ellos, se dan sobre todo en el marco del control territorial y la lucha contra el sistema de propiedad usurpada. Entiendo que ellos tienen definiciones que han ido madurando y las saludamos con todo el respeto que nos merecen.

Hoy se encuentran hospitalizados cuatro comuneros en huelga de hambre que llevan más de un año sin un juicio. ¿Consideras que la prisión preventiva prolongada es una forma de castigo anticipado?
Los hermanos comuneros están en una situación de prolongación de su prisión preventiva, o sea, ni siquiera tienen la posibilidad de un juicio justo porque están bajo la normativa de la legislación antiterrorista. Considerar a los mapuche como terroristas es un despropósito, una acción que retrata a nuestro país, su total intolerancia, que no se condice con lo que los organismos internacionales están emplazando al Estado chileno. De hecho, la señora Bachelet planteó al inicio de su gobierno que no aplicaría la ley antiterrorista y ya lo ha hecho varias veces.

Una de ellas fue aplicada a los comuneros acusados de quemar una iglesia evangélica con gente al interior. El fiscal asegura que tiene pruebas balísticas, genéticas y químicas.
Eso tendrán que probarlo. Todos los que llegan a tribunales tienen la posibilidad de defenderse, eso es lo que se supone que sucede en un Estado de derecho. Ahora, el problema es cómo lo prueban. Si lo hacen con un tipo de jurisprudencia que es aberrante y no se condice con el debido proceso es otro punto. Ellos están argumentando que se les saque la ley antiterrorista y puedan ser llevados a un juicio justo. Para nosotros, en el marco de nuestras reivindicaciones, ningún mapuche debería ser procesado por esta ley.

¿Independiente del delito que se les acusa?
No estoy justificando un tipo de accionar, lo que estoy planteando es la posibilidad de que operen mecanismos que se supone que están establecidos para que se desarrolle un juicio justo. La Corte Interamericana de Derechos Humanos falló contundentemente en tres casos: el de los loncos Norín y Pichún, el caso Poluco-Pidenco y el caso Ancalaf. En ellos se condenó al Estado chileno por la aplicación de la Ley Antiterrorista. Más allá de que esta normativa, heredada de la dictadura de Pinochet, cuyo objetivo fue aniquilar a los opositores, la corte alegó que no existía una mirada de entendimiento con el otro, una atención respecto a la cosmovisión mapuche, por eso condenó al Estado por discriminación y racismo. Y no sólo lo ha dicho la corte sino los relatores internacionales de la ONU. Todos coinciden en que la ley antiterrorista no debe ser aplicada. Nosotros también presentamos nuestro caso.

¿El de la emboscada al fiscal Elgueta?
Sí, la Corte Interamericana lo declaró admisible después de muchos años. Nosotros, de hecho, también hicimos huelga de hambre igual que los comuneros y por las mismas razones: los largos periodos de prisión preventiva, la utilización de testigos sin rostro, la falta de garantías y la imposibilidad de una defensa justa. Es un círculo vicioso. Una forma de abordar el conflicto no desde la perspectiva política, sino desde la judicialización y criminalización.

Siempre has sostenido que tu caso fue un montaje. ¿Te consideras inocente o sólo aspiras a un debido proceso?
Más allá de estar en un juicio, nosotros siempre mantuvimos nuestra posición, pese a que tuvimos a todos en contra. Nos acusaron de un supuesto ataque a un fiscal al interior de una comunidad donde vivíamos, o sea, una torpeza que no resiste análisis. Nunca hemos atentado contra un fiscal. También se nos acusó de un robo con intimidación a un parcelero que es prácticamente un vecino nuestro, es algo ridículo. Pero finalmente se instaló esa idea y fuimos condenados a base de ley antiterrorista, que es una herramienta que se ocupa cuando no se tienen las pruebas suficientes. Por eso decimos que fue un montaje para perjudicar a los dirigentes de la CAM.

El Papa

¿Qué piensas de la mediación del sacerdote Felipe Berríos en el caso de los comuneros en huelga de hambre?
La verdad no conozco mucho al sacerdote, pero me parece que hay personeros que tienen la suficiente altura moral para hacerse cargo, sobre todo desde el punto de vista del conflicto humano que hay detrás. Si bien mi postura respecto a la Iglesia ha sido bien crítica, he entendido que hay algunos actores que se han comprometido en entender el trasfondo de nuestras reivindicaciones. Destaco la posición del Arzobispo de Concepción, Fernando Chomalí, en el sentido de emplazar al Estado chileno a asumir el conflicto más allá de una huelga de hambre. Eso me parece bastante atinado.

¿Es cierto que algunos grupos han solicitado la intervención del Papa durante su visita a Chile?
Nosotros no hemos promovido un diálogo, pero sabemos que hay hermanos que están intentando una tratativa con el Papa. A nosotros nos parece que va en la línea correcta. El Papa tiene una mirada muy crítica respecto de cómo funciona el capitalismo en ciertas regiones y podría entender los puntos clave en la búsqueda de una solución. Serviría para visibilizar el conflicto y ver si se puede abrir una puerta. Por ahora estamos en veremos.

¿Cómo has visto la lucha reivindicativa de los mapuche en Argentina?
Somos un pueblo ancestral que tiene presencia en el Gulumapu, en esta parte, y en el Puelmapu, que es lo que hoy se conoce como Argentina. Nuestro proceso de liberación es el de un solo pueblo. Allá, debido a la represión y las masacres hay menos mapuche, pero eso no quita que existan varias comunidades que se confrontan directamente contra el poder del capital de las empresas de hidrocarburos, las petroleras, las mineras. Las reivindicaciones son las mismas y también los procesos de resistencia. Poco a poco nos hemos ido hermanando, analizando planteamientos y buscando convergencias. Ciertamente tenemos nuestras simpatías, relaciones y una ligazón muy profunda.

¿Qué piensas de la desaparición de Santiago Maldonado en un lof de Chubut, perteneciente al magnate italiano Luciano Benetton?
Los antecedentes que tenemos es que gendarmería lo hizo desaparecer. Es un tema absolutamente grave que de alguna manera demuestra que el conflicto va in crescendo. Esperamos que no sea una práctica sistemática y que no existan mandos involucrados detrás de la desaparición de Maldonado. Si así fuera estaríamos en presencia de un diseño de acciones que en tiempos de dictadura llevaron a las desapariciones forzadas donde actuaban agentes del Estado. Por eso no me atrevo a dar una opinión todavía. Hay que esperar lo que arrojan las investigaciones.

Ustedes tienen una relación importante, eso al menos se ha intentado establecer, respecto al Movimiento de Resistencia Ancestral (RAM) en Argentina. ¿Es tan así?
Los conocemos, ellos nos han visitado, nosotros igual. Nos hemos encontrado con distintas agrupaciones, hemos conversado, discutido y deliberado en conjunto. Más allá de nuestras diferencias existe una sintonía.

¿Es cierto que tras la detención de Facundo Jones Huala, uno de los líderes de la RAM, ustedes exigieron su liberación a través de unos panfletos tras la quema de maquinarias en un fundo en el sector de Pumalal?
Entiendo que el ORT (Órgano de Resistencia Territorial) que reaccionó en esa zona reivindicó la figura del lonko Facundo Jones Huala, como una manera de reconocimiento por su lucha. Me parece que por ahí va el gesto.

Al líder de la RAM lo detuvieron en Argentina hace poco por un atentado incendiario en la Región de los Ríos acá en Chile…
Él estuvo con nosotros un tiempo, lo he dicho ya en otro medio. Lo conocemos en su calidad de militante mapuche involucrado en la lucha de su pueblo y en ese marco nos relacionamos.

¿Qué opinión tienes sobre el plan de reconocimiento y desarrollo de la Araucanía que anunció Bachelet?
Nada nuevo bajo el sol, más de lo mismo. Política social, continuidad de un modelo, desarrollo que salvaguarda los intereses de los grandes empresarios. Lo único contundente fue la entrega de un día feriado. Todo es parte de una puesta en escena para dejar algunos amarres a futuro. Este gobierno va a desarrollar una escalada represiva en el último periodo de su mandato, dejando un problema al futuro gobierno, que en este caso es la prisión política. Son situaciones que se manejan en lo que se conoce como la alternancia del poder. Hay que tener cuidado. Yo me metí en esto, tengo para rato, a no ser que me aniquilen en el camino.

¿Te hizo sentido el perdón que pidió la presidenta al pueblo mapuche?
No, no lo sentimos ni sincero ni honesto, porque en el gobierno anterior de la señora Bachelet nos asesinaron a dos comuneros mapuches: Mendoza Collio y Matías Catrileo. Y en estos cuatro años de gobierno no hubo ningún avance sustantivo en materia de derechos para nuestro pueblo.

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