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Opinión

25 de Noviembre de 2017

Columna de la diputada electa del Frente Amplio, Camila Rojas, sobre la violencia contra la mujer

"El patriarcado promueve el castigo y la pedagogía de la crueldad. El movimiento feminista, en cambio, históricamente, ha luchado por la conquista de derechos, justicia, libertad, igualdad y democracia. Por eso levantamos demandas de derecho a la salud, sexuales y reproductivos, pensiones dignas y educación no sexista, no más precarización laboral y feminización de la pobreza (...)".

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En 1981, en el primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, se estableció el 25 de noviembre como el día internacional de la no violencia contra las mujeres, en conmemoración del asesinato de las ¨Mariposas¨, las hermanas Mirabal, ocurrida el mismo día de 1960 en República Dominicana.

Parafraseando a Rita Segato, los feminicidios son crímenes de poder, que trasciende a los géneros para convertirse en un síntoma de una sociedad que necesita de una “pedagogía de la crueldad” para destruir y anular la empatía, los vínculos sociales y aleccionar en la deshumanización del neoliberalismo. Es así que la mayor cantidad de violaciones y de agresiones sexuales a mujeres no son hechas por psicópatas, sino por personas que encontramos también en nuestros círculos cercanos, pertenecientes todos a una sociedad que practica y normaliza la agresión sexista, de manera continua y de múltiples formas.

En este contexto, se hace necesario mirar que la misoginia en Chile, como en América Latina ha aumentado, paradójicamente, al aumento también de leyes penales con “perspectiva de género” que no han podido disminuir las muertes ni las múltiples expresiones de violencia que reciben nuestros cuerpos cotidianamente. Las formas de la crueldad que ha tomado la violencia sexista nos expone constantemente en los medios de comunicación los cuerpos de mujeres mutiladas, torturadas, asesinadas bestialmente. Esta vuelta a la barbarie nos obliga a preguntarnos lo que está pasando con nosotras y lo que está pasando con la mayoría de la sociedad, es decir quienes vivimos el despojo, la desigualdad y la precarización de la vida. El neoliberalismo se apropia de nuestras vidas, y con ello vuelve ficcional todos los ideales de democracia, libertad e igualdad. Sin embargo, ante la deshumanización y la crueldad, lo que necesitamos no es más castigo, ni cárceles, sino modificar los patrones culturales y sociales que promueven la castración de la empatía humana para que toleremos y convivamos con actos de crueldad y violencia machista. Esos patrones producen y reproducen la violencia sexista, su banalización y naturalización, como expresión de las formas que toma la dominación y explotación del trabajo y de la vida de las mujeres.

El patriarcado promueve el castigo y la pedagogía de la crueldad. El movimiento feminista, en cambio, históricamente, ha luchado por la conquista de derechos, justicia, libertad, igualdad y democracia. Por eso levantamos demandas de derecho a la salud, sexuales y reproductivos, pensiones dignas y educación no sexista, no más precarización laboral y feminización de la pobreza, y el avance de mecanismos efectivos de prevención, que no se orienten únicamente al castigo y la prohibición sino a la obtención de más autonomía y más libertad para asegurar a todas las niñas y mujeres una vida libre de violencia, y donde la vida nos pertenezca.

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