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Cultura

7 de Diciembre de 2017

Cuento de Pär Lagerkvist: Los huesos sagrados

Dos pueblos habían sostenido una gran guerra de la que ambos se sentían muy orgullosos, y que continuaba todavía con vivo ensañamiento sin tener para nada en cuenta las pequeñas necesidades humanas. A ambos lados de la frontera sobre la que se habían librado las batallas, y donde los soldados fueron horriblemente muertos, se erigieron […]

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Dos pueblos habían sostenido una gran guerra de la que ambos se sentían muy orgullosos, y que continuaba todavía con vivo ensañamiento sin tener para nada en cuenta las pequeñas necesidades humanas.

A ambos lados de la frontera sobre la que se habían librado las batallas, y donde los soldados fueron horriblemente muertos, se erigieron grandes monumentos conmemorativos en honor de los caídos por la patria, que yacían en sus tumbas. Allí se congregaban los dos pueblos, cada cual ante su respectivo monumento, y se pronunciaban exaltados discursos sobre las legiones de valientes cuyos huesos descansaban bajo tierra, santificados por una muerte heroica y cubiertos de gloria para toda la eternidad.

Un día circuló en ambos pueblos el impresionante rumor de que algo raro sucedía durante las noches en el antiguo campo de batalla. Se decía que se veían fantasmas, y que los muertos abandonaban sus sepulturas y cruzaban la frontera como si se hubieran reconciliado. La versión provocó una profunda inquietud. ¡Los héroes caídos, venerados por todos sus compatriotas, se reunían con los enemigos e intimaban con ellos! ¡Era demasiado!

Los dos pueblos resolvieron enviar sendas comisiones para investigar el caso. Los miembros de las comisiones se pusieron a espiar, escondidos detrás de algunos árboles secos que aún quedaban, y esperaron a que llegara la medianoche. ¡Qué espanto! ¡La especie resultó ser absolutamente cierta! El desolado campo se poblaba de horribles fantasmas que cruzaban la frontera llevando, al parecer, una carga consigo.

Los miembros de las comisiones corrieron hacia ellos indignados:

—¡Cómo, ustedes que se han sacrificado por su patria; ustedes, a quienes veneramos por encima de todo, por quienes nos reunimos para recordarlos y reverenciarlos, cuyas sepulturas nos son sagradas; ustedes fraternizan con el enemigo, se reconcilian con ellos!

Los héroes caídos los miraron asombrados:

—Nada de eso, seguimos odiándonos lo mismo que antes. Lo único que hacemos es cambiar los huesos. No existe ninguna ley que lo prohíba.

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