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Cultura

13 de Diciembre de 2017

Diálogo de un encuentro de Chejov con Korolenko: “¿Sabe usted cómo escribo yo mis cuentos?”

Valdimir Nabokov contaría alguna vez que cuando Anton Chejov y Vladimir Korolenko llevaban poco tiempo de conocerse, aconteció el siguiente diálogo: “¿Sabe usted cómo escribo yo mis cuentos?” -le dijo a Korolenko, el periodista y narrador radical, cuando acababan de conocerse- “Así”. Echó una ojeada a la mesa -cuenta Korolenko- tomó el primer objeto que […]

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Valdimir Nabokov contaría alguna vez que cuando Anton Chejov y Vladimir Korolenko llevaban poco tiempo de conocerse, aconteció el siguiente diálogo:

“¿Sabe usted cómo escribo yo mis cuentos?” -le dijo a Korolenko, el periodista y narrador radical, cuando acababan de conocerse- “Así”. Echó una ojeada a la mesa -cuenta Korolenko- tomó el primer objeto que encontró, que resultó ser un cenicero, y poniéndomelo delante dijo: “Si usted quiere mañana tendrá un cuento. Se llamará El cenicero”.

“Y en aquel mismo instante le pareció a Korolenko que aquel cenicero estaba experimentando una transformación mágica: “Ciertas situaciones indefinidas, aventuras que aún no habían hallado una forma concreta, estaban empezando a cristalizar en torno al cenicero”, describe Nabokov.

El mismo autor de “Lolita” diría de Chejov que “una vez me comentó un editor que cada escritor lleva grabado un número, que es el número exacto de páginas que será el máximo de todo libro que escriba. El mío, lo recuerdo, era 385. Chéjov no hubiera podido nunca escribir una buena novela larga; era un velocista, no un corredor de fondo. Parece como si no lograra mantener enfocado por mucho tiempo el esquema vital que su genio descubría aquí y allá: lo retenía, en su fragmentaria vividez, lo bastante para escribir un cuento, pero la imagen se negaba a conservarse luminosa y detallada, como hubiera sido necesario para hacer de ella una novela larga y sostenida”.

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