Decías: Así no puedes ver y me quitabas la tierra de los ojos.
Y yo te decía: De todos modos no veo, si tengo agujeros en vez de ojos.
Y un día te fuiste y no volviste durante mucho tiempo y yo sabía que estabas con otra mujer. Pasaban las semanas y tú no volvías. Tenía miedo de no verte y por eso no dormía nunca. Por fin volviste a llamar a la tumba, pero yo estaba tan cansada después de un mes sin dormir que no tenía fuerzas para salir a la superficie. Cuando lo conseguí, tú me miraste decepcionado. Me dijiste que tenía muy mal aspecto. Sentí que te desagradaba terriblemente, que tenía la cara hundida y hacía unos gestos muy bruscos.
Te pedí disculpas: No te enfades, no he dormido en todo el tiempo.
Y tu dijiste con voz falsa, tranquilizadora: Ya vez. Tienes que descansar. Deberías tomarte un mes de vacaciones.
Y yo sabía perfectamente qué querías decir con lo de las vacaciones. Sabía que no querías verme en todo el mes porque estarías con otra mujer. Te fuiste y yo bajé a la tumba y sabía que pasaría otro mes sin dormir para estar despierta cuando vinieses y que, cuando llegases al cabo de un mes, estaría aún más fea que hoy y que tú estarías aún más decepcionado.