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Nacional

11 de Marzo de 2018

La pista que une a los maristas con sacerdotes de otras congregaciones

La próxima semana las víctimas de los maristas presentarán una querella por asociación ilícita en contra de la congregación y esta última acaba de anunciar que se querellará contra todos aquellos que incurran en injurias en contra de sus miembros. Es una batalla declarada que tiene en el medio a tres connotados sacerdotes y al actual director del Instituto Alonso de Ercilla, cuestionados por su rol en la trama de abusos. De esto ya se enteró el Vaticano. Que Dios nos pille confesados.

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La noche del 19 de noviembre pasado, Jorge Franco (55) salió del Hotel Fundador, en el centro de Santiago, rumbo a su casa. Mientras manejaba, algo cansado por la maratónica jornada –Franco trabajó en un puesto clave en el comando del excandidato Alejandro Guillier-, recibió un llamado.

-Jorge, murió la mamá-, le dijo su hermana, al otro lado de la línea.

La noticia lo golpeó. Hacía días, había denunciado a través de este pasquín haber sufrido “tocaciones impropias” por parte del sacerdote capuchino Sergio Uribe mientras era alumno del Instituto Alonso de Ercilla.

Pero su relato, reconoce hoy, estaba incompleto.

Luego de la muerte de su madre, un excompañero del IAE, Jaime Concha, quien ya aparecía públicamente como víctima de los hermanos maristas, lo instó para que hablara. “Tu madre ya se fue, no tienes que proteger a nadie”, le manifestó.

Mientras Jorge lo meditaba, recibió una visita inesperada. Héctor Campos, entonces Superior Provincial de la orden capuchina, llegó hasta el comando de Guillier en el barrio Brasil. “Me entregó una carta donde se supone que yo doy una declaración de que no iba a seguir ahondando en estos temas”, sostiene Franco.

La parte de la misiva que debía suscribir Franco –y a la que The Clinic tuvo acceso- comenzaba así: “Los hechos acontecidos y luego la declaración en dicho diario, han sido para mí de mucho dolor y dificultad, por eso, no entro en una nueva redacción”.

-¿Quisieron que firmaras algo para callarte?
-Sí, eso creo. Misma conclusión a la que llegó Jaime Concha cuando se la mostré.

La carta, con la supuesta declaración de Jorge, continuaba: “Esto no pone en duda mi fe en Dios ni en la Iglesia, puesto que estos hechos son de personas puntuales que la Iglesia debe acompañar (…)”.
-Obviamente, no la firmé. Yo ya no creo en Dios- asegura Franco.

Relatos a Scicluna

Jaime Concha fue la primera de las víctimas de abusos en los colegios maristas en mencionar al sacerdote Cristián Precht. Jordi Bertomeu, integrante de la comitiva vaticana encabezada por el arzobispo de Malta, Charles Scicluna, al escuchar el nombre interrumpió brevemente el relato.

-¿Otra vez?- inquirió el sacerdote.

Precht no era un desconocido para la comitiva que visitaba el país para investigar el denominado caso Barros y que accedieron a conversar con las víctimas de los maristas el 27 de febrero pasado. El sacerdote, condenado en 2012 por el Vaticano por “conductas abusivas contra mayores y menores de edad” y apartado del ministerio sacerdotal por cinco años, era un personaje cuya historia fue reconocida de inmediato por los investigadores.

A continuación, Concha relató los episodios de abuso a Scicluna. En ellos reconoce lo que antes había contado a The Clinic en el reportaje “El Oscuro Sótano de los hermanos Maristas”, publicado en octubre del año pasado. Él y otros compañeros -aseguró- habrían sido reclutados para un examen vocacional junto a los sacerdotes Miguel Ortega y Cristián Precht, ambos vinculados en esos años a la pastoral juvenil del Arzobispado de Santiago.

Concha relató a The Clinic que antes de ingresar a estas reuniones debía desnudarse, ponerse una túnica y que Miguel Ortega “hacía huevás raras”. También sintió su “cuerpo violentado físicamente”. “Estuvimos expuestos a estos actos porque Miguel Ortega y Cristián Precht entraban como Pedro por su casa en el colegio, en horas de jornada escolar, poniéndose de acuerdo con un hermano que les llevaba a sus presas para que los abusaran”.

Cuatro meses después de su primera aparición pública en nuestro medio, Concha entregó más antecedentes a Scicluna. En su testimonio, recopilado en el acta de la reunión, agrega que fue “besado en la boca y masturbado”. No queda consignado quién de los sacerdotes habría realizado estos actos.

Otro nombre que saltó al ruedo fue el del exsacerdote Alfredo Soiza-Piñeyro, que dejó el ministerio sacerdotal en el año 2013, luego de solicitar una dispensa de sus obligaciones eclesiásticas, tras conocerse los resultados de una investigación en su contra por la Congregación de la Doctrina de la Fe por denuncias “verosímiles de conductas abusivas con mayores y menores de edad”.

Jorge Franco, quien también habló con Scicluna, reconoce que durante uno de los retiros realizados en las jornadas vocacionales Jaime Concha lo habría despertado a media noche para evitar que el sacerdote lo tocara. “Nos despertó como a las 4 am. Tendríamos unos 13 o 14 años. Nos fuimos al baño. Cuando estábamos ahí llegó Miguel Ortega a retarnos por la bulla que metíamos. Jaime me contó que Alfredo Soiza-Piñeyro andaba ‘corriéndole mano’ a los cabros, y al que encontraba excitado, lo masturbaba. Yo te desperté para salvarte, me dijo”, cuenta hoy Franco.

Al finalizar la reunión, Scicluna les habría prometido elaborar un informe y preparar una recomendación respecto a los hechos relatados dirigida al Papa.

El rol de Jesús Pérez

Jorge Franco ingresó a comienzos de los 70’ al colegio San Antonio, un recinto fundado en 1927 por la congregación capuchina en calle Santo Domingo para alfabetizar a los hijos de obreros del sector. Desde que era un niño, recuerda cómo el hermano marista Jesús Pérez se paseaba por los pasillos de su colegio, distante a pocos metros del IAE.

“Él era español, igual que la mayoría de las monjas de mi escuela. Me acuerdo perfecto de su risa, española, profunda”, rememora Franco.

Como activo miembro de actividades ligadas a la pastoral y por sus buenas notas, asegura, en octavo básico recibió una oferta de Jesús Pérez para postular al Ercilla. “Imagínate, iba a pasar de una escuela pobre a un colegio lleno de actividades extraescolares, olimpiadas deportivas, con colegios de mujeres que estaban cerca, era otro mundo”, recuerda.

El hermano Jesús Pérez, quien se desempeñó hasta el año 1978 como coordinador de pastoral del IAE, reconoce que conoció a Franco, pero que no intercedió para que este ingresara al establecimiento. “La admisión o selección de los nuevos alumnos no era una responsabilidad que me correspondiera”, explica.

Luego de la muerte de su madre en noviembre pasado, Franco asumió la tarea de juntar las piezas del puzle que no había logrado armar en su memoria. “Así empiezan a aparecer ciertas situaciones que se van asociando a todo este cuadro, como por ejemplo, en cosas tan sutiles ligadas a mi ingreso”, asume.

Por ejemplo, para que preparara su prueba de ingreso, el hermano Pérez le entregó a Franco los cuadernos de uno de los mejores alumnos del IAE: Jaime Concha. “¿Fue una casualidad, o hubo una intención detrás?”, se preguntan ambos hoy.

Si bien no se han presentado denuncias contra Jesús Pérez como presunto abusador, los sobrevivientes que se reunieron con Charles Scicluna en febrero sí solicitaron su desvinculación de la congregación marista. Al menos, dicen, mientras se esclarezca su participación en los abusos que dicen haber sufrido cuando eran niños y adolescentes.

El rol de Jesús Pérez, afirman las víctimas, fue el de un “facilitador”. Después de todo, afirman, era él quien los citaba a los “exámenes vocacionales” junto a Precht y Ortega. “Teníamos instrucciones expresas de Pérez de ir a la sala de pastoral, que estaba en el subterráneo del gimnasio, donde Miguel Ortega nos tiraba contra la pared”, recuerda Franco.

Consultado por The Clinic, Pérez, quien actualmente se desempeña como director el IAE, asegura que su eventual rol de facilitador es una infamia. “Niego categóricamente cualquier participación en estos y a través de los abogados he denunciado estas imputaciones a la fiscalía”, aseguró. También pone en duda las visitas de los sacerdotes acusados al interior del colegio. “Definitivamente no me calzan para nada”, añade.

Contactado por nuestro pasquín Cristián Precht reconoció, desde Italia, que sí asistió en más de una ocasión al colegio, pero niega las denuncias de abuso.

Franco insiste en que el hermano Jesús Pérez reclutó a alumnos y se los entregó a los sacerdotes acusados de abuso. “Él era quien nos invitaba a las actividades pastorales, y nos pasaba retirando de clases. Eso empezó a mermar mis notas, hasta un punto en que mis padres decidieron que yo no haría más actividades extra programáticas. Jesús Pérez llamó a mis padres para decirles que era necesario que yo fuera. ¿Por qué hacía eso? Siento que ellos me tiraron a un abismo”, reflexiona.

Asociación ilícita

La eventual participación de sacerdotes de otras congregaciones en abusos en los colegios maristas es una arista judicial que fue anunciada hace algún tiempo por el abogado Juan Pablo Hermosilla, y que en la próxima semana se materializaría en una querella formal por asociación ilícita, según explican fuentes relacionadas al abogado.

En explicaciones a la prensa, Hermosilla detalló que la figura se evidenciaba en el actuar de los abusadores. “No se trata de hechos aislados. Eran individuos que se ponían de acuerdo en las formas, lugares, en el tiempo y a través de los años”, precisó.

Eneas Espinoza (44), otro sobreviviente marista del IAE y firmante de la querella, aporta otro detalle: “todas las familias de chicos abusados compartían algo común, una situación de vulnerabilidad, ya sea económica, afectiva o familiar. De alguna forma nos detectaban –en el ingreso, al conocer a nuestros padres, en los test sicológicos-, hasta que encontraban a uno que decían ‘acá tengo vía libre’”.

Años antes de asumirse como víctima, y a través de una experiencia guiada, Jorge Franco descubrió por qué no podía mirar directamente a los ojos a los hombres con barba. “Ahí apareció su rostro”, recuerda.

El rostro del sacerdote capuchino Sergio Uribe emergió desde un rincón de su memoria y recobró fuerza tras la muerte de su madre.
-Cuando tenía 13 o 14 años, Uribe me invitó a su pieza en los capuchinos, y me obligó a hacerle sexo oral. Quedé atacado, porque él era una figura protectora. Después se me borró todo, lo único que recuerdo es que me fui caminando solo, con un pañuelo en las manos, que no era mío. Nunca le dije a nadie porque, después de una situación así, ¿a quién acudes?- se pregunta hoy.

Finalmente, la carta presentada por la orden capuchina a Franco quedó sin ser firmada. Si bien la congregación reconoció que efectivamente se acercaron a Franco con la intención de comenzar una investigación canónica, la carta enviada, aseguran, era para que él realizara “sus observaciones y modificaciones”, y no para silenciar su relato. “A la Orden no le bastaba quedarse sólo con los antecedentes del reportaje, pero si él estimaba no agregar más antecedentes, no se le puede obligar”, explicaron a The Clinic.

Aunque Franco reconoce que nunca sufrió abusos por parte de algún hermano marista, durante el verano decidió plegarse públicamente a la agrupación de sobrevivientes de la congregación. Las historias de reclutamiento y posteriores abusos es el nexo que permitiría configurar, a juicio de las víctimas, la figura de asociación ilícita.

Los maristas acusaron el golpe y anunciaron esta semana que se querellarán contra quienes busquen denostar o injuriar a personas que formen parte de la institución. La agrupación de víctimas aseguran que es una medida desesperada que busca amedrentarlos. “Los invitamos a pasar de las amenazas al diálogo respetuoso y constructivo para que no se vuelvan a repetir crímenes tan deleznables”, concluye Jaime Concha.

El doctor Jaime Concha, ex alumno del IAE

Jorge Franco acusa de “facilitador” al actual director de IAE

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