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Opinión

13 de Abril de 2018

Sergio Hernández, actor: “Somos el único país donde el agua es privada, eso es aberrante”

El reconocido actor es el coprotagonista, junto a Julio Yung, de la última cinta de Silvio Caiozzi, llamada “Y de pronto el amanecer”, que se estrenó este martes en cines locales, donde interpreta a un chilote vividor, ingenuo y solitario en una historia con tintes de realismo mágico que narra las últimas décadas de nuestro país y que tiene como escenario un paraje hermoso del fin del mundo. Acá, Hernández habla de su visión de Chile y de cómo ve el futuro. El actor no es para nada optimista.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
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Hablemos de tu personaje Miguel en la película “Y de pronto el amanecer”.
-Es el amigo de Pancho (Julio Yung) que lo recibe en su vuelta a la isla luego de 50 años. Es un personaje que, de alguna manera, representa a un chilote que se ha quedado en el lugar y sigue siendo quien fue siempre: un tipo alegre, garabatero, relajado, suelto. Más bien, es un personaje ligero. Pero que con el encuentro con Pancho se revive de alguna manera el drama que hay en esta relación. El personaje es un tipo vividor, solitario también, pero que es amigo de los amigos y conoce a todo el mundo. Un tipo un poco soñador. No es un hombre que uno pudiera decir que es malo, sino que de tonto tomó decisiones que terminaron afectando a su amigo. Es medio ingenuo y manipulable.

La película recrea el Golpe de Estado en Chiloé, pero no de manera panfletaria.
-Eso es lo interesante. En la película está contado Chile. Se habla de 60 años de historia de Chile, a través de situaciones que nos representan e identifican de cómo somos nosotros, cómo es este país, cómo se juega el poder. Todo lo que pasa en esos tiempos del Golpe está planteado menos panfletariamente que muchas otras películas. Siento que es una película con mucha poesía, además ayudada por el soporte maravilloso, como es el paisaje de Chiloé, además que Silvio Caiozzi es muy meticuloso en todo lo que tiene que ver con la fotografía y la imagen. Por eso se demora mucho tiempo en hacer sus películas.

La película dura 3 horas 15 minutos. Larga para estos tiempos.
-Sí. Es muy raro hacer películas largas en estos días. Hay que ser muy atrevido. Silvio lo fue. Volviendo a la idea de contar la historia, lo que SIlvio quería es que fuera sin lugar, sin el pueblito tanto, sino que justamente abarcara el territorio, la nación, Chile. Nunca quiso poner una identificación de lugar, sino que es Chile y para eso se habla de la Patagonia.

La Patagonia no es el fin del mundo, dices en la película.
-Exactamente. Es el principio del mundo, digo yo.
La muerte está presente en toda la película: el padre de Pancho construía ataúdes, hay un funeral de la persona más vieja del pueblo y del mejor amigo, aparece el misterio de la Isla de los Muertos, los muertos en dictadura…

-Eso es Chile.
¿Chile está muerto?
-Ha habido mucha muerte y también mucha muerte gratuita y sin sentido. En la película todo es como extremo. Y a pesar de que hay una historia que tiene un desarrollo, hay una propuesta de entender al país, de entendernos a nosotros mismos. Los chilenos tenemos esta cosa extrema, de fin de mundo, de final. Aquí son los peores terromotos del mundo, pero también hay terremotos sociales que son y han sido horribles. Hay una cosa media abismal en nuestro país. Siempre estamos pensando en que va a quedar la cagá.

¿Y ahora cómo estamos?
-Pésimo. En términos de justicia, este país está muy atrasado. Hay realmente situaciones inaceptables en estos tiempos. Somos el único país donde el agua es privada, eso es aberrante. La distribución de la riqueza ya es el colmo. Que una gente gane 260 mil pesos y otros ganen 260 millones al mes, es una aberración. Íbamos ahora bastante bien con determinadas leyes que estaban listas para ser puestas en marcha, y se están deteniendo.

Como la educación, por ejemplo.
-Exacto. Ahora viene un retroceso. Chile es un país donde todavía estamos demasiados tomados por una parte del sistema que no quiere avanzar respecto al aborto y a la ley de identidad de género. Otros países hace mucho rato están en otra. Estábamos bien y, pah, nuevamente. Estamos en una cosa abismal.

Y culturalmente, ¿cómo lo ves?
-Si hablamos de cultura, tenemos que hablar del hombre, del ser humano, de la mujer y el hombre, eso es cultura. Y, en ese sentido, estamos bastante mal. Hay mucha ignorancia. Los políticos no tienen ni idea. No entienden que con una mejor cultura la gente podría desarrollarse mejor intelectualmente. Y habría menos delincuencia y mejor distribución de la riqueza.

¿Dónde ves esa ignorancia?
-En el comportamiento de la gente. Hay mucha tontera y agresividad. No es agradable el estado anímico de la gente.

Da la impresión que eso es en capital, no en regiones donde la gente es distinta.
-Sí. Es más amable. Tienes razón: Cometemos siempre el error de hablar de Chile cuando estamos hablando de Santiago.

¿Qué nos llevó a esta ignorancia?
-Los años de dictadura fueron importantes en términos de castración. Y el miedo también te reduce, te hace ser menos participativo, te hace no meterte y desconfiar más. Años atrás éramos un país más culto. La gente leía más. Existía la cultura de ser ciudadano.

Ahora quieren sacar las clases de filosofía
-Yo hice un video que me pidieron con un cartelito para que no las eliminen. En este país solo se piensa en educar a gente útil para el sistema, porque es lo que da plata y la filosofía no da plata y hace pensar demasiado. Entonces, peligroso. En otros tiempos, hace bastante ya, no existía esta cosa tan angustiante para trabajar. Quizá ahora somos demasiados, tal vez ahora los intereses son otros y la cosa se materializó demasiado, tal vez todo se puso más caro. Pero también depende de uno. Los actores somos tan dependientes de que nos llamen para una cosa u otra que dejamos de hacer nuestras cosas. Hay que ser más independiente. Uno mismo debe inventar. No estar dependiendo de que te llamen de un lugar u otro.

¿Eres de los que no le gusta el trabajo en teleseries?
-Es que es un mundo bien particular, un poquito solitario, donde cada uno se rasca con sus propias uñas. Al final, la competencia muchas veces no es muy grata.

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