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Opinión

11 de Mayo de 2018

Ximena Riffo, vocera de Ni Una Menos: “Ser mujer en esta cultura es riesgo de muerte”

Las movilizaciones feministas por acoso y abuso sexual en universidades, el caso de Ámbar, las denuncias contra el director de TV Herval Abreu y los 44 femicidios consumados y 115 frustrados en 2017 registrados por el Ministerio de la Mujer, tienen al movimiento feminista en pie de guerra. Acá, la vocera de Ni Una Menos explica sus exigencias y recuerda lo que detonó el origen del movimiento: los groseros y misóginos nombres con los que los bares The Clinic menoscababan a las mujeres.

Gonzalo Oñate
Gonzalo Oñate
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Hoy a las 18:30 está programada una nueva manifestación de Ni Una Menos, esta vez bajo el lema “Contra la cultura de la violación”. Ximena Riffo, adelanta un año movilizado a la vez que recuerda los primeros pasos del colectivo.

¿Cómo surge Ni una Menos en Chile?

Casualmente fue The Clinic quien nos instó a organizarnos por los nombres que les pusieron a unos tragos que denostaban a las mujeres, se llamaban MaracaCaribeña, Maracacuica y otros por el estilo. Esa fue nuestra primera funa. Desde antes, desde siempre en mí habitó este germen del feminismo, donde encontré otro espacio que no tenía que ver con los partidos políticos, sino que tenía que ver con un movimiento y con un tema que me comprometía mucho más la vida, las relaciones, y me hacía cuestionar de todas mis contradicciones y que se complementaba con el trabajo con otras mujeres que empezamos a salir a la calle a denunciar ciertas opresiones.

¿Cuándo fue esto?

En 2015. Funamos los tres locales The Clinic y de ahí se armó una organización con la que empezamos a pensar que en verdad queríamos hacer activismo, salir a la calle, no solamente reflexionar e ir a conversatorios, sino que una cosa mucho más activa. Ahí nos empezamos a juntar con otras organizaciones, como con mujeres del Colectivo Agar, Nicho Ecológico y otras. Las funas fueron nuestra primera forma de expresión hasta que finalmente empezamos a la calle salir los segundos lunes de cada mes. Después de eso ocurrió lo de Lucía Pérez el 2016, que era una chica de 16 años que la empalaron y entre dos tipos la violaron, y también pasó lo de Florencia Aguirre, una niña de 9 años que fue abusada por su padrastro y quemada viva acá en Chile.

Fue una rabia que coincidió con lo que pasaba en Argentina, donde ya se estaban movilizando. Ellas fueron la inspiración orgánica para tomarnos la organización a la que ellas le daban cuerpo. Ni Una Menos tiene una data histórica de la época de ciudad Juárez, donde asesinaron a una poetisa y activista feminista; ahí nace el Ni Una Muerta Más, que después derivó en el Ni Una Menos en Argentina. En Chile se hizo una gran marcha, ahí surgió el movimiento con fuerza y se intentó realizar una especie de coordinación, lo cual no resultó porque hay una intervención muy fuerte de los partidos políticos, como suele suceder en todos los movimientos sociales. Empezamos a tener diferencias con respecto al tipo de organización, hacia dónde íbamos, la radicalización del movimiento, etcétera, y ahí se produjeron algunos quiebres, por ejemplo, en la posición respecto al acoso.

¿Puedes explicar el quiebre?

Fundamentalmente se trata de mujeres de partidos políticos y de organizaciones feministas que se distancian. Fue agotador, por ejemplo, definir el lineamiento político de Ni Una Menos. Era interesante saber si íbamos a ser un movimiento de mujeres feministas anticapitalistas, porque necesariamente el feminismo es anticapitalista, y si también íbamos a ser también antiracistas, abortistas, etcétera. Para llegar a estos principios fundamentales, pasaron varios meses y muchas discusiones. Finalmente, quedamos en una organización con feministas que estamos por organizarnos contra esta violencia extrema que son los femicidios, pero con cosas concretas como aspectos legales, educacionales y otros que tienen que ver con la preparación e instrucción y la denuncia en sí, por mencionar algunos puntos.

¿Es posible disociar el capitalismo del patriarcado?

Son las dos caras de una misma mano porque el patriarcado necesita el capital para justificarse. Para nosotras, las feministas que no pertenecemos a partidos, tiene que ver con el análisis del nacimiento histórico del patriarcado, es decir, es atemporal, está en todas las épocas y en todos lados. Antes, la moneda de cambio eran las mujeres, cuando se hacía un pacto entre una tribu con otra se traspasaban mujeres vírgenes, algo muy asociado con el cuerpo. Esa ya es una forma de capitalismo, pero la moneda ha ido cambiando. A nosotras nos parece inconcebible, por ejemplo, que los hombres de izquierda se digan anticapitalistas sin cuestionarse sus propios privilegios y sus propias conductas.

¿Cómo funciona de Ni una Menos?

Al principio intentamos tener comisiones, existía una de difusión, arte y cultura, legislativa y de acompañamiento. Hoy participamos todas en tareas pequeñas pero realizables que tiene que ver con la difusión, prevención y la educación. Tenemos voceras encargadas de promover temas asociados a la migración y el mundo del trabajo, mientras otras se mueven en esferas académicas, también estudiantes y dueñas de casa.

¿Cuáles con las propuestas de políticas públicas del movimiento?

Se alcanzó a trabajar y se convocó a mujeres importantes dentro del movimiento feminista histórico y acudieron al llamado de Ni una Menos. Ahí se planteó la Ley Integral Contra la Violencia hacia las Mujeres, una ley que provoque acciones concretas para evitar la violencia hacia las mujeres. Se tomó la experiencia de Uruguay, Argentina, varios países latinoamericanos y España, porque hay países que tienen esta ley y fuimos comparando y agregando lo mejor de cada una.

¿Hay países que tienen una propuesta concreta?

Uruguay, por ejemplo. Sin embargo, en Chile existe pero está muy centrada en una ley de violencia intrafamiliar. Entonces al hablarlo en esos términos se invisibiliza la violencia contra las mujeres. Vemos que la ley deja espacio para que las mujeres quedemos desprotegidas respecto a situaciones específicas donde sólo por ser mujeres somos más vulnerables. Sabemos que la realidad en la que estamos insertos ser mujer es un desmedro social porque “vales menos” como persona. Vale menos tu palabra, tus decisiones… las mujeres estamos infantilizadas, no tomamos decisiones… Seguimos sin poder decidir sobre nuestras propias vidas.

¿Cómo se evidencia la violencia a la que haces referencia y que es invisibilizada?

Las mujeres hemos soportado mucho y la cultura patriarcal tiene que ver con eso; recibimos muchísima violencia y eso está sumamente asumido, normalizado. Ser mujer, salir a la calle y llegar hasta tu casa, es para todas, todos los días una situación de riesgo. Hay mujeres que van caminando y las violentan, las asaltan o pasa un tipo en bicicleta y le toca el poto. Ser mujer en esta cultura patriarcal es un riesgo de muerte y eso es lo que queremos cambiar. Las mujeres tenemos que tener un espacio vital de creación, de vida… y para eso necesitas una cultura que no avale la violencia ni esté en esta situación.

¿Qué se viene para este año?

Es un año complicado, si bien los gobiernos anteriores han sido catastróficos para las mujeres porque nunca nos escuchan o porque los cambios han sido muy sutiles, necesitamos que hayan cambios realmente radicales y que tengan una real intención de terminar la violencia contra las mujeres y las niñas. Hay una alerta de género porque nos siguen matando, siguen descuartizando a jóvenes y aún hay muchas mujeres que no se atreven a denunciar. Esperamos que este año exista una especie de encuentro social con los organismos no sé de qué manera, pero en el que finalmente todos pongamos por delante esta lucha. Vuelvo al tema de una cultura enraizada en el capital que no podemos disociar del patriarcado. Esperamos que en el movimiento feminista nos reencontremos todos en un espacio de unidad de acción que nos permita avanzar y no defender lo que hizo el gobierno anterior, que fue sumamente deficiente. Hay que avanzar en conquistas reales hacia las mujeres, que nos dejen de matar, de violentar, acosar y que la cultura, la vida, tenga que ver con el respeto y la dignidad para todas y todos.

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