Opinión
21 de Septiembre de 2018Militantes de RD: “Declararse revolucionario y rechazar la radicalidad es una contradicción hasta biológica”
Parte de la militancia de RD, identificada como “Los Comunes”, decidió escribir una columna para responder a las declaraciones dadas por miembros del partido a El Mercurio. En el texto, apuntan que ciertas camarillas internas, “parecieran intentar jalonear y cerrar un debate por las vías menos democráticas existentes, las de la prensa duopólica”. Además, limitaron el debate sobre el “ala izquierda” al interior del Frente Amplio. “Un partido que se declara revolucionario y desecha la radicalidad, es un aparato de marketing”, disparan.
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Este 20 de septiembre fue fructífero como pocos en cuanto a recados por la prensa dados desde el Frente amplio, posiciones encontradas y aparentes divisiones fundamentales. Declaraciones que no se sabe bien si responden a posiciones individuales o colectivas de ciertos espacios privilegiados de militancia, que buscan imponer sus ideas sobre un debate, que al menos en RD, no se ha dado todavía. Nuestro espacio común surge precisamente para intentar equilibrar la balanza en cuanto al acceso al poder y los medios de determinadas camarillas internas, que parecieran intentar jalonear y cerrar un debate por las vías menos democráticas existentes, las de la prensa duopólica, y entonces volver ese debate asequible a todos y todas, más allá del apellido, los amigos y las comunas de procedencia.
Es este espíritu democrático, el que nos motiva a manifestar una posición de inconformidad frente a las manipulaciones mediáticas y nos impulsa a trasladar el debate desde los medios a los espacios territoriales y a las redes reales de militancia, donde reside la verdadera vocación de mayoría. Y es que nos preocupa profundamente que, de manera reiterada, nuestros debates sean por los medios de comunicación y no por la estructura que, más allá de la evaluación que se tenga, es la que nos hemos dado en nuestra casa común, el Frente Amplio y que estamos convencidos que debemos respetar, mejorar y proyectar sólidamente en función del programa, cuyo plebiscito convocó a más de 16 mil personas, no como atadura, sino como irremediable responsabilidad histórica.
Ciertas o no las cuñas del jueves 20, encima dadas en off, encierran una práctica que va lesionando profunda y paulatinamente el ejercicio democrático de nuestro partido. Y con él a nuestra coalición. Mella las esperanzas, aburre y siembra dudas en todos y todas quienes nos hemos sentido convocados a creer para crear un proyecto político que está abierto al debate respetuoso, al disenso, la diferencia y la unidad de propósito. Un proyecto democrático debe basarse en una comunicación democrática y no andar buscando rendijas -pactos de secreto- con el medio tradicionalmente más representativo del poder oligárquico nacional, cuyo interés permanente es dividirnos para gobernarnos. Nadie gana con la división, al contrario, todos perdemos si no somos una sola voz y en eso, las dirigencias públicas; bancada, dirigentes políticos y directiva, tienen una responsabilidad mayúscula que honrar y que supera cualquier ánimo de protagonismo vano en dos o tres diarios de circulación nacional, eso se comprende o se yerra.
Más aún cuando se personalizan los debates y se pide moderación, so pena de extrañamiento, cual si fuéramos los reyes borbones ante los cuestionamientos del vulgo. ¿Qué mensaje se entrega a la sociedad cuando son nuestros diputados varones quienes interpelan a las diputadas mujeres? ¿Casualidad? En el diario de Agustín, ahora se mezclan con supuestos llamados al orden, más caricaturas del tipo “izquierda que no reconoce la institucionalidad del Estado” que “no congrega mayorías”, afirmando además con total soltura que “RD ya ganó el debate de desmarcarse de posiciones radicales”… Declararse revolucionario y rechazar la radicalidad es una contradicción hasta biológica. Nosotros y nosotras, estamos convencidos de que un partido que se declara revolucionario y desecha la radicalidad, es un aparato de marketing. Y con radicalidad no hablamos de violencia, sino de tener objetivos políticos audaces: transformar el Estado legado de la dictadura a uno que ampare la democracia radical, de masas, anti neoliberal y profundamente revolucionaria, esa menuda notificación es la que nos despierta hoy.
Queremos plantearlo con énfasis: para nadie es un misterio que actualmente ninguna fuerza política dentro del conglomerado del FA es capaz de generar por sí sola lo que generamos en conjunto, esa es la razón de la necesaria unidad que impulsamos. Esto es mucho más que la suma de partes que interesa a la derecha y que se convierten en gráficas que nos diseccionan en Copesa. Ni siquiera el Presidente Piñera, al que hace pocos días vimos saludando a una multitud de cinco personas afuera de la Catedral, supera la deslegitimidad del conjunto político. Por tanto, hacemos un llamado a la humildad y reflexión de la bancada parlamentaria del FA sobre las causas e implicancias de esta crisis representativa y a no abonar el descontento con polémicas estériles, donde quizás la distancia entre la gente y el congreso es uno de los factores que detona dicha falta de sensibilidad respecto de lo que “preocupa” en la calle.
Con todo, creemos vital reconocer que la legitimidad de la institucionalidad del Estado no es una prerrogativa dada, ni menos una razón para el destierro y la fractura en nuestra coalición. Pensamos que sería saludable que todo ciudadano y más aún de una izquierda común y democrática, reconociera como un deber respetar la legitimidad de las instituciones, como un producto colectivo de la Nación, por tanto, nuestra tarea es luchar por profundizar la representatividad de los intereses de las mayorías en dichas estructuras. De la misma manera que no es igual la legitimidad del Estado en dictadura que en democracia, creemos que la legitimidad de esta democracia -tutelada, limitada y blindada por el interés neoliberal- no debiera ser la misma antes que después del Frente Amplio. De nosotros y nosotras depende.
Pero este reconocimiento no es ciego ni complaciente: somos conscientes del profundo deterioro social y político al que nos ha conducido este sistema institucional, cuya piedra angular es la constitución de Jaime Guzmán, inmodificada en estas décadas de democracia restringida y tutelada por los poderes fácticos económicos y militares. Por eso, cuando apostamos a construir una revolución democrática, estamos señalando una vía para transformar este Estado subsidiario -sus instituciones, concepción política y su proyecto- en un órgano de representación nacional de las mayorías, que exprese la voluntad del soberano pueblo de Chile y no de minorías sobrerrepresentadas, un pueblo organizado desde sus territorios y poblaciones para apropiarse de la política y su destino.
No tenemos necesidad alguna, más que el mero capricho lanzado al voleo, de desmarcarnos de posiciones radicales, intentando ser absolutos en el juicio pero débiles en su defensa. Primero, porque ese debate se ha dado sólo de manera fragmentaria en el tiempo y los espacios, y sobre todo porque su instancia de discusión es el próximo congreso estratégico que celebraremos. Segundo, porque no hay ninguna ganancia en desmarcarse de posiciones radicales. Al contrario, para nosotros son necesidades comunes, mayoritarias, son posiciones básicas del pueblo diverso que componemos: cambiar la Constitución; asegurar los derechos a la salud y educación pública; elaborar una nueva estrategia de desarrollo productivo nacional, entre otras medidas. Son cambios radicales a los que no debemos temer si no queremos prolongar y profundizar la crisis del estado neoliberal. Basta de acusaciones cruzadas, basta de intentar representar la voz del partido en debates que no se han dado, basta de pretender empujarnos a prescindir del Frente Amplio desconociendo su potencia creadora sólo porque a algunos pareciera molestarle el control de las bases. Es lo mínimo deseable según nuestra lógica común de construir partido: control social para servir y no servirse.
No queremos concluir sin invitar a todas y todos aquellos militantes y adherentes a construir una Revolución Democrática tan revolucionaria como democrática, profundamente unitaria en los hechos, radicalmente anti neoliberal en las ideas pero profundamente responsable con Chile y su destino en la práctica cotidiana, sin temor al juicio duopólico cuando se es coherente, invitamos a pararse desde una Izquierda Común, solidaria y diversa. Una Revolución dedicada a fortalecer el proyecto que hizo sentido a millones de personas en nuestro país necesita multiplicarse para transformar Chile y hoy, esa esperanza a la que nos debemos, tiene un solo nombre: el Frente Amplio.
Marisol Céspedes, Consejera Política RD.
Pablo Padilla, Consejero Político RD.
Jorge Naveas, Militante RD, Coquimbo.
Pavel Guiñez Nahuelñir, militante RD, Concepción.