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Opinión

16 de Noviembre de 2018

COLUMNA | El caso de Katherine Winter, suicidio social

Más de alguno que supo o leyó el reportaje de The Clinic pudo haber culpado al colegio, a la familia, a los compañeros y compañeras, a la propia Katherine, sin embargo, buscar los culpables ya parece ser algo inútil e innecesario, a menos que identifiquemos a los responsables con el fin de prevenir e intervenir en éste y otros hechos. Creo que señalar con el dedo, más bien tiene como propósito canalizar la angustia que genera una noticia como lo es el suicidio de una adolescente.

Guila Sosman
Guila Sosman
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Hace unos días The Clinic publicó un artículo que relató la difícil, triste y solitaria historia del suicidio de Katherine Winter.

Más de alguno que supo o leyó ese reportaje pudo haber culpado al colegio, a la familia, a los compañeros y compañeras, a la propia Katherine, sin embargo, buscar los culpables ya parece ser algo inútil e innecesario, a menos que identifiquemos a los responsables con el fin de prevenir e intervenir en éste y otros hechos. Creo que señalar con el dedo, más bien tiene como propósito canalizar la angustia que genera una noticia como lo es el suicidio de una adolescente.

Parafraseando a Drukheim, famoso sociólogo y filósofo francés, él señala que no son los individuos los que se suicidan, sino la sociedad a través de ciertos individuos, en este sentido el suicidio sería ante todo es un hecho social. Desde esta perspectiva no es un hecho individual, sino que es un fenómeno colectivo y en el caso de Katherine se ve claramente. Esta muerte viene a mostrarnos algo que sabemos pero que no creemos, que la violencia se expresa transversalmente, sin distinguir clases sociales o nivel socioeconómico. Sabemos, pero no creemos que la violencia afecta mayoritariamente a las mujeres, que el machismo y el patriarcado puede matar, y que la dinámica de la violencia implica que ésta no disminuya, sino que solo aumente, pero cambiando sus formas de expresión.
Una de las formas de manifestarse actualmente es de manera virtual, pero lo virtual nunca ha sido tan real como cuando alguien se quita la vida. Las redes sociales no son virtuales, son reales, al momento de hacer público lo íntimo, lo privado, al cruzar el difuso límite entre lo ajeno y lo propio, especialmente cuando es cruzado para violentar (puede que esto siempre sea violento).

El tormento de Katherine Winter: Amigos y compañeros relatan sus últimos meses

En mayo, la alumna del Nido de Águilas Katherine Winter se suicidó en el baño de un Starbucks, un día después de ser el blanco de una serie de mensajes agresivos en un grupo de Facebook de alumnos del colegio.

Al traspasar y confundir estos distintos ámbitos, se corre el riesgo de destruir al otro, porque se queda sin espacios para ser. Para Katherine todos los espacios estaban impregnados de lo mismo: humillación y acoso.
No son perjudiciales las redes sociales en sí mismas, pero hay que tomarles el peso que tienen, porque están aportando en la configuración de las subjetividades de los niños y, niñas y jóvenes. Así como son parte de la construcción de sus identidades, también pueden ser parte de su destrucción, en la medida en que reproducen la cultura machista y misógina que permean aun las viejas generaciones y sorprendentemente en el caso de Katherine, también las nuevas generaciones.

Estamos entonces ante nuevas generaciones, pero con lógicas que suponíamos añejas y moribundas, que resucitan vestidas de distintos trajes, ocultándose en el entorno social, porque mientras en colegios como el “Nido de Águila” los hombres violentaban a las mujeres, en la calle veíamos tomas y paros de universidades, para frenar los acosos sexuales a las estudiantes.

Estos grupos cerrados y endogámicos no están abiertos a cambios, deconstrucciones ni revoluciones, por lo que las redes sociales son solo espejos de sus dinámicas abusivas.

Esperemos que casos como los de Katherine Winter jamás se vuelvan a reproducir y nos insten a reflexionar, individual y socialmente, porque cuando se suicida una persona, sobre todo un adolescente, todos morimos de algún modo.

Guila Sosman
Psicóloga Clínica Perito Judicial
Académica Facultad Psicología UDP

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