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Cultura

21 de Noviembre de 2018

RESEÑA | “Podemos ser héroes” por Martín Roldán

En “Podemos ser héroes”, Martín Roldán nos habla de prostitución adolescente, de choros, de cárceles, de personajes de la barra, pero insisto; no hace caricaturas, sino que construye personajes. Sus cuentos son un sincero, potente y profundo homenaje a todo ello, a los olvidados, a los marginados, a los “condenaditos”.

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Leí con gran interés – hace poco – “Generación Cochebomba” (2007), un libro que ya acumula más de una década de vida y que quizás sea el texto más difundido de Martín Roldán, autor peruano que ha desarrollado una vasta obra literaria en torno al mundo del Punk, la contracultura y las barras del fútbol en la década de los 80 y 90, en Perú. Leer “Generación Coche Bomba” fue, realmente, muy interesante; la novela lo sumerge a uno en el Perú de esa época y especialmente en el universo del punk de Lima, una cultura y movimiento que fue un verdadero refugio para muchos, en el medio de un contexto social muy duro, con guerrilla, narcotráfico y violencia estatal.

En dicho libro percibí un elemento importante: Roldán construye o presenta en sus textos personajes difíciles, marginales, disfuncionales, algunos con serios problemas sicológicos o emocionales, aun así, como autor, logra que uno quiera o le tome cariño a esos mismos personajes.  No es que Martín apologice respecto del margen, pero sí le otorga dignidad a sus habitantes; el describe esos entornos y a su gente sin hacer una caricatura de ellos, mostrando sus fisuras y sombras, pero también sus sueños, sus luces, sus esperanzas; su humanidad.

Mucho de eso y más lo encontramos en “Podemos ser Héroes”, libro de cuentos suyo, editado y distribuido en Chile por la editorial Estruendo Mundo y donde todos los personajes que aparecen son tratados con la misma ternura. Los niños o preadolescentes que conocemos en el libro – personajes como El Guatas o La Coco, por ejemplo- son seres adorables; uno lees sobre ese niño que ve una fiesta desde afuera, sin participar en ella y recuerda momentos propios. La soledad de ese personaje es como la del chico que aparece en el video de la canción “Bailando solo en la oscuridad”, de Los Bunkers; el texto refleja fielmente los problemas de soledad y adaptación en esa difícil etapa que es la pre – adolescencia. Uno, como lector, se refleja en esos personajes y disfruta las citas a la cultura pop, a grupos como Menudo (esa olvidada boy band en la que nació artísticamente Ricky Martin) o Village People

Un chico que confiesa desde siempre haber sido diferente, gay, y haber soñado con transitar hacia convertirse en una mujer plena, y sus historias de prostitución callejera; ese relato es tan fuerte como lleno de observación y también de humanidad. “Estaba bien, pero me faltaba amor para sentirme completa, porque nunca encontré ese amor”, dice el personaje en un momento y uno piensa en canciones como “Me llaman Calle” de Manu Chao, un músico que también ha sabido observar a los marginados y cantar sobre ellos y a ellos.

Las citas pop y rock siguen en el libro, desde el mismo título que refiere a un tema de David Bowie, bandas como The Clash, The Cure, e incluso una figura tan interesante como Alaska, diva de la contracultura y la movida madrileña, están presentes en el libro.

La profesora de religión exótica a quienes los alumnos llamaban Cindy López es un personaje genial y su nombre refiere a también a un ícono pop ochentero: Cindy Lauper. El personaje de Cindy López – que ha despertado ciertas polémicas en Péru – es también, a su manera, una heroína, volviendo al título del libro y a la canción de Bowie.

El personaje de Nano es increíble también; su infancia, sus artes en el choreo, el relato de su prisión; me pregunto por qué no más autores chilenos rescatan actualmente o construyen relatos basados en este tipo de historias.

El personaje de La Madrina, hincha del equipo Alianza Lima, especie de Virgen de Guadalupe de las barras del Perú, es realismo mágico callejero y contracultural puro; es de lo mejor de un libro en donde la fuerza radica en eso mismo, en el rescate de lo que no se ve o se oculta y pero que es parte nuestra y nos define o marca.

En “Podemos ser héroes”, Martín Roldán nos habla de prostitución adolescente, de choros, de cárceles, de personajes de la barra, pero insisto; no hace caricaturas, sino que construye personajes. Sus cuentos son un sincero, potente y profundo homenaje a todo ello, a los olvidados, a los marginados, a los “condenaditos”.

Algunos autores chilenos, de la poesía y de la crónica, han tenido también esa observación y compromiso: Pezoa Véliz, Lemebel y Redolés. Pero sin duda, ese vínculo, ese relato, ese compromiso, se ha ido perdiendo un poco, con el tiempo, en él arte. Por eso, voces que presenten historias de marginalidad, esquinas, contracultura o gente “subte” (como le dicen en el Perú a los punks), hoy son más necesarios que nunca; este libro de Martín es valioso pues en el encontramos verdad, calle, humanidad, y por lo mismo, belleza.

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