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Cultura

3 de Diciembre de 2018

CUENTO | Punto de ebullición

Por
Oí unos murmullos que venían del fondo del local. Creí que estaba solo, afuera no había fila alguna y tampoco nadie cerca mío dando vueltas. Tomé la toalla que me entregaron en recepción y caminé hasta el jacuzzi ubicado en el pasillo central. Estaba todo oscuro y las voces que creía oír a lo lejos eran opacadas a ratos por una electrónica de mierda, de esa que suena en Divino o en alguna de esas fiestas Taurus.
Lo cierto es que mientras me zambullía pensaba todo el rato en Emilia, habíamos terminado esa misma noche y luego de que me pegara un puñetazo en el pecho decidí salir del departamento que compartíamos para calmar la situación. Todo con ella iba bastante bien, hasta que le fui infiel con Óscar, un personal trainer del gimnasio al que nos inscribimos juntos. Se corrió el rumor de que nos pillaron tirando en una de las duchas luego de entrenar, si bien uno de los auxiliares notó nuestras siluetas mientras yo tenía la cara pegada a las cerámicas y Óscar me daba y me daba. Le prometí a Emilia que no volvería a pasar, nos cambiaríamos de gimnasio y todo volvería ser como antes, retomando incluso la idea de que se volviera a embarazar. Pero no, la cagué feo, no habría una segunda oportunidad.
La música deja de sonar y los murmullos de pronto parecían ser gemidos intensos, de esos como cuando estás a punto de acabar. Decidí salirme del jacuzzi y revisar el lugar, talvez sí habían más personas y no me había dado cuenta. Abro la puerta que está a un costado del pasillo izquierdo del spa y estaba repleto de hombres de todos los colores y tamaños tocándose, unos penetrando a otros y otros, bueno, dejándose masturbar sobre las bancas de madera. El calor era cada vez mayor y de pronto un tipo bastante adulto se me acerca y me empieza a tocar el culo, llega otro y me empieza a hacer sexo oral. Estaba huyendo de Emilia pero también de mis verdaderos deseos, en cosa de segundos éste hombre bien adulto comienza a penetrarme y no fui capaz de decirle cosa alguna, eso no cambiaría el hecho de que estaba siendo parte de una orgía de hombres hacinados en un sauna. Muchos quizá igual que yo, conformes con que lo prohibido quede sellado en cuatro paredes y hierva al límite su apetito sexual, algo así como ocurre con el punto de ebullición del agua al calentar.

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