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Opinión

25 de Enero de 2019

Renato Poblete y Karadima: dos santos

"La estrategia de los seguidores de Karadima ha resultado exitosa para ellos, pues la mayoría del círculo de hierro sigue en plena impunidad. La cercanía del caso Karadima con lo que está comenzando a acontecer sobre Renato Poblete era insospechada. Sin embargo, la proximidad de la parroquia El Bosque con los jesuitas no es nueva. No solo comparten el mismo barrio de Providencia, ya que la ex parroquia de Karadima está a sólo unos pocos metros del colegio San Ignacio, sino también quizás en estos últimos meses se ha hecho mucho más patente el apoyo mutuo que se deben", dice en esta columna Mike van Treek Nilsson.

Mike van Treek Nilsson
Mike van Treek Nilsson
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La canonización del padre Hurtado se debe en gran medida al trabajo que uno de los colaboradores más cercanos de Karadima hizo para promocionar una versión aligerada de su persona, en desmedro de una versión más política y sindical de quien, hasta ahora, es el último ícono jesuita chileno que va sobreviviendo a la ola de denuncias de abusos perpetrados por clérigos.

Es sabido que Fernando Karadima basó parte de su fama de santo gracias a que sus colaboradores divulgaron noticias falsas sobre la relación entre ambos. Por ejemplo, se lee en varios artículos académicos noticias y datos sobre Alberto Hurtado que aparecen «confirmados» por testimonios de Fernando Karadima. Estos datos se encuentran además, contaminando el proceso canónico mismo que llevó a los altares a Hurtado, sin que hasta ahora la Compañía de Jesús los haya desmentido oficialmente.

¿Por qué recurrir a la voz de Karadima para sustentar datos que se conocían por otras fuentes? Es evidente que el testimonio de Karadima no tiene mucho valor para el proceso de canonización, puesto que hay cientos de otros mejores testigos. Es más al contrario: convenía a los discípulos de Karadima traspasar algo de la fama de santidad de Hurtado a Karadima y para ello era útil aproximarlos ideológicamente e incluso físicamente. Recordemos que una de las mentiras de Karadima al respecto era contar que estuvo con Alberto Hurtado pocos minutos antes de su muerte.

Esta operación fue llevada a cabo por Samuel Fernández, uno de los sacerdotes más tenaces en la defensa de Karadima. Aún sabiendo que estos testimonios sobre Hurtado eran falsos, la Compañía de Jesús nunca ha desmentido pública y oficialmente a Samuel Fernández ni a su grupo de seguidores que se dedicaron a diseminar esta falsa conexión en artículos publicados por la revista teológica editada por la misma institución que albergaba las investigaciones de Fernández. Esta práctica, reñida con la ética académica más elemental, tampoco ha sido motivo de una aclaración ni de un cuestionamiento por parte de sus pares académicos ignacianos. A propósito de esto último, la salvedad hay que hacerla respecto de dos sacerdotes jesuitas: uno que enfrentó a Samuel Fernández en la Facultad de Teología cuando éste era Decano y Antonio Delfau, que manifestó su desacuerdo con la desaliñada figura de Hurtado diseñada por él.

En el fondo, el trabajo de Fernández era útil para la canonización de Hurtado y para el prestigio con que intentaban vestir a Karadima; todo indica que era una transacción que satisface adecuadamente a ambas partes y para ello Fernández usó los medios que la Universidad Católica le proporcionó sin visión crítica.

Cuando Karadima fue denunciado, su círculo de hierro salió rápidamente en su defensa. Este círculo escribió cartas al Vaticano para desacreditar a los denunciantes y testificar que nada sospechoso habían visto en su líder espiritual y formador. Así, su fiel seguidor Samuel Fernández escribió que «en estos casi 32 años nunca he visto una acción impropia con intención sexual del padre Fernando Karadima» y que «nunca había escuchado un comentario -ni siquiera en broma- que refiriera una conducta de este tipo».

Sin embargo, esta declaración del 4 de agosto de 2010 contenida en su carta contrasta con lo que él mismo dijo a la ministra Jessica González poco después, que «vio gestos de cariño paternal como besos en la mejilla y golpecitos pero a la altura del cinturón y palmaditas en las nalgas, pero no conductas impropias. El lenguaje usado por el Padre Fernando era de doble sentido, pero coloquial. Refiere que otros sacerdotes le contaron que habían recibido besos impropios», se lee en el fallo de la Jueza. También Verónica Miranda, la primera persona en denunciar a Karadima, señala en una entrevista a Ciper, que el sacerdote Eliseo Escudero -quien recibió la denuncia canónica- verificó que Samuel Fernández reproducía la misma práctica de Karadima de invitar a jovencitos a su habitación en la parroquia donde él era vicario y que lo reprendió por aquello.

La noticia de la denuncia de abuso contra Renato Poblete realizada por una mujer menor de edad -para la época en que los hechos comenzaron a ocurrir- ha provocado que los medios de comunicación le den la voz a sacerdotes y varones cercanos al victimario (Benito Baranda, Pedro Labrín, Felipe Berríos, Fernando Montes). Ellos se han declarado dolidos por el golpe a la figura de Poblete. Varias de estas reacciones se centran en el dolor que esto les causa por afectar a uno de los suyos, un cercano, un ícono jesuita de Chile. Otros cuestionan que la denuncia se haya hecho postmortem y algunos ignacianos varones se declaran «sorprendidos» por una denuncia de este tipo. La tesis de los cercanos es siempre la misma: no tenían noticia del comportamiento sexual de Poblete. ¿Es esto creíble cuando el apodo del cura, según cuentan quienes lo conocieron, era Renato “Polvete”? ¿Qué clase de comunidad serían los jesuitas que no se enteran de cómo son sus propios hermanos?

La estrategia de negar haber visto o conocido las conductas sexuales recuerda la inolvidable respuesta de Pinochet al juez Víctor Montiglio por la Operación Colombo: «No me acuerdo, pero no es cierto. No es cierto y si fue cierto, no me acuerdo».

La estrategia de los seguidores de Karadima ha resultado exitosa para ellos, pues la mayoría del círculo de hierro sigue en plena impunidad. La cercanía del caso Karadima con lo que está comenzando a acontecer sobre Renato Poblete era insospechada. Sin embargo, la proximidad de la parroquia El Bosque con los jesuitas no es nueva. No solo comparten el mismo barrio de Providencia, ya que la ex parroquia de Karadima está a sólo unos pocos metros del colegio San Ignacio, sino también quizás en estos últimos meses se ha hecho mucho más patente el apoyo mutuo que se deben.

Este apoyo mutuo entre El Bosque y los jesuitas pudo haber partido con la admiración que Renato Poblete tenía por Karadima. En efecto, Antonio Delfau relata una situación muy significativa en este sentido: el jesuita cuenta que un documental sobre Alberto Hurtado producido por Canal 13 coloca a Karadima como chofer de la simbólica camioneta verde de Hurtado. ¿De quién fue esta idea? De Renato Poblete, afirma Delfau.

Por Mike van Treek Nilsson, Teólogo independiente

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