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Mundo

11 de Febrero de 2019

La prensa francesa se enfrenta a su propio “Me Too”

La “Liga del LOL” nació en Francia hace diez años como un grupo privado donde influyentes tuiteros se intercambiaban bromas. A sus creadores se les reprocha ahora haber orquestado campañas de ciberacoso contra mujeres, cuyas víctimas han alzado la voz para denunciarlo. Tras ese “LOL” (acrónimo en inglés que podría traducirse por “reírse a carcajadas”), […]

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La “Liga del LOL” nació en Francia hace diez años como un grupo privado donde influyentes tuiteros se intercambiaban bromas. A sus creadores se les reprocha ahora haber orquestado campañas de ciberacoso contra mujeres, cuyas víctimas han alzado la voz para denunciarlo.

Tras ese “LOL” (acrónimo en inglés que podría traducirse por “reírse a carcajadas”), había una treintena de periodistas y profesionales de la comunicación y la publicidad que lanzaron el club en Facebook, y se sirvieron de su influencia en un Twitter todavía incipiente para cargar contra sus “presas” en las redes.

Algunos de esos jóvenes de entonces ocupan una década después puestos destacados en medios franceses, y la misma vía que ellos utilizaban se ha vuelto en su contra, al ser delatados de manera progresiva por las afectadas, en gran parte compañeras de profesión.

La primera en ponerles nombre fue la crítica audiovisual Aïcha Kottmann: “Cambiar está bien. Disculparse ante las personas a las acosasteis estaría mejor. Mi hilo se dirige a todos los miembros de la ‘Liga del LOL’ de la época. Puede que lo hayáis olvidado, pero la gente a la que hicisteis daño tiene mejor memoria”.

Esta respuesta al periodista Alexandre Hervaud, que había defendido indirectamente a los integrantes de ese grupo, detonó una polémica que provocó ya este lunes varias suspensiones de empleo, entre ellas las del mismo Hervaud y del creador del grupo, Vincent Glad, ambos trabajadores del diario izquierdista “Libération”.

Glad ha entonado en Twitter un explícito “mea culpa” en el que dice no ser consciente del daño que hacían.

“El objetivo no era acosar a mujeres, solo divertirse, pero rápidamente nuestra manera de divertirnos se convirtió en problemática y no nos dimos cuenta. Pensábamos que toda persona visible en internet, con su blog, Twitter u otros era digna de burla”, dijo.

Reírse también de hombres no les hizo ver el cariz “profundamente machista” que adquirió la iniciativa, que según una víctima llegó a pasar de las redes a la intimidación física.

Insultos, mensajes denigrantes, fotomontajes o “gifs” animados en los que se pegaba la cara de la chica a imágenes pornográficas formaban parte de sus actuaciones, que inundaban las cuentas de las afectadas.

Una de ellas, la divulgadora científica Florence Porcel, cuenta que se sentía “constantemente vigilada” y que ha organizado su vida desde entonces a partir de ese “trauma”.

Glad precisó a EFE que el grupo dejó de estar activo hace años y que ha sido suprimido “recientemente”. Eso no ha evitado que, en una sociedad más concienciada con el feminismo y menos tolerante con el acoso, se haya visto en el foco en cuanto se desveló su existencia de forma paulatina.

Su grupo no tenía filtro. “Hoy me horroriza ver circular uno de mis tuits de 2013 donde bromeaba sobre la cultura de la violación”, declaró Glad en su mensaje de contrición.

Esta especie de #MeToo del mundo de la comunicación ha hecho además reaccionar al Gobierno.

El secretario de Estado de Economía Digital, Mounir Mahjoubi, ha criticado a esos “tipos que se creyeron los reyes de internet” y ha animado a las víctimas a hablar “porque su testimonio permitirá que madure el internet actual”.

Su homóloga de Igualdad, Marlène Schiappa, ha ido más lejos y ha avanzado que abordará con el Ministerio de Justicia la posibilidad de ampliar la prescripción de los delitos de ciberacoso, que actualmente es de seis años y son castigados con entre uno y tres años de cárcel y hasta 45.000 euros de multa.

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