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Opinión

20 de Febrero de 2019

Axel Gottschalk, director de la Defensoría Popular de Trabajadores: “El feminismo le ha traído un nuevo aire al mundo sindical”

Ad portas de una nueva reforma laboral impulsada por el actual gobierno, el mundo sindical parece no encontrar la unidad definitiva para enfrentar este debate. Conversamos con Axel Gottschalk, director de la Defensoría Popular de Trabajadores, sobre la situación del sindicalismo y las reformas de Piñera: “la CUT no llamó a ningún paro durante toda la negociación de la reforma laboral. Y eso porque optaron por otro camino, el del lobby”.

Jose Luis Fernandez
Jose Luis Fernandez
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¿La flexibilidad laboral que propone el gobierno en su reforma, es un indicio de modernidad como ellos han señalado?

Esta semana salió un estudio de uno de los centros de la Católica que decía que los trabajadores de los deciles más bajos gastan el 30% de sus ingresos en transporte en ir y volver al trabajo. La OCDE ha dicho que un tercio de los trabajadores en Chile gastan sus ingresos en endeudarse para comer. Esto quiere decir que se gana plata a costa de tener bajos salarios en vez de modernizar los procesos y hacer más eficientes las cadenas productivas. Si uno revisa todos los comentarios de informes internacionales de derechos comparados de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), señalan que Chile es como el extremo de una regulación normativa, que es contraria a los derechos de las y los trabajadores. Chile es la norcorea del capitalismo. Hoy día estamos ubicados en un extremo de flexibilidad y que tiene consecuencias claras, como que haya aproximadamente 5 millones de morosos. De cada cien lucas, setenta se van a pagar deudas. Y eso a su vez tiene una serie de consecuencias psicósociales en el nivel de alcoholismo, consumo de fármacos, y enfermedades por estrés laboral. Entonces si uno dice que la modernización es positiva, a la luz de estas cifras y las consecuencias sociales, evidentemente que no. Y es curioso porque Chile ya está en un extremo límite y cuando uno piensa que nada puede venir peor, se extrema aún más. Entonces la flexibilización en realidad lo que ha traído para las trabajadoras y los trabajadores, son pésimas condiciones de vida y de empleo.

¿Cuáles son las flexibilidades que hoy día generan esas condiciones?

Chile tiene uno de los sistemas, que primero a nivel individual, tiene derechos más bajos. El derecho del trabajo se divide en dos grandes ramas: el derecho individual y el derecho colectivo. El individual funciona en base a mínimos que yo interpongo en mi contrato y que son indisponibles para las partes. Estas reformas lo que buscan, la de horario por ejemplo, es que las partes puedan negociar con ciertos mínimos generales. El proyecto lo que dice son “180 horas mensuales”. Pero lo que está demostrado, es que sí yo negocio únicamente con mi empleador, solo e individualmente, siempre voy a perder. Entonces poner normas que son básicas y que debieran ser indisponibles a que las partes puedan negociar, lo que hacen siempre es que el trabajador pierda. El trabajador siempre va a salir vencido.

¿Por qué el trabajador siempre pierde si negocia individualmente?

Porque lo que se entiende en el derecho del trabajo es que no son dos voluntades equivalentes. No es como cuando yo compro una casa y hay un comprador y un vendedor, que están en igualdad de partes. En el caso del trabajo, el trabajador tiene familia y una serie de circunstancias que hacen que esté dispuesto a renunciar a un montón de cosas. Si uno le suma el mercado de trabajo, la explosión de los migrantes, que han hecho que ciertos trabajadores que por posiciones sociales trabajen por un mínimo, por debajo de los ya mínimos derechos del código,eso genera pésimas condiciones.

¿Y en el caso de los jóvenes, por ejemplo, que estudian y trabajan, por qué no les beneficiaría esta flexibilidad que propone el gobierno?

Esto ya se discutió con el Estatuto Joven, y es interesante, porque las mismas organizaciones de los jóvenes plantearon que esa reforma era precarizadora. Finalmente,  las cifras lo que muestran es que los jóvenes son los que hoy día en general, trabajan en la informalidad. En Chile hay como un millón de informales trabajando. Y esos son en general los jóvenes. ¿Por qué? Porque generalmente para entrar a un trabajo se exigen ciertos puntos de experiencia. Y lo jóvenes no los tienen. Desempleados se ven obligados a trabajar de cualquier forma. Entonces los jóvenes son los que menos ganan dinero. Son los que trabajan en peores condiciones, sin contrato. Y por eso las encuestas dicen que los mismos jóvenes, lo que más quieren es más protección, contratos de trabajo. Si yo soy joven y tengo experiencia trabajando, sé que lo peor que me puede pasar es la flexibilización. Porque eso significa un contrato de honorario, sin plazos fijos, sin seguridad social, sin horarios. Y eso posibilita una explotación mucho mayor. Entonces, si bien un tiempo se vendió esta idea de que lo máximo que te podía pasar era como esta “libertad”, como trabajar sin contrato y libre, para las personas que hemos trabajado como jóvenes, nos hemos dado cuenta que ese formato a lo que conduce es a una mayor explotación. En cambio, el contrato te brinda ciertos mínimos y ciertas certezas, como salir a cierta hora o estar contratado por cierto tiempo. Y eso permite programarte finalmente.

El gobierno ha señalado que esta reforma le permitirá a los trabajadores empoderarse frente a la automatización. ¿Estás de acuerdo?

Lo que pasa con la automatización, es que podría ser una muy buena noticia para los trabajadores y las trabajadores. Porque en el fondo lo que permite es que con tecnología se haga más eficiente el proceso productivo. Y eso lo que permite es que yo trabaje menos tiempo. Las máquinas van a reemplazar trabajo humano, pero eso permite que las mismas personas trabajemos por menos tiempo. El problema es que como en la forma básica de sobreexplotación que hay en Chile, eso no va a ser así. Sino que lo que se va a instalar finalmente, es que la automatización, para lo que va a servir, es para que se pierdan trabajos. En vez de mantener a los mismos trabajadores con el mismo sueldo, dado que las máquinas permiten que ellos produzcan lo mismo, lo que van a hacer es que van a despedir gente. Entonces el problema de la automatización no tiene que ver con las condiciones del empleo, sino con cómo yo empleo la tecnología que permite hacer más eficiente a los proceso productivos.

Esas consecuencias de la automatización, ¿no son un efecto natural?

No necesariamente. Si yo tengo un proceso con 10 hombres que ganan $500.000, y trabajan 45 horas a la semana. Y tengo robots que reemplazan cierta parte de ese trabajo humano, lo que yo podría hacer, es mantener a la misma planta de gente, con el mismo sueldo, trabajando menos tiempo, y que las máquinas reemplacen parte de ese trabajo. Y eso, estaría en la línea de lo que la OCDE le ha dicho a Chile, que es de los países que más trabajan y que menos ganan. Hay una sobrecarga en el trabajo. Entonces la tecnología podría servir como una variable para mejorar esas condiciones. El problema es que cuando la tecnología se usa solamente pensando en la acumulación más fácil, lo que yo voy a hacer es que van a despedir gente o van a bajar los sueldos. Ese es el conflicto profundo. La tecnología en sí misma no es mala.

Respecto de las indemnizaciones que propone el gobierno y tanta polémica género la semana pasada. Uno de los argumentos de que ha usado el gobierno es que este cambio beneficiaría a los trabajadores por ejemplo, con el tema de las renuncias. Ya que con el modelo actual quedan atados a un lugar de trabajo. ¿Estás de acuerdo?

En realidad yo diría que en un contexto de muy bajos derechos, como los colectivos, los individuales en general se incumplen, y eso es un rasgo más en Latinoamérica. Tenemos leyes laborales que ya son bajas y que además en Chile están extremadas y que ni siquiera se cumplen. Entonces que en este contexto, se desregule aún más uno de los pocos derechos que los trabajadores tienen, es bien grave. Si lo que les preocupa son los trabajadores que renuncian, lo que se podrían hacer es aplicar la misma causal y extenderla a la renuncia. Es decir, yo te voy a pagar, ya no solo cuando te despida, sino que cuando renuncies. Si el interés legítimo del gobierno fuera proteger a los trabajadores que renuncian y se van sin indemnizaciones, lo que podrían hacer es que la causal que ya existe, extenderla a cuando yo renuncie. Entonces, ¿por qué si lo que yo quiero es beneficiar a la gente que renuncia, para que no se vaya sin ninguno, hago que la gente que ya tiene ciertos años trabajados, se le reduzca eso a la mitad?

¿Qué crees que empuja la reforma a las indemnizaciones?

Tiene que ver con algo que ha pasado harto en los tribunales, y es que los empleadores sistemáticamente están perdiendo las causales por despidos injustificados y tienen que pagar los años y el recargo del 30% que la ley exige. De hecho, El Mercurio publicó cifras de que los juicios se ganan en un 80%. Entonces claramente aquí lo que hay no es una agenda de preocupación por el trabajo o los trabajadores, sino por los empresarios que están sistemáticamente perdiendo cuando despiden gente.

Se quiere legalizar la figura de grupos paralelos a los sindicatos. ¿Por qué afecta a los trabajadores una medida así? Considerando que no todos están sindicalizados.

Aquí es interesante ver que Chile tiene uno de los sistemas más extremos y de más bajos derechos colectivos. El punto es que ese sistema se basa en algunos pilares. Y dentro de esos pilares, una cuestión clave y que viene desde José Piñera, es el paralelismo sindical y la atomización sindical. Eso significa que ojala hayan muchos sindicatos en cada empresa y además de los sindicatos hayan otros órganos, como estos grupos que negocian. El problema de eso, y esto es antiguo, es como del Arte de la Guerra: divide y vencerás. La atomización y el paralelismo sindical, lo que generan es debilidad a la hora de negociar colectivamente, de plantear huelgas, de plantear conflictos colectivos. Entonces en ese sentido, incluso la OIT, que es una organización internacional, le ha dicho a Chile que en principio el órgano que tiene que negociar, que tiene que tener la titularidad sindical es el sindicato. Y sólo donde no exista sindicato, debiese existir un grupo que negocie. En cambio aquí se insiste con esta norma, porque lo que se está haciendo en definitiva, es defender el plan de José Piñera, que es mantener muchos sindicatos. Chile no tiene una tasa de afiliación sindical tan baja. Hoy día ronda el 14%, que en términos de números no es tan malo. Lo que es super grave, es la cantidad de trabajadores que negocia, que es sólo un 8% en Chile. Y ese 8% negocia por un 1% del reajuste. Eso no es nada, no cubre ni el alza del pan. Entonces tenemos un modelo que debiera servir para que los trabajadores negocien mejores condiciones, que no está sirviendo para nada.

 

¿Qué opinión te merece esta revisión de los servicios mínimos en casos de huelgas?

 

Yo creo que ahí hay una cuestión súper clara, los tratados internacionales que están firmados por Chile y obligan a nuestro país, y así lo ha dicho nuestra Corte Suprema en reiteradas ocasiones, obligan a que se entienda que la huelga es un derecho fundamental. Y un derecho fundamental implica que tiene que respetarse como el objetivo o el núcleo central de lo que ese derecho expresa. Y eso es poder parar la empresa para poder tener mejores condiciones para negociar mejores condiciones de vida. Eso está consagrado en el derecho internacional.

 

Pero el caso de las empresas es distinto al de los servicios mínimos, como un Hospital. ¿No deberían operar estándares diferentes?

 

El tema es que el problema de origen es de la reforma de Bachelet. Lo curioso es que el plan laboral de José Piñera, es una ley de quórum simple. La Concertación con la mayoría que tenía, podía instalar cualquier reforma modificando el plan laboral de José Piñera e instalando, ni siquiera posturas extremas o ultra comunistas, sino las posiciones de la OIT. ¿Qué fue lo que el gobierno dijo que quería hacer? Que no puede haber un reemplazo interno, ni externo en la huelga. Pero el gobierno de Bachelet, nadie sabe por qué, teniendo mayoría en el Congreso, decide echar pie atrás con eso. Y si bien dicen que no habrá reemplazo en la huelga, instalan esto de los servicios mínimos.

 

Y los servicios mínimos en la legislación comparada existen, en la OIT existen, pero son para casos extremos. Si yo tengo un hospital y paraliza completamente, se va a morir la gente. Entonces es razonable que si yo tengo servicios mínimos, que ciertas enfermeras y médicos se mantengan trabajando para que la gente no se muera. Pero lo que pasó en Chile es que se amplió esa causal a cualquier empresa. Entonces nosotros tenemos por ejemplo, empresas del retail que dicen que servicios mínimos son las cajeras que cobran las deudas. Porque sí la cajera no está, la gente no puede pagar sus deudas. Y eso lo hacen pasar por servicio mínimo. Entonces hay una mala utilización de instituciones que lo que buscan en definitiva, es que la huelga sea inocua, para mantener el sistema estable y que los trabajadores sólo negocien por el 1%. Está demostrado que los países que tienen muchos sindicatos, poca unidad sindical, y procesos para negociar que no son por ramas, sino que están muy fragmentados, y que sus huelgas están afectadas por instituciones como el reemplazo, generan desigualdad finalmente. Porque yo no puedo pelear al interior d mi empresa por las utilidades.

 

 

  • En Chile existen cuatro centrales reconocidas por la Dirección del Trabajo y una quinta central “clasista” no reconocida. ¿Cómo pueden los trabajadores hacerle frente a reformas que los podrían perjudicar eventualmente con ese nivel de dispersión y fragmentación?

 

 

Primero, señalar que hay una cuestión súper profunda y que escapa a lo que los sindicatos decidan, que es un sistema que produce fragmentación. La cuestión es cómo se combate. Yo creo que hoy efectivamente hay un modelo sindical que está en crisis, pero eso no necesariamente es malo. Porque lo que está en crisis, creo yo, es el sistema sindical o el modelo sindical de la transición. En realidad de la dictadura, mantenido y fomentado por la transición. Y ese es un sindicalismo muy vertical, muy de intentar negociar con el empleador, muy poco combativo. O sea, las herramientas de lucha del movimiento obrero, como la huelga, fueron dejadas de lado por muchas negociaciones y lobby. Mucha intervención de los partidos del gobierno en el mundo sindical. Poca autonomía de los empresarios y del gobierno. Y también mucho machismo. Ese es el modelo que está haciendo crisis.

 

¿Qué consecuencias le ha traído a los trabajadores ese sindicalismo?

 

La consecuencia es un retroceso en los derechos de los trabajadores. Con el mismo tema que ahora estamos discutiendo sobre las indemnizaciones que antes eran sin tope. Ahora son por 11 años. Y con esta reforma vamos por la mitad. Entonces uno ahí ve un retroceso. En un país que ya está en un extremo de pocos derechos laborales. Aquí si alguien ha venido ganando son los empresarios y sus políticas, de la mano de los gobiernos de la Concertación y de la derecha. Y creo que la crisis de la CUT expresa eso. La gota que rebalsó el vaso fue la última reforma laboral. La CUT no llamó a ningún paro durante toda la negociación de la última reforma laboral. Y eso porque optaron por otro camino, el del lobby. Porque la CUT estaba comprometida con sectores que estaban dentro del gobierno.

 

El sábado 16 de febrero, La Tercera publicó una nota donde las otras centrales criticaban a la CUT. ¿Estás de acuerdo con eso?

 

Lo que La Tercera hizo fue ocultar que lo que ha crecido no es el mundo sindical hacia la derecha, sino que un nuevo estilo de sindicalismo. Y ahí hay un fenómeno interesante, como lo que está pasando con el feminismo que está convocando a una huelga el 8 de marzo. Fíjate que la huelga es la herramienta histórica del sindicalismo obrero en el siglo XIX y XX. Y los sindicatos tradicionales ya no hablaban de huelga, hablaban de paro nacional. También está el mundo portuario que atravesó el conflicto más grande en 25 años. Ahí vimos una nueva generación de dirigentes sindicales que conducen el conflicto muy apegado a sus bases, con democracia sindical. Y eso empieza a dar cuenta de que se está articulando algo distinto. En el cobre que era un sector con crisis sindical de hace mucho tiempo, a través de lo que empezó a hacer el Frente Minero y el Congreso Minero, que se agrupó, ya no en torno a cuestiones burocráticas, sino entorno a las huelgas, la solidaridad y los procesos de negociación colectiva. Entonces si uno ve el cobre, el puerto, el feminismo como una arista transversal, y además las posiciones clasistas que se expresan en órganos como la Central Clasista, que más importante que el órgano mismo, es la tesis que están planteando, que es retornar a los principios básicos del mundo sindical, como la solidaridad, la organización, la lucha y un sindicalismo que ya no esté pensando en la burocracia por el poder, sino que esté pensando en cómo mejorar la vida de los trabajadores.

 

Cuando la Central Clasista convoca una marcha paralela a la de la CUT, ¿están empujando a la unidad del mundo sindical?

 

Yo creo que si uno pregunta a toda la gente que lucha y se organiza en el mundo sindical, la unidad es algo querido y deseado. La idea de central única es algo que todos queremos. El problema es, ¿unidad en torno a qué? Porque la unidad en sí misma no dice nada. Porque si tenemos unidad para ceder derechos laborales, para entregar la fuerza de trabajadores a gobiernos que no están con nosotros y que nos quitan derechos, esa unidad no sirve porque beneficia al sector empresarial. Construyamos un proceso de unidad, pero unidad en torno a cuestiones básicas como son: pelear por los derechos de los trabajadores; recuperar formas de lucha tradicionales como la huelga y también otras novedosas; el feminismo tiene que ser algo importante, porque quienes están alimentando más a los sindicatos son las mujeres y no los hombres. El viejo sindicalismo relegaba a las mujeres a roles de secretariado. Hoy día el nuevo sindicalismo lo que está apostando es a un rol clave del feminismo, de reconocer el trabajo doméstico como trabajo. Y la pregunta es, ¿quiénes van a estar en torno a eso y quiénes no? Yo creo que esta coyuntura es una buena oportunidad. Ya se demostró en la reforma pasada que para la CUT el lobby fue una derrota.

 

¿El lobby como estrategia perdió definitivamente?

 

Pensar que la mejor forma de ganar mejores derechos era sentarse entre cuatro paredes sin fuerza en la calle, negociando y apostando a la buena voluntad de los ministros, que finalmente cedieron ante el lobby empresarial fue una vía. Y esa vía trajo menores derechos. Una reforma que tenía todas las condiciones, con un gobierno con alta aprobación en ese minuto, con mayoría en el Congreso, con la CUT, o sea todo para hacer una reforma laboral positiva. Y no estamos hablando de algo comunista, sino de consagrar principios básicos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Chile tiene que hacer honor a los tratados internacionales y los convenios que tiene firmados. Había que consagrar la huelga como derecho, negociación colectiva por rama y una sindicalización fuerte. Y eso no se hizo. Entonces hoy día frente a esta reforma, ¿cuál es el camino que se escoge?

 

¿Ves con optimismo este año para la unidad del mundo de los trabajadores?

 

Yo veo que la unidad es un camino que va a tomar cierto tiempo. Pero siento que lo que hoy día está pasando es positivo, porque se están instalando tesis que fortalecen al mundo sindical. La tremenda crisis que se atravesó en los 90′ y en los 2000, los sindicatos retrocedieron, perdieron y se fragmentaron. Hemos venido perdiendo sistemáticamente. Y lo que está pasando en los últimos cinco años, es que se está cuajando una tendencia en el mundo del trabajo distinta, que va a contrapelo de esta tendencia neoliberal, del sindicalismo transicional y vertical. Lo interesante es que se está mostrando una voluntad general de los trabajadores por enfrentarse a sus condiciones. Hay un punto en el que el trabajador chileno dice “esto ya no es posible, vivir de esta forma, endeudado, con el miedo a que me despidan constantemente”. Enfermos, alcoholizados, ya no es posible. La solución para eso es organizarse y pelear. Y los sindicatos están asumiendo eso.

 

¿Cuánto vale para el mundo sindical la huelga del 8 de marzo?

 

Yo creo que el feminismo y las mujeres organizadas interpelan al mundo sindical. La tendencia antigua, que es burocrática, machista y transicional, seguramente no atenderá este llamado. Y van a considerar que el feminismo no tiene nada que ver con el sindicalismo y el trabajo, y será una fecha más para ellos. Pero en cambio, hay otra tendencia sindical, que es esta nueva que está creciendo y que sí entiende que el feminismo es uno de los ejes centrales. Y, por lo tanto, asumir cuestiones como el trabajo reproductivo y el trabajo doméstico como trabajo, valga la redundancia, y que esa cuestión esté no solamente como una fecha distintiva, sino que empiece a ser incorporado como una práctica constante en los sindicatos. Para mí es una fecha importante a los ojos del mundo sindical, porque interpela dónde se ubica cada uno. Y hoy día son las mujeres las que están ingresando a los sindicatos y ocupando cargos importantes. Cada vez hay más presidentas sindicales. Entonces, eso está mostrando que el feminismo le ha traído un nuevo aire al mundo sindical.

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