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Nacional

8 de Marzo de 2019

Humor a golpe de viñetas para combatir el machismo

Si hablar de política y criticar al Gobierno islamista turco es ya de por sí complicado por la creciente represión de los medios, lanzarse a hablar del aborto, de los asesinatos machistas o del divorcio, requiere en Turquía de una dosis extra de coraje. Coraje, y buen humor.

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“Pero cariño, no te estoy apuñalando ni te he matado, como hacen otros hombres… ¿Qué más quieres de nuestro matrimonio?”, le espeta un hombre a su esposa mientras la abraza, en una caricatura publicada en la revista satírica turca Bayan Yani.

Si hablar de política y criticar al Gobierno islamista turco es ya de por sí complicado por la creciente represión de los medios, lanzarse a hablar del aborto, de los asesinatos machistas o del divorcio, requiere en Turquía de una dosis extra de coraje. Coraje, y buen humor.

“El objetivo de la revista es empoderar a las mujeres a través del humor. El humor libera a las personas”, comenta a Efe Ezgi Aksoy, una de las autoras de Bayan Yani, una revista mensual que, sirviéndose de la larga tradición de sátira social y política turca, se rebela contra el machismo.

Bayan Yani, podría traducirse como “Al lado de una mujer”, en irónica y crítica referencia a la aún existente discriminación por sexos en los autobuses de larga distancia, en los que hombres y mujeres no pueden sentarse juntos.

Justo este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, la revista cumple ocho años lanzando cada mes su mensaje de aire fresco y libertad, y su crítica contra los tabúes, el sexismo y el machismo.

“El primer paso para lidiar con los tabúes es dejar de tomarlos en serio. No veo un método mejor que el humor para combatirlos”, añade Aksoy.

“El tema de la revista es la igualdad entre mujeres y hombres. Eso implica crítica política, hablamos de los problemas de las mujeres y de las causas que lo provocan. Hacemos reír, sí, pero lo fundamental aquí es hacer pensar”, comenta, por su parte, Günay Batur, una de la diez ilustradoras de la publicación.

Mediante una docena de personajes, la revista refleja situaciones cotidianas que viven, y sufren, las turcas: desde las mujeres modernas de la metrópolis Estambul, a las campesinas conservadoras de la Anatolia profunda.

“El público de la revista son mayoritariamente mujeres, pero luego seguro que la comparten con sus novios, con sus colegas o sus hijos”, señala Batur.

Actualmente la revista tiene una tirada de 10.000 ejemplares mensuales.

En sus páginas hay historias inventadas, pero también sátiras sobre noticias de actualidad que ironizan sobre las medidas del Gobierno del islamista Partido de Justicia y Desarrollo, o sobre la presión de las autoridades religiosas sobre las mujeres.

Además de meter el dedo en la llaga de algunos tabúes, Bayan Yani, como el resto de revistas satíricas turcas, es uno de los últimos espacios en Turquía en los que se puede hacer crítica política.

Con más de un centenar de periodistas en la cárcel y la inmensa mayoría de medios de comunicación en manos de empresas cercanas al Gobierno, este tipo de publicaciones se han convertido en casi la única alternativa de información para muchos turcos.

“Hemos llegado a un punto en que tenemos problemas para que nos lleguen algunas noticias de lo que está pasando en Turquía. Ahora nos enteramos de muchas cosas a través de las redes sociales o de las revistas satíricas”, explica a Efe la ilustradora Ipek Ozsuslu.

Sin embargo este tipo de publicaciones no están exentas de presión por parte de las autoridades. Un ejemplo es el del caricaturista del diario opositor Cumhuriyet, Musa Kart, sentenciado a tres años de prisión por unas viñetas sobre el Gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan.

La oficina de la revista satírica Leman, una de las más importantes del país y que pertenece al mismo grupo que Bayan Yani, fue atacada tras el fallido golpe de Estado de 2016, tras publicar una portada que mostraba a civiles y militares golpistas como peones de un juego entre poderes mayores.

“Hay una larga tradición de revistas satíricas en Turquía, pero ahora es más difícil trabajar que antes. Hay que elegir las palabras con más cuidado, si no quieres acabar entre rejas”, comenta Batur.

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