Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

17 de Marzo de 2019

La redención de Katherine Orellana: “Me mandé tantas cagadas que es lógico que no me crean”

Hoy la “Morenaza de Rancagua”, uno de los rostros del primer ciclo del programa de talentos “Rojo, fama contrafama”, tiene 36 años y una historia personal que daría para cualquier serie en Netflix y que recuerda la época más oscura de Gloria Trevi o Alejandra Guzmán: Drogas, penas de amor, alcoholismo, frustraciones laborales, un matrimonio fallido, violencia doméstica y un litigio que terminó cuando su madre ganó la custodia de Facundo, su hijo de 6 años. Tras una intensa rehabilitación, busca reinventarse junto a su nuevo manager Melitón Vera -ex de Américo- y encauzar un camino que ha tenido luces y sombras.

Valentina Collao López
Valentina Collao López
Por

“Mi mamá me empezó a encontrar rara, empezó a tener dificultades conmigo. Ahí yo no podía decir: ‘no, no está pasando nada’, porque sí estaba pasando. Así fue como mi mamá, por proteger a Facundo, decidió ir a tribunales para tener la custodia y para que yo tuviera una rehabilitación. Eso se lo agradezco hasta el día de hoy, porque no sé si de otra forma podría haber dicho basta”. Así identifica la cantante Katherine Orellana, uno de los momentos más críticos de su historia personal, esa de la que hoy se siente orgullosa de mirar con distancia.

Ese pequeño de seis años es por estos días una de las principales motivaciones de la “Morenaza de Rancagua”, para reimpulsar su carrera junto al ex manager de Américo, Melitón Vera.  Con él se siente valiente y respaldada para emprender una carrera músical que ha estado en stand by por ocho años y que tuvo como máximo logro su paso por la segunda generación de “Rojo fama contrafama”, donde alcanzó el cuarto lugar.  

Mientras estuvo en la vitrina del programa de talentos sacó sus únicos dos discos -”En ella”(2004) y “Sigo viva” (2005), que la llevaron a recorrer gran parte de Chile y que más tarde fueron el soundtrack de fondo de una sucesión de hechos complejos para la rancaguina: Manejo en estado de ebriedad, fiestas, penas de amor, alcoholismo, frustraciones laborales, violencia doméstica, un matrimonio fallido y una adicción a las drogas que empezó a tratarse el día en que su madre ganó la custodia de su hijo Facundo, son parte de los hitos en la vida de Orellana que hoy se convierten en inspiración para retormar una carrera intermitente.

Hoy transita entre Santiago y la casa de su madre en Rancagua para estar al lado de su hijo y al mismo tiempo, impulsando un camino musical que a veces se ve cuesta arriba. En entrevista con The Clinic, el ex rostro del programa busca talentos aborda su pasado, habla de su recuperación, también se refiere al nuevo Rojo y al clasismo, ese del que asegura, no ha sido víctima.

ROJO

El lunes 14 de enero, la cantante volvió a su casa televisiva y al programa que la vio nacer: “Rojo”. Con otro animador, otro equipo y otro eslogan -”El color del talento”-, Orellana tuvo un breve paso por la edición veraniega del espacio juvenil. Estas fueron sus reflexiones:

¿Cómo se sintió volver a Rojo?

No es lo mismo, porque por ejemplo, los chiquillos tienen coach, tienen salas de ensayo, tienen hasta manager, los maneja el canal, les mueve sus eventos. Nosotros no teníamos coach, no teníamos manager, teníamos que andar así con cualquiera que nos ofreciera un evento, aperrar. A veces nos cagaban, entonces no había como un rigor de cuidarnos a nosotros como imagen. Siento que con ellos han hecho bien la pega, la que podrían haber hecho con el Rojo antiguo. Podrían haber habido más semilleros de la música chilena, pero no lo tuvimos. En cambio ellos sí lo tienen.

Igual tengo la impresión de que ustedes fueron más populares ¿o no?

-Claro, por ejemplo, ellos no tienen una cuestión que nosotros teníamos, que era el cariño incondicional que nos tenía la gente y cómo se desarrollaban las historias cuando las contaban en televisión. En nuestro caso, había una parte periodística super trabajada y siento que ahora no está tan acabada. Como que se preocupan más de la imagen que puedan dar cada uno de los niños para conseguir campañas publicitarias o canje. Creo que el punto de vista es más lejano. Recuerdo que iban con las cámaras, nos visitaban en las casas, querían saber nuestra vida.

Claro, estaban más preocupados de las historias.

Claro, como la persona antes que el artista, ahora es  el artista antes que la persona.

¿Y prefieres alguna modalidad?

En términos de profesionalismo, lógico que el de ahora. Por ejemplo, partamos de la técnica que tienen los chiquillos, tiene un escenario maravilloso con led, donde se abren puertas, se cierran, una escalera gigante. El lugar es ideal para hacer musicales, nosotros no teníamos ni retorno en el piso para trabajar, entonces es súper diferente.

¿Sentías mucha nostalgia previo a volver a Rojo?

Más que nostalgia se siente como “qué grande estoy” o “qué vieja estoy”, ¿cachai? Pero se siente rico poder volver, no sé si a las raíces, porque no es lo mismo, pero sí que te puedan valorizar como artista o como personaje que estuvo en la televisión y te tengan como un ícono de lo que fue el programa, entonces eso es bonito.

NUEVO CAMINO

Durante un periodo la tele fue más protagonista que la propia música. ¿Qué fue lo que te hizo encausarte otra vez en tu carrera?

-He querido dedicarme a mi prioridad, que siempre ha sido la música. En noviembre me puse a trabajar con Melitón y su productora, entonces ya estaban todas las fechas cocinadas, no había mucho festival que tomar. Así fue como se nos presentó esta oportunidad en la televisión, que era buena para mostrarse un poquito en pantalla, para que la gente entendiera que estoy trabajando en un nuevo proyecto, que estoy haciendo música. Era como para contaminar, por decirlo de alguna forma, a la gente y que se empape de esta buena racha. En ningún caso voy a preferir la televisión antes, siempre la televisión va a ser un aliado de mi carrera, porque yo soy cantante e intérprete, entonces allá quiero dirigir todas mis energías. Hay mucho que trabajar, porque hace más de ocho años que no saco un disco.

¿Extrañabas la música?

-Claro que sí. Imagínate, yo estuve en un proceso de rehabilitación de un año y medio, entonces estuve muy alejada de la música por todo lo que conlleva la parte emocional, qué se yo, por las historias y también de la televisión, pero cuando retomé, junto a Melitón, nos enfocamos en que la prioridad siempre fuera la música. En ese sentido siento que el Melitón Vera está puliendo este diamante.

¿Cómo te estás preparando para dar el golpe?

-Estoy trabajando con Leo García, tengo un buen manager, tengo propuestas, gracias a dios, de televisión, que pueden ir asumidas después cuando ya tenga el single, porque cómo me voy a gastar y pasearme por todos los canales, otra vez. ¿Hablar de qué?, sería a hablar un poco más de lo mismo, entonces como que siento que tengo que ir con algo, con un single y obviamente que la televisión te sirve para poder mostrarlo. Igual, el objetivo más grande es entrar a la radio y en las plataformas digitales.

¿Cómo surge esta alianza junto a Melitón Vera, ex manager de Américo?

-Tuve que conquistarlo -risas-. Lo que pasa es que hace mucho tiempo decidimos trabajar. Yo, como andaba un poco dispersa, no quise entrar al cuento este y Melitón tampoco se quiso arriesgar. Después de mi proceso de rehabilitación fuimos conversando, le fui aclarando cómo estaba, él tiene contacto con mi mamá, con el centro de rehabilitación que estoy yo, o sea, es un manager al 100%.

¿En qué ves ese apoyo?

-Porque en Chile hay managers que, y qué feo que lo diga, pero que cortan la cola, son más productores, no manager. Él me ayuda. No sé po, estoy arreglando mi dentadura, y él está invirtiendo; necesito comprarme ropa, él invierte; necesito plata para esto, él invierte, siendo que yo no estoy haciendo ningún ingreso aún. Él está invirtiendo en mí porque cree en este producto. Meliton está haciendo un trabajo de hormiga conmigo, así como lo hacían a la antigua: invertir en el artista, ir a las radios, hacer convocatoria de prensa, ir a la televisión, enfocarse siempre en la música. Tengo muy buena alianza con la tele, pero siempre enfocándose en la música. Él me está poniendo productores musicales, arriendo de estudio, clases de talleres musicales, entonces hay todo un trabajo detrás donde hay una inversión.

EL PASADO

Oye, y entendiendo como la historia que tienes, lo que ha ocurrido desde tu salida de Rojo en adelante. ¿Te ha sido difícil, por la historia que tienes, retomar la confianza con la gente, con los productores, con managers, con ex compañeros, etcétera?

Absolutamente. O sea, el hecho de estar trabajando con Melitón ha generado que los productores tengan confianza en mi trabajo, porque muchas veces dejé botada pegas y no asistía, por mi irresponsabilidad y por mi inestabilidad en ese momento. Él en este momento es la cara visible de este producto, entonces, a él le creen.

¿Cómo podrías resumir en hechos todo lo que pasó durante estos ocho años?

Pucha cuando salí de rojo, tuve mucha pena. Me vino tristeza por no estar en televisión, de que se había terminado el programa y que era un formato que estaba muy agotado. No lo logré entender. De pronto estaba metida en el alcohol y la droga, donde tuve malos amigos y malas juntas. Después tuve una relación donde me casé y ese fue un error porque estaba muy vulnerable. Una persona que es vulnerable y está en un proceso de rehabilitación no debería comprometerse ni tomar decisiones tan importantes como el casarse, pero sin embargo yo lo hice. De todas formas no me arrepiento.

Estuviste involucrada en una relación violenta, que además incluye consumo de drogas, ¿de verdad no hay algo de lo que te arrepientas?

-No me arrepiento. O sea, si tuviera que retroceder el tiempo, lógico que tomaría mejores decisiones. De todo lo mal que lo pasé con respecto a esta relación tóxica, con respecto a estas adicciones, con respecto a no saber para donde va la micro, me sirvió para encajarme ahora como persona, como que tuve que desarmar y armar otra vez. Por lo menos ahora ya estoy clara quién soy, qué es lo que quiero y qué es lo que no quiero en mi vida. Las personas que quiero a mi alrededor, que amistades busco para el día de mañana, que quiero para mi hijo, que necesito yo como mujer, lo que necesito como hija, como artista. Sé para donde voy.

¿Qué aprendiste de todo esto?

-Que el sufrimiento y el dolor te ayuda a madurar muchísimo, porque hay un dicho que se dice que no importan las veces que te caigas, importa como te pares, y a mi me suena muy lógico, porque me costó pararme, y créeme que es un trabajo diario, entonces sé que esto va a ser para el resto de mi vida.

¿Tuviste algún episodio más revelador de esta crisis que estabas viviendo?

-No te podría contar qué episodio fue más grave o que episodio fue menos grave, sino que es un conjunto de cosas que pasaron en mi vida y que gracias a ese conjunto de cosas yo puedo decir que no quiero eso, mirar para atrás y decir: sabes qué, no lo volvería a hacer ni cagando. O si pudiera retroceder el tiempo, lo haría, pero es lo que me tocó vivir y uno tiene que aceptarlo.

¿Toda esa aceptación fue fruto de la terapia?

-Cuando uno entiende la aceptación personal, se perdona, y cuando uno se perdona no vive con una culpa. Yo ya no tengo esa culpa de decir: puta que la cagué. “El pucha” ya no existe en mi vida. Lo hice, sí, pero me perdono. No sabía lo que estaba haciendo, porque nadie se manda cagadas por querer mandárselas. Obviamente hay una inconsciencia de no saber qué es lo que viene después de eso, entonces, yo aprendí en mis terapias a perdonarme, a avanzar, a aceptar que las cosas ya están, que no puedo hacer nada al respecto, que no puedo cambiar nada, sino que puedo girar mi vida desde ahora en adelante con esta enfermedad, con estos sacrificios, con estas dificultades, con los papás que tengo y con lo bello que también tengo en la vida, que es mi hijo.

Volviendo al tema de la confianza que te mencionaba antes, ¿cómo retomaste la relación de confianza con tu mamá? Porque me imagino que tú también, cuando te quitó a tu hijo, estabas recelosa, ¿o no?

No, sabes que no, porque en ese minuto necesitaba ayuda.

¿Y eras consciente de eso?

Súper consciente. Necesitaba ayuda pero no la pedía, entonces, la relación de confianza con mi mamá es de todos los días.

¿No se perdió en algún momento esa confianza?

-No, se pierde, absolutamente, si estamos hablando de una persona adicta, entonces, a lo que voy yo es que todos los días trabajamos la confianza. Yo creo que siempre puede haber dudas, porque es una enfermedad: van a estar alerta, siempre. No te podría decir que la confianza está al 100%. Sí sé que hay un amor al 100%, pero siempre yo creo que los papás o los amigos pueden sentir desconfianza.

O van a estar incrédulos al menos.

-Claro, o sea, con quién andas, dónde andabas. Si no contestas el teléfono van a pensar mal. Entonces, son cosas que por lo menos ya entiendo, no me afectan. Antes me afectaba, decía: “¿por qué no confían en mí?”. Pero si miro para atrás, me mandé tantas cagadas que es lógico que no me crean, si me mandé cagadas desde los 19 años. No, hay que esperar el tiempo que sea necesario y seguir haciendo las cosas bien.

Profundizando un poco el tema de la adicción, ¿tú te acuerdas del momento en que ingresas a este mundo, este universo de las drogas, de los amigos, del carrete, del alcohol?

-No te podría decir porque no te das cuenta cuando ya estás empantado, y no sabes en qué momento te metiste ahí.

Entonces, te reformulo la pregunta. ¿En qué momento te diste cuenta que estabas empantanada?

En el momento que mi mamá me demanda en tribunales para quitarme a mi hijo.

¿Y en ese momento tú decides empezar la rehabilitación sin vuelta atrás o tienes recaída en el camino?

-No, sin vuelta atrás.

¿Ahí cortas relación con tu marido?

No, ahí pasó un proceso, que no alcanzó a ser de más de cinco meses donde tomé la decisión de dejarlo porque no me convenía, me restaba. Entrar en detalles no me suma tampoco. Estoy super bien sola, contenta de haber tomado la decisión de vivir este proceso sola. Me tuve que reencontrar conmigo.

¿Cómo fueron esos procesos de terapia? ¿Había negación?

No, son terribles, porque tu no quieres. En las adicciones está el tema de no comunicar. Es muy difícil decir lo que sientes y menos comunicar lo que te está pasando en el consumo. Entonces fueron sesiones complicadas porque hay un desarme. Te desarman, te explican cosas y tú empiezas a hablar. Te enseñan algunas herramientas y tienes que aplicarlas: empezar a decirte a ti misma, hablar con tu niña interior… Cuando uno es niño no sabe las cosas, es lo mismo que pasa cuando eres un adicto, porque tampoco sabes para dónde te estás metiendo. Entonces empiezas a decir: “no, esto pasó porque yo soy malo, porque soy hueona, porque soy fea, porque soy tonta”. Y no, no existe. Es porque no sabías. Y gracias a eso yo me perdoné y dije: no me voy a culpar toda la vida por algo que no sabía. Y ya no lo hago, entonces avanzas y empiezas a procesar, internalizar de que tienes que aceptar lo que te tocó y cuando lo aceptas, lo liberas.

¿Y cómo fue esa asimilación?

-No te puedo explicar en palabras, pero cuando lo aceptas es como que, te sacaste la mochila. Ya no vives con esa culpa y te perdonas. Sigues caminando con la frente en alto y puedes construirte, pararte, hablar del tema.

¿En algún momento tuviste miedo de volver atrás?

-No, siempre estuve convencida. ¿Sabes por qué? Porque como te decía, uno se refuerza tanto en las terapias, que cuando te viene el sentimiento de ganas de consumir o algo, tú vas y haces una terapia y te desahogas, pero a mí nunca me dio un craving.

¿Qué es eso?

El craving son las ganas de consumir. A mí nunca me pasó ese estado, como que la parte física no la sufrí.

¿No sufriste angustia?

Nada. Gracias a dios nada, porque hay personas que se lo sufren todo, pero yo, gracias a dios, me refugié tanto en el llanto, ahí fue mi descanso. Siempre lloré mis penas, lloré mis rabias, lloré mi frustraciones, entonces como lloraba, siempre me desahogaba y con eso me estaba liberando y soltando. Entonces nunca guardé, nunca me lo guardé, porque las personas que sufren estos craving son personas que siguen guardando, que se siguen maltratando. Que son crueles consigo mismos, se echan la culpa. A mí me pasó absolutamente lo inverso, solté, solté, solté, yo creo que estuve más de diez meses puro llorando.

¿Cuáles fueron las culpas de las que te fuiste liberando?

No sé si culpas. Culpas no son, pero sí el hecho de haber consumido, saber que se me había pasado la mano, de haber llegado al estado que llegué, de haberme empantanado, de haber decepcionado a mi mamá, de haberme farreado mi carrera, de estar farreándome a mi hijo, de que ya la gente que estaba alrededor no me creía. Todas esas culpas se transforman en una gran culpa, entonces eso trabajaba todos los días.

Usaste una palabra que quiero ahondar en ella. Hablaste de autoestima, de que quizás tu autoestima en ese momento no estaba. ¿En qué radicaba esa crisis con el autoestima?

Yo no creo que una persona adicta te pueda decir en qué radicaba el autoestima, porque cuando te estás desarmando en proceso de tratamiento, te das cuenta de que nunca la tuviste, pero nunca te diste cuenta en el consumo. Tu consumo quizás hasta te subía el ego, porque eras el más buena onda, el más chistoso, porque enganchabas en todos lados. Pero eras incapaz de mirarte al espejo, tus amigos eran incapaces de decirte “vamos al cine” o “vamos a tomarnos un helado”. Cuando estabas mal sentimentalmente hablando, no existía una convicción de contención, entonces después te refugiabas en la droga. Después entendí: “chucha, no me amaba”, “no me quería”, cómo permitía, no sé po, que me gritara cierta persona o cómo dejé de cuidarme.

LA GORDITA PICARONA

Cuando tuviste la crisis, el tema fue súper mediático, saliste en matinales de varios canales. Se habló y criticó mucho. Tengo la impresión de que la televisión tiene categorías de personas: que cubrir tu sufrimiento es mucho más despiadado que, por ejemplo, lo que puede ocurrir con rostros que han tenido crisis mediáticas como Martín Cárcamo, Álvaro Salas, Daniela Ramírez, Sigrid Alegría o Katherine Salosny, por mencionarte algunos casos. Y creo que ese tratamiento tiene que ver con el clasismo que hay en la tele. ¿Tú lo has vivido, lo has sentido así?

-Siento que pasa en todo tipo de pega. O sea, si un trabajador de empaque se manda una cagada, lo pueden echar, pero si se la manda el gerente general, lo van a cuidar. No creo que sea por clase social o discriminación, porque no me siento discriminada para nada, igual, antes no tenía a nadie que me aconsejara: “oye, no des cuñas aquí”, “no hables esto”, “no hagas esto”. Yo lo hacía porque pensaba que estaba en lo correcto, pero más agrandaba la bola de nieve, pero si yo hubiese tenido el equipo correcto como lo tengo ahora, estoy segura que no me hubiese pasado lo mismo, pero eso, insisto, no es clasismo, si no que es la importancia de un equipo de trabajo detrás.

Te lo pregunto, porque tu compañera de Rojo, hoy tremenda cantante nacional, Mon Laferte, ha dicho en muchas oportunidades que se tuvo que enfrentar al clasismo mientras construyó su carrera.

-Lo que pasa es que uno pone los límites. Yo no puedo decir si es verdad o mentira lo que le pasó, porque fue ella quien lo vivió. Y si así fue pucha, que lástima. Pero yo no viví nunca viví ningún tipo de clasismo, al contrario, yo pude destacarme como “La gordita picarona”, pude destacarme como “la chica de la feria”. O sea, le saqué provecho a esa etiqueta de mi vida, no fue así como: “oh, qué pobrecita”.

¿Eso no lo sentías como algo malo?

-No, como bullying no.

No es como que hayan potenciado esa imagen justamente para transmitir la diferencia de oportunidades, sino que tú misma la aprovechaste para ser más reconocida.

-Sí po, lógico. Yo creo que en algún punto, a la Mon también la quieren mucho porque saben del origen humilde tiene. Entonces, siento que puede haber un poco de recelo, uno en cualquier trabajo siempre queda con las ganas de ser un poco más, pero yo aprendí en la vida que uno hace lo que tiene que hacer y aceptar lo que tiene que hacer en su momento.

—-

Una semana después de realizar esta entrevista, el pasado 4 de marzo, la cantante Katherine Orellana fue detenida por Carabineros en la ciudad de Rancagua, debido a que tenía una orden de detención pendiente por conducción en estado de ebriedad del año 2016. El hecho, una vez más fue comidillo de matinales y diarios, donde se habló incluso de recaídas de la cantante.

A través de un comunicado, su equipo descartó cualquier evento del presente y que esta detención respondía a un episodio inconcluso del pasado.

Katherine lleva hoy un año siete meses de rehabilitación por consumo de alcohol y drogas.

Notas relacionadas