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Cultura

5 de Mayo de 2019

La kermesse de Los Prisioneros cantando “Sexo” en un colegio católico

Para nosotros, que éramos sólo unos muchachos perdidos en un país cada día más revolcado, el evento significó la posibilidad de pensar que todo podía ser, que los jóvenes chilenos podíamos pensar, irresponsablemente a veces, en muchas cosas y planificar y conseguir aquello que estábamos comenzado a percibir que sí sería posible.

Por

*Por Luis Campos, Doctor en Antropología. Docente de la Escuela de Antropología de la UAHC y del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR).

Un 30 de abril de 1986, hace 33 años, la directiva del primer centro de alumnos elegido por voto popular en el Colegio Hispano Americano (CHA), organizó el recital de un emergente grupo de rock chileno llamado Los Prisioneros. Todos sabíamos que 1986 era el año decisivo. Luego de que se iniciaran las protestas en 1983, se esperaba que ese año por fin se acabara la dictadura. Participando de las marchas que se multiplicaban por doquier y de las luchas estudiantiles, nos habíamos sumado a la ola de democratización que debía inundar Chile a partir de entonces. Por lo mismo, durante todo el año 1985 y apoyados por la última directiva elegida con votación indirecta, luchamos por elecciones universales en donde sufragaran todos los estudiantes desde 7º a 4to Medio. No se si entendíamos la transcendencia que esa situación podía tener, estando en medio de la dictadura y con una oposición manifiesta de muchos apoderados, los cuales no veían con buenos ojos ese proceso eleccionario. Pero los curas vascos que administraban el colegio no se intimidaron y autorizaron que se realizaran las campañas y la votaciones. Y ganamos.

Desde ese día comenzamos entonces a vincularnos con los otros centros de alumnos secundarios que luchaban por la defensa de la educación pública en un Chile que se volvía cada vez más desigual. Y si bien Los Prisioneros recién lanzarían Pateando Piedras unos meses después, ya representaban en ese tiempo las inquietudes de esta juventud que, habiendo crecido en dictadura, exigía nuevos espacios de libertad. Y ahí estábamos nosotros, que sin ser tan pobres y sin sentirnos tan prisioneros, nos sumábamos a ese cambio que vivía entonces la sociedad chilena.

Mezcla de ingenuidad naif y delirios de grandeza por el éxito conseguido en la elección, nos dedicamos a pensar durante semanas qué es lo que podríamos hacer para legitimar todavía más los cambios que vivíamos y fue ahí cuando alguien de la directiva sugirió hacer un recital con Los Prisioneros. Debo reconocer que aun cuando era el Presidente del Centro de Alumnos, no fui el de la ocurrencia. Es más, mis gustos musicales andaban cerca de Eduardo Gatti, Napalé, Eduardo Peralta, Silvio Rodríguez, Hugo Moraga, Los Jaivas y Congreso y más allá de Soda Stereo, no escuchaba música que no fuera directamente de protesta. Por eso fue que cuando me dijeron Los Prisioneros, tenía sólo una vaga idea de quienes eran y qué cantaban. ¿La voz de los 80? ¿Quién mató a Marilyn? ¿Sexo?. De todas maneras, la deliberación fue rápida y se acordó contactar al grupo y definimos fecha: 30 de abril. Al respecto años después dije lo siguiente:

“Les recuerdo que 1986 era el año en que caía Pinocho. Y a los mensos se nos ocurrió hacer el recital el 30 de abril. Víspera de 1 de mayo en el año más combativo que tuvo Chile, con cacerolazos, cortes de luz y todo lo demás. Ese si que fue un acto revolucionario. No sabíamos en la época que abril solo tenía 30 días.‬ (Luis Eugenio Campos Muñoz).

“Para ser precisos el recital en las canchas de basquetbol del viejo Colegio Hispano Americano fue el 30 de abril de 1986 y el trío estaba en su apogeo (aún Under) porque en septiembre de ese año recién sacaron el Pateando Piedras. Esa noche como Centro de Alumnos hicimos el primer recital al aire libre que se recuerde en el colegio y ganamos mucha plata porque fue mucha gente al recital. Hay muchas anécdotas de ese día y recuerdos. Sólo diré que fue un gran día‬. (Richard Olate Saavedra).

Pero todo había comenzado semanas antes cuando una delegación del Centro de Alumnos en donde estaban Carlos Ortíz y Alejandro Atisha se reunieron en el Drugstore en Providencia con el manager de Los Prisioneros y acordaron así la realización del recital:

“También recuerdo que cuando fuimos al Drugstore parecíamos la Carmela de la Pérgola de las Flores jaja, entre cagaos de nervios y sin saber que hacer. Nos atendió el manager y cerramos muy bien el trato”.‬ (Alejandro Atisha Awad).

O como dice otro protagonista de esa historia frick:

“Y he de decir que el pago total fue de 99 mil pesos de la época. Se subieron al escenario luego de los teloneros de la banda del colegio que incluía a Varios próceres y los prisioneros tocaron el álbum La Voz de los 80 completo y se fueron sin ni un bis”. (Richard Olate Saavedra).‬

Durante dos semanas planificamos todo con lujo de detalles. Nos pareció que el auditorio del colegio era muy pequeño para el evento y como dice Richard Olate, por primera vez realizamos un evento en las canchas del Hispano. Hicimos un afiche sin foto que solo decía Los Prisioneros, 30 de abril, 21:00 Colegio Hispano Americano y sacamos muchas copias desde la fotocopiadora del mismo colegio, administrada por el famoso Padre Pérez, con su chistes y sus naranjas de la china. Y salimos a pegarlas por el barrio, una delegación fue al María Auxiliadora, otra al Divina Pastora y cuánto árbol y poste que encontramos quedó con un afiche en hoja carta y escrito a mano. De la misma manera contactamos a la Embotelladora Andina y ellos pusieron el escenario y nos dieron bebidas para vender en consignación, por lo que había que ser muy estrictos y no perder ni una sola fanta para ganar dinero. Al respecto se recuerda una pequeña anécdota de la noche:

“Le digo al turco Atisha, quién se encargaba de las lucas, que nada de estar regalando las bebidas a los amigos, como eran a consignación, las terminaríamos pagando nosotros… Bueno, unos minutos antes de que comenzara el recital, me manda a llamar “urgente” el mánager de Los Prisioneros… Llego a la sala que habíamos habilitado como camarín y me llega el reclamo… –Cómo es que al grupo no le dan ni una bebida… Ese cabro nos dice que tenemos que pagar primero…–”‬ No me aguanté la risa… me recagué de la risa… Les llevé una java y les pedí disculpas… Esa noche sentí que estábamos bien protegidos financieramente… El turco Atisha era el hombre..!‬ (Carlos Ortiz)

Movilizamos a todos nuestros compañeros, ya que la Directiva había sido conformada por estudiantes de segundo, tercero y cuarto medio y distribuimos las diferentes tareas. El Loco Climent, con un tremendo palo “tutor de árbol”, se encargó de la seguridad y el turco Atisha, de la recaudación. Yo quedaba libre para ir supervisando las diferentes actividades y no hubo tema o actividad que no fuera previsto, todo orientado a tener una gran noche:

“Me acuerdo perfecto de ese día, no podíamos creer que estuvieran ahí tocando, que cagadas nos mandamos ese día”‬ (Jesus Soto Palomares).

‪Pero no todo fue fácil. Los Prisioneros que deberían llegar a las 20:00 para preparar todo, recién vinieron a aparecer como a las 20:45 y el Loco Climent salió a recibirlos amenazante con su palo, mientras que yo puteaba nada menos que a Jorge González, el que disculpándose se dirigía raudamente al escenario para afinar y preparase para el recital.‬‬

Como dice otro protagonista:

‪”Una noche inolvidable. Recuerdo que llegaron en una citroneta cargada con sus equipos en la parrilla! !!!. Notable”.‬ (Gonzalo Figueroa)‬‬

‪”No se olvide además… El hito de estar cantando “Sexo” en un colegio religioso… El comienzo del destape..!!”.‬ (Carlos Ortiz).‬‬

Y todo pudo suceder porque finalmente el recital se dio sin ningún problema. Duró dos horas exactas, se cantó La Voz de los Ochenta completa y la energía, si bien amenazó con cortarse varias veces y se sentían a lo lejos las ya cotidianas sirenas que auguraban una dura noche de pelea con las fuerzas policiales, Los Prisioneros concluyeron su espectáculo, abandonaron el escenario y se fueron raudos en la misma citroneta en la que habían llegado, con sus 99 mil pesos, cansados de tomar Coca-Cola y con un show más en el cuerpo. En septiembre de ese año lanzarían Pateando Piedras y a partir de entonces sería imposible tenerlos nuevamente en un recital como el que dieron ese día en el Colegio Hispano Americano.

Para nosotros, que éramos sólo unos muchachos perdidos en un país cada día más revolcado, el evento significó la posibilidad de pensar que todo podía ser, que los jóvenes chilenos podíamos pensar, irresponsablemente a veces, en muchas cosas y planificar y conseguir aquello que estábamos comenzado a percibir que sí sería posible.

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