Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Poder

8 de Mayo de 2019

La oposición en Venezuela y el golpe que no fue: Falta pueblo (Parte I)

Después del golpe de Estado fallido, encabezado por Juan Guaidó y Leopoldo López, Venezuela entró en una suerte de dimensión desconocida, un lugar que podría ser el comienzo de todo o nada, un país híper noticioso cuyas imágenes inundan la prensa mundial, pero ¿qué pasa realmente en Venezuela? Patricio Fernández, -quien ha investigado de cerca la crisis venezolana-, fue a reportear para The Clinic y esto es lo que vio.  

Por

Por Patricio Fernández, desde Caracas

“El martes 30 yo llegué a la Carlota a eso de las 6am” – me contó uno que, por motivos de seguridad, pide que aquí callemos su nombre-. “Apenas llegué le di un abrazo a Juan (Guaidó),  y mientras lo abrazaba me dijo: ‘tú, tranquilo, que está todo cuadrado`”. En realidad, no se encontraban dentro de la base aérea, sino en la avenida que le pasa en frente, y hasta allí fueron llegando esa madrugada otros parlamentarios jóvenes de los que se lanzaron a la arena pública durante las marchas del 2007 y que hoy constituyen una clase política de recambio a la que los más viejos llaman “tigritos”. Según contó un fotógrafo ahí presente, entre quienes llegaron a dar su apoyo a la asonada varios iban armados. En Venezuela no es nada raro tener armas.  En el Altamar, uno de los buenos restaurantes de la capital, hay un cartel a la entrada que dice: “PROHIBIDO PORTAR ARMAS DE FUEGO Y/O MUNICIONES EN ESTE ESPACIO”.

Prácticamente sólo Juan Guaidó y Leopoldo López, que hasta ese día se hallaba con detención domiciliaria, conocían el plan de Golpe de Estado y el nombre de las supuestas autoridades civiles y militares que se sumarían dándole la espalda a Nicolás Maduro. Leopoldo, desde ya, había sido liberado ni más ni menos que por Cristopher Figuera, el director del Sebin (Servicio Bolivariano de Inteligencia), organismo a cargo de su vigilancia. Figuera había sido nombrado en el cargo apenas unos meses atrás por el propio Nicolás Maduro a quien hoy, con un discurso muy confuso, le sigue declarando lealtad. Una extraña lealtad, porque al mismo tiempo asegura que “Maduro es un hombre bueno” y lo insta a llamar a elecciones. Según él, su entorno está lleno de ladrones. En estos momentos, Cristopher Figuera se encuentra, según el mismo ha dicho, “en algún lugar del mundo, a buen resguardo”.

“El camino lucía simple –aseguró Luz Mely Reyes, directora del medio electrónico Efecto Cocuyo-, desde el Tribunal Superior de Justicia se activaría con una sentencia, de seguidas el general Vladimir Padrino López y otros altos mandos de las Fuerzas Armadas solicitarían a Maduro su renuncia, y todo sería respaldado el 1 de mayo con la salida de los ciudadanos en una épica que no dejaría lugar a dudas”.

Desde fines del mes de febrero, cuando con la excusa del ingreso de la ayuda humanitaria se esperaba que un importante contingente militar desertara en Cúcuta para pasarse a las filas de la oposición (lo que no sucedió), que “se comenzó a penetrar en el entorno de Maduro, tanto del lado civil como del militar, según una decena de fuentes políticas, diplomáticas y del entorno castrense”. (El País, 5-5-2019)

Las cosas, sin embargo, no sucedieron como estaba planeado. Ese martes 30, ya con el sol en alto y sin recibir los apoyos esperados, comienzan a escucharse tiros y a caer bombas lacrimógenas, y Guaidó decidió partir a la Plaza Altamira, lugar de reunión emblemático de las fuerzas de la oposición. Ahí, sin embargo, se encontró con una serie de problemas logísticos, porque desde hace algún tiempo, me cuenta uno de su círculo cercano, que tienen dificultades para contratar amplificadores y tarimas. “El gobierno –me dijo- hostiga a quienes prestan este servicio para que no trabajen con nosotros”. También botaron las redes sociales. De modo que Guaidó tuvo que subirse a un camión y hablar por un megáfono. Muy pocos escucharon lo que dijo ahí: que permanecerían en ese sitio, que no buscaban la confrontación, que se trataba de persuadir a la fuerzas armadas para que cambiaran de postura. La idea era, a continuación, avanzar por la Avenida Francisco de Miranda hacia el oeste, hacia el centro, “pero entonces comenzó la represión y tuvimos que retirarnos”.

Lo cierto es que no sólo falló el apoyo militar, sino también el ciudadano.  Al día siguiente, 1 de mayo, la población estaba convocada para salir a la calle, pero la respuesta fue mediocre. Según dijo Guaidó al concluir esa jornada, hubo 97 concentraciones a lo largo del país, 78 heridos, 89 detenidos y dos muertos –van 271 asesinados desde que comenzaron las protestas-, pero yo llegué a Caracas esa mañana y antes de almorzar recorrí los puntos de Altamira y Santa Fe (donde habló Guaidó), y si bien había gente, no era nada parecido a una multitud. El golpe había fallado, pero era de suponer que si los venezolanos estaban con él, saldrían ese día a defenderlo y ratificarlo, por millones, hasta llenar las calles y no dejar lugar a dudas de que esta historia llegaba a su fin. No fue así.

La burguesía y El usurpador

El día del intento de golpe salió poca gente, el 1 de mayo salió un poco más, el jueves y el viernes los caraqueños se quedaron en sus casas, ¡nunca salieron verdaderamente!, porque el sábado 4, día en que Guaidó los había invitado a reunirse en distintos puntos de la ciudad para llevar a las puertas de los cuarteles una carta en que le pedían a sus uniformados tomar las banderas del pueblo, casi nadie respondió a su llamado.

“Gloria al bravo pueblo/que el yugo lanzó”,  me dijo una mujer en la plaza Washington, donde esa mañana había casi tantos periodistas como manifestantes. “Gritemos con bríos/ Muera la opresión” continuó entonando con ironía el himno patrio venezolano. A otros de los presentes les pregunté por qué creían que había tan poca gente, y unos me dijeron que por miedo, pero todos concordaban en que aquellos que debieran estar colmando las calles se habían ido del país. “Fíjate en quiénes estamos aquí”, me ordenó una señora de moño y delantal, “sólo viejos y niños; nuestros jóvenes partieron”.

Yo, sin embargo, noté algunas cosas más: que el gobierno tiene poco apoyo, pero sólo hay una minoría dispuesta a dar la pelea. En los comedores de las poblaciones que visité tiempo atrás, el equivalente a nuestras ollas comunes de los años 80, el descontento que vi era sin militancia. Los pobres venezolanos llevan mucho tiempo siendo pobres, y si bien ahora están peor, no parecen dispuestos a inmolarse por un futuro en el que desconfían. A muchos se les ve “al agüaite”. Lo poco que tienen podrían perderlo si se la juegan políticamente. El gobierno les reparte las cajas CLAP y si un matrimonio se maneja con viveza cada uno de los miembros de la pareja puede conseguir la suya. Es posible que una de estas cajas se la vendan a un bachaquero de esos que administran el mercado negro, y con esos bolívares hagan la cola para comprar un pollo estatal, de los que cuestan varias veces menos que uno del mercado normal, y lo vendan para adquirir los vegetales más baratos del momento, y así sucesivamente. “Muchos se están acostumbrando a este tipo de vida parásita”, me explica don Carlos Peña, el chofer de la van en que me movía por la ciudad, a quien desde el primer momento y para sorpresa suya llamé “El Rector”.

Quienes más han perdido, son los miembros de esa clase media que hasta no muchos años atrás tenía carro y acceso a múltiples bienes de consumo. Hoy, raramente se pueden tomar una cerveza. Ocho cervezas suman un sueldo mínimo. Con sus ingresos no les alcanza para nada y de no ser porque la mayoría de ellos tiene algún hijo profesional fuera del país que le envía remesas, hoy bordearían la indigencia.

El nombre de “Usurpador” con que llaman a Maduro, sin embargo, intuyo que lo inventaron miembros de la alta burguesía. Ellos sienten que llevan casi 20 años de despojo y humillación. Chávez les quitó el mando del país –terminó con la Cuarta República- y lo que ha sucedido desde entonces, en su parecer, no sólo es un proceso de degradación moral y decadencia económica para toda Venezuela, sino una ofensa dolorosa y permanente a sus propias personas, a su dignidad de elite, una especie de falta de respeto absolutamente insoportable, el arribo de unos bárbaros al cetro que por naturaleza y tradición suponen que les corresponde.

Esa burguesía que desde el arribo de la Revolución Bolivariana ha comandado las fuerzas de oposición, todavía no consigue transmitirle al pueblo venezolano un proyecto político que los incluya a todos. Es intolerante con los discursos que desde las nuevas generaciones o los exchavistas hastiados asoman para constituir con ellos un frente más amplio. No ha sido capaz todavía de ir allí donde habitan las mayorías para sumarse a ellas, sino que continúa convocando a sus territorios –a la plaza de Altamira, algo así como el parque Presidente Errázuriz del barrio El Golf- a quienes quieran oponerse al “usurpador” que les quitó el poder. Las nuevas generaciones de opositores –los tigritos- no son lo mismo, pero como quedó de manifiesto en los últimos días, todavía no son quienes deciden.

Leopoldo López pertenece a esa aristocracia herida; es descendiente directo del mismísimo Simón Bolívar y bisnieto de Cristóbal Mendoza, el primer presidente de Venezuela.

Juan Guaidó creció en esa clase media venida a menos. Nació en la ciudad de La Guaira, en el estado de Vargas, y su padre es taxista.

¿A qué crímenes te refieres?

  • Edward, ¿Juan Guaidó estaría dispuesto a llegar a un acuerdo con Maduro y perdonarle sus crímenes si deja el poder? .- preguntó PB.
  • ¿A qué crímenes te refieres?.- quiso saber PN.
  • ¿Cómo a qué crímenes? ¿No te parece acaso que la suya sea una dictadura criminal?.- preguntó PB con cierta agresividad..
  • No más criminal que el gobierno norteamericano ni que otros varios gobiernos de la región. Y, ciertamente, sin ninguna comparación con las dictaduras militares de los años 70.- dijo PN.
  • ¡Por favor!.- reclamó PB.
  • ¿Por favor qué? Aquí se repite mucha cosa que nadie ha demostrado. ¿Te parece que hay el mismo tipo de persecuciones que con Stroessner o con Pinochet?- preguntó PN.
  • Nada muy distinto.- opinó PB.
  • Yo diría que son cosas muy distintas –intervino PN. Acá no hay una policía secreta que busque opositores determinados para eliminarlos. Sabemos de muertos, pero no así. Hay malos tratos, pero no centros de tortura. Ni las Milicias Bolivarianas ni los delincuentes de los Colectivos eliminan gente de manera selectiva. Son unos tiroteros parte del caos, lumpen, lo que quieras, pero no asesinos a sueldo por el gobierno. Hubo un intento de golpe de Estado tres días atrás, y ninguno de sus participantes ha sido eliminado. ¿Tú crees que Pinochet hubiera dejado a Guaidó o a López vivos si tratan de destronarlo? Acá ni siquiera están presos. Lo que ha hecho Maduro es destruir de manera impresionante este país, y terminar de corromperlo escandalosamente, pero esto de andar gritando que es un asesino… por favor.

Se venden almas de soldado

La oposición insiste en que tras el intento de golpe del 30 de abril el poder de Nicolás Maduro quedó resquebrajado. Que los tambores de la traición sonaron muy cerca de sus oídos.  John Bolton, el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, aseguró que importantes miembros del gobierno venezolano se habrían dado vuelta la chaqueta, entre ellos, Vladimir Padrino López, ministro de Defensa, Maikel Moreno, presidente del Tribunal Supremo de Justicia, e Iván Rafael Hernández, comandante de la Guardia de Honor Presidencial. “Como sabe la oposición en toda Venezuela ellos se comprometieron a apoyar el derrocamiento de Maduro”, dijo Bolton.

Lo cierto es que el día 2 de mayo se pudo ver a Padrino López –quien “luego de una escaramuza militar tomaría el control”, según el fugitivo Figuera- junto a Nicolás Maduro, arengando a la tropa: “aquellos que hayan caído en vender su alma de soldado –les dijo-, ya dejan de ser soldados”. Mientras hablaba, Maduro asentía con la cabeza.

Ese mismo jueves, Leopoldo López salió a las puertas de la embajada de España y ante decenas de cámaras y periodistas confesó que la Operación Libertad, como ha sido denominado el movimiento subversivo iniciado el 30 de abril, era idea suya. No lo dijo así, lo que dijo fue que “nunca mientras estuve detenido dejé de estar activo”, que durante ese tiempo “me reuní con muchos generales”,  y que desde que llegó a la cárcel su lucha ha sido por no perder las esperanzas.

A muchos les llamó la atención su autoreferencia, otros hablaron de vanidad, otros de egoismo. “Todo este espectáculo sólo sirvió para liberar a Leopoldo y permitirle figurar nuevamente”, me comentó un analista de oposición. “Basta ver el gran mosaico que está entrando al Ávila, por Sabas Nieve, en Altamira, donde Leopoldo aparece como personaje principal, para dimensionar su ego”, remarcó una amiga que lo conoce. “Resulta muy triste y frustrante ver cómo ha terminado todo esto”, me dijo el columnista y editor Sergio Dahbar.

Si al interior del gobierno las confianzas se vieron resquebrajadas por las sospechas de traición, en las filas del bloque opositor fue el personalismo quien las hizo temblar. Todo indica que Leopoldo y Guaidó se mandaron solos. Ni Capriles, ni los “tigritos” sabían nada, y en los días sucesivos la molestia se olía a distancia.

La oposición y su esperanza

Cuando el día sábado 4 prácticamente nadie respondió a la convocatoria realizada por Juan Guaidó para marchar hacia los cuarteles, y tras constatar que lo mismo había sucedido el día 30 y el día 1 de mayo, más allá de todas las excusas –juventud exiliada, miedo, etc.- me resultó evidente que a la oposición venezolana le faltaba mucho trabajo político. Parecían confiados en que bastaba con que Guaidó, el líder del momento, se parara ante un micrófono para invitar a la gente a salir a la calle, a no abandonar la lucha, a no perder la esperanza, y que esto se replicara por las redes sociales, para que la ciudadanía respondiera con entusiasmo.

Recordé cuan distinta había sido la lucha contra Pinochet. Cómo entonces la organización social arrancaba desde las parroquias, los colegios, las universidades, los sindicatos, los partidos políticos, las juntas de vecinos, cómo la coordinación formaba un enorme y complejo organigrama de relaciones y liderazgos a muy distintos niveles. No era un iluminado en el que todos confiaran ciegamente el que bastaba que hablara para que lo siguiéramos, sino una red de complicidades que al activarse conseguía sacar un millón de personas a marchar, cada una de las cuales lo hacía por sí misma, porque asumía esa responsabilidad política que se amasa en el diálogo comunitario y no a la sombra de un jefe.

Si algo le falta a la oposición venezolana, es armar ese tejido político-social. Sus máximos dirigentes parecen sumidos en la lógica caudillista, por mucho que se recubra de valores democráticos. Los partidos políticos y grupos intermedios se ven muy debilitados. En lugar de confiar en su gente, hoy parecen poner todas sus esperanzas en la ayuda internacional.

No sería raro que tras el fracaso del 30 de abril, sus líderes busquen con más ahínco que antes una solución proveniente del exterior. Hoy, 7 de mayo, mientras escribo, veo que en la primera sesión de la Asamblea Nacional luego del intento de golpe, Juan Guaidó y otros diputados se reunieron con los embajadores europeos. Bolton, Adams, Pence y el mismo Donald Trump no han dejado ni un momento de manifestar su deseo de acabar con el régimen de Nicolás Maduro. Para Donald Trump sería un gran logro político adjudicarse como una victoria propia el fin de lo que llama “las tiranías” de Venezuela, Cuba y Nicaragua. “He venido aquí a proclamar que un nuevo día llega a América Latina –declaró en Miami, a mediados de febrero-. En Venezuela y en todo el hemisferio el socialismo está muriendo y la democracia, la libertad y la prosperidad renacen”, aseguró. Colgarse la medalla de ser quien cierra el ciclo del socialismo en América Latina le vendría de maravilla. Es cosa sabida que desde hace algún tiempo, cada vez que tiene ocasión, tantea con los presidentes latinoamericanos cómo verían el hecho de una invasión.

No hay lugar para héroes

Hay una teoría interesante que cada tanto aparece para explicar el fracaso del 30 de abril y también el de esa bochornosa operación del 23 de febrero en Cúcuta, donde al igual que esta vez, sólo que entonces bajo la excusa de la ayuda humanitaria, tenían presupuestada la deserción de un número realmente significativo de militares. En ambos casos se supone que esas deserciones estaban acordadas, pero no se produjeron.

¿Por qué? Una posibilidad es que se hayan acobardado, que al ver el movimiento sedicioso menos fuerte de lo esperado, recularan. Dicho sea de paso, algo de esto se nota en el comportamiento general de la población y es bien imaginable que aún más en la tropa, donde ponen directamente en riesgo sus vidas: muy pocos están dispuestos al heroísmo, muy pocos parecen lo bastante convencidos como para jugársela por una opción perdedora. Antes decía que veía las mayorías “al agüaite”, y a esto me refería: a que militares y ciudadanos, antes de dar un paso definitivo, parecen requerir garantías de que ese paso no será en falso, y esas garantías lejos de darse, se han visto varias veces defraudadas.

Pero hay otra respuesta posible que no se debiera descartar: la contrainteligencia. Si es cierto, como todo indica que lo es, que los cubanos tienen una presencia importantísima en el accionar del gobierno venezolano, y muy especialmente al interior de sus fuerzas armadas, habría que considerar la opción de que hayan engañado al enemigo, en este caso, a la oposición. Es un arte que los cubanos conocen bien: hacerse pasar por lo que no se es, para obtener información o manipular efectos políticos. En concreto para este caso: haber hecho creer a Leopoldo López, a Juan Guaidó y al mismísimo John Bolton de que tenían apoyos donde de verdad no los había.  Eso explicaría, por ejemplo, por qué Padrino López puede aparecer al día subsiguiente de un golpe de Estado en que supuestamente habría participado al lado de aquel a quien pretendía derrocar.

Continuará…

Revisa la galería que muestra las calles de Caracas en los últimos días

Notas relacionadas

Deja tu comentario