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Cultura

17 de Mayo de 2019

[Crítica de teatro] “Emociones artificiales”: La autoparodia es una cosa de robots

Por Jorge Letelier Se podría haber supuesto que luego del gran éxito de la telecebolla teatral Morir de amor, un musical de impecable ejecución y parodia nostálgica que se convirtió en el mejor montaje de este género durante el 2018, la dupla de Los Contadores Auditores proseguiría en este filón musical tan gracioso como calculadamente […]

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Por Jorge Letelier

Se podría haber supuesto que luego del gran éxito de la telecebolla teatral Morir de amor, un musical de impecable ejecución y parodia nostálgica que se convirtió en el mejor montaje de este género durante el 2018, la dupla de Los Contadores Auditores proseguiría en este filón musical tan gracioso como calculadamente efectista. No por nada, ese acopio de cultura pop, televisión barata y estética kitsch que habían ostentado en sus obras anteriores encontraron un punto de equilibrio en ese montaje de la productora Cultura Capital.

Pero no. El dúo de diseñadores teatrales de Juan Andrés Rivera y Felipe Olivares optaron por regresar al territorio conocido de la comedia negra y delirante en formato de cámara. Pero no en el tono Almodovariano y chillón conocido, sino que en una interesante vuelta de tuerca de preocupaciones que estaban larvadas en modo de ficción (las derivaciones del oficio actoral, por decirlo de algún modo), y donde esta vez lo vuelcan a una impiadosa lectura del tan en boga género de teatro documental.

El punto de partida es tan absurdo como ridículo: un proyecto creado en el gobierno anterior de Sebastián Piñera en el que la inteligencia artificial léase un robot crea una obra teatral que aborda tanto la historia del teatro local como una figura histórica reciente: la exministra de la dictadura Mónica Madariaga. El punto es que el proyecto fracasa y lo que hace Emociones artificiales es narrar como obra de teatro documental el fallido proceso con la participación de algunos de sus protagonistas originales. Y Los Contadores Auditores son los encargados de llevar a escena el montaje que contará todo.

Utilizando el viejo guiño del teatro dentro del teatro, el montaje muestra a los propios Contadores Auditores explicando la obra que preparan de la (anterior) obra fallida, pero en un giro impensado son dos actrices quienes personifican a los reales Contadores en un juego de espejos que permite mirar con distancia el mecanismo teatral. Se sucede así en la ficción de la ficción el casting para elegir a las actrices, al director; y se muestra la trastienda de los ensayos que inevitablemente desnuda la vanidad, egocentrismo y la (muchas veces) vacía discursividad artística que abunda en el medio teatral.

Con no poca sorna, los Contadores (los de verdad y los de ficción) parodian los clichés que ya se han convertido en habituales en el teatro documental: las preguntas al público, las fotografías documentales, los archivos proyectados. A través de este personaje improbable (Mónica Madariaga) toda la retórica en torno a fórmulas que en un momento han sido interesantes se ven actualmente agotadas, y esa capacidad para tensionarlo desde la comedia negra es un punto alto del montaje porque además genera un efecto abismo al narrar al estilo mockumentary (falso documental) un hecho documental que no es tal.

Con lo enredado que podría llegar a ser funciona mucho más que las obvias caricaturas del director y las actrices egocéntricas, presas de sus propias taras afectivas pero que es más un juego de agudeza negra entre amigos, una performance condescendiente para reírse de lo superficiales que podemos llegar a ser.

En esta incesante puesta en escena circular y con ese tono de amable sorna, la dupla muestra su timing para la comedia negra y su permanente vocación de autoparodia. Sin llegar a instalar una crítica mayor, resuena el afán por interpelar la fórmula fácil y la falta de discursos disfrazados de moda. En ese sentido, es una obra con más cuerpo y sentido crítico que sus trabajos anteriores (mucho mejor que sus obras previas a Morir de amor), que han sido más bien explosiones pop agradables, pero con poco sustento.

Sin embargo, queda la duda de si este guiño al teatro dentro del teatro dentro de toda su comicidad es un ejercicio de autoflagelación real o un chiste para los amiguis y colegas. Porque las constantes referencias al oficio parecen alimentar el ego más que a diseccionarlo, con ese juego de espejos deformantes en que vemos nuestras propias deformidades pero que sabemos que solo se trata de un parque de diversiones.

Título: Emociones artificiales
Duración: 1 hora y 15 minutos
Dramaturgia, dirección y diseño: Los Contadores Auditores.
Elenco: Carla Casali, Jacinta Langlois, Cecilia Herrera, Catalina Osorio, Verónica Medel, Juan Andrés Rivera, Felipe Olivares, y la participación especial de Gabriela Aguilera.
En video: Guilherme Sepúlveda, Macarena Béjares.
Música: Ricardo Zavala
Producción: Daniela Moraga

Funciones en Teatro del Puente hasta el 26 de mayo los viernes y sábados a las 21:00 horas, y los domingos a las 20:00 horas.

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