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Opinión

23 de Mayo de 2019

Columna de José Antonio Neme: El baile de los que sobran

Para muchos la pregunta de fondo es cuán legítima es la decisión del Estado de Chile de hacer ofertas diferenciadas en materia de educación y a renglón seguido cuáles son los reales desafíos y necesidades de los estudiantes chilenos. Dejando de lado el cuestionable concepto del mérito y los logros en edad temprana; vamos a las cifras que nos entrega el Simce donde podría estar la clave de cuán complejo es diseñar un sistema público de educación que eleve como eje central el resultado meritorio.

José Antonio Neme
José Antonio Neme
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Dentro de su genialidad y talento enorme “Los Prisioneros” lograron en plena dictadura, entre muchas otras cosas, leer el código karmático de la educación chilena. Parece mentira que una frase breve dijera tanto en el mismo momento en que una inocente jovencita UDI defendía la figura del general Pinochet en un video de corte político. Hoy Marcela Cubillos ya no es más esa joven militante, el general Pinochet está muerto, pero “el baile de los que sobran” parece muy vigente a la luz del debate abierto tras el rebote de la idea de legislar sobre el proyecto que repone el mérito como criterio de selección en la educación pública. Esa admisión que según la ministra Cubillos debe ser justa y que debe reconocer el esfuerzo y los logros de los estudiantes en el proceso de enseñanza.

Para muchos la pregunta de fondo es cuán legítima es la decisión del Estado de Chile de hacer ofertas diferenciadas en materia de educación y a renglón seguido cuáles son los reales desafíos y necesidades de los estudiantes chilenos. Dejando de lado el cuestionable concepto del mérito y los logros en edad temprana; vamos a las cifras que nos entrega el Simce donde podría estar la clave de cuán complejo es diseñar un sistema público de educación que eleve como eje central el resultado meritorio. Estamos hablando de aquellos alumnos que entienden todo lo que leen, que tienen método, que tienen disciplina, cuya evaluación nominal es mayor, que rinden más, que tienen más habilidades, que jamás sobrarían en una sala de clases.

Sin embargo, los resultados Simce apuntan en otra dirección. Hablan abiertamente de un estancamiento e incluso desagregado hasta de un retroceso de algunas de las competencias que mide el examen. Un trabajo comparativo de los resultados de lectura, matemática y ciencia muestran logros académicos detenidos en el periodo 2014-2018. El fantasma de la brecha escolar y la disminución en el desarrollo de las capacidades de estudiantes tanto vulnerables como no vulnerables no hacen otra cosa que darle un golpe duro a la agenda legislativa del ministerio. Quedaría demostrado que las prioridades en materia de educación deben más bien orientarse a quienes aparentemente no presentan méritos; a quienes hoy tienen objetivamente mayor dificultad; a quienes no entienden lo que leen; a quienes no pueden, no alcanzan o simplemente no quieren -por la razón que sea- jugar bajo los estándares de éxito escolar.

Es este el grupo para quien se debería legislar; la agenda de salud no se levanta ni diseña en torno a los ciudadanos sanos necesariamente. Fácil sería para la salud pública tratar solo con pacientes que no presentan ningún tipo de alteración. La reflexión es cómo el Estado se hace cargo de los enfermos, ¿por qué en educación debería ser diferente? Mucho menos cuando los números demuestran que desde la óptica del gobierno la mayoría de los estudiantes en el país no tendría mérito alguno. El sistema de educación pública debería dejar de ser una danza a ritmo discordante para pasar a ser una estructura de armonía pareja y democrática que garantice que nadie quede fuera, que nadie termine sobrando. De lo contrario con ideas como admisión justa se corre el riesgo de perpetuar la lógica de Los Prisioneros y de su baile de los que sobran en un sala de clases que -bajo la mirada de Cubillos- se haría cada vez más y más pequeña.

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