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Opinión

30 de Mayo de 2019

Columna: ¿Qué perdemos (y qué no) cuando perdemos la historia?

Más que una discusión específica sobre la asignatura de Historia, esta es una discusión sobre el plan común escolar. ¿A qué acuerdos hemos llegado socialmente con respecto a este? Primero, que debiera incluir aquellos aprendizajes que definimos como esenciales para todo ciudadano del país, así como para la vida en comunidad. Segundo, que al menos en los últimos años de secundaria debe ser limitado, en parte para que los estudiantes puedan desarrollar sus intereses personales en el plan electivo, en parte para no seguir sobrecargando el tiempo que pasan en la escuela.

Rodrigo Mayorga
Rodrigo Mayorga
Por

*Rodrigo Mayorga
Historiador y candidato a Doctor en Antropología y Educación, Teachers College, Columbia University.

Amo la Historia. Estoy convencido de que es uno de los conocimientos más complejos y completos que el ser humano puede crear y por ello le he dedicado parte importante de mi vida adulta a estudiarla y enseñarla. Pero no basta con convicciones personales ni con amar algo para defender su presencia en el currículum escolar. Frente a la salida de Historia como asignatura del plan común en Tercero y Cuarto Medio, es necesario debatir el problema en su conjunto.

Más que una discusión específica sobre la asignatura de Historia, esta es una discusión sobre el plan común escolar. ¿A qué acuerdos hemos llegado socialmente con respecto a este? Primero, que debiera incluir aquellos aprendizajes que definimos como esenciales para todo ciudadano del país, así como para la vida en comunidad. Segundo, que al menos en los últimos años de secundaria debe ser limitado, en parte para que los estudiantes puedan desarrollar sus intereses personales en el plan electivo, en parte para no seguir sobrecargando el tiempo que pasan en la escuela.

La pregunta de fondo a la que nos enfrentamos en estos días, es entonces la siguiente: ¿debe la Historia ser parte de ese plan común en Tercero y Cuarto Medio? Antes de responderla, es necesario recordar algo que a veces olvidamos: hay aprendizajes que pueden obtenerse por medio de más de una asignatura. Plantear, por ejemplo, que si no existe Historia no habrá desarrollo de pensamiento crítico en nuestras escuelas, es ignorar que muchas otras asignaturas (como la Filosofía y la Educación Ciudadana, entre otras) también lo posibilitan. Lo mismo puede aplicarse a muchos otros aprendizajes tradicionalmente asociados a esta clase, como el pensamiento analítico, la empatía, etc. Quienes defendemos la presencia de la Historia en el plan común, entonces, debemos ser capaces de demostrar que hay aprendizajes que son a la vez ESENCIALES para la ciudadanía y ESPECÍFICOS de esta asignatura (es decir, que no lograrían desarrollarse del todo sin ésta). A estas alturas uno pensaría que es claro que estos aprendizajes nada tienen que ver con los contenidos. Lamentablemente, parte importante de los argumentos entregados en los últimos días, a favor y en contra de este cambio, se han centrado en este punto. Es triste, pero para muchos la Historia sigue siendo solo una asignatura para ‘aprender información sobre el pasado’.

¿Cuáles son estos aprendizajes esenciales para la ciudadanía y que son a la vez específicos de la asignatura de Historia? Quiero destacar dos. El primero tiene que ver con la temporalidad. Si algo enseña la Historia más que cualquier otra disciplina, es a relacionarnos con el tiempo. A entender que todo lo Presente existe en una compleja relación de continuidad y cambio con aquello que lo antecedió. A comprender, sobre todo, que somos sujetos históricos, que nuestras acciones tienen consecuencias y que éstas no solo impactan hoy sino que además pueden afectar un futuro que aún no existe, del mismo modo que nuestro presente fue construido por las acciones de personas para las cuales nosotros éramos ese futuro inexistente. El segundo, y en directa relación con lo anterior, tiene que ver con el desarrollo de identidades colectivas críticas. La Historia nos ayuda a comprender que formamos parte de colectivos mayores, que compartimos con sus miembros una identidad común y que esa identidad no es natural ni dada, sino que ha sido creada históricamente, posibilitándonos el decidir si queremos trabajar por mantenerla o cambiarla. Ambos aprendizajes son propios de la Historia y, si bien pueden ser encontrados de forma embrionaria en otras asignaturas, no alcanzan su total desarrollo en estas, debido a que sus enfoques específicos son distintos.

Por lo tanto, el punto esencial de esta discusión es: ¿qué tipo de ciudadanos podemos llegar a tener si sacamos Historia del plan común? No necesariamente ciudadanos menos críticos o analíticos (ya que de eso se pueden encargar otras disciplinas), pero sí probablemente ciudadanos que tengan una visión más limitada del tiempo y que piensen que todo empezó con ellos. A su vez, ciudadanos menos capaces de desarrollar una identidad colectiva crítica, potencialmente más asiduos a adscribir a colectivos sin cuestionar su pasado o, incluso, que optarán por no participar de estos, manteniendo una aproximación individualista a la vida en sociedad. Curiosamente, ambas facetas han sido repetidamente atribuidas a la juventud chilena en las últimas décadas por adultos críticos de ésta. Cabe preguntarse pues por la coherencia de una medida que acaba con un intencionamiento común y explícito de estos aprendizajes en los últimos años de la educación secundaria.

Como país necesitamos una ciudadanía cada vez más consciente de su responsabilidad como sujetos históricos a la vez que miembros activos en proyectos de mayor alcance que el lapso de una sola vida humana. Sacar a Historia del plan común de Tercero y Cuarto Medio no contribuye a ello. Pero tampoco esto se resuelve solamente con reponer la asignatura. Necesitamos un plan común centrado en los ciudadanos que queremos para nuestra democracia, a la vez que una nueva forma de enseñar y transmitir el sentido profundo de la Historia. Porque si seguimos pensando que ésta se trata solo de aprender conocimientos sobre el pasado y si la discusión de fondo se reduce a si necesitamos 10 o 12 años para transmitir estos conocimientos, el problema se mantendrá sin cambios. Y es que la Historia es esencial en la formación de todo ciudadano no por lo que nos cuenta del pasado, sino porque nos ayuda a comprender que somos sujetos en el tiempo y que, como tales, somos corresponsables no solo por quienes habitamos el mundo hoy, sino por todos los demás que están y estarán por venir.

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