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Nacional

23 de Junio de 2019

Los múltiples géneros de la salud mental

Se estima que el 22 por ciento de la población chilena está afectada por trastornos mentales. Sus causas pueden ser múltiples, pero estudios y expertos consideran que algunos factores de riesgo están asociados al género de las personas. Mientras las mujeres padecen más depresión y ansiedad, los hombres tienden al abuso de sustancias y la expresión de violencia. En tanto, la estigmatización y discriminaciones a las que se ven enfrentadas las personas trans, puede llevarlas incluso al suicidio en la preadolescencia.

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Corría 2017. Felipe Saavedra salía de la obra en la camioneta de la empresa. La jornada laboral del ingeniero civil había acabado y, después de un agotador día de trabajo, sentía que se merecía un premio. El deseo de una cerveza era tal, que bebía incluso camino a devolver el vehículo, manejando. Lo hacía de lunes a viernes.

Los fines de semana se iba a conversar a la pescadería de un vecino, que Felipe ocupaba de cantina: “Me tomaba una, dos, tres chelas. Este compadre cerraba la pescadería y se iba para su casa. Yo llamaba a algún amigo que estuviera carreteando y le decía: ‘Vamos a tomar chelas, piscola, lo que sea’. A la segunda o tercera ronda ya quería llamar al gallo que me vendía la coca”.

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Marcela Durán trabajaba como periodista en una empresa de inversiones financieras en 2009. El movimiento de la bolsa de valores alteraba a su jefe, quien, según cuenta, se desquitaba con sus trabajadores. “Nos pedía que los informes estuvieran en su escritorio incluso antes del inicio de la jornada y yo tenía que viajar dos horas entre mi casa en La Florida y Ciudad Empresarial”, relata la periodista, quien a veces tenía que levantarse a las cuatro de la mañana para cumplir con la exigencia.

El ritmo acelerado y el abuso laboral que vivía, la hicieron bajar 15 kilos y afectar su salud mental: “Me quedaba dormida en el escritorio. Estaba estresada todo el tiempo. A veces sentía falta de aire y una vez me desmayé en el metro”. Las crisis de pánico se hicieron recurrentes.

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Según cifras del ministerio de Salud el 22 por ciento de la población chilena, tanto adulta como infanto-adolescente, está afectada por problemas de salud mental. Esto significa trastornos que surgen de alguna alteración de los sistemas neurotransmisores, que provoca síntomas que impiden su bienestar y desarrollo en distintos aspectos de la vida.

Las causas de las enfermedades mentales pueden ser múltiples, pero distintos estudios demuestran que el género de las personas está asociado a diferentes factores de riesgo. En las mujeres, los trastornos depresivos unipolares y los de ansiedad se encuentran entre las primeras cinco causas de Años de Vida Perdidos para la Salud (Avisa). En los hombres, los trastornos por consumo de alcohol juegan un rol preponderante, junto a los accidentes y la violencia externa, según los datos del Plan Nacional de Salud Mental (2017-2025).

La psiquiatra de la Universidad de Chile Maritza Bocic, destaca la importancia de las diferencias en la socialización de hombres y mujeres en el desarrollo de la ansiedad. “Surge como la necesidad de hacer algo que no puedes hacer. No porque no tengas las capacidades, sino porque de alguna manera te invalidaron; de chico te dijeron: ‘Eso no se hace’. En ese sentido, las mujeres tenemos muchas menos cosas permitidas que los hombres”, explica.

Para Marcela Durán, la ansiedad es el infierno. La crisis que tuvo en 2009 le valió una licencia de seis meses. Tuvo que renunciar a su trabajo. Pese a sus intentos por recuperarse, en un posoperatorio en 2012 las crisis de pánico volvieron, esta vez viviendo en Brasil.

“Estaba en un lugar paradisiaco con mi familia, pero la ansiedad me impedía salir de la casa. Me empezó a dar miedo el mar, aunque siempre me había gustado”, cuenta, y agrega que a sus 30 años debía ducharse acompañada de su mamá. “Sentía taquicardia, que algo terrorífico pasaría y que nadie me podía ayudar; que me faltaba el aire, perdía el control, empezaba a sudar frío y me ponía a temblar. Quería que me dieran con un palo en la cabeza para desconectarme un rato”, recuerda.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT, 2015), las mujeres cesantes dedican más del doble del tiempo que los hombres en la misma condición al trabajo no remunerado y casi 1,6 horas menos al ocio. En los casos de las personas ocupadas (con trabajo remunerado), ellas dedican en promedio 5,8 horas al trabajo no remunerado, mientras que los hombres, 2,7 horas. Según Bocic, esta desigualdad en el nivel de exigencia al que se enfrentan hombres y mujeres también genera ansiedad en ellas, porque en general no se permiten salir con las amigas o descansar.

CONEXIÓN EMOCIONAL

Desde la socialización temprana, a hombres y mujeres les son asignados valores y ciertas emociones según su sexo. La psicóloga experta en inteligencia emocional y cofundadora de la fundación Relaciones Inteligentes, Constanza del Rosario explica que “la educación de género nos hace creer que ciertas emociones son más femeninas y otras, más masculinas. Por ejemplo, que la pena y el miedo son de mujeres y que la rabia es de hombres”.

Tanto las restricciones y permisos sociales para expresar ciertas emociones como la falta de formación en inteligencia emocional, están relacionadas con distintos trastornos mentales e incluso, con la agresividad en el caso de los hombres.

De hecho, la violencia de género se sostiene tanto por la falta de inteligencia emocional de quien la ejerce como de quien se adapta, explica Del Rosario, “porque en las competencias propias de la inteligencia emocional está la empatía, pero también la capacidad de ser asertivo y poner límites. Ser empático disminuye la probabilidad de ser violento, porque el dolor del otro te duele. Por otro lado, ser asertivo y poner límites es lo que te hará decir: ‘No ¡Basta!’ y no minimizar, negar ni adaptarte a lo que te daña”.

En ese sentido, la psiquiatra Maritza Bocic dice que “lo sano sería que desde niños pudiéramos reconocer nuestras emociones”, y que así como a las mujeres se les obliga a anular la rabia porque al expresarla son tratadas de “locas”, los hombres también sufren restricciones: “Les dicen que si lloran, son ‘niñitas’”.

Uno de los efectos de este encauzamiento de emociones sería la mayor presencia de ansiedad y depresión en las mujeres, porque -explica la psiquiatra- como no se les permite expresar la rabia, la dirigen hacia ellas mismas.

Una de las principales características de la depresión es “dejar de disfrutar de las cosas que te gustan y haces habitualmente”, señala Bocic. Sin embargo, también la sintomatología suele ser diferente según el género: los hombres se ponen irritables, agresivos y ensimismados. En cambio, las mujeres lloran más y tienen más pena.

Las altas cifras de depresión en los cuerpos femeninos también tiene un componente biológico. La médica aclara que están expuestas a los cambios de ciclicidad hormonal, como la menstruación y el embarazo. Cuando bajan los niveles de estrógeno y progesterona, aumentan los síntomas depresivos y ansiosos.

Esto las hace sentir a ellas más incapaces de cumplir con sus actividades, mientras que los hombres no lo sienten necesariamente como un problema, pues en general están menos conectados con sus emociones. Maritza Bocic explica que a ello se debe el mayor porcentaje de consulta en temas de salud mental por parte de mujeres: ellas logran conectar más con su mundo emocional y reconocer que están ante un problema.

Un ejemplo de lo anterior son los datos del Servicio Médico y Dental de la Universidad de Chile: durante el 2018 hubo 7.307 atenciones psicológicas y psiquiátricas a estudiantes, que 71 por ciento de ellas correspondió a mujeres.

En general, tanto hombres como mujeres recurren a especialistas de la salud mental cuando afecta su productividad. En el caso de Felipe Saavedra, tuvo que tocar fondo para decidir cambiar su estilo de vida.

“Después de un año y medio tomando chela y consumiendo cocaína, perdí mi pega, dejé de ir a otra, mi señora se fue. Ahora tengo un trabajo donde gano 500 lucas y antes ganaba dos palos. Si tocaste fondo en todos los sentidos, te das cuenta de que debes hacer cambios drásticos”, cuenta.

De todas formas, no al total de los hombres les cuesta conectar con sus emociones. Cada caso es multifactorial y, en general, los hombres gay tienen la sensibilidad más desarrollada. “Su cerebro ‘no dominante’ está mucho más presente. También, por ser distintos (a las personas heterosexuales) lo pasan muy mal, entonces la emoción está mucho más presente en ellos”, explica Bocic.

EL SUICIDIO TAMBIÉN TIENE GÉNERO

En Chile, el suicidio es la primera causa de muerte en personas entre 15 y 24 años, según el informe anual entregado por el Departamento de Estadísticas e Información de la Salud (DEIS), en 2015.

En tanto, el Programa Nacional de Prevención del Suicidio de la Subsecretaría de Salud Pública, estableció que las mujeres presentan mayor número de intentos de suicidio, pero que los hombres los concretan cuatro veces más. Ellos ocupan métodos más violentos, como el ahorcamiento, las armas de fuego y el uso de sustancias, que son las formas más usadas en Chile según el programa. Según explica la psiquiatra Maritza Bocic, esto se relaciona con que a los hombres se les ha permitido la expresión de la agresividad.

La mayoría de los hombres que se suicida, lo hace después de los 55 años, situación que Bocic explica con la pérdida de su rol como proveedor: “Cuando el hombre se queda sin trabajar, que es lo único que sabe hacer, se siente inútil. Ahí comienzan los pensamientos depresivos”. En cambio, si las mujeres jubilan, siguen haciendo otras cosas. Los quehaceres de la casa, los hijos y las amistades son algunas de las ocupaciones que mantienen, dice la experta.

De todas formas, el suicidio tiene una variable de género que trasciende los roles asignados a hombres y mujeres. La comunidad trans es prevalente en el número de casos, por el estigma y los prejuicios que existen en Chile hacia su orientación sexual e identidad de género.

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El jueves 23 de mayo, el joven trans José Matías de la Fuente tomó la decisión de quitarse la vida. Después de años soportando bullying en su colegio, el Sagrado Corazón de Copiapó, se lanzó desde el piso 11 del edificio en que vivía.

Tenía 15 años. Dejó tres cartas y dos videos de despedida, explicando las razones del suicidio. Sus compañeras e incluso las autoridades del colegio, reclamaba, no aceptaban su identidad de género.

La Encuesta T de la asociación Organizando Trans Diversidades (OTD) muestra que el caso de José Matías no es aislado. El 56% de la población trans en Chile ha intentado suicidarse y el 48% tenía entre 11 y 15 años al hacerlo por primera vez.

Las personas que se identifican como LGBTIQ+ son más propensas a sufrir cuadros depresivos, ansiosos e indicadores de suicidio. Por eso, la fundación Todo Mejora creó el programa Hora Segura, que a través del chat de Facebook otorga un espacio de consejería y apoyo emocional a niños, niñas y adolescentes LGBTIQ+. Según un informe emitido por el programa en 2018, el 85% de los usuarios que se identifican con este grupo presentaron sintomatología depresiva.

Para el psicólogo y supervisor de Hora Segura, Francisco Hinojosa, estos datos son un arma de doble filo. “Este deterioro en la salud mental se debe exclusivamente a factores sociales. Son experiencias de victimización relacionadas con el bullying, discriminación en el hogar, agresiones y experiencia en la vía pública. ¿La propensión a desarrollar sintomatología de relevancia en salud mental es más alta? Sí, pero con estos matices”, recalca.

Hinojosa prefiere no encasillar a las personas en trastornos ni enfermedades. Afirma que al trabajar con personas de la comunidad LGBTIQ+, lo más importante es validar las experiencias y trabajar en torno a éstas sin afán de diagnosticar una patología, especialmente cuando se corre riesgo de suicidio.

El mismo informe de la fundación indica que dos de cada cinco personas que sufrieron maltrato o acoso por su identidad de género u orientación sexual, presentaron comportamientos suicidas o autolesivos en los últimos dos meses.

Pese a esto, Hinojosa afirma que el suicidio es multifactorial y no responde sólo a una causa: “Es incorrecto decir que alguien se suicidó porque le hacían bullying, por ejemplo. No ocurre por un factor específico”, subraya. Más bien, se produce en un proceso gradual, potenciado por las vivencias de discriminaciones y prejuicios. La persona se sume en tal estado de cansancio, que el suicidio aparece como una vía de escape.

En efecto, un estudio realizado por investigadores de las Universidades de Texas, Nueva York y Columbia Británica muestra que el uso del nombre social de jóvenes trans disminuye su riesgo de depresión y suicidio. Los resultados indican que las personas que usan su nombre social en la escuela, el hogar, el trabajo y con amigos, experimentaron 71% menos síntomas de depresión severa, 34% de disminución en pensamientos suicidas y 65% menos de intento suicidas, en comparación a quienes no podían usar su nombre elegido en ningún contexto.

La estigmatización no se produce solo desde terceros, sino también puede crearse como una experiencia personal. Es decir, las expectativas de ser eventualmente violentada que una persona internaliza. Con ello, quienes se identifican con el grupo LGBTIQ+ toman precauciones especiales, por ejemplo, al momento de salir a la calle, dice Jaime Barrientos, psicólogo experto en sexualidad, género y diversidad.

Para Barrientos, la única forma de acabar con este problema es un cambio estructural que apunte a terminar con la estigmatización de las personas LGBTIQ+. Sostiene que el sector más importante para esto es la educación: “El sistema educativo en los niveles preescolar, básico, medio y universitario, te enseña a discriminar. Por ello, las transformaciones deben orientarse a reconocer que existimos heterogéneamente en términos identitarios”, dice.

La integración de la inteligencia emocional al currículo escolar es clave en este punto, plantea la psicóloga Constanza del Rosario, quien sostiene que “una educación que no te enseña sobre vínculos y emociones, no te enseña cómo ser un ser humano pleno”. Con ello, se podrían mejorar las tasas de discriminación, potenciando el desarrollo emocional de las personas.

José Matías era trans y sus compañeros y profesores no pudieron entenderlo. Vivió años juzgado bajo las miradas de quienes lo rodeaban, hasta que no aguantó más. Francisco Hinojosa subraya la importancia de validar las vivencias de quienes se sienten discriminados, porque esto “no tiene que ver con opiniones ni aspectos morales. No es un capricho. Estamos hablando de la identidad de la persona”.

SALIR DEL HOYO

Felipe Saavedra lleva dos meses en rehabilitación para dejar el alcohol y la cocaína. La ansiedad relacionada con el abuso de sustancias la está mitigando con “premios” menos dañinos, como comer un trozo de chocolate o ver una película.

En tanto, Marcela Durán, gracias al apoyo de su familia, dejó de trabajar para tratar con terapia alternativa intensiva su depresión y trastornos ansiosos asociados. Los episodios que vivió entre 2009 y 2012 dañaron su sistema inmunológico, por lo que padeció otras enfermedades, que agradece haber superado.

Los dos tipos de tratamientos, sin embargo, fueron costeados de forma particular, pues las políticas públicas en materia de salud mental son débiles. El Observatorio de Derechos Humanos de las Personas con Discapacidad Mental señala que éstas no cumplen con los estándares internacionales fijados por las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Del presupuesto total de salud, sólo el 2,16% se asigna a salud mental, menos de la mitad de lo sugerido por la OMS. El Panorama de Salud 2013 del ministerio de Salud muestra que el promedio en Chile es de 5 psiquiatras por cada 100.000 habitantes, mientras que el promedio de la OCDE es de 16. En el servicio público, el tiempo de espera por la atención de uno de estos profesionales es de 48 días.

Además, en todo Chile sólo hay dos centros públicos de salud capacitados en urgencia psiquiátrica: el Hospital Psiquiátrico y el Hospital Barros Luco, ambos en Santiago.

De acuerdo con el Plan Nacional de Salud Mental entregado en 2017, solo 20% de las personas afectadas por enfermedades mentales tiene acceso a tratamientos médicos. Las personas beneficiarias de isapres tienen una cobertura ocho veces mayor a quienes están en Fonasa.

“El Estado debe ser garante en forma total de la salud mental. En Chile debiera haber una Ley de Salud Mental que proteja y evite la estigmatización de los pacientes; que les garantice a las personas que van a ser atendidas, que van a tener los reposos necesarios y una intervención a nivel comunitario. No solamente que le den una atención de psiquiatra y psicólogo, sino que le den mucho más que eso”, opina la psiquiatra Maritza Bocic.

Ya existe un proyecto como el que menciona la experta, que contempla el establecimiento de estándares de atención para pacientes y sus familiares, además de regular la internación involuntaria, que hoy es legal en el país. El 9 de enero del 2017 la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados aprobó el proyecto de Ley de Salud Mental. Pero, desde entonces, no ha tenido nuevos avances que le permitan convertirse en ley.

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