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Entrevistas

7 de Octubre de 2019

Álvaro Cuadra y el Príncipe posmoderno, una mirada a la poética y la política en la red digital

Álvaro Cuadra Rojas (Santiago, 1956) es un académico, ensayista y pensador chileno formado en los años ochenta, época en la que habita inicialmente en la literatura junto a escritores y poetas con quienes comienza a abrir un derrotero que con el tiempo, aunque sin abandonar su devoción por las letras, se encamina sigilosamente por el pensamiento crítico y la academia. Hace algunos años dejó Chile con cierto atisbo de autoexilio, después de pasar tantos otros, haciendo clases como profesor iniciático durante los noventa. Actualmente está radicado en Ecuador y es investigador docente y coordinador académico de la Maestría de investigación en Comunicación y Cultura en la Universidad Central de este país. Además de Doctor de la Sorbonne de París en Semiología y Letras, Cuadra es Licenciado en Letras y Magister en Literatura de la Pontificia Universidad Católica de Chile y su trabajo teórico lo ha construido en base a las problemáticas de la comunicación y la cultura. Hablamos de su último libro "El Príncipe posmoderno" (2019), operación que aborda el impacto de las redes sociales en el comportamiento político de los usuarios y las posibles transformaciones de la democracia y los partidos políticos, pero sin dejar de lado algunas preguntas permeadas por su semblante nostálgico, aunque no melodramático como el mismo afirma, de un Chile de otro tiempo.

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-Machiavello cuando escribe “El Príncipe” está pensando en un estadista, en un ser de carne y hueso ¿Crees que esa figura se diluyó en la llamada posmodernidad?

En mi libro más reciente titulado “El Príncipe Posmoderno”, publicado este año en Quito, Ecuador, por Ediciones Ciespal; me planteo esa interrogante. Sostengo, precisamente que ya no es posible concebir el mito-príncipe como una persona de carne y hueso. Como nos explica ese gran filósofo italiano, Antonio Gramsci, la modernidad se encargó de desplazar la voluntad política colectiva desde la figura de un monarca o autócrata hacia la noción de  “partido político”. En este sentido, estimo que ya la modernidad fue capaz de abolir la noción de Príncipe tal y como lo concibió Nicolás Maquiavelo. Ahora bien, lo que hace la posmodernidad es relativizar el protagonismo de los partidos políticos en la Sociedad de la Información.

Álvaro Cuadra. Foto: Revista Chilena de Semiótica

Si Antonio Gramsci es el pensador que instala la idea del partido político como entidad organizada y colectiva. ¿Cómo  explicas la crisis de los partidos en la actualidad?

Antonio Gramsci advierte con lucidez en “El Príncipe Moderno” que en la  modernidad es el partido político el que detenta la capacidad de organizar la voluntad política colectiva. En la actualidad se ha producido un debilitamiento de los partidos politicos en todas las democracias. Desde mi punto de vista, esto se relaciona con ciertas “mutaciones” que se están produciendo de la mano de las llamadas Nuevas Tecnologías: Partidos, audiencias y contextos. Por de pronto, hay cambios profundos en los partidos políticos, en la medida que han renunciado a la representatividad (sociedad civil) en nombre de la gobernabilidad (estado), constituyendo en los hechos una “clase política” en que el partido es un “cartel”, cuando no una “marca registrada”. En cuanto a las audiencias, ya no se comportan como “masas” o “públicos”, sino como “enjambres digitales”. Por último, es necesario aclarar que existe una profunda transformación en el imaginario social del presente siglo, estamos transitando desde un “tiempo histórico” hacia un “tiempo informacional”. Esta deserción de la realidad promovida por el despliegue de Redes Sociales on line (RSO) y todo el espectro digital contemporáneo ha convertido los comportamientos políticos en efímeros, inestables, difíciles de predecir… como atestigua el fracaso de las encuestas en todo el mundo.

-Pero en la práctica existe un funcionamiento concreto de muchos partidos y de nuevas organizaciones políticas que emergen y tienen vocación de poder.

Es cierto, muchos partidos siguen funcionando, pero en un nuevo contexto. Hay un declive en la participación de los votantes o abstención tanto como en la afiliación  a los partidos. El partido representaba a sectores sociales, era la voz del pueblo. Hoy se advierte una pérdida de horizonte de los partidos, un distanciamiento de la gente para convertirse en administradores del estado. De manera que lo que hay es una “clase política” en que todos los partidos, al fin de cuentas, “se entienden” entre ellos. Es verdad que los partidos siguen funcionando, pero se trata de entidades vaciadas, de contenido, una mera marca registrada. Los estudiosos ya hablan de un “déficit democrático”; pienso que la política chilena de los últimos años da buena cuenta de esto.La percepción ciudadana de la “clase política” la concibe como una “casta parásita” que abusa de sus atribuciones para medrar del erario nacional, muy bien dispuesta, de manera unánime, a aumentar sus salarios cada vez que se da la ocasión. En el “imaginario ciudadano” contemporáneo, “el político” se ha convertido en un personaje aborrecible. Todo ello encuentra su asidero en los frecuentes escándalos en que se ven envueltos algunos “Honorables” que van desde el nepotismo a conflictos de intereses, pasando por bochornosos episodios reñidos con el más mínimo sentido de una ética cívica, o peor aún, con la ética a secas.

-¿Crees que es posible renovar las maneras de hacer política en el contexto del Chile actual? 

Es muy cierto que hay un grupo de jóvenes diputados del llamado Frente Amplio que nacieron a la vida política después de las manifestaciones estudiantiles del 2011. Estimo que es muy temprano todavía para evaluar el potencial político de esta nueva generación, pero confío en sus capacidades. No olvidemos que, finalmente, los derroteros políticos están estrechamente ligados al desarrollo de los movimientos sociales. En este sentido, pienso que debemos centrar nuestra mirada, precisamente, en los diferentes sectores de la sociedad chilena que están planteando sus demandas, buscando formas de expresarse políticamente.

– Dices que el sujeto político ha transitado de pueblo a público y de público a enjambre digital ¿De verdad crees que el poder se mueve en esta lógica?  

La nueva lógica de las Redes Sociales nos lleva a pensar que la democracia no fue creada para esto. La democracia y las Redes Sociales on line, constituyen dos realidades de épocas muy distantes bajo reglas y principios muy distintos. La democracia nació como forma política de estados nacionales, cuya lógica es deliberativa, verticalista, burocrática. La democracia quiere “representar” a los diversos sectores sociales, es analógica. Las Redes, en cambio, funcionan de manera digital, sin territorio, descentralizada se basan en datos: son digitales. Los líderes que hoy tienen éxito son aquellos que asimilan la nueva lógica de las Redes Sociales on line, proponiendo respuestas emotivas, inmediatas y totales a los problemas. Este nuevo tipo de liderazgo nos trae a la memoria el “Populismo” de antaño, con la salvedad de que se trata de un “Neopopulismo on line”. Esto es verdad desde Trump a Bolsonaro. Ahora bien, como bien dices, las élites tienen el pleno control de los dispositivos digitales. De hecho, las cuatro grandes compañias digitales se manejan desde los Estados Unidos: Facebook, Apple, Microsoft y Alphabet (Google)  Estamos asistiendo a una manipulación sin precedentes de los procesos electorales. Cambridge Analytica ha sido capaz de poner Donald Trump en la presidencia de su país, gracias a un manejo muy astuto de bases de datos. La nueva lógica del poder se fundamenta en el manejo de una gran cantidad de datos, el “Big Data”, que le permite utilizar algoritmos que predicen los comportamientos humanos. Ya no somos ni masa ni público sino “enjambres digitales”. El Príncipe Posmoderno necesita 100 “Likes” para saber más de nosotros que nuestra familia y 230 “Likes” para conocernos mejor que nuestra pareja. Llegados a este punto, la política se convierte en “gubernamentalidad algorítmica” Lejos de ser una pesadilla orwelliana al estilo 1984, un mundo donde el Hermano Mayor es el único emisor posible, se nos invita a un mundo Podcast, donde cada uno desnuda su intimidad ante los demás. Es la hora de la Psicopolítica…

¿Qué le dirías a quienes piensan que este tipo de teorías son “reaccionarias” y funcionales al gran capital?    

En la hora actual existen dos tendencias frente a la tecnología, la tecnofobia y la tecnofilia. Ambas posiciones se alejan por igual de una aprehensión sólida del fenómeno desde las ciencias sociales. Asistimos en todo el mundo a un fenómeno antropológico mayúsculo, la más radical mutación cultural, comparable a la invención de la escritura alfabética. En términos muy concretos, se está transformando el modo en que nos comunicamos. Ahora estamos en un mundo en que la manera de comunicarnos es la CMC (Computer Mediated Communication), una comunicación multipolar, reticular, instantánea y multimedial. Es verdad que las nuevas tecnologías aparecen asociadas al gran mundo empresarial y mediático, sin embargo, no es menos cierto que las diversas plataformas de la Web 1.0 y la Web 2.0 son ya una parte de la cultura cotidiana de millones de habitantes en todas partes. Pienso que ocuparse de este fenómeno desde las distintas miradas de las ciencias sociales es imprescindible en la actualidad. Lo verdaderamente “reaccionario” es, a mi modo de ver, negar la radicalidad de los cambios que trae el mundo digital, sea por ignorancia o meros prejuicios tecnofóbicos. Es de lamentar que muchos cientistas sociales, se resistan, hasta el presente, a investigar seriamente este mundo virtual que está cambiando las culturas, redefiniendo los sujetos, transformando las sociedades humanas como nunca antes.

Y en Chile cómo ves el estado de la política en este sentido ya que gustamos tanto del modelo norteamericano aunque sea de una forma bastante provinciana. 

Para hablar de la política actual en Chile resulta imprescindible remitirnos a su orígen. Lo que se vive en el país hasta el presente es un diseño social, político, económico y cultural fraguado en tiempos de la dictadura militar del general Pinochet. Tanto es así que muchos de los actuales dirigentes de la derecha chilena son hijos de Chacarillas. Esto es muy importante, pues allí se refundó no sólo la derecha  sino el país mismo desde todo punto de vista. Esto es algo que la frivolidad de algunos políticos de este sector quiere olvidar, por ello les resulta tan incómoda la figura de José Antonio Kast. Más allá del maquillaje, la constitución actual es un testimonio fiel de sus autores. Desde el punto de vista económico, ya se sabe, el “modelo chileno” fue concebido por los “Chicago boys” al amparo de la dictadura como forma de inserción en un mundo global. Sin embargo, como nada es para siempre, en los tiempos de Trump y de su “guerra comercial”, el “modelo chileno” ha comenzado a evidenciar sus limitaciones, pues el mundo ha dado un giro hacia el proteccionismo. Pienso que el sueño de ser un país desarrollado va desdibujándose. Debemos volver a la realidad: una democracia de muy baja intensidad, una economía de escaso crecimiento y una cultura basta, clasista, racista, excluyente…  Seguimos gritando al mundo que “Renca la lleva”, mientras los políticos candidatos a cualquier cargo siguen siendo “Melón y Melame” 

Qué relación posee esto con la desafección de muchos sectores y especialmente de segmentos más jóvenes de la población con la política 

La conjunción entre una Sociedad de Consumidores y una Sociedad de la Información engendra un nuevo sujeto social, un “Usuario-Consumidor” Este nuevo perfil acentúa el individualismo hedonista. En su fase extrema es una ciberadicción que transforma a los adolescentes en “hikicomoris”, seres aislados que solo se comunican por las redes. Este nuevo sujeto que es, al mismo tiempo, un consumidor mimado por el marketing y un usuario, es decir, componente de una red posee una aproximación muy distinta a la cuestión política. Su adhesión a una idea o candidato se expresa en “Likes”, es decir, se trata de algo efímero y superficial. De hecho, el comportamiento de los enjambres digitales se caracteriza por ser “ondulatorio”. En el ámbito político se ha desacralizado toda ideología, todo personaje… Como suele decirse, hay un desfondamiento de todos los metarrelatos que intentan darle un sentido a la historia, a la vida, en fin al mundo. Este es el llamado talante posmoderno que expresan las nuevas generaciones cuando gritan “El pueblo unido avanza sin partido” o se identifican con lemas como “Sin dios ni ley”.

– ¿Entonces la cultura política tradicional sería algo muy pasado de moda?

En este contexto contra cultural, anárco- virtual, la política tradicional es vista como algo ajeno y distante. Recordemos las protestas estudiantiles en Chile 2011 o los “Chalecos amarillos” en París. La imagen de los políticos y sus partidos ha caído a niveles mínimos: La abstención crece y puede traducirse como “indignación” y “decepción” ciudadanas. La clase política, en términos generales, es percibida por el ciudadano de a pie como un grupo sordo a las demandas sociales, cerrado, excluyente y controlado por verdaderas pandillas y “caciques”, envueltos en corruptelas y negociados. En el caso chileno, la imposibilidad de emprender reformas constitucionales de fondo, entre otros factores, ha configurado un clima político y social que es percibido como escasamente democrático y disociado de los anhelos de los chilenos. El actual ordenamiento político del país resulta extemporáneo respecto a las transformaciones culturales que se verifican en el seno de nuestra sociedad. Se ha pretendido prolongar un diseño autoritario heredado de una dictadura militar que ya no se sostiene. Aquello que fue posible a principios de los noventa, ahora ya no es posible. Nada tiene de extraño, entonces, que el hastío ciudadano se exprese como una ausencia que es, a todas luces, un reclamo, pero también un anhelo. En toda su radicalidad, no votar es rechazar una institucionalidad que es percibida como un “simulacro democrático” añejo e incapaz de solucionar los problemas reales de los ciudadanos y el deseo de una democracia otra.

¿Es la sociedad de la posverdad una sociedad demagógica?

Si la mentira, la traición y el crímen han acompañado a la política desde siempre, cabe preguntarse qué es lo nuevo de la “posverdad” Lo primero que hay que aclarar es que la “posverdad” es un dispositivo político. No se trata de un problema lógico o semántico, se trata de un asunto político. Lo segundo que hay que entender es cómo funciona la “posverdad”, una cuestión muy compleja que intentaremos explicar en sencillo. Los ciudadanos de antes  construían sus verdades basados en experiencias o datos de la realidad, a esto se le llama “contextos históricos” Poco a poco, el desarrollo de los medios ha creado una mediación entre la experiencia y la información que procesamos en el cerebro. Nuestras verdades dependen de lo que leemos o vemos. En la actualidad hemos perfeccionado a tal punto la información que podemos prescindir de los datos de la realidad. O sea y dicho de manera simple, estamos abandonando los “contextos de la realidad” y vivimos cada día sumidos en “transcontextos” Cada información de las redes sociales nos ayuda a reforzar lo que creemos. Si detesto a los inmigrantes y visito todos los dias sitios racistas, refuerzo mis creencias. 

El asunto es que esta posverdad puede influir más de lo que uno se imagina

La posverdad adquiere inusitada importancia debido a que las redes sociales son capaces de construir “transcontextos” a nuestra medida y en tiempo real. Ya no vivimos la realidad sino aquello que nos hacen creer de la realidad. Así, podemos negar el cambio climático,  estigmatizar a los inmigrantes o declarar peligrosa la “ideología de género”. En el caso chileno, se advierte un preocupante esfuerzo de la extrema derecha por reivindicar la figura de Augusto Pinochet y su “legado” Una maniobra política que quiere proponer una “historia alterna” de la dictadura militar, una historia que, como en el Brasil de Bolsonaro, legitime no solo los principios de la dictadura militar sino que además justifique sus atrocidades.

¿Cómo se inscribe la figura que propones, el Príncipe Posmoderno, en el contexto de la actual política internacional?

No se requiere ir muy atrás en el tiempo para advertir que durante la campaña presidencial americana del 2008, el equipo de Barack Obama desplegó una potente campaña en Internet. Por vez primera en la historia, las campañas electorales se instalaban en el espacio virtual. Desde ese momento inaugural, todo se ha perfeccionado. En la actualidad, se utilizan extensas bases de dato, el “Big Data”, que permite la utilización de algoritmos capaces de personalizar la información obtenida  al máximo , esto es el “Microtargeting”  De hecho, Cambridge Analytica empresa asesora en la campaña de Donald Trump, logró el triunfo del candidato utilizando este tipo de técnicas. Lo que es útil para las campañas electorales sirve también para ejercer el poder. Un gobierno que maneje una inmensa cantidad de datos, puede orientar su accionar según el número de “likes” y los “trending topics” de las redes sociales. Así, entonces, si antes se hablaba del “complejo militar industrial”, en la actualidad sería mejor hablar del “complejo militar virtual” , pues, el espacio virtual no solo el que provee los datos que se convierten en valiosa información, es en este espacio donde se confrontan los poderes militares de las potencias mundiales en la actualidad.

En este panorama de confrontación mundial, ¿Qué importancia le atribuyes a personajes como Assange o Snowden?

Para nadie es un secreto que estamos viviendo una confrontación mundial de nuevo cuño. Como se ha dicho, es como una Tercera Guerra Mundial en cámara lenta. Pues bien, en esta guerra, un capítulo fundamental es la “Ciberguerra” En esta distopía que estamos viviendo, WikiLeaks forma una escaramuza en algo mucho mayor. Como ha denunciado el mismo Snowden, hay miles de expertos (Hackers) trabajando en silencio, interviniendo en la red, atacando sitios de agencias militares o financieras. El mundo vuelve a estar dividido en bloques, por un lado el eje anglo-americano, por otro el eje sino-ruso, con sus respectivos seguidores. El Príncipe Posmoderno no es sino una actualización del mito-príncipe. Ya no se trata de un Príncipe de carne y hueso que posea la gracia divina del “carisma”, tampoco se trata de un “Caudillo” respaldado por partidos que construye una “personality” mediática. El liderazgo de hoy lo ejerce un “Avatar” que ofrece un cierto “perfil” en redes y que interviene a través de “twitter”, sea acusando, amenazando o celebrando a personajes o acontecimientos. Assange y Snowden constituyen dos episodios que nos alertan sobre lo que está sucediendo y pagan las consecuencias por abrir una caja de Pandora. Pasolini y Benjamin llamaron “fascismo” a ese estado de una humanidad degradada e impotente que asiste impávida al espectáculo de su propia destrucción.

¿Cómo concilias tu mundo literario con tu pensamiento político académico? Recuerdo que escribiste sobre un personaje que se llamaba el “Chico” en una novela titulada “Martín Rivas Toc Toc”. 

Cuando arribé a Chile con un doctorado en semiología y letras de la Sorbonne de París bajo el brazo y lleno de ingenuas ilusiones, me encontré con una dura realidad posdictatorial. No había cursos de literatura y muy escaso interés por las letras en las universidades. Sorprendentemente ¡en un país cuyos únicos premios Nobel son literarios! Como ya se sabe, la necesidad crea el órgano y sin darme cuenta, mi escritura se volvió  “ambidiestra”, es decir, debía adecuarme a la realidad académica – sin tragarme un filósofo como diría Nicanor Parra – , pero ajustándo mi escritura a los cánones y formatos universitarios y periodísticos. Sin embargo, al mismo tiempo, manteniendo, en mi privacidad, el juego y la plasticidad de la palabra en cada uno de mis cuentos mis cuentos y en mis novelas. La novela que mencionas constituye una parte importante de mi trabajo intelectual durante la década de los noventa. Intenté escribir una suerte de “palimpsesto” en el que mi escritura se confundiera con la de la primera novela chilena “Martin Rivas”. De hecho, el título definitivo de esta novela es “Martín Rivas Toc Toc” y  tienes muy buena memoria, pues su protagonista es un joven chileno de los ochenta que llamamos “el Chico o el Petiso “La idea fundamental de esta obra es contrastar no solo la escritura decimonónica con la mía sino también volver a los áulicos espacios de nuestra aristocracia, convertidos en cuarteles de la Dina durante la dictadura. Por cierto, hace pocos meses he escrito una coda a la novela, un relato titulado “La Revolución de los Bastones”, donde nuestro personaje protagoniza una revolución en un asilo de ancianos. Un relato que bascula entre la protesta y la próstata. En suma, se trata de una novela grotesca, a ratos procaz, tan soez como la realidad del crímen, el secuestro y la tortura que nos tocó vivir… Finalmente, Chilito sigue siendo, hasta hoy, un país de curas, milícos y mercaderes como hace dos siglos.

Te formaste en los ochenta en Chile ¿Qué recuerdas de aquel Santiago bohemio de esos tiempos. 

Recuerdo el “Club de la Unión”, un edificio que se levanta entre las calles Bandera y Nueva York, lugar exclusivo que reunió a los señores más elegantes de la primera mitad del siglo XX. Durante las últimas décadas fue un lugar que se identificó con cierto boato castrense y empresarial. Más de una vez debí asistir obligado a un matrimonio “cuico”: los mozos del lugar, con impecables guantes blancos y un mal disimulado corte militar servían el “Canard à l’orange” y generosos vasos de “Chivas” a señores impecablemente vestidos y damas con estolas de piel. Un espacio digno de una película de Fellini que bascula entre lo grotesco y lo “retro”, donde nuestra burguesía solía celebrar eventos y cenas anuales en los años de la dictadura. Lo que más me interesaba estaba cruzando la calle, en Nueva York 11, la llamada “Unión chica”, discreto lugar donde pululaban algunos poetas como Jorge Teillier acompañado por el infaltable séquito de discípulos y amigos… Entre algunas exquisiteces de la charcutería nacional y algunos tragos especiales, la “sangría catalana”, por ejemplo, y los vinos tradicionales chilenos que abundaban en las mesas. Tras las aburridas sesiones de la “Sociedad de Escritores”, ubicada en Almirante Simpson en las proximidades de Plaza Italia, algunos llegaban a la medianoche a este rincón de la ciudad. Entrada ya la madrugada, el vate entraba en esa mágica “ebriedad poética” y de manera casi “mediúmnica” comenzaba a escribir pequeños versos a “Reinas de otras primaveras”.

– Eran noches en donde habitaban muchas soledades

La noche santiaguina envolvía ese “habitar poético” de la capital. Figuras equívocas poseídas por la magia del plenilunio, voces y siluetas que protagonizaron la otra historia de esta ciudad. En sus infinitos versos está escrito en clave el secreto itinerario de estos seres anómalos que llamamos “poetas” a falta de mejor denominación. Santiago de Chile es también fantasmagoría y delirio, amor y muerte al amanecer. Jamás real, más siempre verdadera, es la ciudad imaginada y cantada por los poetas venidos de todas partes. Así, tejados, putas y callejones han adquirido su derecho de ciudadanía. Es el otro Santiago, aquel de enaguas y vino tinto, la ciudad imposible que sólo pueden atisbar, algunas noches de lluvia, los gatos y los poetas.

Hace años que saliste de Chile ¿Cómo ves el país desde el prisma del tiempo y la distancia?

En primer lugar debemos dejar fuera todo melodramatismo patriótico, pues en esta era de Internet se tiene acceso a la prensa, a la radio y a la televisión chilena en tiempo real. Me siento muy orgulloso de haber nacido en Chile y quiero mucho a mi país, sin embargo, me siento, al mismo tiempo, profundamente latinoamericano.  Tomé la decisión de abandonar el país obligado por razones laborales. En un momento determinado me encontré viejo, cesante y sin indemnización alguna. Pienso que una sociedad que permite esto, viola los derechos más elementales de la persona humana: el derecho a una vida digna. Nadie se escandaliza ni se avergüenza frente a esta sociedad bárbara y salvaje en la que estamos sumidos. Comparto el destino de millones de compatriotas que gracias a este modelo viven en una sociedad  de la desigualdad y el abuso empresarial, en el límite de la miseria, con empleos precarios y mal pagados, con pensiones miserables gracias a las AFP, sin acceso a una educación pública ni a servicios de salud de calidad. A esto lo llamo “Chilito: Denominación de origen”, el título de mi próximo libro en cuya portada aparece el “Indio Pícaro”, una metáfora visual de lo que estoy diciendo. Nunca he militado en partido político alguno ni profeso ningún catecismo ideológico, pero uso la cabeza y tengo dos dedos de frente y el corazón bien puesto para darme cuenta que mientras las grandes empresas y los bancos multiplican sus riquezas, el chileno de a pie es obligado a una vida pobre en todos los sentidos. 

Hay nuevas generaciones que empiezan a dar la batalla

Tengo confianza en las nuevas generaciones, me gusta su talante lúdico, sus memes, su rebeldía y sus risas. En mi calidad de docente universitario, he tenido la oportunidad de conocerlos y quererlos. Pienso que la mayoría de los jóvenes de nuestro país tienen conciencia de los problemas que aquejan a nuestra sociedad, problemas que los afectan a ellos en primer lugar. Por eso me llena de esperanza al verlos desfilar por una educación pública gratuita y de calidad, desafiando vetustos prejuicios de género. Como cantó Violeta ¡qué vivan los estudiantes! Los mejores recuerdos que tengo de mi país, son tantos  rostros de los que han sido, alguna vez, mis alumnos en diversos espacios universitarios, he aprendido mucho de ellos. Si alguna de mis clases ha sido una semilla para que fructifique en algunos el sueño de un país más justo…mi carrera docente habrá valido la pena.

– Es curioso tu lenguaje poético, mixturado con la política y la teoría de la comunicación…. Te llevo al día que marca en parte la historia política del último medio siglo en Chile ¿Qué te trae a la mente el día 11 de septiembre? 

…Un lejano martes de septiembre salí a merodear por la calle, con esa temeraria imprudencia de adolescente… Por la radio se anunciaba ya el toque de queda entre marchas militares… De pronto sentí en mi espalda un grito militar…” ¡Alto!”… Al volverme pude ver a la distancia a un conscripto no mucho mayor que yo… su carabina me apuntaba. ¿Quién era ese muchacho de rostro campesino que me miraba inexpresivo, dispuesto a dispararme? Nunca supe su nombre ni su rango, solo supe que me apuntó con su fusil para matarme.  Hoy me pregunto… ¿Y si disparó y nunca lo supe? He guardado su imagen a través de los años, imaginando que sí apretó el gatillo y que todo lo que ha acontecido después no ha sido sino un sueño… a ratos, un mal sueño. 

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