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Entrevistas

14 de Octubre de 2019

El caso Rocha según Luis López-Aliaga: Las llamas que encendieron la tragedia

Luis López Aliaga. Foto: Mónica Molina

El escritor y guionista Luis López-Aliaga, -autor de Cuestión de astronomía, Fiesta de disfraces, Bazar Imperio y Mundo Salvaje, entre otras obras-, presenta una novela inspirada en el bullado “caso Rocha”, que alcanzó connotación pública luego que Gerardo Rocha, supernumerario del Opus Dei y fundador de la Universidad Santo Tomás, asesinara al martillero Jaime Oliva en febrero del 2008, aplicándole golpes de electricidad y luego quemando su cuerpo. Rocha, producto de las llamas que él mismo provocó, falleció a los tres meses dejando no sólo un imperio económico, sino que también una historia de vidas paralelas, celos enfermizos, religión, poder y un espía chapucero, inspirado en Dante Yutronic. Los resortes de la historia se remontan a los últimos años de la dictadura y comienzos de la década del noventa y abarca jueces corruptos, intrigas, manipulación de información y una vida social retratada con sendas fotos de Rocha con Teresa de Calcuta, Bill Clinton y otros líderes mundiales. “La casa del espía” es también una feroz radiografía de la tormentosa y perversa relación amorosa de Rocha con su segunda esposa. La novela de López-Aliaga navega por el humor negro y la prosa desfachatada, narrando descarnadamente la dualidad que transita entre una supuesta ética y la codicia y la barbarie.

Por

¿Por qué el caso Rocha?

Funciona como espejo de una época y de un grupo social, creo.  Inicialmente era una idea de serie de televisión que trabajamos con Bárbara Saavedra y Sebastián Vivero, unos amigos guionistas. Pero como los procesos para que una idea se convierta finalmente en serie son largos y trabajosos, en algún momento decidí escribirla como novela, que es un trabajo mucho más personal y sin tantos intermediarios. A esas alturas ya estaba metido de cabeza en el caso, había investigado mucho y escribirla fue una forma de sacármela de encima. 

¿Qué es lo que tiene el caso Rocha que te hizo querer contarlo? 

Todos los resortes que gatillaron el crimen están asentados en los años noventa. La universidad del empresario fue acreditada en esa época, ahí se valida el lucro como fórmula y ahí está la base de su fortuna y de su poder. El martillero era un operador judicial,  (“lobbystas”, se llamaban ), cuya “pyme” consistía en hacer favores judiciales intercediendo por narcotraficantes, militares y empresarios (a veces eran las tres cosas juntas), a través de la figura de su amigo Servando. El famoso detective especializado en detectar infidelidades también tuvo su época de gloria por esos años y llegó a aparecer en Sábados Gigantes, por ejemplo, con don Francisco. 

Fue un caso ampliamente cubierto por la prensa, no sólo por el crimen pasional, sino que por la alcurnia de los involucrados… 

La novela, que es el caso ficcionado y no pretende ser una verdad, parte cuando el empresario contrata a este detective privado para que siga a su segunda mujer, que es psicóloga, veinte años menor que él. La primera inflexión ocurre cuando el detective entiende que el empresario es una mina de oro, y nace en él una suerte de perversión del dicho ese de que el cliente siempre tiene la razón. Ahí empieza a manipular la información para darle en el gusto (darle en el gusto a un paranoico, nada menos) e incentiva las sospechas del empresario ante la supuesta infidelidad de su esposa. Más que despejarle las dudas, le aviva la cueca para mantener la pega. Todo desde la grosería de un espionaje chapucero, algo grotesco, que creo que es el tono general de estos personajes y de la novela.

Los personajes reales son de una complejidad bien abismante, ¿Cómo los recreaste en la ficción?

Cuando empecé a delinear los personajes,  bien oscuros y miserables en la vida real,  me di cuenta que la salida era el humor negro. Es una paradoja que también tiene que ver con esta tensión entre realidad y ficción. Porque al verlos así tan de cerca, que es una necesidad de la ficción, uno no se los puede tomar demasiado en serio. Pero en la realidad yo sé que hay que tomárselos en serio, porque algo dicen de lo que somos como sociedad, de la elite que tenemos.

La casa del espía ¿es la historia de un crimen, de un poderoso, de abusos, de espionaje?

Creo que tiene que ver con una forma de ejercer el poder. Y acá se juntan varias historias o varios niveles de abuso: la del poderoso que en la intimidad de la casa pierde el control ante la sola sospecha de que algo escapa de sus manos, en este caso la eventual infidelidad de su mujer; la del empresario que busca los resquicios para aprovecharse de los consumidores y clientes (que es lo que son los estudiantes para un empresario educacional); la de un operador que interviene en la justicia porque vislumbra una buena oportunidad de negocio a través de sus vínculos personales con un juez. Todo tiene que ver con el ejercicio del poder a fines de los 80 y todos los 90, y que termina por expresarse como patología en febrero de 2008.  

Describe al empresario… 

Es un personaje que viene de abajo, con una infancia más bien modesta en San Bernardo, al que le hicieron bullying en el colegio. Su ascenso fue muy dificultoso, le costó ganarse un lugar en la élite de este país, aunque se aferró a las mismas convicciones políticas, económicas y religiosas de sus voceros de más alcurnia. Cuando finalmente lo logró, sus inseguridades cobraron fuerza, porque en el fondo sabía que no pertenecía y, de cierta manera, se lo hacían sentir. Lo despreciaban sin decírselo abiertamente. Era cercano a figuras como Joaquín Lavín, pero también al senador Ávila y a la familia Frei.  Sus más cercanos hablan de un tipo genial, asunto que yo pondría en duda, porque todas sus acciones con relación al crimen del martillero son torpes, burdas. Entonces toda la valoración que hacen de él tiene que ver, más bien, con el lugar que llegó a ocupar. Su gran genialidad fue ser una suerte de visionario del lucro en la educación. “El zar de la educación”, le llamaban y todos sabemos lo que eso significa: el poder absoluto, con una inmensa corte de aduladores. 

Un hombre con una aparente vida espiritual muy profunda. 

Atormentado, sobre todo. Él era supernumerario del Opus Dei,  autoflagelante, con un lado siniestro del que no podía escapar. Hacía gala de una búsqueda espiritual muy profunda, pero cuando miras con detención, reparas en la vulgaridad de fondo, una espiritualidad hueca, llena de lugares comunes, como el libro de autoayuda que escribió.

Es un hombre poderoso en el ámbito de la educación, rico, religioso, pero a la vez un maltratador. Había antecedentes de la relación con su primera mujer. Era un peligro…

Una bomba de tiempo. De alguna manera todo su entorno lo sabía, pero el poder también tiene eso. Lo dice el propio empresario en la novela: es como la burundanga, anula la voluntad y la memoria de los que están cerca. Con su esposa tenía una relación tóxica que, de alguna manera, ambos fomentaron. Piensa que ella, veinte años más joven, vivió momentos de mucha precariedad cuando su familia quebró económicamente, entonces apareció este tipo que le ofreció una familia y un nivel de vida que de otra manera no hubiera tenido. Eso, sin saberlo ella, venía aparejado de un abuso sostenido y violento. Es lo perverso y complejo que se genera entre la víctima y el victimario, entre el abusador y el abusado.

De fondo, la religión y el amor que todo lo puede…

Claro, esa tontera de que por amor se soporta todo, porque él me ama a su manera y me lo demuestra de formas peculiares. El amor como sufrimiento, eso de que el que te quiere te aporrea y toda esa lógica infame de otra época.

Ellos van a visitar al Papa en una de sus reconciliaciones… 

Tienen fotos con Juan Pablo II. Era toda una puesta en escena destinada a mostrar una vida familiar asentada en los valores cristianos. Pero, como te dije, el entorno sabía lo que realmente pasaba y nadie hacía nada porque él, como millonario, sabía ejercer la impunidad que genera esa condición, sabía que nunca le pasaría nada. Creo que esa también fue una de mis motivaciones para escribir la novela, entender las dinámicas que genera la plata  y cómo a un poderoso se le perdona todo.

¿Dónde encontraste la humanidad?

Difícil. Pero la humanidad está también, o sobre todo, en nuestras miserias, no nos hagamos los huevones. La inseguridad que provoca incorporarse a un grupo social al que no se pertenece de origen, las respuestas reactivas al ninguneo, son miserias demasiado humanas. El sufrimiento de Otelo puede llegar a provocarnos compasión, aunque no compartamos las causas y las acciones que generan.

Hablemos del martillero, amigo de Servando en la novela…

Eran excompañeros de colegio. Todo ese ambiente oscuro está muy bien descrito en el Libro Negro de la Justicia Chilena, de Alejandra Matus.  Era un vividor, libidinoso, carismático, con muy buenos contactos en todos los niveles. Es quizás quien mejor resume una época y una ética, la de los 90, la del éxito fácil, del winnerismo. La esposa del empresario y este martillero tuvieron en esos años una relación al menos rara, oscura, intermediada por favores e intereses mutuos. Esa relación fomenta las fantasías del empresario que, finalmente, avivadas por el detective privado, se encarnan en un crimen brutal. 

¿Tú crees que era un loco? 

Un enfermo. Pero la enfermedad no lo exime de nada. Y tampoco vamos a decir que mató por amor… 

Por ningún motivo, lo que te quiero preguntar es si estamos frente a un psicópata, por ejemplo… 

No lo sé, lo que sí entiendo es que estos asuntos no afloran de un día para otro. Siempre maltrató a sus parejas, por ejemplo. 

¿Cómo la construiste a ella, aparte del ciclo de la violencia y de esta dependencia que se provoca?

Pareciera una mujer pusilánime, que deja que le pase la vida, que espera en Dios que su marido cambie, que se ve vulnerable y hasta pasiva. Lo cierto es que es el personaje que más me costó porque, de alguna manera, a todos los demás los abordé desde el humor negro, menos a ella, porque siempre y por sobre todas las cosas, ella es una víctima.

Pero sin duda, el personaje central es el detective privado. Acá puedes decir que todos los personajes ven el mundo de manera delirante, a punta de verdades incompletas o retorcidas, pero el espía no, él sabe todo y en eso ve una oportunidad, en la información como herramienta de manipulación… 

Y lo hace básicamente por algo muy pedestre y humano, que es salvar su negocio. Es la encarnación del emprendedor vivo, oportunista. Tiene que pagar contribuciones y salvar su matrimonio. Este personaje fue el que más ficcioné, en la recreación de su entorno y sus motivaciones. Pero su participación está acreditada no sólo en este caso, sino que también en el caso de Ema Pinto, la matrona que contrató sus servicios para espiar a su esposo y terminó degollando a su amante.  El espía tiene esta cosa burda, ridícula, pícara, pero sobre todo entiende cómo crear necesidad a partir de la vulnerabilidad de su cliente. Él se encargó de crear necesidad en el empresario, alimentando sus inseguridades. Un caso de cómo la manipulación intencionada de la información puede generar tragedias. 

Luis López Aliaga. Foto: Mónica Molina

Gerardo va a ver al Mamo Contreras a la cárcel. El la realidad va junto al espía pero en la novela va solo… 

Esta es la parte donde funciona el lugar común de que la realidad supera a la ficción. Entiendo que, en la realidad, nunca fueron juntos, pero es cierto que el espía también fue a verlo por su cuenta. Según la declaración del Mamo que figura en los expedientes judiciales del caso, fue para hablarle sobre un negocio de seguridad. Yo ficciono en la novela que el empresario fue a instruirse sobre los métodos de interrogación y tortura, los que aplica después cuando se queda solo con el martillero maniatado en la pieza de la casa de El Quisco

Sigamos con el espía…

Como te dije, es el personaje en torno al cual más recurrí a la ficción. Pero efectivamente fue candidato a concejal por la Unión de Centro-Centro, liderada por Francisco Javier Errázuriz, el famoso FraFra. Y no salió electo. Siempre quiso entrar en los círculos de poder, através del espionaje empresarial, de la inteligencia, pero nunca pudo dejar de ser el espía de las infidelidades.   

Su gran referente es James Bond, que representaba, sobre todo, el estilo de vida que le hubiera gustado llevar. 

El espía, en definitiva, es quien articula tu novela. ¿Cuál es la esencia de ese personaje?

Yo creo que los sueños de grandeza. Y algo que también se dio mucho en los noventa, el deseo de dejar atrás el barrio, de borrar los orígenes. 

¿Este es el primer paso para, efectivamente, llevar la historia a un formato audiovisual?

Así fue concebida en su origen, por lo que no pierdo las esperanzas de que así ocurra. Ahí están las lucas. 

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