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26 de Noviembre de 2019

Cómo se decidió el fútbol en 1973, el año en que jugamos en peligro

El campeonato chileno versión 2019 ha intentado volver, pero no puede. Ya sea por acción de las barras bravas o por los mismos jugadores, quienes aseguran que no están dadas las condiciones para volver a la actividad. Lo cierto es que este ha sido el receso más largo en la historia de los torneos locales, superior incluso al de 1973. Exploramos cómo se jugó ese certamen en medio de un país que se quebraba, donde las autoridades del nuevo régimen presionaron directamente para que la pelota no dejara de rodar.

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Los planteles de Unión La Calera y Deportes Iquique entraron a la cancha el viernes 22 de noviembre a tratar de jugar un partido de fútbol. Dos equipos provincianos obligados a jugar en Santiago, en el estadio Bicentenario de La Florida. El recinto donde comúnmente juega el Audax Italiano, había sido autorizado para recibir un máximo de mil quinientos espectadores. Poco antes del mediodía de ese viernes, hora agendada para el inicio de la brega, el estadio no albergaba ni un tercio de esa cifra.

A la misma hora, en las afueras del estadio Monumental, un grupo de barristas coordinaba el llamado “Arengazo por la dignidad”, que tenía como intención exhibir el rechazo de la barra-brava de Colo Colo al regreso del campeonato chileno, suspendido hace más de un mes por las manifestaciones sociales. Para ellos, el retorno del torneo no era otra cosa que una falsa maniobra para demostrar una normalidad que no existe.

Después de manifestarse en el entorno del recinto de Pedreros, un grupo menor se trasladó a La Florida, donde la pelota ya estaba rodando entre La Calera e Iquique. El escaso contingente de seguridad que custodiaba el recinto no fue capaz de contener a un grupo que entró primero al estadio y luego a la cancha donde ambos equipos seguían jugando un pleito que iba 0-0. Pero el marcador, la verdad, no le importaba a nadie. El juez del partido, César Deischler detuvo la brega. Intentaron volver a jugar, pero fue imposible. El partido se suspendió en el minuto 67, abortando la programación de la ANFP que había organizado el regreso del certamen.

Si bien a más de mil kilómetros de la capital, Cobresal y Unión Española disputaron su partido en el mineral de El Salvador (triunfo del local por 3-2), el resto de la fecha fue cancelada. El Sindicato de Futbolistas aseguró que no estaban las condiciones de seguridad para que se efectuaran partidos. A través de su presidente, Gamadiel García, denunciaron que varios futbolistas habían sido amenazados por barristas que estaban dispuestos a todo con tal que el fútbol no regresara. Y no se jugó más, llenando de incertidumbre el futuro de un torneo del que ya nadie se acuerda demasiado.

10 días sin jugar

La historia recordará el campeonato del 2019 como el más interrumpido hasta la fecha, considerando todos los torneos de fútbol profesional que se disputan sin pausas desde 1933. Muchos se preguntan cómo se pudo jugar en peores condiciones a las actuales, refiriéndose a la crisis de 1973, el Golpe de Estado y la dictadura militar que sobrevino. 

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El certamen de ese año se había detenido durante varias semanas antes del 11 de septiembre. Los motivos principales fueron dos: la participación de Colo Colo en la Copa Libertadores y las eliminatorias para clasificar al Mundial de Alemania del año siguiente. A medida que los albos avanzaban fases en el certamen continental, el torneo sufría modificaciones importantes.

Edgardo Marín, Premio Nacional de Periodismo Deportivo en 1993 y el gran historiador del balompié chileno rememora que “el torneo empezó el 15 de abril. Los albos no volverían a jugar hasta la décima fecha, el 23 de junio, después de la final de la Copa Libertadores contra Independiente. El campeonato siguió con irregularidad por diversas fechas suspendidas por lluvias y compromisos de la Selección. En agosto los clubes decidieron reanudar el torneo el 3 de octubre, lo que no se pudo debido a la contingencia. El certamen volvió a jugarse el 13 de octubre. O sea, de acuerdo al calendario, estuvo suspendido desde el 3 al 13 de octubre de 1973. Solo diez días”. 

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El estadio Nacional fue utilizado como centro de detención, lo que obligó, por ejemplo, a que el clásico entre Colo Colo y la Universidad de Chile se jugara inéditamente en el estadio Santa Laura, propiedad de la Unión Española. Fue el 28 de octubre, empate sin goles ante 22.610 espectadores controlados.

 “Nosotros estábamos totalmente enfocados en el fútbol. Si no entrenábamos por nuestro club lo hacíamos por la selección, así que no nos dimos cuenta que el campeonato de ese año fuera tan largo. Para los jugadores no había pausas”, recuerda Leopoldo Vallejos, arquero titular de la Unión Española y de la selección chilena en ese convulsionado año 1973.

Leonardo Véliz era una de las figuras de ese Colo Colo que llegó a la final de la Copa Libertadores. Su reflexión es más profunda.

El fútbol históricamente ha sido una actividad privilegiada, tanto en los gobiernos dictatoriales como democráticos. Se ha construido como una especie de pan y circo para el pueblo. En esa época muchos jugadores no tenían idea de lo que pasaba más allá de una cancha. Hoy celebro que el jugador se haya manifestado respecto a una crisis transversal que involucra a todos”.

El campeonato de ese año se extendió hasta los primeros meses de 1974. La última fecha se jugó el 2 de febrero y la tabla terminó coronando a Unión Española como monarca, cuatro puntos por arriba de Colo Colo, su escolta más cercano. En el último lugar terminó la Universidad Católica, quien descendió a la segunda división

Una de las grandes revelaciones de ese año fue Juan Carlos Orellana, quien jugó su primer torneo como profesional defendiendo la camiseta de Green Cross. El zurdo de Barrancas llegó al club por intermedio de su hermano Raúl, quien le consiguió una prueba para poder sumarse al plantel. Con sólo 18 años terminó siendo el segundo goleador del campeonato con 19 goles, dos menos que Guillermo Yávar del cuadro hispano.

“Lo más complicado no eran los entrenamientos, sino que tuvimos que acomodar los partidos y los viajes al toque de queda, que muchas veces empezaba a las seis de la tarde”, señala el delantero que años después sería figura en Colo Colo. “Al comienzo iba muy poca gente al estadio. Supongo que era por el miedo. Pero después el mismo público nos decía que era bueno que el fútbol se siguiera jugando, porque era la única entretención para un país que estaba sufriendo mucho”.

La baja de público es corroborada por las cifras. “En 1972, el público total en los estadios chilenos fue de 3.617.223, récord hasta ese momento. En 1973 fue de 2.031.819. Para 1974 bajó a 1.366.411. La curva descendente se reforzó en 1975 con 1.295.932 espectadores”, precisa Edgardo Marín. 

Edgardo Marín

Leonardo Véliz asegura que “el ambiente era tóxico en Chile antes del Golpe. Se anunciaba que el Golpe venía, que el Golpe venía, hasta que llegó. Después fue peor. Nosotros estábamos muy enfocados en la selección, tuvimos que viajar a Moscú para jugar contra la URSS por el repechaje al Mundial. Obviamente el torneo pasó a segundo plano, pero Pinochet fue muy inteligente. Lo asesoraron y le dijeron que no tocara el fútbol ni a los futbolistas. En otras actividades murieron o fueron detenidos y torturados muchos artistas, escritores, actores, diferentes profesionales, pero el fútbol no fue tocado. Por eso nunca nos hicieron nada a los que criticamos abiertamente la dictadura. Estábamos, entre comillas, protegidos”.

“El Polo” Vallejos recuerda que ese período lo aprovecharon para realizar giras internacionales con la selección y los clubes. “Con Unión Española fuimos a jugar a Japón, España, Portugal. A veces estábamos un mes fuera de Chile y las comunicaciones eran más difíciles. Recién cuando volvíamos nos enterábamos de muchas cosas que estaban pasando”.

La polémica Copa Chile

 Tras finalizado el torneo, en un país que vivía en permanentes estados de excepción, con pocos canales de comunicación y una represión sostenida, la Asociación Central de Fútbol Profesional, encabezada por Francisco Fluxá, decidió que el torneo de 1974 empezaría recién en el mes de septiembre. El foco estaría en la preparación chilena al ya clasificado Mundial de Alemania. Para evitar que la inactividad de los clubes se extendiera por demasiados meses, con la inevitable crisis económica que eso significaría, se determinó volver a jugar la Copa Chile, el torneo alternativo al certamen nacional que se había disputado por última vez en 1962. En dicha edición, en una de las sorpresas más grandes en la historia el torneo, el modesto club Luis Cruz Martínez de Curicó superó a la Universidad Católica en la final.

El regreso de la Copa Chile fue aceptado a regañadientes por los clubes. Aseguraron, tal como ahora, que las condiciones para jugar no eran las adecuadas. Menos el ánimo de los jugadores. Muchos estadios a lo largo del país eran utilizados como centro de detención, algunos de tortura. La cabeza de los protagonistas estaba en no exponerse, mucho más que en jugar un partido de fútbol. Pero la protesta fue demasiado tibia y el campeonato se jugó de igual manera. El registro demuestra que fue el torneo con menos público en los recintos hasta esa fecha. Clubes de popular convocatoria, como Colo Colo y Universidad de Chile, apenas superaron los dos mil asistentes en promedio en sus partidos de local. La histórica revista Estadio destaca el partido jugado entre Magallanes y Santiago Morning, que contó con “84 asistentes en las tribunas, de los cuales 35 eran Carabineros”.

“Muchas veces el fútbol era la única ventana disponible”, admite Juan Carlos Orellana, quien había pasado en 1974 de Green Cross a Colo Colo, equipo que defendería hasta 1980. El Cacique fue, precisamente, el ganador de esa Copa Chile, derrotando a Santiago Wanderers en la final por 3-0. 

Fútbol sin paz

En 1973 no existieron grandes manifestaciones populares contra la dictadura recién instalada. La represión era sostenida, los medios de comunicación no mostraban lo que ocurría en las calles y las tecnologías, a diferencia de ahora, no permitían dar a conocer los atropellos que padecía la población civil. La sumisión, muchas veces, fue sin protesta en los primeros años del régimen. La situación es incomparable con lo que ocurre en la primavera del 2019.

El fútbol nunca tuvo paz en tiempos de paz”, agrega Leonardo Véliz. Su reflexión va dirigida a las barras bravas, para muchos los culpables de que el torneo de este año no se haya retomado. “Se normalizó una forma violenta de aceptar el fútbol, incluso en la manera de referirse a los rivales. Los equipos pasaron a ser las madres, las zorras, las monjas. Los protagonistas no ayudaron mucho. Hay jugadores que siempre alentaron a los más violentos. Y los medios de comunicación también fueron parte de mantener ese sistema”. El análisis del Pollo es más profundo. “Antes el fútbol no era una industria, como ahora. Eso trae cosas buenas y cosas malas, porque también acarrea dinero, poder y con eso llega la corrupción. Cosa de mirar lo que pasó con Sergio Jadue. Dicen que el fútbol es la única distracción o al menos la más barata y hasta eso se ha distorsionado. Se debe tomar una determinación como actores sociales. Las manifestaciones hoy tienen un fondo. Lo que es discutible es la violencia exagerada. Muchos dicen que hay jugadores que quedarán sin trabajo y es verdad, como cientos de chilenos en otras actividades que han visto afectados sus empleos también. Quizás terminen pagando justos por pecadores en la decisión de volver o no al fútbol”. 

El Polo Vallejos coincide. “El fútbol siempre ha sido parte de la gente y el futbolista es parte del pueblo. Tiene que estar junto a él y respaldar las demandas populares. Me encantaría que se pudiera volver a jugar, pero si no se puede, no se puede”. 

Juan Carlos Orellana asegura que “las barras bravas decidieron que no se jugara. Esa es una realidad. La decisión de volver al campeonato no quebranta las demandas que todos tenemos, no traiciona el movimiento. Sería bueno para todos que se volviera a disputar el torneo, porque todos tenemos claro que la prioridad está en otra parte. Ayudaría para el ánimo de la gente”. 

Para Edgardo Marín “no habiendo seguridad no se puede jugar, en protección de los jugadores, público y demás protagonistas del fútbol profesional. Pero no se necesita tanta seguridad. Con un grupo importante de Fuerzas Especiales por estadio bastaría”.

Desde el Gobierno han elaborado una tesis: el narco-fútbol. No son pocos quienes creen que grupos delictuales dedicados al tráfico han contratado a barristas para evitar que el fútbol regrese. ¿Por qué el fútbol y no otras actividades? Por la visibilidad que posee en los medios de comunicación y su arraigo popular. De acuerdo a esta teoría, lanzada en reuniones con altos timoneles de clubes pero aún sin comprobación judicial, las barras bravas estarían actuando como “soldados” para estos fines, algo que desde el interior de las agrupaciones de barristas rechazan de plano. Aseguran que su movimiento no se ha despegado de las demandas sociales y que la conclusión del Gobierno responde a “buscar a un enemigo a quien culpar”. 

Lo cierto es que pase lo que pase con el torneo del 2019, este no será recordado precisamente por lo que ocurrió dentro de la cancha. Afuera se estaba jugando un partido mucho más urgente, mucho más importante, postergado por demasiado tiempo. 

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