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Opinión

3 de Diciembre de 2019

Columna: La tierra de los salvajes

Agencia UNO
Fernando Guzzoni
Fernando Guzzoni
Por

“Esta es la forma en que el mundo termina”

-T.S Elliot-

La sinopsis empezaría así. En algún lugar del mundo o en varios lugares del mundo comunidades se sienten atropelladas, marginadas, desplazadas, golpeadas. Se rebelan como el esclavo de la plantación, desnudan en ese escape la dimensión de su insurrección. Cuerpos racializados, en tormento, en estado de excepción. Se revelan en Hong Kong, en Palestina, en Colombia, en Bolivia, en Tunez, en Francia, En Ecuador, en Chile; subordinados simultaneos y multiples.

Se rebelan a la vida como objeto, a la normatividad sexual, a las militancias vernáculas, a la anatomía femenina y masculina, a la colonización de sus vidas, a procesos de opresión históricos, a la anómia, a los discursos religiosos, a las armas, a las instituciones, a la escuela, al lugar doméstico, a la idea de sexo, a la idea de género, al verticalismo, a la exclusión, a la necropolítica, al binarismo, al siglo XX.

Nuestros personajes habitan un pueblo, una ciudad o un país que puede ser cualquiera. Se mueven en la superficie, algunos en los bordes y otros en el extra radio. Los llaman los salvajes, porque responden con “violencia” a un sistema de opresión. Les mercantilizan sus identidades, les cooptan la voz y los desinforman, son una otredad, una sub especie, unos alienígenas que subordinados funcionan. Amos indulgentes, esclavos felices. Hasta que los salvajes deciden preguntarse mirándose al espejo ¿Quién soy? Y desde esa pregunta erigen su nueva identidad y empiezan la disidencia.

Los salvajes exigen la despatriarcalización del poder en calles inundadas de protestas. En ese sismo sacuden a la élite, que insiste en colonizar la historia de los personajes, bajo condiciones, supuestos y efectos que ellos determinaron sin preguntarles.

Lo que está en disputa es un proceso de transformación radical, cultural y político. La super estructura de esa transformación es la muerte de un viejo mundo y uno nuevo que nace. Un mundo sin sujetos excluyentes ni exclusivos, horizontal, un mundo articulado desde una estrategia colectiva y con desobediencias civiles masivas saltando torniquetes y con desobediencias solitarias como viajar en velero. Lo que viene es la resistencia de ese viejo mundo, que no entiende de ecología ni de feminismo. El mundo nuevo pone en tensión las instituciones, la autoridad, las figuras monárquicas, la concentración del poder, la centralización de la información, el espacio familiar, las taxonomías.

Tal vez, el viaje a Ítaca sea largo, tal vez este lleno de “lestrigones de cícolpes y de coléricos poseidónes”  representados en botas, uniformes, metralletas y biblias. En autoritarismos narcisos y neofascistas, en evangelismos mesíanicos, con impronta uniforme arrojandose el discurso de la razón. En lobos autoritarios construyendo vinculos de transparencia absoluta entre ellos y los que escuchan su pureza.

https://www.theclinic.cl/2019/12/03/atrapan-a-persona-que-habria-hackeado-datos-de-carabineros-filtro-archivos-de-inteligencia-y-antecedentes-de-funcionarios/

Pero si se desoyen esos gemidos monocordes perdidos en la ciudad oscura, si se escuchan los pasos comunes que se agolpan y se trenzan, tal vez se enfrente a un nuevo mundo que no tiene representación aún. Será un mundo desconocido, que aún habita en la interperie, en lo especulativo, en un terreno de nuevas complejidades, en un campo de tensiones sin cartografías preestablecidas, en un mundo sin cocinas y con ollas comunes, en un mundo/globo común que erige nuevas formas de resistencias, algunas coreográficas y performativas que se reproducen con velocidad por el mundo como una (las) tesis que en la identificación y humanidad con el otro se vincula y legitima.

Fernando Guzzoni
Director y guionista de cine.
Miembro del colectivo
“Tres tristes tigres” creadores de Coloquio de perros

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