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Opinión

10 de Diciembre de 2019

Columna de Sal Atxondo y Karin Messenger: El secreto a voces el producto “Contaminación”

"La urgencia climática es la de comprender que nos jugamos la vida como la conocemos en el planeta. Que separar nuestra basura, comprar productos locales, reciclar nuestras latas y botellas de vidrio es útil, pero dónde están las emisiones es en su origen, en la concepción de productos contaminantes, en la fuente de la generación de residuos", Sal Atxondo y Karin Messenger.

Sal Atxondo y Karin Messenger
Sal Atxondo y Karin Messenger
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El Black Friday se tiñó este año de negro petróleo y amarillo oro, en las capitales del mundo. Activistas colgaron carteles con un mensaje claro: consumismo = cambio climático. ¿Un llamado a detener la compra compulsiva provocada por las rebajas, para retrasar así el inevitable desastre del planeta? Ese que nos obligamos a negar y nos avergonzamos de mirar a la cara.

Pero ¿en qué momento el cambio climático se convirtió en una consecuencia de nuestro sistema neoliberal? ¿Mientras intentábamos solucionar todo reciclando bolsas de plástico, comprando autos eléctricos (la elaboración de una batería eléctrica de 100 kWh genera hasta 200 toneladas de dióxido de carbono) o haciendo caso a los llamados a comprar ropa orgánica, de fibras recicladas o seguir la “moda sustentable”?. Incluso, algunos han planteado desde la geoingeniería que el CO2 -que hoy nos ahoga y aumenta la temperatura del planeta- puede convertirse en el combustible del futuro, en un producto de valor. Pero no es seguro, todo es una incógnita, una encrucijada que no se puede descifrar.

El cuento de ficción de que la naturaleza nos regalaba todo, sin pedir nada a cambio, de forma indefinida y sin ninguna consecuencia, era un invento. La realidad es que un reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente dio a conocer que las metas climáticas no se cumplirán, y la temperatura seguirá subiendo por efecto de los gases de efecto invernadero. Hoy cerca del 65 al 70 % de estos provienen del uso de combustibles fósiles, y un informe científico aparecido en el periódico inglés “The Guardian” afirma que más del 50% de las emisiones industriales globales desde 1988, pueden atribuirse a solo 25 grandes empresas. De hecho el 2040 se espera que la producción de carbón sea cuatro veces mayor que el nivel necesario para evitar el sobre calentamiento del planeta. 

Las pautas de nuestra actual estructura social y de comportamiento ya no sirven, hemos modificado el medio ambiente de tal forma, que en nuestro futuro los patrones con los que vamos a vivir no tendrán necesariamente que ver con los actuales. 

En la antigüedad, el tiempo era tan lento que la acción de la especie humana sobre el entorno no alcanzaba a ser perceptible. Con la revolución industrial, la visión del tiempo geológico se modifica, y ya no es la naturaleza barata y de fácil acceso, sino que las acciones que se hacen sobre ella tienen consecuencia directa sobre el planeta y sus especies.

La idea de que el ser humano, antes que católico o capitalista, es una especie, una entidad biológica, nos pone en la tesis de que nuestro comportamiento personal y social tiene consecuencias en el ecosistema que nos permite existir como seres biológicos. Así, el cambio generado a nuestro entorno biológico se hace presente de forma abrumadora con el cambio climático. Hemos dado paso al Antropoceno (concepto acuñado por el Nobel de química Paul Crutzen en el año 2000) la nueva era geológica en la que el ser humano ha impactado la Tierra, ha dejado la huella del deterioro del hombre sobre la naturaleza, a través de sus sistema de extracción y sobreexplotación.

El sistema neoliberal, no es fruto de un desarrollo evolutivo de nuestra especie. Han sido fuerzas que lucharon por ser impuestas: guerra fría, latinoamérica en los años 70 y en la actualidad, Bolivia, Colombia, Irak y Ecuador entre otros. Al igual que muchos otros movimientos sociales (económicos, de libertades y culturales), el neoliberalismo ha conseguido hacerse un lugar en la historia de la humanidad con una lucha de la que ha salido victorioso. La excusa de la democracia, ha llevado su orden económico donde quiera que vaya.

No nos cuestionamos el futuro como algo que tiene luchas importantes por conquistar, sino un lugar plácido donde la alegría es un deber (“la alegría siempre es bienvenida”, como diría Schopenhauer). Con esto promueve la uniformidad de pensamiento, restar reflexión, cuestionamientos de lo existente, o todo tipo de libertades que pueden cuestionar el modelo. Evitar la diversidad donde pueden desarrollarse ideas que el sistema no pueda controlar. 

La libertad que hemos ganado se ha ido construyendo con el gasto energético cada vez mayor, lo que ha tensionado nuestra relación con el medio ambiente, generando un porcentaje importante del cambio climático que ahora padecemos. Si aceptamos esa premisa, el cambio de la manera de generar energía resulta urgente. El desarrollo de las libertades necesita de energía, pero una energía que no vaya en contra de las personas que buscan esa libertad. Las nuevas fuentes de energía definen la manera de enfrentar la supervivencia de las especies.

La generación de energía sucia a partir de combustibles fósiles, no puede seguir siendo un negocio multimillonario. El cambio de fuentes de energía no es una recomendación sino una obligación. Mientras se celebra la COP 25 en Madrid, dónde los países deberían fijar metas drásticas (o sencillamente las adecuadas) para detener el cambio climático, no hay un liderazgo claro. Estados Unidos ha manifestado querer abandonar el Acuerdo de París, la India sigue usando energía eléctrica generada a carbón y en Beijing (China), las personas no pueden escapar al aire contaminado ni siquiera dentro de sus casas.

En definitiva, se acabó la naturaleza barata. Ahora se ha de evaluar cada movimiento que impacte a la naturaleza. Como especie hemos sido capaces de influir en el planeta de modo que hemos modificado el clima y los consecuentes cambios de la vida en la Tierra. 

Estas nuevas características generan una responsabilidad diferente. Nueva, no por no existir antes, sino porque su novedad implica que ya somos responsables que su existencia y define nuestros actos que han de construir el futuro.

La urgencia climática es la de comprender que nos jugamos la vida como la conocemos en el planeta. Que separar nuestra basura, comprar productos locales, reciclar nuestras latas y botellas de vidrio es útil, pero dónde están las emisiones es en su origen, en la concepción de productos contaminantes, en la fuente de la generación de residuos. Porque se da la paradoja que una vez que dichos productos contaminantes salen al mercado, la responsabilidad de la gestión de los residuos de esas fabricantes desaparece, y el cuidado final recae en el consumidor que no ha pedido esa contaminación. Privatizar los beneficios y socializar los gastos y consecuencias.

Lamentamos ser mensajeros de malas noticias. Abrir los ojos, actualizar nuestras percepciones del cambio climático y hablar del tema nos permitirá hacer modificaciones asumibles de nuestras vidas. Cuando la tierra siga mutando, los cambios vitales serán obligados y veremos que las peores consecuencias se las llevarán las especies más desprotegidas, entre ellas los seres humanos, responsables de estos mismos cambios.

Copérnico propuso un nuevo orden de cómo funcionaban los planetas, el universo. No cambió el mundo, sólo propuso un nuevo orden. Si no proponemos acciones transformadoras, nosotros seremos transformados por el planeta. Si no encontramos una correcta interpretación de nuestras realidades, por muy complejas que sean, y generamos una buena conexión entre el orden natural biológico del planeta y el orden sociopolítico, podemos terminar inhabilitados para vivir en este planeta.

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