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Reportajes

14 de Diciembre de 2019

El territorio como resistencia: ¿Cómo es vivir a 350 metros de la zona cero?

@lavozdelaesquina

El pasaje Nueva Bueras era hasta el 18 de octubre un rincón tranquilo del Barrio Lastarria. Hoy es el principal Centro de Primeros Auxilios más cercano a Plaza de la Dignidad, autogestionado por sus propias vecinas y vecinos, y donde los últimos días han sido atendidos más de ocho mil heridos y lesionados de diversa gravedad. Entre ellos, Gustavo Gatica, el joven de 21 años con pérdida total de la visión de ambos ojos durante las movilizaciones. Respirando gases químicos 24/7 y con el asedio constante de las fuerzas policiales, la comunidad que hace un mes y medio no se conocía, actualmente se organiza en asambleas, reflexiona en tertulias callejeras, libera sus temores en talleres recreativos y enfrentan la crisis laboral con su propia feria de las pulgas. También, son la primera línea del punto médico, recibiendo balazos y amenazas por parte de FF.EE. de Carabineros. La historia de cómo la vecindad se ha protegido y amado en tiempos de furia e incertidumbre, contada por sus protagonistas.

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Si las vecinas del pasaje Nueva Bueras no hubieran bajado de sus departamentos a ofrecer espontáneamente agua a los manifestantes que se dirigían los primeros días de movilizaciones hasta la ex Plaza Baquedano, probablemente el eje de las calles Coronel Santiago Bueras y Estados Unidos, habría sido el refugio perfecto para que Carabineros y el Ejército de Chile desplegaran todo el monopolio de la fuerza en la vía pública. Eso lo recalcan en cada una de las asambleas que convoca la comunidad. 

Convivir y coexistir junto a quienes portan armas antidisturbios y gases químicos, es un problema constante para los más de 80 residentes, propietarios y arrendatarios que viven en este pasaje sin salida apegado al Parque Forestal y Alameda. A pesar de todo lo que han vivenciado, llevan con total dignidad y orgullo el trabajo silencioso que han entregado a la movilización: disponer de su espacio comunitario y todas las facilidades para que se instale una urgencia sanitaria disponible todos los días para prestar primeros auxilios a quienes participan de las convocatorias de protesta y manifestación. 

En sus siete edificios residenciales, por más de 50 días se ha guardado el equipamiento e insumos que son utilizados por socorristas del equipo de Rescatistas Voluntarios de Chile y los médicos de la ONG Salud a la Calle. En bodegas y habitaciones de esta red vecinal se almacenan las donaciones de frutas, barras de cereal, medicamentos, colaciones y aguas que llegan desde diversas comunas de la capital. 

Diariamente en la vía pública se coordina el funcionamiento de este “hospital de campaña”, uno de los nueve que rodean la Plaza de la Dignidad, y donde cada viernes más de 120 voluntarios salvan vidas y curan heridas provocadas por perdigones, balines, caídas por el impacto del agua del guanaco y los diversos efectos de gases químicos en menores de edad y adultos.

La entrada al pasaje llama la atención a quien quiera que pase, ya que cuatro gigantes estructuras de madera y lata son las murallas portátiles que protegen de posibles desórdenes a residentes y personal de emergencia. 

Son los propios vecinos, los que diariamente a las 17 horas, instalan las cortinas que transforman la calle en un humilde box clínico. Al mismo tiempo, los voluntarios médicos arman las mesas pegadas a los edificios y ordenan guantes, apósitos, suero y antiinflamatorios. Al fondo, rescatistas organizan sus turnos en grupos de trabajo y descansan del agobiante esfuerzo de ir constantemente a buscar heridos. Desde las alturas, bajan alargadores con electricidad para las radios, computadores y máquinas de telecomunicaciones que los mantienen coordinados en cada salida.

ECOSISTEMA DE DEFENSA

Desde que emergió el estallido social y la normalidad se alteró sin retorno, la Comunidad Nueva Bueras se ha mantenido firme asumiendo la responsabilidad de proteger sus hogares ayudando a que otros no pierdan la vida. Nada ha sido fácil, sin embargo, han encontrado en la generosidad, empatía y solidaridad un terreno autónomo de resistencia. 

El sábado 19 de octubre la épica del sonido de las cacerolas los convocó tímidamente en la esquina de Merced con Estados Unidos. Nadie se conocía, casi no se habían visto, así que los rostros pasaron a tener nombre y apellido rápidamente. 

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La primera semana fue arrolladora e intensa. Llegaban heridos sin parar. Sangre, perdigones en el cuerpo, sollozos y gritos de auxilio. Durante los primeros siete días los vecinos colaboraron intuitivamente a la ONG Salud a la Calle y Rescatistas Voluntarios de Chile, organizaciones que nacieron por las jornadas de intensas protestas y que se instalaron en Nueva Bueras tras ser invitados por vecinas que les mencionaron la total disposición de ayudar a los heridos. 

“Cuando vi todo el caos dije cómo los vecinos no nos conocemos, cómo no nos unimos. Yo no quiero mi pasaje lleno de caca, lleno de milicos y lleno de pacos. Podría esto perfectamente haber sido un lugar de tortura. Y ahí nos empezamos a mirar y dije ‘¡Cerremos!’  Fuimos donde los otros médicos que estaban allá (Estados Unidos con Namur) y les dijimos ‘Oye, aquí están mal. Nosotros allá tenemos un espacio chiquitito’ y ahí se fue armando gracias a todos. Esto es una de las cosas más lindas que está pasando ahora, somos historia. Estamos siendo una fuente de empatía, estamos volviendo a tener la empatía que nos faltaba como sociedad”, cuenta Marcela (37), cocinera y residente.

Felipe González (35) es bombero, experto en seguridad electrónica, rescatista profesional y el hombre que comenzó la agrupación que hoy se conoce como Rescatistas Voluntarios de Chile.  Esta red de ayuda surgió a partir del estallido social y reúne a 70 personas especialistas en rescate y salud. Según sus informes, en el pasaje Nueva Bueras han sido atendidos más de ocho mil heridos de diversa gravedad. “Esta es mi segunda casa hoy en día. La calidad que entregan los vecinos se siente en todo momento. Desde que uno llega, hasta que uno se va, porque están preocupados también de nosotros. Perdón si a veces hablamos fuerte o los sacamos de forma brusca de zonas inseguras, pero es para protegerlos”, dice.

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“Siento que estas personas, si no estuviéramos nosotros acá, si no estuvieran los chiquillos Rescatistas Voluntarios en la calle, no habría nadie que les ofreciera una mano. Muchas de estas personas que hemos visto, que hay chicos con golpes en la cabeza muy graves, probablemente hoy día serían parte de la lista de muertos o de pacientes que están hospitalizados en condición de gravedad. No digo que nosotros estemos salvando el mundo ni mucho menos, pero el sentir que en verdad la fuerza policial que te tiene que proteger hoy te provoca miedo, es como estar en un lugar sin ley y eso te angustia muchísimo”, dice Ximena (37), otra residente. 

Reconociéndose como parte de un territorio y acompañándose las noches del toque de queda con las cacerolas retumbando desde sus ventanas, es que el viernes 25 de octubre fue necesaria una primera asamblea vecinal para reconocerse y decidir qué harían como pasaje/hospital. ¿Estamos conscientes de lo que hacemos? ¿Interiorizamos los costos emocionales que implica transformar la calle en una urgencia? ¿Cuánto tiempo soportaremos? Éstas y otras dudas fueron debatidas y escuchadas por más de dos horas de conversación cívica. 

La cita convocó a 40 residentes de Nueva Bueras e incluyó niños, adultos y mascotas. La organizadora fue Belén (31), psicóloga con experiencia comunitaria y vecina que desde su perspectiva de la contingencia visibilizó la urgencia y necesidad de agruparse.  

“Yo lo que propuse ahí fue `Vecinos, ¿cómo siente cada uno lo que está pasando?` y ahí cada uno empezó a compartir sus sentires. Para mí esa experiencia fue muy fuerte porque no nos conocíamos. La primera experiencia fue desde el sentir, desde el cuerpo, desde cómo estamos viviendo esta cuestión. Y ahí también salieron ideas de hacer una segunda asamblea e ideas concretas, como hacer un cronograma de actividades y colgar una pizarra que se hizo de inmediato, una lista de insumos médicos, etcétera. Esa asamblea fue importante y bacán porque cada uno dijo su nombre”, detalla Belén. 

BARRICADA AMOROSA

El domingo 27 de octubre se concretó el primero de los almuerzos comunitarios. La decisión se había tomado de forma unánime el día anterior en la segunda asamblea. 

Desde las 13 horas los vecinos de todas las edades se reunieron al fondo del pasaje para manguerear el polvo lacrimógeno del asfalto y organizar el relajo dominical. Hubo parrilla para vegetarianos y carnívoros, música en vivo y los niños de forma inédita jugaron entre sí apropiándose de la calle. La sobremesa duró hasta el anochecer y participaron de un hito que les permitió observarse y comprender que a pesar de vivir en un barrio privilegiado y con chapa de cuico, son ciudadanos endeudados por créditos universitarios, discriminados por su condición sexual y víctimas del modelo chileno. 

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“Para mí son muy importantes los ritos y creo que en la historia, la Iglesia católica y el capitalismo, nos ha quitado y se ha apoderado de los ritos. La gente se tiene que casar y la Iglesia tiene su rito. La gente se muere y la iglesia tiene su rito. Entonces, sin esas instituciones, desconocemos cuáles son los ritos. Para mí es muy importante generar nuestros propios ritos como objeto de autonomía, de organización y hacerse cargo de la propia vida que es una dimensión espiritual. Con la Maca estuvimos hablando qué hacer y ahí surgió la idea de crear llamas de papel y que cada persona escribiera cómo mantenerla viva. La llama significaba el fuego, en ese momento, a nivel metafórico estaba muy pegada con el fuego, porque me parecía muy interesante esto de que hay que quemar las cosas. Porque cuando quemas, das la oportunidad de volver a empezar. Cuando el bosque se quema, da la posibilidad de que salgan nuevos brotes. Y ahí cada vecino participó. Todos pusieron algo, desde los más chicos a los más grandes, desde los más tímidos a los más desconectados de sus emociones. Y se construyó esta barricada que no era una fogata del amor, era una barricada amorosa”, recuerda Belén. 

Estas fueron algunas de las voluntades perpetuadas al escrito y que siguen ardiendo colgadas en una de las ventanas de Nueva Bueras:  

“Yo estoy feliz por todo esto”, Santiago (10).

“Yo me crie en población pero sabía quien vivía al lado mío, sabía en quien confiar y eso se ha perdido. La unión es la fuerza. La unión es lo que nos va a mantener vivos”, Patricio (37).

“A mi profundamente la comunidad me salvó y siento eso muy adentro. A mí esto me rescató y me emociona sentir que le está pasando a muchas personas”, Carolina (44).

 “Esto tiene que estar prendido mañana, pasado y todos los días que sean necesarios. Si no está prendido, no sirve de nada haber puesto una llamita ahora. Si queremos una barricada y queremos todo, esto tiene que estar encendido siempre”, Alexis (47).

Ese domingo crearon la cuenta de instagram @LaVozDeLaEsquina que actualmente es el medio de comunicación oficial de la comunidad. Allí se informa de las actividades vecinales, convocatorias de marchas, cabildos, artículos periodísticos y chequeo de noticias. Así mismo, se vinculan de forma digital con agrupaciones vecinales organizadas del Barrio Lastarria como @Rosal.Organizado, @PrimaveraHuelén y la Junta de Vecinos del Parque Forestal (@jvparqueforestal) que también están resistiendo desde su territorio. 

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El lunes 28 de octubre comenzaron las actividades de autocuidado vecinal que se mantienen activas hasta hoy. Los talleres de bordado, tejido, yoga nocturno, clases de salsa y catarsis literaria donde leyeron sus párrafos favoritos, fueron el punto de encuentro cariñoso de la comunidad. 

Víctor (37) es arrendatario del pasaje y miembro del colectivo de Hombres Tejedores, quienes para la conmemoración de la muerte de Camilo Catrillanca lo homenajearon colgando al medio del pasaje la bandera Wenüfoye del pueblo mapuche tejida por ellos durante meses. El primer ciclo del taller fue interrumpido por la llegada de carabineros al lugar, marcando el carácter combativo y recreativo de todas las actividades.  

“Fueron varias vecinas, varios hombres y eso me llamó la atención, lo encontré demasiado bueno. Les enseñé a tejer mascarillas para hacer unas guirnaldas y colgarlas en el pasaje (actividad que ocurrirá previo a Navidad). La recepción fue súper buena, llegaron todos entusiasmados, aprendieron hartas cosas y la pasamos bien. Conversamos muchas cosas y eso es lo que más me gusta del tejido, porque uno se abre a temas de conversaciones importantes, como la masculinidad que está muy desligada de lo que es el tejido. Unir esas dos cosas es bien interesante. También hablar de la femineidad, del rol del hombre y la mujer en sí en la sociedad, se arma una dinámica. Lamentablemente este taller fue interrumpido porque llegó Carabineros y le apuntó a las vecinas que estaban tejiendo en la puerta del pasaje. Después de eso decidí que se hiciera una segunda parte del taller la semana siguiente”, dice Víctor. 

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La clave de la comunidad ha sido mantenerse organizados de forma horizontal y con absoluta disposición a ayudarse en lo que puedan. Por un mes se mantuvo alejada a los medios de comunicación, y mediante asamblea, la totalidad de los votantes decidieron que no prestarían su hogar para el morbo de los matinales y noticieros de televisión. También, redactaron un comunicado disponible en @LaVozDeLaEsquina, donde respondieron al alcalde de Santiago, Felipe Alessandri, quien en el programa Bienvenidos de Canal 13 dejó entrever que los vecinos del sector trabajaban la idea de realizar brigadas armadas. 

Actualmente entre los vecinos existe una red de apoyo ante las contingencias. Constantemente están desarrollando actividades que ayudan a fortalecer la unión vecinal, como la celebración de fiestas de cumpleaños, feria de las pulgas y ciclos de documentales. De igual modo, mediante mesas de trabajo, se ha puesto en marcha un modelo de economía colaborativa que permita ahorrar por edificios en la compra de productos de la canasta básica y artículos de aseo. Así también, vecinas elaboran un plan para reducir la huella de carbón en el pasaje y ocuparse de la separación de desechos orgánicos, papeles, vidrios y cartones. 

Ximena (37) es madre de uno de los niños que habita el lugar. “Empezamos a interactuar, conversar y se dio toda esta dinámica de buscar una alternativa de cómo hacer nuestro propio ecosistema de defensa y ver de qué manera podemos protegernos. Lo que pasó aquí, dentro de todo lo trágico que estamos viviendo, es una cuestión súper linda e importante. Es retomar la vida de comunidad, es dejar de mirarse el ombligo, levantar la cabeza y ver que al lado hay gente que también tiene dolores, problemas y que necesita algo tan sencillo como un abrazo, una palabra de aliento o un yo estoy contigo”, dice.  

VIOLENCIA POLICIAL 

A la misma hora que el Presidente Sebastián Piñera hablaba en cadena nacional, los vecinos de Nueva Bueras remataban el domingo 17 de noviembre bailando y coreando a todo pulmón el coro de “Quiero ser libre” del grupo La Noche. Fue un día catártico, de esos que hoy se valoran profundamente. 

Ese día los cantautores Manuel García y Tata Barahona tocaron guitarras sentados en la cuneta y la mesa, nuevamente, se repletó de deliciosas preparaciones. Rieron y lo pasaron bien, pero también lloraron. 

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Daniela (29), una de las residentes, agradecía la preocupación del grupo vecinal por su salud mental, pues un día antes había colapsado psicológicamente increpando a Carabineros. “Esto es como estar coja en una guerra y te afirmas de otro que está igual de cojo, pero estai ahí, sobreviviendo. Y es difícil, porque somos todos partes de la misma cojera. Ha sido duro para todos. Estoy feliz de poder tenerlos y de que me puedan contener. La gran mayoría sabe que ayer exploté y la semana pasada para mí fue súper dura. Me sentí súper mal. Fue bacán que ayer varios me dijeran ¡Coco, sube y descansa!”, expresó frente a sus vecinos.

Un sargento acompañado de cuatro guardianes había llegado prepotentemente hasta la calle indicando que podía cursar un parte, ya que sólo ellos son los encargados de cerrar el paso en la vía pública. Le explicaron que evidentemente hacían esto por la situación crítica que implica vivir a 350 metros de Plaza de la Dignidad, ya que así disponen de espacio suficiente para ambulancias y equipos rescatistas. No entendió razones. Luego, intentaría entrar al refugio médico. 

La situación estuvo a punto de estallar. Afortunadamente, observadores de Derechos Humanos de la Casa de la Memoria José Domingo Cañas fueron testigos y registraron el momento en que la policía los intimidó. Además, mientras ocurría este encuentro verbal, una granada de mano sin seguro apareció tirada en la calle. Ningún vecino cayó en la provocación y los carabineros terminaron yéndose. Días después entrarían e intentarían llevarse a un manifestante herido a realizar control de detención. Supuestamente el drone había registrado momentos antes que el joven habría lanzado bombas incendiarias. No tenía ningún elemento en su mochila. 

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Pero no es la primera situación de violencia vivida por los propietarios y arrendatarios de Nueva Bueras. Patricio (37) recibió un disparo de perdigón a 15 metros de distancia a un costado de su cadera derecha mientras levantaba banderas de Cruz Roja para recibir heridos. Su hija de dos años también ha sufrido las consecuencias, pues su cuerpo reaccionó alérgicamente a los gases lacrimógenos, generándole ronchas en la piel y actualmente debe utilizar lágrimas artificiales para el cuidado de sus ojos.  Iñaki (2) se encuentra con tos seca constante. De acuerdo al historial médico e indicaciones de la doctora que lo trató, el malestar sería  una rinitis infecciosa provocada por la inhalación de gases químicos. J. (29) sufre de asma crónico y su tráquea está quemada. Ha debido abandonar su propio hogar ante las recurrentes crisis respiratorias que ha experimentado en el último cuerpo.  Dariela (37) junto a su hijo recibieron la brisa de un gas desconocido  y potente que les provocó quemaduras en el rostro. Marcela (37) fue agredida con gas pimienta en su cuerpo a dos metros de distancia y luego golpeada a lumazos en el Parque Forestal cuando regresaba del trabajo. Alexis (30) fue intimidado por policías que lo insultaron y apuntaron con sus armas antidisturbios, generándole daño psicológico, temor y angustia. La gran mayoría de los niños y adultos ha sufrido pesadillas el último mes.  

Las bombas lacrimógenas han llegado hasta departamentos donde jugaban niños, debiendo ser evacuados rápidamente. También, han sido víctimas del asedio de vehículos con vidrios polarizados con civiles en su interior que los han fotografiado de noche. No saben quiénes son ni cuáles son sus intenciones. 

Estos son algunos de los testimonios que son parte del Recurso de Protección presentado ante los Tribunales de Justicia por el Equipo Jurídico Comunitario el pasado martes 10 de diciembre. 

El pasaje Nueva Bueras se emplaza como un terreno fértil para la construcción de nuevos paradigmas, formas y método de organización vecinal. Cuando las grandes reformas parecen tan lejanas, cambiar el rumbo desde lo más simple parece ser la señal que llena de ilusión a todos quienes viven aquí. 

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