Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Reportajes

4 de Enero de 2020

28 horas en la línea de fuego: Los balazos al interior del Hospital Padre Hurtado

Tania Herrera

Fueron cuatro balas que llegaron al interior del Hospital Padre Hurtado en un poco más de 24 horas. Este incidente dejó a la luz un problema endémico en este centro de salud público de la comuna de San Ramón. Las luchas de bandas rivales narcotraficantes en el exterior del centro médico han permitido que la violencia y la inseguridad sean parte de la normalidad del hospital. Aquí, funcionarios, profesionales y pacientes del recinto hospitalario cuentan cómo es vivir el día a día en un ambiente de balaceras, fuegos artificiales y amenazas de pacientes heridos.

Por

Rosa Núñez, técnico en enfermería del Hospital Padre Hurtado, estaba de turno en la urgencia una noche de diciembre cuando llegó un sujeto a amenazar a una doctora. “Yo vi cuando la insultaron, le dijeron que iban a venir a matarla y que iban a reventar la urgencia pediátrica. La doctora andaba muy preocupada, se llamó al director y vino el resguardo policial”.

En el grupo de WhatsApp de la asociación de funcionarios N.1, se lee un mensaje a las 10:54 pm:

-Quiero comunicar que en estos momentos estamos con resguardo policial ya que hace más o menos una hora atrás fuimos amenazados de que iban a venir a balear la urgencia pediátrica.  La dirección dio la orden de cerrar la urgencia en su totalidad.

-Por el área de operaciones, lo recabado es que hubo uso de helipuerto para trasladar a carabineros heridos en enfrentamiento externo al hospital -, dice otro mensaje.

-Yo también me enteré de que está la cagá en la urgencia. Llegó un carabinero herido y hay un narco en la UCI y lo quieren rematar -, responde otro funcionario.

Para Rosa, que lleva trabajando 11 años en el Padre Hurtado, este tipo de situaciones son habituales al interior de urgencia. “Como funcionarios, como seres humanos, nos sentimos muy desprotegidos. Afuera nos asaltan y adentro la gente nos mira a los ojos y nos dice: ‘si ya, ya, te voy a esperar afuera’. Y uno que está poniendo todo de su parte, toda la empatía y el corazón para atender. A veces no son los pacientes los que nos amenazan, son los familiares que están afuera. Entonces es la profesión que elegimos, pero está complicada la cosa para nosotros”.

Un enfermero de la unidad de pacientes críticos relata episodios en los que llegan heridos de balas y los familiares de las bandas de narcotraficantes se encuentran afuera de la urgencia y empiezan a rivalizar. “Seguimos vivos, tranquilo no más, nosotros nos vamos a encargar del otro”, ha escuchado que dicen algunos familiares. También ha escuchado que le hablan al oído a un herido inconsciente y le dicen: “tranquilo, nosotros vamos a andar cerca”.

“Le hablan de esa manera y uno escucha todo. Uno se pregunta, ¿qué pasaría si viene uno realmente a cobrar venganza porque no lo mató?”, dice el enfermero.

En la urgencia adultos del hospital hoy reina el silencio. Adentro hay tres pacientes en camillas y en la sala de espera hay solo dos familiares. Los profesionales están atendiendo exclusivamente casos categorizados como C1, enfermos con riesgo vital, y evaluando casos C2, en situación crítica. Este contexto se suma al panorama habitual donde pacientes tienen que esperar hasta ocho horas para ser atendidos o para que le asignen una camilla. Son precisamente los tiempos de espera lo que más enfurece a los familiares y los enfermos, quienes insultan y amenazan al personal.

Pablo Gutiérrez, médico internista, ha hecho su carrera entera en el Padre Hurtado, desde la práctica hasta la especialización. En turno de noche, Pablo ha presenciado la desesperación de los usuarios para que los atiendan. “El otro día le pegaron a un enfermero. Los pacientes en la noche amenazan, alegando justamente porque son muy lentos los exámenes, porque no hay camas y están en sillas. También la violencia refleja la frustración de pacientes que tienen que esperar por una cama tres días”.

El doctor admite que en el servicio de urgencias están sobrepasados y más en épocas de campañas de invierno, cuando la gente espera muchas horas sentada. “Yo creo que la gente tiene demasiada paciencia, tiene más paciencia de la que debería. Uno trata de ser empático con ellos”.

Cynthia Flores, presidenta de la agrupación de pacientes crónicos del Padre Hurtado, asiste regularmente al hospital porque tiene un hijo con fibrosis quística. Una noche se encontraba en la urgencia acompañando a un primo que sufrió un accidente, cuando a las tres de la madrugada llegó un herido de bala y detrás llegaron varios vehículos con familiares armados, quienes entraron al servicio y amenazaron al personal. “Llegan todos como dueños y señores que se creen de la urgencia y quieren que los atiendan de inmediato. A punta de garabatos exigen la atención rápida. Uno ni siquiera los puede mirar porque llegan con la prepotencia.  Como paciente en espera, uno la pasa mal cuando llega esta gente. A uno se le llega a apretar la guata porque no sabes si van a sacar una pistola y dispararnos a todos, o si van a sacar un cuchillo”, dice.

LA HECATOMBE

Cynthia cuenta que ha recibido varios mensajes de la agrupación preguntando por qué solo están atendiendo casos C1 y C2 y la población está siendo derivada a otros recintos de salud.

La dirigenta les explica la situación de emergencia sanitaria que está viviendo el Hospital Padre Hurtado. Tras el ingreso de cuatro balas a la infraestructura del recinto los días 27, 28 y 29 de noviembre, la dirección tomó la decisión de cerrar el ala sur del hospital, bloquear 180 camas y trasladar a la mayoría de los pacientes al Hospital Sótero del Río y al de La Florida. El bloqueo de camas en el área hospitalaria ha imposibilitado que funcione con normalidad el servicio de urgencias de adultos. Solo sigue habilitada la urgencia pediátrica y maternidad. “Nos ha tocado informar que no están en paro porque sí. Esto para nosotros es pan de cada día. Solo que ahora fue la hecatombe que cayó, el ‘¡por favor, háganse cargo!’, pero anteriormente hemos visto otros episodios de violencia”.

Desde el Hospital Sótero del Río, la doctora Carolina García, presidenta del capítulo médico, dice que el bloqueo de camas en el Padre Hurtado y la exclusiva admisión de pacientes C1 y C2 a la urgencia ha provocado una sobrecarga en el Sótero del Río. “Siempre nuestro problema ha sido falta de camas.  Ahora con esto, la población aumentó demasiado y la situación es insostenible. Nosotros estamos pidiendo medidas de mitigación al ministerio porque no podemos estar así tres meses”.

El quinto piso del ala sur del Padre Hurtado está desolado. En las camillas de hospitalización, las colchonetas están dispuestas de lado para indicar el bloqueo. Los computadores están apagados y reina el silencio. Un orificio de bala se puede ver entre dos redes de oxígeno. El orificio se sitúa a solo 30 centímetros de la cabecera de la cama. La misma bala atravesó la sala e impactó el muro contiguo, a pocos centímetros de otra camilla. Afuera de la sala de hospitalización, en el pasillo, se puede ver que la bala ingresó por una bodega y terminó su trayectoria en un tercer muro.

Nataly Castillo, enfermera, estaba como jefa de turno la primera noche que ingresaron dos balas al ala sur, una en el sexto piso y otra en el quinto. Una paciente suya dijo que había escuchado un zumbido justo arriba de su camilla. Con un compañero subieron y bajaron pisos hasta que encontraron el hoyo de la bala a la misma altura que había dicho su paciente. “Vuelve la sensación de vulnerabilidad e impotencia ante el contexto. Yo no quiero dejar de ser funcionaria pública, a mí me gusta mi trabajo. Me gusta trabajar en un hospital público, mi norte no es cambiarme a una clínica. Pero da rabia, porque uno trata de hacer su mejor esfuerzo, viniendo a trabajar por la misma gente y ningún respeto. Hasta en las guerras se respetan los hospitales. Aquí nada”.

Para Nataly, la violencia es cosa de todos los días. Cuando ingresó a trabajar al hospital hace ocho años, no sabía por qué en las poblaciones aledañas se lanzaban fuegos artificiales cuando no era Año Nuevo. Pero el tiempo le fue enseñando y ahora incluso ha aprendido que, según la cantidad, la duración y la calidad de los fuegos artificiales, es el tipo de mercadería – droga – que se está ofreciendo. También sabe que generalmente los fuegos artificiales vienen acompañados de balazos y que producto de estas balaceras, llega un herido a la urgencia del hospital, el mismo que generalmente sube a piso al área médico-quirúrgica porque su estado es crítico. “Para nosotros hay un conflicto ético porque tenemos que atender a esos mismos delincuentes. Tenemos que entregarles la misma atención sabiendo que nos pone en riesgo a nosotros y al resto. Incluso me ha tocado en algún momento tener que pelear, exponer mi punto, para que trasladen al paciente al hospital penitenciario, para la protección de mi personal y los usuarios”, dice.

Lo que más le da miedo a la enfermera es cuando narcotraficantes del otro bando visitan el recinto con encargos de muerte. A veces disfrazados de médicos o de guardias, desde la urgencia, se cuelan hacia el ala sur con el objetivo de “rematar” a alguna persona hospitalizada. “En mi turno yo lo viví. El que estaba hospitalizado sabía que venían por él porque le informaron que venían filtrándose. Empezó la alharaca y se vio que había un personaje extraño que tenía una superficie extraña rondando por el tercer piso. Tuve que bloquear, hablar con carabineros y coordinarnos. Estábamos todos asustados. Al paciente se le trató de evacuar y se le puso resguardo policial. Cuando se dieron todas las voces de alarma, el personaje se dio a la fuga y no volvió a aparecer”.

El Hospital Padre Hurtado, inaugurado en noviembre de 1998, se encuentra emplazado en San Ramón, y recibe pacientes de dicha comuna, La Pintana y La Granja. Se sitúa geográficamente en una “zona roja”, calificado así porque colinda con varias poblaciones donde residen bandas vinculadas al narcotráfico.

Fernando Betanzo, director del Servicio de Salud Sur Oriente dice que el hospital tiene dos flancos en lo que se refiera a seguridad: uno, los enfrentamientos rivales en el exterior y dos, las urgencias donde llegan habitualmente pacientes baleados, se hospitalizan y llegan con ellos bandas rivales a rescatarlos, enfrentándose el personal con situaciones de mucho riesgo.

El fiscal Patricio Rosas de la Fiscalía Sur, explica que el incidente de los disparos es reflejo de la violencia armada que transversaliza distintas familias de delitos en el sector sur de la capital: homicidios, ajustes de cuenta, y tráfico de drogas, entre otros. “Una de las expresiones de protección de sus negocios – que también es una expresión de la transversalidad de la violencia armada – es el ajuste de cuentas y las señales que se envían recíprocamente en relación a quién ejerce un control más intimidatorio sobre las armas de fuego para poder matar o lesionar a sus rivales”, dice el fiscal.

Eduardo Fernández, comisario de la 31a. comisaría de San Ramón dice que, durante su gestión, la Sección de Investigación Policial ha logrado la detención de 74 individuos por Ley de Drogas (20.000) en el sector. “No obstante, estos delitos son una problemática en la que se sigue trabajando en forma permanente en el sector”, dice el comisario.

Betanzo agrega que los enfrentamientos entre bandas rivales de narcotráfico no es un problema exclusivamente del Hospital Padre Hurtado y tampoco es nuevo. Cuando era director del Hospital Sótero del Río recuerda una ocasión donde dos bandas rivales se enfrentaron en la UCI del quinto piso del mismo hospital, hace aproximadamente 20 años. “En el Sótero del Río han llegado a los servicios de traumatología a rematar gente. En el Padre Hurtado han llegado a rescatar, pero no se ha dado que entren y den el balazo. Es un riesgo que está latente y hay que abordarlo”, dice el director del servicio de salud.

POR FIN, UN REAL COMPROMISO

El 29 de noviembre, tras el ingreso de cuatro balas al Hospital Padre Hurtado en un poco más de 24 horas, el ministro de salud Jaime Mañalich visitó el servicio de salud para comprometer recursos en favor de su seguridad. Al salir del lugar, fue increpado y agredido por los funcionarios hospitalarios que afuera estaban manifestándose por la crítica situación de inseguridad en el centro de salud. El ministro tuvo que ser escoltado por Carabineros a su auto mientras la gente le arrojaba líquidos, botellas y le pateaba su auto.

Tras la visita del ministro, el 12 de diciembre se conformó un Comité de Seguridad del Hospital Padre Hurtado con representantes de la dirección del hospital, Servicio de Salud Sur Oriente, Carabineros, Policía de Investigaciones, Fiscalía, Subsecretaría de Prevención del Delito, municipalidades, gremios de funcionarios y asociaciones de usuarios. En la primera reunión se levantaron distintas necesidades y se acordó trabajar de forma multidisciplinaria entre todas las organizaciones, definiendo responsabilidades concretas.

Betanzo cuenta que se está reforzando el resguardo de Carabineros y que se dispuso un total de ocho oficiales al interior del hospital:  dos carabineros para la urgencia adultos, uno para la posta pediátrica, otro para la posta de maternidad, dos en un retén móvil y dos rondando el perímetro del recinto. A esto se suma, la colaboración de Seguridad Ciudadana de la municipalidad. Este panorama difiere de la situación habitual del hospital, donde varios funcionarios afirman que previamente al incidente de las balas había solo uno o dos carabineros al interior del recinto.

De acuerdo al comisario Fernández, las nuevas labores de control y prevención permitieron que en las primeras dos semanas de diciembre se hayan detenido a 14 personas: diez aprehendidos por orden judicial, un detenido por lesiones con arma blanca y tres detenidos por disparo con arma de fuego.

Para resguardar a los pacientes hospitalizados y a los funcionarios, se acordó que el Servicio de Salud se haría responsable de construir una doble fachada en el ala sur del hospital, lugar donde ingresaron las balas. La “doble piel” estaría construida por celosías de metal y pequeños vidrios blindados, además que se hermosearía con jardines verticales, explica Betanzo. Los estudios de suelo con calicatas ya se han iniciado. “El inicio de la construcción de la fachada está estimado para finales de la primera semana de enero y comienzos de la segunda semana y se espera que dure tres meses. A medida que vayamos avanzando, las salas de hospitalización que estén detrás se van a poder ir abriendo progresivamente”. El costo aproximado de la fachada será de $400 millones.

El director asegura que hay recursos para seguir después con el blindaje del ala norte.  “Hoy hay que actuar con prioridades y lo más prioritario es el ala sur porque todas las balas han llegado por ese lado y según el estudio que se ha hecho, es el lugar más vulnerable. Eso no significa que por el otro lado no podamos seguir avanzando, porque (la bala) puede llegar de cualquier otro lado”.

Abordar el entorno del hospital no solo por parte de la comuna de San Ramón, sino que también por La Pintana y La Granja, es muy importante, opina Sandra Pizarro, encargada de relaciones públicas del Padre Hurtado. “Desde siempre, este hospital no tiene un entorno que diga relación con que aquí se da salud. Por fuera, da vergüenza lo feo que es: basurales, perros, personas en situación de calle, hoyos, falta de señalética. Yo llevo mucho tiempo trabajando con el consejo consultivo, con los distintos alcaldes y nunca lo hemos conseguido porque es tanta la inversión que hay que hacer que tiene que venir por parte de los tres municipios”, dice Sandra y agrega que se ha estimado que para mejorar el entorno del hospital se necesitan $2.500 millones. Durante la noche además, la escasa luminaria y las sombras que proyectan los árboles propician los asaltos a los funcionarios y alumnos del centro médico.

¿UNA BALA LOCA?

Sandra cuenta que en la reunión del primer comité varios participantes dejaron claro que el incidente de noviembre no fue un ataque directo al hospital, sino que fue producto de enfrentamientos de bandas de narcotraficantes.

El rumor que corre entre varios funcionarios y profesionales del hospital es que un paciente sicario estaba internado y que las balas no fueron accidentales, sino que iban dirigidas a él. Se dice que el supuesto delincuente fue trasladado a otro centro de salud y que por eso cesaron las balas.

El fiscal Rosas no confirma todavía ninguna hipótesis y explica que hay una investigación en curso a través del análisis de los proyectiles recuperados para determinar el arma desde la cual fueron disparados.  “Debemos recibir los resultados de los informes periciales que determinen el calibre de la munición (…) Con eso, se podría determinar si fue un disparo accidental, si fue un disparo injustificado – el nombre técnico de la “bala loca”, si derechamente fue un ataque dirigido a un paciente o funcionario del hospital o si fue un ataque simbólico a la institución como lo que representa”.

La Fiscalía Sur está continuando un trabajo de identificación de bandas que rivalizan el control hegemónico del tráfico de drogas, agrega el fiscal. “Son investigaciones que llevan meses, es el permanente monitoreo del comportamiento de las bandas criminales de la zona sur de la capital”.

Finalmente, Rosas pide a los usuarios, pacientes, testigos o los mismos heridos que se acerquen a la Fiscalía y aporten con información relevante que pueda enriquecer las investigaciones en curso. El fiscal dijo que están abiertos los canales de comunicación directos con la fiscalía y que la información se puede entregar de forma anónima.

NATURALIZAR LA VIOLENCIA

Allyson Tapia es trabajadora social y lleva tres años trabajando en el hospital. Con pesar asegura que no es la primera vez que han ingresado balas a la infraestructura del centro de salud. Alrededor de hace dos años, una bala atravesó por Pediatría, recuerda. “El evento se naturalizó y se prometieron algunas medidas de seguridad que ya desde hace mucho tiempo se estaban trabajando. Pero nunca se cumplieron ni se llegaron a concretar”.

Hablando con muchos funcionarios y profesionales del hospital, coinciden en que tras el episodio de la bala en pediatría y las constantes amenazas de los heridos y familiares al personal en la urgencia, ellos mismos tienden a “normalizar” la violencia. “Esto es pan de cada día”, “no es la primera vez que pasa”, “este es un problema de siempre”, son frases comunes entre el personal del centro médico.

“Nosotros trabajamos en el cuarto, quinto y sexto piso, en el área afectada, pero con el pasar del tiempo, como que uno trata de anular ese momento para poder seguir trabajando. Pero es algo que estás propenso a que te vuelva a pasar. Se genera una angustia, pero uno le da la indicación al cerebro de que hay que trabajar. Vamos naturalizando el evento”, dice Allyson.

Sin embargo, un antes y un después han significado las balas que ingresaron en alrededor de 28 horas seguidas al recinto. Así lo siente la fonoaudióloga Karla Bahamondes, quien lleva 13 años trabajando en el Padre Hurtado. “Lo que nos preocupó más que todo era ver cómo están dejando de respetar el hecho de que sea un hospital. Y eso te hace sentir harta vulnerabilidad porque antes existía un respeto hacia este espacio y con este hecho, la gente como que se removió. Eso nos hizo recordar que estamos dentro de un lugar súper vulnerable, y que tampoco se ha tomado mucha conciencia desde el ministerio que estamos en un lugar de riesgo”. 

El doctor Rodríguez opina que tenía que pasar algo así para que se tomaran medidas asociadas a políticas públicas. “Esto sirve un poco más para visualizar el tema y decir: nunca más. No queremos más balas, no queremos que nos sigan baleando a los pacientes. No queremos estar en riesgo con los colegas y la familia”.

YO CUIDO MI HOSPITAL

Para muchos funcionarios y pacientes del hospital, la respuesta a este conflicto de violencia endémico no está en aumentar la dotación de Carabineros ni de blindar la infraestructura, sino que está en eliminar la raíz del problema: los focos de delincuencia y narcotráfico.

Cuando el ministro le dijo a la comunidad que el Padre Hurtado podría ser beneficiario con el futuro decreto supremo fundado que permitiría que las Fuerzas Armadas resguarden infraestructura crítica, al unísono todos dijeron que no querían militares en el hospital. Los militares significarían para la gente y el narcotráfico una provocación de violencia.

Rosa Vergara es presidenta de la Asociación Nacional de Consejos y Usuarios de Salud Pública Ancosalud y tanto ella como toda su familia se atienden en el Padre Hurtado. Con una hija con lupus y con otra hija que nació prematura, Rosa tiene que constantemente visitar doctores en el centro de salud. La vecina de San Ramón dice que quiere su hospital y que ha sido vital para toda su familia y la comunidad.  Su papá de 82 años fue uno de los vecinos activistas que luchó en los noventas, tras el término del régimen militar, para que el hospital fuera construido ahí mismo.

“No hay que decir que aquí hay puro narcotráfico. Eso es la minoría, es el 1%. Nosotros somos personas de trabajo, hemos logrado que nuestros hijos estudien, que sean profesionales y hemos salido adelante. Nos gusta la población, nos gusta este lugar y por lo tanto nos quedamos acá. Pero ese porcentaje mancha eso. No me gustaría que se estigmatice más de lo que nos han estigmatizado toda la vida: de que somos los pobres de La Bandera, de La Granja y de La Pintana”, dice la vecina.

Para Rosa no solo habría que combatir la delincuencia y narcotráfico, sino que también hay un rol clave por parte de los vecinos: cuidar el entorno del hospital y exigir a las distintas organizaciones que se cumplan las medidas de seguridad.  Ese el lema de la nueva campaña “Yo cuido mi hospital” lanzada por la Asociación de Funcionarios Nº2 de Salud del Hospital Padre Hurtado y la Ancosalud.

“Vamos a ser las hormigas que vamos a andar exigiendo que se cumpla esto. Cuando vemos con un árbol no está podado vamos a ir al municipio y decirles, ‘oiga señor, no lo ha podado’. Cuando vemos un basural, ´señor mire: ahí hay basural’. Pero también tenemos que hacernos nosotros responsables como comunidad y educarnos en función del medio ambiente. Porque efectivamente aquí hay basurales porque nosotros permitimos que hayan”, dice Rosa.

La campaña también busca cuidar los profesionales médicos que trabajan en el Padre Hurtado. Con esta serie de episodios violentos, no es improbable que algunos quieran cambiarse de hospital público o huir al sistema privado. Sin embargo, desde el interior del recinto, no ha habido renuncias todavía, asegura Sandra Pizarro, encargada de relaciones públicas.

“Lo que nosotros queremos decir es que nosotros somos gente que luchamos para tener este hospital, lo digo porque mi padre luchó. Y segundo, es que nosotros tenemos que levantar el nivel del sector porque el niño piensa: vivo en La Pintana, entonces tengo que ser ahí no más, del montón. Nosotros queremos que nuestros hijos sean los mejores profesionales y que si les gusta el hospital que trabajen en él. Para allá queremos avanzar”, concluye Rosa.

Notas relacionadas