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Opinión

28 de Enero de 2020

Columna de Fundación Vértice: La resignificación ciudadana de los espacios como expresión del derecho a la ciudad

"Y es que la ciudad es parte y reflejo de nuestra sociedad: la poca presencia de mujeres, de personajes o hitos históricos populares o pueblos originarios en la nominación de nuestros espacios, no es sólo una cuestión de nombre, sino que es una de las últimas expresiones de un entramado de invisibilización de nuestra historia expresada en el espacio público", manifiesta la Fundación Vértice.

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Desde el 18 de octubre del 2019, hemos visto cómo la ciudadanía se ha apropiado de los espacios públicos y los ha transformado en escenarios de manifestaciones, carnavales, cabildos y reuniones vecinales. Así lugares que, sin haberse pensado para aquellos fines, y rompiendo con la otrora naturalizada idea que para reunirnos en ellos debíamos solicitar permiso y adaptarnos a circuitos cercados de vallas papales y carabineros, han resultado ser protagónicos en un proceso histórico de masivas manifestaciones espontáneas de intereses ciudadanos.

En este contexto, el espacio público no es un escenario ajeno a la población. En estas semanas de insurrección ante las injusticias y desigualdades de Chile, se ha demostrado la importancia de apropiarse de los lugares en que vivimos, y ejercer el derecho a la ciudad, el cual implica habitar y transformar colectivamente el espacio urbano. En esta línea, diferentes organizaciones sociales y/o vecinales, han decidido otorgarle nuevos significados al espacio público que les interesa o representa. 

Han surgido así, diferentes prácticas espaciales donde han intervenido el territorio desde una dimensión material y también simbólica. Ejemplos de ello son la decapitación de una escultura de Pedro de Valdivia en Temuco, una acción de reivindicación de las comunidades mapuche ante la histórica invasión colonial y su representación en el Wallmapu por medio de íconos de la conquista, como también, el rebautizo del Cerro Santa Lucía por Cerro Huelén en la ciudad de Santiago. Además, organizaciones como Ciudadanos por la Memoria han desarrollado iniciativas que buscan erradicar la reivindicación de símbolos y personajes de la dictadura, como lo es la población Pinochet. O bien, acciones que optan por cambiarle el nombre a las plazas de nuestras ciudades, tal como lo hizo un grupo de mujeres feministas de la comuna de Providencia, quienes intervinieron las placas nominativas de sus plazas y escribieron en ellas los nombres de mujeres relevantes para nuestra historia. 

Probablemente uno de los casos icónicos luego de octubre 2019, ha sido el rebautizo de la ex-Plaza Italia como “Plaza de la Dignidad”, lugar donde la ciudadanía ha decidido reunirse los viernes de cada semana, para demandar precisamente una vida digna para todas y todos. Esta iniciativa ha ingresado a una esfera institucional, pues se han logrado recolectar miles de firmas, además del apoyo en el Concejo Municipal de Providencia para cambiarle el nombre legalmente. Lo anterior nos recuerda lo sucedido el año 2013 con la ex-Avenida 11 de septiembre, actualmente Nueva Providencia, iniciativa que buscaba acabar con uno de los legados autoritarios y dictatoriales en aquella comuna. Ambos pueden ser considerados como los casos de resignificación del espacio más conocidos y avanzados institucionalmente en la RM. Sin embargo, existen otras diversas experiencias de esfuerzos sociales que pretenden otorgar nuevos símbolos y significados a los espacios, con el fin de apropiarse de ellos y de ejercer un paso mínimo por el derecho a construir la ciudad que deseamos. Sin ir más lejos, previo al gran 8M del 2019, la mediatización del “Súper lunes feminista” comenzó con el cambio de nombre de las estaciones de metro por el de mujeres relevantes para la historia de Chile, derivando en la campaña liderada por la Universidad de Chile por bautizar la estación Hospitales como Eloísa Díaz, la primera médica de Chile. 

Y es que la ciudad es parte y reflejo de nuestra sociedad: la poca presencia de mujeres, de personajes o hitos históricos populares o pueblos originarios en la nominación de nuestros espacios, no es sólo una cuestión de nombre, sino que es una de las últimas expresiones de un entramado de invisibilización de nuestra historia expresada en el espacio público. En este sentido, las diferentes acciones y prácticas que intervienen los legados coloniales, dictatoriales y patriarcales de nuestras ciudades, nos evidencian que éstas han sido definidas desde visiones masculinas y privilegiadas, pues tienden a reconocer la historia burguesa y sus protagonistas, imponiendo su versión de la memoria histórica. 

No es de sorprender que donde no exista derecho a la ciudad, sus habitantes no se reconozcan en ellas y que nuestros monumentos, patrimonio y nominaciones pertenezcan a las élites de los diferentes momentos de la historia. Estos símbolos, son reflejo de la realidad que invisibiliza, por ejemplo, a mujeres, disidencias, culturas originarias y personas con discapacidad; buscando convencernos a toda y todos constantemente que las ciudades, mejor o peor planificadas, nada tienen que ver con las desigualdades que vivimos.

Ciudades inseguras, inaccesibles y exclusivamente pensadas para optimizar la producción, sin considerar la reproducción social, son precisamente ciudades que reproducen el modelo capitalista patriarcal, profundizando las dificultades que por ejemplo viven las mujeres a diario en el espacio urbano y consecuentemente su marginación. Dichas ciudades, nos recuerdan en todas sus expresiones que nuestra existencia se hace invisible ante la planificación y el reconocimiento en el espacio urbano. No es casual que lugares simbólicos e histórico para nuestra historia como ciudadanas sigan en la incógnita o que sigamos erigiendo monumentos a “héroes” de la patria, que reivindican legados de violencia e imposición, mientras olvidamos a las grandes que también han cambiado la historia.

Por ello, repensar el significado y apropiarnos de los espacios que cotidianamente habitamos, resulta un proceso necesario de conciencia y reconocimiento de nuestras identidades diversas en el espacio en donde nos desenvolvemos. Respaldar las iniciativas que permiten a la ciudadanía nominar los espacios públicos, es un gran primer paso hacia la apropiación, y también el ejercicio de otro derecho más del que nos han despojado: el derecho a nuestras ciudades.

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