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Reportajes

8 de Febrero de 2020

Quilicura: Cae un banco, se levanta un centro cultural

Crédito de fotos: Alex Rodriguez. Instagram: @alee.rev @Plaza.18Octubre

Durante el primer mes del estallido social, Quilicura fue un cinturón de fuego. Dentro de los principales daños para la comuna, está una sucursal de un BancoEstado que resultó incendiada. Ahí, un grupo de jóvenes de distintas agrupaciones autoconvocadas se tomaron el terreno donde funcionaba el banco y se hicieron cargo del lugar con un objetivo: desarrollar un espacio cultural autónomo. Lo bautizaron, como no, Plaza 18 de octubre.

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Por Vadim Vidal
Crédito de fotos: Alex Rodriguez. Instagram: @alee.rev @Plaza.18Octubre

El fuego comenzó en la parte de atrás del ServiEstado que estaba en la punta de diamante que forma la intersección de Av. Manuel Antonio Matta, Bernardo O´Higgins y Raimundo Romo, a pocas cuadras de la Plaza de Armas y el Mall Arauco Quilicura, el “área de fuego” de las protestas posteriores al 18 de octubre en la comuna del norponiente de la capital.

Fue el domingo 20 de octubre, segunda noche del toque de queda. En las 24 horas previas, Bomberos ya había sofocado un incendio en el interior de un supermercado Líder y el fuego “estructural” -a gran escala- de la Bodega A Cuenta de la comuna. Al banco llegaron con nueve carros, la totalidad de los disponibles. De hecho, debieron llamar a dos unidades de Conchalí para cubrir cualquier eventualidad que sucediera en el cuartel. El daño en la sucursal también fue estructural.

“Pocos días después llegaron máquinas a demoler lo que quedaba del edificio y a rodear el perímetro con planchas de madera aglomerada, que fueron desmantelándose durante las marchas y enfrentamientos locales”, señala Felipe Mayorga, poeta y habitante de Villa San Isidro, vecina a la sucursal.

Valentina Riffo, estudiante, recuerda que desde el inicio del estallido, las manifestaciones eran todos los días, desde la tarde hasta entrado el toque de queda. Partían desde la Plaza de Armas y congregaban, fácilmente, mil personas. De manera espontánea un grupo de manifestantes decidió convocar a un cabildo abierto: “la citación fue boca a boca, nos paseábamos invitando por las ferias o en la misma plaza. Colocamos unos carteles muy rascas, en hojas de oficio y escritos a mano en postes y árboles”, rememora Valentina.

Fue el domingo 27 a las 5 de la tarde y llegaron 300 personas a la Casa de la Cultura de la comuna. Jorge Fonseca (28) y René Dinamarca (24) fueron parte de los organizadores. “Después nos dijimos ¿qué hacemos? ¿Vamos a seguir siendo cabildo o vamos a levantar una organización? Decidimos esto último y nos pusimos APAQ: Agrupación Popular Autoconvocada de Quilicura”, dice el primero. “Hacíamos cabildos y actividades en el Centro Cultural y estaba siempre el cuestionamiento de por qué lo hacíamos ahí, que si éramos parte de la Muni o también pidiendo juntas de vecinos o reuniéndonos en plazas y por eso nos dimos cuenta que nos faltaba un espacio”.

Así, dieron con el sitio que ocupaba el banco: una superficie de aproximadamente 300 metros cuadrados que, después de la demolición, dejó como plataforma la loza de lo que fueron sus oficinas, apenas elevada del suelo y una planicie a su alrededor. En la loza aún quedaban restos de paredes, fierros y escombros, los que fueron despejados en jornadas de limpieza junto al colectivo feminista Con Ellas y otras organizaciones barriales que se sumaron al proyecto de transformar ese nuevo sitio eriazo en la Plaza 18 de Octubre.

Ley seca

El sábado 18 de enero, a tres meses del inicio de todo, realizaron su actividad más masiva. Valentina le escribió por Instagram a Felipe Avello proponiéndole actuar en una tarde cultural, junto a cantores urbanos, batucadas, comediantes feministas y grupos de la comuna. Avello salió del improvisado camarín armado con un toldo de feria con cortinas blancas rodeándolo como paredes. Lo primero que dijo al salir fue que apoyaba actividades como esa y la protesta social en general, pero que se habían ido en volada con el banco.

Bajo el cielo despejado del verano capitalino la loza es un espejo que refleja el intenso calor de un sector casi desprovisto de áreas verdes. Así y todo, a esa actividad llegaron puestos de emprendedores, artistas estampando poleras con sus bastidores, equilibristas y muralistas. Los aportes voluntarios iban para Los Ojos de Chile, la agrupación que va en ayuda de las víctimas con trauma ocular por culpa de la violencia policial.

Los organizadores -todas y todos veinteañeros, todas y todos o estudiando o comenzando a trabajar- visten de negro y compartieron una tarallinada antes de comenzar la actividad para luego dividirse en distintas funciones. La amplificación es prestada, igual que el horno donde preparan pizzas para vender. Hay mallas de kiwi dispuestas como lonas para apaciguar el sol de las tres de la tarde, las que van a dar a un pilar improvisado con una base de madera reforzada con piedras para que no se incline sobre los asientos plásticos distribuidos como butacas. “Hay otras organizaciones que se fueron vinculando, pero el principio es el mismo: que no tengan intenciones electorales, porque este es un espacio autoconvocado, no queremos levantar un alcalde o un concejal, queremos la recuperación de espacios populares para la gente, una de las conclusiones del cabildo: la falta de lugares de esparcimiento”, aclara Jorge Fonseca.

El container que quieren acondicionar como biblioteca popular aún es ocupado por indigentes, por lo que a veces limpian el lugar y a la mañana siguiente deben volver a hacerlo. “De verdad este es un espacio compartido, entre organizaciones, vecinos y gente que vive en la calle. La calle es super intensa en la noche y no podemos negar que hay gente que consume alcohol y drogas, es un tema que no podemos negar”, dice René Dinamarca. Por lo mismo, lo declararon zona libre de alcohol, al menos cuando ellos lo ocupan.

Estefanía Espejo, presidenta de la junta de vecinos de Villa San Isidro, reafirma ese punto: “Mientras no haya banco, que se ocupe el espacio en lo que están haciendo, porque lo están ocupando de mejor forma. No está abandonado, porque la drogadicción es súper alta acá en Quilicura. Nosotros tenemos el paseo de los cabros que van a fumar pasta y ese espacio no se ha ocupado para eso y ellos mismos no dejan que haya eso, mientras lo llevan ocupando no ha habido ni peleas ni nada, mientras que al frente tú ya tienes peleas”.

“Pero la pega más importante es ganarse el apañe de los vecinos de la Villa San Isidro, que igual es complicado porque son gente mayor y les da miedo involucrarse en esto porque no es legal, entonces dice “ya, es buena la idea, pero ¿si llega Carabineros”? eso es lo difícil”, dice Valentina.

Mantenlo prendido

Desde el estallido, en Quilicura hay dos supermercados, un mall y tres bancos menos. Según Karina Basaure, vecina de la comuna, parte de esto se debe a que durante los primeros días del estallido no había prácticamente ningún carabinero cerca. “Los días críticos ni se aparecieron, solo después durante algunas manifestaciones en la plaza llegaban a dispersar, pero veías por la tele que en el barrio alto existía PDI, Carabineros y por acá nada”. Lo mismo señala Axel Abarzúa (30): “La ausencia policial fue fuerte, cuando entraron a asaltar el Mall Arauco, yo estaba ahí, y no había nada. Después que lo quemaron (el 21 de noviembre) apareció la PDI disparando balines de goma, la PDI estuvo brígida”.

Los días posteriores fueron los más duros según Estefanía: “algunos vecinos decían que querían quemar los pozos de la Petrobras que está justo frente al banco. Llamamos a la compañía y nos decían que estaban muy profundos. Ahora llegaron y los taparon poniéndoles cemento encima. Y así con todo, la única farmacia que no cerró, por ejemplo, fue el Doctor Simi, que no tiene todos los remedios. De verdad nos sentimos abandonados”, sentencia.

Para Axel, el estallido vino a agudizar esa sensación. “Pero el Estado nos abandonó antes. Hay una sola comisaría, con, no sé, ¿30 efectivos? Ahora no hay mall pero ya con mall los servicios básicos eran mínimos, Enel calendariza visitas de un servicio móvil de vez en cuando, tipo sucursal. Y la mayoría de los bancos, tiendas, telecomunicaciones, etc eran proporcionados por el mall”.

“Nosotros, hoy, no tenemos bancos -añade Estefanía- Está el Banco de Chile, pero para acceder a una tarjeta te ponen millones de límites, en cambio cualquiera puede tener una Cuenta RUT. Los adultos mayores tienen que ir a Conchalí a cobrar su plata, que está casi a dos horas en micro”.

Con 29 años, Jerónima es la mayor y con más bagaje en activismo dentro de quienes gestionan la Plaza 18 de octubre. Y si bien reconoce la necesidad de una sucursal de Banco Estado, piensa que lo pueden construir dentro del mall, mientras ellos intentan conseguir un comodato para mantener el espacio: “certificando que existe un movimiento cultural, que la comunidad se ha apropiado de él y por ende le ha entregado una identidad y que podemos autogestionar. Obviamente no descartamos la movilización social en un contexto donde se cuestiona la privatización de los espacios”.

No se les cruza por sus cabezas pedir apoyo municipal, una institución que Jerónima califica de “colonial” y asistencialista: “estamos en un contexto de estallido social donde estamos demostrando que no necesitamos esa estructura para armar territorio. Si podemos hacer cosas bacanes, ¿para qué vincularse con la muni? Mejor reforzar el poder popular, la fuerza social y de ahí pal éxito, nos vamos a vincular con quienes quieran vincularse y que estén dispuestos a dejar las prácticas nefastas que nos separan de la vieja política”, sentencia.

Consultados por The Clinic, Banco Estado aseguró que su política es reponer las 14 sucursales dañadas durante la revuelta. Seis de ellas ya están en proceso de refacción, y de hecho tienen plazos para la sucursal de Quilicura: dos meses para presentar el proyecto, el que considera una ampliación de su plano original; y la construcción, la que debería estar terminada y entregada en el tercer trimestre de este año. No se pronuncian ante la posibilidad de un comodato.

Mientras, la Plaza 18 de octubre sigue ofreciendo talleres de boxeo, de danza afro, bordado, malabares, además de organizar charlas y foros informativos. El más reciente de ellos sobre napas subterráneas, el que pidieron los dirigentes vecinales en vista al cambio del Plan Regulador Comunal que data de 1985.

Valentina Riffo señala que están registrando las actividades para presentar un registro audiovisual de su trabajo antes de sentarse a pedir nada. “Queremos hacerlo por la legalidad sin tener que encadenarnos a la reja si nos quieren desalojar”.

Hay un valor simbólico para ellos en el trabajo que están realizando. De hecho, una de las primeras cosas que hicieron al entrar al sitio fue plantar un huerto, detrás del cual pintaron un mural con la leyenda: “Cae un banco, la comunidad florece”.

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