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Entrevistas

15 de Abril de 2020

Rosabetty Muñoz y el coronavirus: “Este presente espeso nos hace sacar del olvido maravillas sepultadas en la memoria”

Foto: Narvaez

La escritora, que acaba de publicar su antología “Misión circular”, cuenta cómo ha pasado estos días de encierro forzado en su natal la isla de Chiloé. Lo ha hecho en medio del campo, donde dice que la naturaleza se muestra generosa “a pesar de todo lo mal que la hemos tratado”. Aunque los chilotes saben lo que es vivir aislados, y pasar buena parte de la vida puertas adentro debido al clima hostil, la poeta reconoce que hoy se siente una soledad distinta.

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La cuarentena y el encierro producto de la pandemia del coronavirus los pasa de manera especial. A diferencia de la gente que vive el distanciamiento social en sus casas y departamentos en las grandes ciudades, la poeta Rosabetty Muñoz aprovecha este tiempo para caminar por su casa, en pleno campo, a cuatro kilómetros de Ancud. Ahí, donde vive junto a su marido, deambula entre la naturaleza, los árboles, las plantas y el sonido de los pájaros; sobre todo de los choroyes, esos loros verdes tan característicos de Chiloé.

“Hay que recordar también que la mitad de la población de Chiloé vive en sectores rurales, tanto en isla grande como en las islas pequeñas del archipiélago. Entonces, estamos rodeados de mar, de bosque, de animales. Eso es un bálsamo incluso para quienes lo están pasando peor aquí en la isla”, explica.

Foto de Alejandro Araya

Pasear entre la naturaleza no es algo raro para ella. Buena parte de su poesía trata sobre la relación entre el ser humano y lo natural. Pero en estos días de pandemia, pareciera que la naturaleza toma otro rol, más protagónico. “Los pescadores de Fátima pusieron un aviso en Facebook para ir a buscar piures que se estaban regalando porque salieron demasiados. Hay mucho olor a algas por todo Ancud, es como si lo natural estuviera rodeándonos ahora que dejamos, un poco, las calles”, señala la poeta.

Cuenta que incluso lo natural ha llegado a su hogar de maneras que no había visto hasta ahora. “Hace unos días llegó un monito del monte a nuestra casa, hay insectos todos los días en los suelos, entran por ranuras, insectos extraños que yo no conocía”.

Todo ese tema a Rosabetty le importa. Toma una pausa, respira y añade una reflexión: “La naturaleza es generosa con nosotros a pesar de todo lo mal que la hemos tratado”.

¿Cómo ha vivido esta pandemia y el encierro?, ¿ha debido realizar teletrabajo?

Curiosamente, he tenido más trabajo que lo corriente. Reflexionar acerca de lo que está pasando, comunicar las impresiones es un motor de funcionamiento en estos días; siento que mi material de trabajo -la palabra- es necesaria para tratar de comprender, de acompañar a otros. Ahora en abril comenzaba el Taller Mistral para estudiantes; y como no puedo hacerlo presencial, he iniciado una experiencia virtual, completamente nueva para mí. También le escribo cartas a mis nietos (el correo sigue funcionando) y registro los pequeños acontecimientos cotidianos en una bitácora que, al parecer, muchos llevan hoy. ¡Quién iba a decir que volverían los viejos diarios de vida! Sigo con la página literaria que llevo más de quince años en El Insular de Chiloé; y ese movimiento continuo de lecturas, comentarios, descripciones, va iluminando este presente raro.

Foto de Rodrigo Muñoz

Al estar bajo la lluvia, el viento y el frío, generalmente la gente en Chiloé pasa mucho tiempo en casa. ¿Están entonces en la isla mejor adaptados para pasar por una situación como la que enfrentamos?

-Tenemos práctica en recogernos y vivir en espacios interiores por largo tiempo. Sin embargo, nos falta el otro, el vecino o los parientes con los cuales compartir la mateada de la tarde, la recolección de manzanas en este tiempo, la maja de chicha.

Más aún, Rosabetty Muñoz señala que ciertos rituales se han visto afectados. “El 8 de abril fuimos al funeral más triste del mundo: sepultamos a una mujer tremenda y éramos poco más de diez personas; en tiempos normales, habría viajado toda la gente de su isla para despedirla y se habría hecho una novena”.

Es que incluso para los habitantes de una isla con un clima tan duro, la soledad se hace difícil, sobre todo si es forzada. “Aunque sea menos agobiante para nosotros, nadie está preparado para esta forma de ‘quedarse dentro’ tan conectados a los miedos y las preguntas. Tan solos en definitiva”, explica la autora de poemarios como Técnicas para cegar a los peces (Ediciones UV, 2019).

Foto de Rodrigo Muñoz

LA FRONTERA

Un problema histórico de la isla de Chiloé es el aislamiento respecto al continente. En varios gobiernos rondó la idea de construir un puente que conectara a la isla a través del canal de Chacao, pero bajo la administración de Michelle Bachelet la idea se descartó y se pensó en el “Plan Chiloé”, destinado a mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. Sin embargo, con la llegada de Sebastián Piñera a la presidencia, el proyecto del puente Chacao volvió a la vida, aunque ahora se encuentra detenido.

Rosabetty Muñoz se declara en contra de la idea del puente; y cree que en estos días de pandemia, sus razones se ven reforzadas. “Ahora, como nunca, se hace evidente que tamaña inversión habría sido mucho mejor en salud y conexiones interiores, en educación. Nuestra condición de archipiélago tiene, como todo, de dulce y de agraz”. 

Sin embargo, Muñoz señala que la condición de “aislamiento” ha sido una especie de barrera contra el coronavirus. “En términos de salud pública, por ejemplo, es relativamente sencillo establecer controles de ingreso a la entrada de la isla grande y así evitar la propagación del virus. Los casos que hay en Chiloé hoy son identificables en su tránsito desde el continente”. 

De hecho, hasta el 14 de abril, la isla sólo presenta diez casos de infectados por Covid-19, una de las tasas más bajas del país. Siete casos son en Castro; el resto en Ancud.

Pero en lo referido al aislamiento natural de la isla, no todo lo que brilla es oro. “El abastecimiento se dificulta, el equipamiento médico es escaso, la pobreza se acentúa y, sobre todo, se pone en relieve cómo los intereses económicos son mucho más importantes que los chilotes”, explica la poeta. 

Dada esta pandemia, ¿considera que el aislamiento ahora viene bien, o de todas maneras es necesaria la conexión con el continente?

Esto de vivir en un archipiélago es también simbólico. Somos islas que viven con otras islas y que tienden a comunicarse, pero ese contacto es lento y mediatizado, acorde con las condiciones naturales, con el tiempo. El continente ha sido a veces el territorio del deseo; y otras veces, la condena para tantos que han debido irse buscando mejores condiciones económicas. Siempre ha habido una relación tensa con el continente porque se desconfía del “ajeno” que ha llegado a aprovecharse del isleño y de la riqueza de nuestro territorio. Pero hay que apostar al encuentro, la frontera natural del canal debería ser igual que cualquier frontera, una mera referencia.

LOS PENDIENTES

El coronavirus ha puesto en jaque a lo moderno, como el tiempo acelerado de las ciudades. Hoy se pueden hacer las cosas que siempre tuvimos pendientes…

Justamente estoy escribiendo una columna donde trato este punto. Parafraseando a Santa Teresa, diré que hay más lágrimas en el cielo por los deseos cumplidos que por los no conseguidos. ¿Cuántos de nosotros deseábamos días enteros para dedicarnos a lo que más nos gusta hacer, o para dormir sin horario, o para dedicarnos a cultivar los afectos un poco olvidados? Días abiertos a lo que amamos y no sólo empujados al trabajo o a seguir en el engranaje. Y resulta que ahora tenemos este tiempo, pero no es como imaginábamos. Todo lo bueno viene con su carga de desgracias en la retaguardia; ¿cómo podemos disfrutar cuando hay tanta incertidumbre; cuándo hay tanta imagen de dolor y muerte? Por otro lado, este presente espeso, pesado nos hace preguntarnos y sacar del olvido muchas maravillas sepultadas en la memoria por el trajín diario. Creo que es allí donde hay que concentrarse. 

Dentro de esas “maravillas sepultadas por el trajín diario”, está la lectura, algo fundamental para Rosabetty Muñoz, quien, al calor de un fogón y un mate, ha aprovechado el tiempo de encierro para eso. Cuenta que sobre todo ha leído poesía: “Sorprendente poesía anticipatoria de autores chilenos que habían predicho el llamado ‘estallido social’, como José Ángel Cuevas, y lo que sucede hoy. No he entrado en los libros ya muy citados como El Decamerón, de Bocaccio; o La Peste, de Camus, que ya había releído a fines del año pasado”.

Muñoz agrega que se ha centrado en lecturas que pacientemente la estaban esperando: “Americanah, de Chimananda Ngozi Adichie, libro de prosa muy dinámica, fresca, llena de matices; Sobre los huesos de los muertos, de Olga Tokarczuk, que me remeció hasta los cimientos y me hizo ver de otro modo varias cosas; Poeta chileno, de Alejandro Zambra, que es como hojear un álbum familiar; y a ratos los Diarios Completos de Sylvia Plath, con ella voy dialogando y preguntándome sobre el sentido de la existencia”.

Me imagino que, como poeta, más de algún verso se le ha arrancado hacia el papel o hacia el computador. ¿Cómo ha vivido esta pandemia como creadora?

-He escrito mucho, lo cual no significa que esté preparando algo. Me formé con gente que creía en la maduración de los escritos y adopté esa forma de dejar en reposo las primeras impresiones, los rayos o iluminaciones fugaces que todos tenemos. Son momentos especialmente cargados y, claro, uno no puede dejar que pasen, se atrapa la cola ardiente, o el chispazo y va quedando en la página para otros momentos de la creación. Estar atenta, con las antenas sintonizadas en el mundo es lo primordial.

¿Siente que un material tan dramático como esta pandemia, que parece plaga bíblica, puede transformarse en material literario de un poema, o de un poemario completo?

Claro que sí. Creo que todo puede ser materia de la poesía, especialmente esta situación en que se remueven las placas tectónicas y se desprende tanta rémora que llevamos pegada. Todas las señales están dadas para convertirnos en otro, un nuevo viviente de este mundo: el encierro, el enfrentamiento de males externos e internos, el sueño de un nuevo orden de las cosas. Y la poesía, la palabra con su carga de memoria, es imprescindible para acompañar/excavar/nombrar este proceso.

UN POEMA PARA RIMBAUD

Pero la cuarentena ni el virus han detenido la actividad creativa de Rosabetty Muñoz. Hace pocas semanas salió una antología de sus poemas editada por el sello Lumen, titulada Misión circular. La gracia es que incluye material inédito, como el poemario Veteranos que, según la poeta, fue escrito hace aproximadamente tres años.

La antología incluye además un poema que la autora escribió a los 18 años, llamado A Rimbaud, dedicado justamente al vate francés Arthur Rimbaud, acaso una suerte de entrada natural para la gente que le interesa la poesía.

Rosabetty cuenta que escribió este poema siendo estudiante universitaria en Concepción. “Estar en la soledad de Concepción, encontrarme con ese poeta que era un joven como yo y conocer la historia de esta llama fulgurante que duró como tres años, yo creo que eso fue lo que hizo que sintiera el impacto y escribiera ese poema”.

¿Se sintió identificada con Rimbaud entonces?

-¡Claro!, en términos de la búsqueda vital que da sentido a la existencia, y por la edad. Son preguntas que son adolescentes, preguntas que duran la vida entera.

Rosabetty añade que, como suele suceder con la poesía, la primera vez que este poema apareció publicado en un alguna parte no fue en una revista o algo similar. “Fue en un afiche que hizo el Taller Aumen de Castro, lo tuve en mi pieza de jovencita”. 

¿Cómo se dio la oportunidad de editar Misión circular?

-Recibí una invitación de Vicente Undurraga (editor del sello Lumen), a quien aún no tengo el placer de conocer en persona, para armar esta antología. Él me presentó su idea general y los textos que seleccionó; yo hice algunas observaciones, no todas acogidas jajaja. Estoy muy contenta con este libro porque me convence la lectura de Vicente como un viaje por mi trabajo desde los primeros libros hasta lo actual, pero yendo y viniendo. 

La poeta añade que salir publicada en Lumen es algo que la conmueve. “Conozco el valor de ser editada en esta colección que ha publicado a tantos poetas que admiro; sucedió como mucho en mi vida: sorpresivamente. Podría citar una frase bíblica que representa mi andar por la poesía; ‘busca el reino y lo demás se dará por añadidura’; en este caso, el reino es la poesía, a eso me he dedicado con ahínco”.

Y hablando de la poesía, ¿siente que esta debe ocupar un lugar importante en el futuro que viene cuando la pandemia pase? Me refiero al Chile efervescente con el plebiscito, con el estallido social.

Por supuesto. Si leyéramos más poesía, estaríamos en contacto con el alma nacional (en el caso de que aquello existiera). Desde octubre de 2019 he estado leyendo mucha poesía chilena con estudiantes y se puede palpar cómo han estado los poetas atentos a su tiempo. La poesía no tiene ninguna obligación de dirigir/guiar el proceso de transformación en Chile, pero los poetas nos debemos a desentrañar los misterios del mundo a través de la palabra, con eso ya estamos aportando a la visión de otra forma posible de vivir. Y además, como ciudadanos, deberíamos estar siempre del lado de la justicia, del rechazo a los abusos, de la búsqueda de mejores formas de vivir en comunidad.

¿Tiene decidido cuál será el primer lugar donde irá cuando la cuarentena termine?

A abrazar a mis padres en Ancud y a mis nietos en Puerto Montt.

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